La sonrisa es una mueca producida por el espanto que le sobreviene a la Conciencia cuando descubre que no está sola en la absolutez de su Existencia, ancestral primera experiencia de aquel ser primigenio que comprendió que además de comer, podía ser comido.
Autor: Nicola Lococo
Entre chupar y escupir
Ya eran ganas de jugar con la sinonimia y la polisemia del travieso idioma popular con eso de hacer “soplar” al conductor para testar si había bebido, qué les voy a contar lo que no le vendrá a la cabeza del hablante cuando en un control de carretera nos pare la Benemérita ahora que como se ha anunciado sin sonrojo en el Tontodiario, “las autoridades han declarado la guerra al consumo de drogas y estupefacientes y nos obligarán a salir del vehículo para chupar o escupir”.
Tras escuchar la noticia tal cual la he entrecomillado, además de pensar en lo que ustedes mismos ahora están pensando, que sin miedo a equivocarme puedo adivinar prefieren escupir a chupar aunque con lo que ha cambiado el Cuerpo quien sabe si hay suertecilla y merece la pena cambiar el sentido de la elección por no importarle a uno que le pongan las esposas, irrumpió en mi la indignación de comprobar cómo, una vez más, nuestros sin vergüenzas gobernantes pretenden cargar las tintas sobre la población, el eslabón más débil de una cadena de cuyo tiro en origen ellos no andan muy lejos que digamos en su responsabilidad. Porque una de dos: o creen que nos chupamos el dedo cuando nos comunican que así van a hacer la guerra al problema social de la drogadicción, o sencillamente nos escupen cínicamente su falsedad e hipocresía aun a sabiendas de que ya no nos engañan siguiendo el precepto de “échame pan y llámame perro” que traducido sería algo así como “paga multas y dime corrupto”.
Seguramente, más que una disyunción se trata de una conjunción y lo que sucede es que mientras quienes deberían velar por nuestra seguridad y protegernos, nos escupen a diario sin perder ocasión porque saben fehacientemente que vivimos en un Régimen Democrático bajo en control civil, con débil contestación ante los atropellos del poder, con poca libertad y escaso de ética y responsabilidad, los ciudadanos estamos dispuestos a tragar y chupar lo que haga falta, como dan testimonio los dirigentes sindicales que agachan la cabeza a modo de saludo y reverencia frente a los dirigentes de la Patronal cuando se reúnen con ellos ante las cámaras.
Es un escándalo que en un país donde hasta el más tonto sabe dónde acudir a comprar droga y hasta el más ciego la ve circular a raudales en fiestas, bares y discotecas que no es que falten en un territorio llamado a ser el Paraíso del vicio y el fornicio europeo, sede permanente de la hípica y el esquí internacionales, resulta que se precisa destinar miles de agentes, efectivos y medios para efectuar controles en carretera con el propósito de perseguir y multar su consumo entre los particulares cuando lo que se debería estar haciendo sería investigar a la Banca criminal que lava el dinero negro de las mafias en sus negocios y cuentas corrientes, infiltrarse en los Partidos Políticos cómplices de tráfico y trapicheo para averiguar de dónde les proviene la financiación irregular y las sospechosas donaciones millonarias de terceros, e impedir que la delincuencia mundial eche raíces en nuestra costa mediterránea por mucho que sea el lujo y la inversión que traigan consigo, que de apostar por tan canalla estrategia de crecimiento económico, mejor sería imitar a Suiza que a las Vegas que por algo es Nevada.
Bebés de Amor
Dicen los expertos en la Divinidad, que ahora que no tiene fuerzas para castigar como en sus buenos tiempos, “Dios es Amor”. Pero que yo sepa, todavía su desprestigio social no ha llegado al extremo de asociársele a la industria farmacéutica como para que se proclame “Dios es un medicamento”. Siendo entonces como somos creaturas suyas, no acierto a comprender por qué los medios de comunicación consienten en bautizar con tan despectivo adjetivo a los bebés venidos a este cochino mundo para sanar a sus hermanitos que les precedieron en la desgracia de nacer, con lo bien que se está en la Inexistencia, que por algo recientemente los Tribunales de Justicia condenaron a un cirujano abortista que fracasó en su labor, a pagar una pensión al infeliz que vive por su negligencia.
