Antes de la Palabra fue quien la pidio.
Autor: Nicola Lococo
La Filosofía no sirve para nada
Ahora que mediáticamente nos llevamos las manos a la cabeza por la desaparición anunciada de la Filosofía del Bachillerato, como si alguna vez hubiera existido tal cosa entre un alumnado preocupado por aprobar y un profesorado deseoso de cumplir con el programa, recuerdo que mi metafísica vocación se despertó precisamente en el instituto Nuestra Señora del Puy de Estella, cuando todavía andaba empeñado en dedicarme a la astrofísica o a la lingüística indoeuropea y aunque sólo sea por esto, personalmente, habría de defender su presencia institucional.
Todavía recuerdo la escena en que a un compañero de 3º de BUP se le escapó en mitad del aula la recurrente cuestión ¿Para qué sirve la Filosofía? justo cuando el profesor, Don Alfonso, entraba por la puerta. Creo que aquel día tocaba explicar la Política de Locke, pero se nos fue la hora en un improvisado discurso que sorpresivamente se iniciara con la exclamación ¡La Filosofía no sirve para nada!
Yo, incapaz en mi fuero interno de responder convincentemente al interrogante planteado, cuando esperaba la contestación del Maestro como agua de mayo, la misma llegó como jarro de agua fría. Mi estupor se vio acompañado por la extrañeza del resto de condiscípulos que no terminábamos de entender cómo el profesor de Filosofía reconocía abiertamente que la asignatura que él mismo enseñaba, no servía para nada. Aunque, bien mirado, qué cabía esperar de una materia donde su máximo referente, Sócrates, no contento con no dejar enseñanza alguna por escrito reconocía “Yo sólo sé que nada sé” o “Yo sólo sé que no sé” e incluso dada la incertidumbre sobre tan pobre comienzo vete a saber si dijo “Yo sólo sé que no sé nada” lo cual, ya plantearía un gran embrollo epistemológico, por no comentar la actitud de ese otro Descartes que tras mucho pensar llegó a la conclusión de que existía. ¡Menos mal! que dio con la solución adecuada, porque de lo contrario hubiera desaparecido antes de su propia muerte.
Nadie de los allí presentes terminábamos de entender al profesor, porque, Don Alfonso, no había terminado de explicarse. Tras darnos el debido tiempo retórico para que por un fugaz instante nuestras hormonas permitieran a nuestras neuronas conectar para algo más que el ligoteo real, potencial o imaginario, pasado, presente o futuro, volvio a repetir su afirmación ¡La filosofía no sirve para nada! Y prosiguió una lección que no he olvidado en toda mi vida:
“ Todos los oficios sirven; todas las artes sirven; todas las religiones sirven; e incluso todas las ciencias sirven; sólo la Filosofía no sirve. Ahí tenéis la matemática que sirve para llevar la contabilidad de la banca; la sociología que ayuda a confeccionar encuestas para el gobernante; a la psicología con cuyo conocimiento puede manipularse la mente de los ciudadanos sea para hacerles consumir por medio de la publicidad, sea para dirigirles la opinión a través de los medios de comunicación…”-Su alocución fue desgranando una a una las distintas ramas del saber hasta finalizar con la física y química. “ Y ahí tenéis a la física y química cuyos avances sirven para diseñar sofisticado armamento como, por ejemplo, la Bomba Atómica.” Llegados aquí, ya barruntábamos todos el sentido irónico de su intervención. Pero no a qué extremo. “Porque es verdad. ¿Para qué negarlo? La Filosofía no está para servir ni al Poder, ni al Gobernante. Pensándolo bien, la Filosofía no está para servir a nada ni a nadie…” – Aquí todos contuvimos la respiración pues se mascaba en el ambiente la proximidad del climas diogenesco de la escena. “ La Filosofía, no es una sirvienta, ni los Filósofos somos sirvientes. En todo caso, estamos para que nos sirvan”.
El asombro fue mayúsculo al descubrir el otro lado de la polisemia, aunque pasados los años, he caído en la cuenta de que la afirmación “La filosofía no sirve para nada” entraña los mismos problemas derivados de “Yo sólo sé que no sé nada”.
Volkswagen Partido Político
Puede parecer una propuesta absurda, por cuanto una empresa privada con ánimo de lucro no es un Partido político, aunque, dicho del revés tenga su lógica, pues si comparamos el comportamiento de esta compañía puntal de la industria criminal automovilística para con sus clientes en el mercado, con el ejercido por los Partidos políticos con sus votantes y la población, por no nombrar la enorme distancia que media en el reparto de beneficios entre los accionistas de la primera con los ciudadanos de los segundos, seguramente sea para pensárselo.
