Cuándo un Partido es corrupto

El pasado Jueves, asistimos en la televisión a un pequeño rifi-rafe entre Celia Villalobos y Pablo Iglesias donde la Vicepresidente, ante la insinuación de pertenecer a un Partido corrupto por parte de su interlocutor, argumentó del siguiente modo: «Mi partido es muy grande, ha tenido poder y tiene poder en muchos sitios. Somos un fiel reflejo de esta sociedad… Mi partido tiene cientos de militantes, de cargos, y la mayoría somos personas muy honestas (…) He sido alcaldesa, ministra y me ofendes cuando dices que mi partido está lleno de corrupción. Mi partido, por desgracia, ha tenido casos importantes de corrupción que a quien más nos jode es a nosotros”, desahogo muy habitual que requiere ser corregido como merece, porque lo que está en juego, es que la población distinga, más allá de toda duda razonable, cuándo un partido es corrupto y cuándo sólo lo son algunos de sus militantes, labor a la que me entrego, cual Quijote, a fin de descubrir la falacia, y desenmascarar el sofisma con el que los canallas intentan enredar la mente del ciudadano.
Decimos que un Partido Político es corrupto, cuando la mayor parte de sus integrantes son corruptos o aspiran a convertirse en tales; o cuando lo son la mayoría de sus máximos dirigentes aunque la militancia de base sea honesta.

Decimos que un Partido Político es corrupto, cuando los casos de malversación, apropiación indebida, cohecho, desfalco, desviación de caudales, cobro de comisiones, recalificación de terrenos, abuso de dietas, falsificación de documentos… conocidos por la opinión pública que afectan a sus cargos públicos y de confianza, son tan numerosos que es imposible no cuenten con la aquiescencia de su militancia o de sus dirigentes o de ambos a un tiempo.

Decimos que un Partido Político es corrupto, cuando su entidad, antes de presentarse a los ciudadanos como una plataforma civil para trabajar en pos del Bien Común y del Interés General, se ofrece cual eficaz instrumento para la promoción y el enriquecimiento personal de propios y extraños.

Decimos que un Partido Político es corrupto, cuando en su estructura no existen medios eficaces para impedir la entrada en sus filas de gente indeseable; para detectar a la mínima cuando alguien está haciendo algo indigno en su cargo; para vigilar e investigar la actuación de sus propios cuadros y mandos como hace cualquier cuerpo policial; para destituir, ipso facto, al dirigente pillado in fraganti con las manos en la masa…más allá de los consabidos expendientes y suspensión de militancia que no pasan de ser papel mojado antes de que la Justicia los acuse, siente en el banquillo y condene por corruptos o los medios de comunicación les informen de lo que sucede en su propia casa para que puedan aformar esa tontería de “Me he enterado por la prensa”.

Decimos que un Partido Político es corrupto, cuando nunca se adelanta precisamente a los periodistas y jueces en denunciar los casos propios de corrupción y sólo saben señalar los del Partido rival, no tanto por amor a la verdad, cuanto para deshacerse de la competencia en la comisión del crimen y el delito.

Decimos que un Partido Político es corrupto, cuando una vez denunciados, condenados y hasta encarcelados sus militantes y ex militantes, concejales y ex concejales, alcaldes y ex alcaldes, senadores y ex senadores, diputados y ex diputados, congresistas y ex congresistas, asesores y ex asesores, ministros y ex ministros o Presidentes y ex Presidentes, por la prensa y llevados a juicio por los tribunales, antes de emitir una declaración mostrando sorpresa, vergüenza y profundo arrepentimiento, arremete contra jueces, fiscales y periodistas; defiende a los acusados; se solidariza con ellos; les dan ánimos por SMS, o sencillamente les indultan, después de haber agotado todo recurso para entorpecer la labor de la justicia haciendo desaparecer pruebas, o retrasando en lo posible todos los plazos habidos y por haber en nuestro garantista sistema judicial.