Pero al margen de mi particular opinión sobre traer hijos al mundo, circunstancia que contemplo como una canallada por cuanto considero que sólo las personas que han tenido una existencia dichosa en lo físico y espiritual pueden decir de si mismos que son buenos padres al procrear, teniendo al resto por unos auténticos cabrones…creo que habiendo como hay tanta manga ancha al respecto por parte de la vigente legislación consentidora para con la gente que hace hijos por inercia, descuido, incontinencia sexual y azar, o para estar entretenidos, elevar su estatus social, tener una excusa para salir de paseo, que le cuiden en la vejez, poder tener a alguien sobre el cual mandar, dar sentido a sus vidas, etc, al objeto de preservar los macro-intereses de la comunidad preocupada por las futuras cotizaciones a la Seguridad Social, mantener el flujo constante de elementos que justifiquen los cuadros y salarios intermedios docentes y sanitarios a corto plazo y las estructuras de poder como el ejército, la policía y las cárceles a medio plazo, así como todo el entramado empresarial basado en el abastecimiento de la escoria social y de su servicial consumo dirigido… no entiendo cuál puede ser el motivo aducido por nuestros gobernantes y aún de la Iglesia – la profiláctica sentencia kantiana que establece que el Hombre es un fin en si mismo, no debiéndosele emplear como medio, además de ser malinterpretada habitualmente, en este caso trasciende su literalidad por cuanto nadie entonces podría arriesgar su vida para salvar la de un tercero si en estos casos tampoco vale – para ponerle trabas a unos padres que desean quedarse embarazados con el propósito de salvar la inversión vital ya realizada con un retoño bien crecidito al que se le ha diagnosticado una enfermedad incurable que le conducirá inexorablemente a una pronta y dolorosa muerte de no ser precisamente que sus pobres padres encarguen a la cigüeña un hermanito de diseño genéticamente sano cuya compatibilidad estará en disposición de salvarle la vida.
Por todo ello, me alegro muchísimo del final feliz de un caso que he seguido con expectación por cuanto en esta sociedad resultadista en la que se valoran más los resultados que otra cosa, supongo un tanto a favor de esta solución que posibilita la ciencia y que parece del agrado de Dios, que un niño llamado Izan al que con ocho añitos le descubrieron adrenoleucodistrofia, grave enfermedad hereditaria que se hizo famosa por la película “El aceite de la Vida” ahora, gracias al nacimiento de sus dos hermanas gemelas seleccionadas genéticamente para curarle, ha recuperado la sonrisa y como el mismo ha podido declarar ante las cámaras «Estoy flipando todavía de que pueda salir a la calle sin mascarilla».
Detrás del nacimiento de las dos hermanitas de Izan, no está una instrumentalización de la vida humana, ni la cosificación de la persona, ni el deseo a jugar con la naturaleza del Hombre y mucho menos creernos ser dioses para cambiar nuestro destino. No hay más que lo que ha habido siempre: un inconformismo de la Conciencia ante su inminente desaparición, una desesperante aferro a la vida por parte de un niño plenamente consciente de lo que ocurre, un inmenso espíritu de superación por parte de la especie traducido en el desarrollo científico-técnico que lo ha hecho posible, un Dios bueno y misericordiosos que con su aliento ha empujado favorablemente en esta dirección y sobre todo el Amor infinito de unos padres que han apostado de nuevo por la vida, pese a que han sido ellos los responsables de que su hijo experimente la amarga angustia existencial.