Ciertamente, VW ha pasado ¡Cum Laude! la prueba de corrupción necesaria para acreditarse como una marca digna de competir en las elecciones Generales al gobierno de España, dado que aquí, no dudamos en dar mayorias abrumadoras a quines nos roban, estafan y toman el pelo a diario. En esto, el PPSOE, poco tiene que envidiar a los escarabajos. Sin embargo, una cosa es que escojamos corruptos para el gobierno por considerar que son los más representativos de nuestra pícara idiosincrasia y por ende, los más capaces para gestionar con eficacia como les convenga los bienes públicos y otra muy distinta, que en el transcurso de su mandato multipliquen con creces su afán, porque, en sentido estricto, no hay necesidad de que un corrupto que acceda al gobierno, es decir un corrupto gobernante, sea por fuerza un gobernante corrupto, asunto este sí que nos escandaliza en esceso, provocando el desgarro de las vestiduras tras haberlos investido entre carantoñas mediáticas.
Luego, será en sus diferencias y no en sus semejanzas que apreciamos como óptima la posibilidad de que las siglas VW concurran en las próximas elecciones. Pero ¿Cuáles son estas diferencias que hacen apetecible para el votante la irrupción de VW en la campaña política?
Para empezar, su rápida reacción en cuanto la “Agencia medioambiental Estadounidense” tras corroborar los alarmantes datos aportados por un informe de la “International Council on Clean Transportation” donde se denunciaba que los automóviles de Volkswagen contaminaban hasta treinta veces más que los límites legales permitidos, hizo públicos los hechos: en lugar de negar la realidad; en vez de dejar el asunto en manos de la lentitudinaria justicia; antes de interponer toda clase de trabas y zancadillas a los jueces que se pusieran a investigar la causa; lejos de acusar a los demás de ¡Y tu más! o de ir contra los medios de comunicación que sacaron el escándalo en primara plana…la empresa Volks Wagen, con miles de accionistas, con miles de trabajadores, con un presupuesto que supera con creces el de muchos países con asiento en la ONU, y un parque automovilístico algo superior a los coches oficiales que hay en el Reino corrupto de España, saliendo al paso de las primeras informaciones por medio de un comunicado en pleno Domingo el Presidente de la poderosa Industria Automovilística, Martin Winterkorn, reconoció la estafa cometida; poco después en un segundo comunicado además de reconocer los hechos denunciados amplió la información hasta entonces publicada al afirmar que el angaño cometido no se limitaba a medio millón de utilitarios ni se circunscribía a los EEUU sino que el asunto afectaba a escala mundial y a más de 11 millones de sus vehículos. No contentos con esto, el Presidente, sin esperar a que los tribunales depurasen responsabilidades, presentó su dimisión; la empresa publicó la lista de utilitarios afectados para empezar a tramitar las correspondientes reclamaciones de los clientes y anunció que a partir de Enero del 2016 comenzaría a ofrecer soluciones a los compradores. En este camino de reconocer el daño causado y de asumir su responsabilidad, su máximo representante para el mercado americano, Michael Horn, acudió al Congreso de los EEUU para dar detalladas explicaciones ante el pueblo de aquella Democracia.
Pero VW cuenta con una virtud que no posee ningún otro Partido de nuestro nutrido arco de representación institucional, a saber: posiblemente, Volkswagen convertido ya en Partido Político participe del privilegio de no verse castigado en las urnas por sus prácticas corruptas, pero a diferencia del resto de siglas, Volkswagen puede ver dañada su imagen comercial y económicamente perjudicada por sus acciones en sus acciones. De hecho, tras conocerse el trucado de los programas informáticos, su valor en bolsa ha caído más de un 35%, castigo financiero al que se puede sumar las multas económicas que conforme a los primeros cálculos podrían ser multimillonarias, cosa que con los actuales Partidos no se puede hacer.
Como se puede apreciar, ya sólo con lo comentado resulta muy conveniente que sea Volkswagen quien nos gobierne en el futuro.
Solución irracional al problema catalán
El asunto catalán, sea este partícipe de catalanismo o catalanidad, hace tiempo que discurre por senderos emocionales antes que racionales si es que todavía la liquidez mediática permite este sutil distingo entre unos y otros, motivo por el cual, se nos antoja anacrónica toda argumentación donde se pretenda demostrar verdad alguna, porque en tiempos de postmodernidad cada cual tiene la suya, sino varias y aún contrarias, como en mi caso, pues formado en teología aprendí que, en ocasiones, lo contrario de una verdad profunda puede ser otra verdad profunda, si bien, la profundidad por si sola no garantiza verdad alguna, resultando, las más de las veces, que en ese viaje iniciático en el que algunos se enrolan, cual argonautas por alcanzar la suprema verdad, antes se pierden en la bruma espesa de lo falso, dándose el caso más abundante, que se discute enarbolando falsedades, cuando no presentando intencionadamente mentiras, atajo socorrido para el raudo convencimiento en el debate de ignorantes que deslumbrados por una verborrea brillante, no dudan en estar delante del Vellocino de oro. Despojémonos entonces de la carga intelectual que supone entender lo que no requiere entendimiento y dispongámonos a sentir lo que es del sentimiento sin necesidad de presentar pruebas irrefutables de carácter histórico, jurídico o económico que en poco ayudan a esclarecer el motivo pascaliano que conduce el aberrante estado comportamental de las partes en disputa al pasar por alto que el corazón tiene razones que la razón no entiende, comprendiéndose mejor el absurdo en el que estamos inmersos de que, la inmensa mayoría de los españoles quieren lo mejor para Cataluña, mientras los catalanes parecen decidido a elegir lo que menos les conviene, asunto que puede secar el seso a quien se tome en serio la cuestión, de no caer en la cuenta, de que siempre ha sido más fácil aprenderse el mito que comprenderlo, y en este asunto, de mitología no es que andemos faltos.