Decimos que un Partido Político es corrupto, cuando de la corrupción de sus militantes y cargos, la propia entidad se beneficia directamente para pagar con dinero B la organización de actos de campaña electoral, para sufragar publicidad en medios de comunicación afines, para comprar al contado sedes y oficinas, para dar sobresueldos literales a sus cuadros, pagar favores a periodistas, contratar investigadores privados para espiar a los rivales y el largo etcétera por todos conocido.

Decimos que un Partido Político es corrupto, cuando definitivamente demostrado y condenado un miembro del Partido por alguna de las imaginativas formas en que nuestros gobernantes tienen a bien ensanchar la acepción de robar y saquear las arcas públicas, a quien el Partido ha propuesto para ocupar un cargo institucional o designado para un cargo público de confianza, no hace ni el más mínimo gesto de intentar restituir al municipio, la comunidad o la nación los caudales robados a la población como por ejemplo, vender alguna de sus sedes o descontarse de las subvenciones y sueldos institucionales un tanto por ciento mensual hasta reponer lo sustraido. En vez de eso, creen suficiente expulsar al cabeza de turco y reemplazarlo por otro aspirante a corrupto.

En definitiva, decimos que un Partido Político es corrupto, cuando al margen de su quehacer oficial expresado en los estatutos, anima, permite, facilita, apoya y da cobertura al delito y delincuente como haría cualquier otra organización criminal, en cuya estructura, también pueden encontrarse personas de compiortamiento intacahable trabajando en sus negios y empresas donde lavan el dinero negro.

Todo lo anterior ya lo sabe Celia Villalobos y cunatos como ella pertenecen a un Partido corrupto como el suyo. Ahora también lo saben ustedes.

Hocico. DBP

La palabra Hocico goza de varios elementos susceptibles de ser tomados en consideración para entrar a formar parte del Diccionario de Bellas Palabras, empezando por apreciar esa terminación en –ico que casi ya no se reconoce como sufijo en cualquiera de sus acepciones, cosa habitual por otra parte sucedida con muchas raíces a las que acompaña.

La terminación en –ico y su femenino, las más de las veces, da sentido de (relacionado con) por ejemplo “Heróico” (tiene que ver con el héroe) o imprimiendo significado de diminutivo como en “Borrico”. En Hocico acontece que su aspecto diminutivo busca recordar al hablante la forma menguante angular del morro del animal que va de más a menos, como ocurre con la voz “pico” que evidentemente hace la misma función de agudizar el concepto tanto en su acepción animal como de herramienta. Si a esta ligadura entre la forma de la parte animal referida con la construcción del concepto, le sumamos que la palabra Hocico al ser pronunciada requiere que el hablante por un instante imite con su boca la forma hocicoidal de su noción semántica, la eclosión neuronal que ello produce en la mente dispara las endorfinas necesarias para reconocer en el término, el mérito de despertar simpatía desde la más tierna infancia. Ya sólo por esto, Hocico merece una entrada en el DBP.

Por otra parte, Hocico cuenta con una hache cuya facultad espiritual como ya hemos precisado en otras entradas del DBP consiste en anclar los términos dándoles mayor sujeción por esa doble pata de la H. Pues bien, en el caso de Hocico, la hache sujeta al -ocico que cae, como cae el hocico del animal.

Pero entre la terminación –ico y la formidable H que lo inicia, hay una (ci) con sonido (zi) que arrastra imperceptiblemente la psique del hablante como lo hace el hocico del animal entre la tierra y la hojarasca cuando olisqueando rebusca algo que llevarse a la boca como una bellota o una trufa.

Por si todo lo anterior fuera poco, sucede que la palabra Hocico, es muy agradecida en estas lides porque permite que sus derivados, lejos de menguarle simpatía, gracia y belleza, se la acrecientan. Observemos el siguiente caso:

Un niño está buscando chocolate en la despensa y la madre le puede decir:
a) ¿Qué estas buscando?
b) ¿ Qué andas hociconeando?

Pese a la fealdad que todo gerundio introduce en el lexema por su forma nd, es imposible no reconocer la belleza del término que lo hace muy preferible en la expresión. Así sea su infinitivo Hocinonear, sea su sustantivo Hociconeador, el contexto donde aparece gana mucho en belleza y significado con su presencia.