Repugnantes marcas deportivas
Las marcas, como su propio nombre indica, están para marcar. Se marcan mercancías, ganado y a los esclavos. De entre los esclavos los hay de dos clases: quienes detestan llevar la marca porque les rebaja en su dignidad como personas mostrando a los demás su condición servil y quienes la portan con enfermizo orgullo por sentirse tan sumamente despreciables en su fuero interno que suplen su baja autoestima haciendo suyo el supuesto prestigio de su amo como el cerdito aquel del anuncio brasileño que en la pocilga a la espera de su San Martín le preguntaba a su compañero de destino ¿Y tú qué vas a ser de mayor? Yo salchichas – respondía aquel, ¿Y tú? ¡Yo también! ¡Pero de Frigo Edder! – contestaba el otro lleno de suficiencia. Claro que tiene más sentido cuando al esclavo le pagan por dejarse marcar como una res como es el caso de las estrellas deportivas, que cuando es el propio esclavo el que además de someterse a la ignominia de ser marcado, paga por ello como ocurre con vuestros hijos que llevan marcas desde los talones de las zapatillas, hasta en el frontal de la gorra sin olvidar pecho y espalda de la sudadera y culo del pantalón para que se note que son auténtica escoria social, cuando lo suyo es que al menos se les hubiera contratado como “hombre anuncio” o ¡qué menos! haberles dado la ropa gratis a cambio de la propaganda que realizan por las aceras y colegios entre vecinos, amigos y familiares. La cuestión entonces es ¿Por qué habiendo tanta escoria social dispuesta a pasear a su costa los logotipos, hay empresas criminales como Nike o asesinas como Shell que invierten ingentes cantidades precisamente en pagar para que tres o cuatro deportistas de élite, o enteros clubes de fútbol como el Baca – caso este más grave si cabe por poner en tela de juicio la moral de todo un pueblo como el catalán – las luzcan en sus entrevistas, ruedas de prensa o durante sus encuentros?
Así como los mayores delincuentes de nuestra sociedad buscan lavar el dinero negro fruto de la extorsión, la corrupción, la prostitución infantil, el juego ilícito, la droga, el tráfico de armas y resto de artes fraudulentas con las que se lucran por medio de bancos cómplices, partidos políticos untados y empresas tapadera, así las marcas líderes en explotación infantil como es Nike o en cometer crímenes contra la humanidad como la petrolera Shell, buscan asociar sus logos símbolo de horror a actividades más nobles como lo es el deporte, mascarada para la que precisan de la sospechosa colaboración de esos campeones de la indecencia que por embolsarse dicho dinero sucio y manchado de sangre, están dispuesto a asociar su idolatrada imagen a su ignominia.
Alguien debería decirle a Rafa Nadal la repugnancia que sentimos los aficionados al verle llevar sonriente el emblema de una empresa que obtiene sus beneficios directamente de explotar mano de obra infantil en países asiáticos a través de contratistas que no tienen reparo en utilizar a niños menores de 12 años en talleres cuyas condiciones laborales rondan la esclavitud y cuyos sueldos no dan ni para la subsistencia. Si no ¿de qué va a cobrar la cifra astronómica que cobra por hacerle publicidad para poderse comprar relojes de medio millón de euros? ¿De dónde cree este tocapelotas que sale el dinero con que le paga tan odiosa multinacional del Mal? Yo de él, me lo pensaría dos veces antes de continuar ligando su nombre a una marca como Nike, máxime cuando hay otras con más solvencia ética, aunque por ello mismo menos dispuestas a otorgar tan suculenta tajada.
Y otro tanto cabe decir para ese otro beneficiado de la desgracia ajena, Fernando Alonso, quien luce la concha de la barbarie de la petrolera Shell, motivo suficiente también para que el Vaticano tomara cartas en el asunto por manchar el milenario icono del Peregrino…pues es de sobra conocida la terrible implicación de esta empresa anglo-holandesa en los crímenes contra la humanidad cometidos en Niger durante los años Noventa contra el pueblo Ogoni y sus legítimos representantes que se oponían a las extracciones petroleras, a los que ordenó ahorcar a manos de la dictadura por ella mantenida en la región, como al célebre poeta Ken Saro-Wiwa cuya sangre todavía la vemos brotar a borbotones insultante cual diabólica Venus, cada vez que sube al podio.
Da asco. Mucho asco que los medios de comunicación permitan la publicidad de estas marcas y que sus símbolos de miseria y podredumbre aparezcan asociados a actividades lúdico-culturales y a personas capaces de vender su alma por un puñado de dólares, al tiempo que dedican editoriales y columnas enteras a promover la laicidad y la retirada de símbolos religiosos de las instituciones.
Sobre el Mal. Ocurrencia
El Mal está hecho. Pero no del todo.