Si catalanes y españoles hubieran querido de verdad dirimir sus diferencias de forma racional, pronto habrían hallado una solución sencilla: los catalanes deseaban que se les reconociera en la Constitución española el Derecho de autodeterminación, el Derecho a decidir o la posibilidad de declarar unilateralmente la Independencia. Los españoles no querían reconocer ninguno de estos derechos sólo para los catalanes. Cataluña quería un referéndum en su territorio para averiguar la voluntad de sus ciudadanos sobre el particular; España considera que Cataluña es España y por consiguiente no cabe que exclusivamente se pronuncien sobre el particular los catalanes… Podría continuar citando proposiciones de unos y otros que como se puede apreciar no son disyuntivas, ni yuxtapuestas, a lo más contrapuestas por el interés que une a las elites extractoras de cada bando mantener un enfrentamiento rentable hasta que la solución emergida de la necesidad histórica imponga una paz que lo sea aún más, momento al que estamos a un tris de llegar, antes por voluntad popular que política.
En esta tesitura se descartó desde un inicio la posibilidad de realizar una consulta estatal sobre, si cabe o no, reconocer en la Constitución el Derecho, no ya de catalanes y vascos a cualquiera de las formulaciones anteriormente citadas, sino a toda provincia o región que lo desee, articulando los mecanismos civilizados que lo hicieran posible en fecha tan avanzada como lo es el Siglo XXI. Quién sabe…igual canarios, ceutíes, melillenses, murcianos, gallegos, valencianos, baleares y hasta leoneses estarían por la labor, por no subrayar lo atractiva que sería Carta Magna semejante para que se unieran a España por propia voluntad Andorra, Gibraltar y la misma Portugal. Cuando menos, con un referéndum general, podríamos saber sin necesidad de encuestas ni cábalas tertulianas de telediario, el democrático sentir de los ciudadanos catalanes, pues sería posible contar uno a uno los votos emitidos en su territorio sin trampa ni cartón. Lamentablemente no ha sido así y ahora todo se va a desarrollar de modo confuso con unas elecciones autonómicas que no son autonómicas, donde quienes deseaban consultar a los ciudadanos van a proclamar la independencia contando escaños y quienes han impedido durante décadas que se consulte a los catalanes su parecer, van a contabilizar votos para desprestigiar el resultado de las urnas. ¿El mundo al revés? ¡No! Lo mismo de siempre.
Visto lo visto, me dispongo a ofrecer una solución irracional que posiblemente elimine de raíz el problema catalán para siempre, porque, creo sinceramente que Cataluña ha planteado muy mal su pretensión a la opinión pública española en términos de “desear salir” de España; basta conocer que anhelan marchar, para obligarles a que se queden ¡por cojones! Es una conocida reacción de desapego afectivo que afecta, por ejemplo, a las parejas cuando una de las partes, le anuncia a la otra, generalmente la más acomplejada o dependiente, que le va a dejar, de hecho, los hay que se niegan a otorgar el divorcio o a romper la relación. No digo yo que Cataluña debía haber realizado una campaña de psicología inversa proclamando que desea beneficiarse de los grandes privilegios que todos conocemos de pertenecer al fabuloso Reino de España integrado por las Coronas de Castilla-León-Navarra-Aragón, pero podría haber intentado la solución irracional que propongo a continuación:
Las instituciones catalanas, antes de pretender una consulta en Cataluña para que sólo los catalanes decidan sobre Cataluña, de atender algo la idiosincrasia del pueblo español, deberían apostar por una consulta general de todo el Estado en la que lejos de preguntarse ¿Desea usted una Cataluña Independiente? o cualquiera de los sucedáneos acostumbrados cuya respuesta probablemente sería negativa, se les interrogara a los españoles con esta otra fórmula más atractiva ¿Está usted a favor de expulsar a los catalanes de España? la cual, cosecharía una altísima contestación positiva, especialmente en Madrid. Y todos contentos.
Del Mito. Ocurrencia
Es más sencillo aprenderse el mito que comprenderlo.