Cuando no había neveras, ni cámaras frigoríficas para preservar los alimentos en su estado óptimo, acudieron en nuestro auxilio, salsas, rebozados, empanados y especias varias, traídas de tierras lejanas al único efecto de disfrazar putrefacciones, malos olores e imágenes desprovistas de delicadeza para cualquiera que no huyera la mirada de aquello que se le sirviera a la mesa. Muchas fueron las técnicas como el salazón o almibarado que durante siglos colaboraron para disponer de los productos fuera de temporada o para mantenerlos en condiciones digeribles durante largos periodos de almacenaje en la despensa, hasta la aparición del laterio, el arte de la conserva al vacío y la pasteurización que los dejaron a todos ellos sin función, pero no sin uso, pues para entonces los paladares se habían familiarizado de tal modo a su polizona presencia imprescindible en nuestra cultura gastronómica que, pese a carecer ya de utilidad alguna para las que fueron creadas, llamadas y adoptadas, quedaron como pintoresca y folklórica razón estética del gusto, olvidándose por entero el origen de su mal gusto.
Las elites y clases pudientes pronto desterraron de su cocina toda presencia que delatase un antepasado humilde difícil de rastrear en la heráldica y genealogía familiar pero que por detalles como un sencillo pimiento rojo sobre un buen solomillo podía evidenciar como fraudulento su pretendido nuevo status y elaborado pedigrí, porque, solo a los pobres de solemnidad y gente de mal vivir, se le puede ocurrir semejante fechoría, acostumbrados como han estado siempre a comer carne de ínfima calidad cuyo sabor precisa esconderse bajo fuertes fragancias como el ajo frito, fundidos de queso roquefort, delitos culinarios solo superados por las hamburgueserías Borrikin y Malc Omas, donde la peña más hortera gusta ponerle mayonesa a todo lo que se mueva. En consecuencia, en una sociedad cívica y desarrollada como la nuestra, que farda por el mundo entero de contar con los mejores chef del momento, cabría esperar cuando menos, que en los bares y restaurantes de nuestras ciudades, la costumbre de ponerle mayonesa, y pimiento rojo a todo desapareciese, si no por amor a la buena cocina, al menos por miedo a que su establecimiento coja fama de tener los alimentos en malas condiciones o provenientes de sobras de supermercado, a riesgo de convertirse con el tiempo en un cinco estrellas del comedor social del barrio.
Y no es que yo la tenga tomada con el pimiento rojo o padezca freudiana fobia a la mayonesa. Lo que sucede es que, no soporto que me impongan su presencia a todo momento y sin previo aviso que todo lo pringa, porque empiezo a estar muy harto y un día de estos voy a pagar con un billete de veinte untado en dichas sustancias para ver que tal le sienta al hostelero de turno…Yo comprendo, e incluso alabo, a quienes llevan por montera y galones haberse hecho a si mismos, pero lo cortés, no quita lo valiente, y si uno quiere pertenecer a la clase media o alta de la sociedad, ello no se logra por medio solo del consumo… con sumo cuidado se han de escoger locales y clientelas que ofrezcan y exijan la debida libertad de comer juntos o separados las carnes y sus acompañantes, para evitar equívocos, sospechas, malos pensamientos, y sobre todo rumores, para no continuar con malos hábitos a los que nuestros antepasados llegaron por necesidad, que no por gusto.
Autor: Nicola Lococo
Infierno y Paraíso fiscal
Justo en el mismo periodo en el que Alejandro Sanz se avergonzaba de cantar en español esforzándose por superar el inglés de Pitingo o Macaco con su “Looking for Paradise” el 80% de las empresas del Ibex 35 rendían tributo en paraísos fiscales mediante sociedades participadas, y su inversión en estos territorios experimentaba un «crecimiento vertiginoso», según denunció ayer la organización Intermón-Oxfam, responsable de la séptima edición de un estudio elaborado en colaboración con el Observatorio de la Responsabilidad Social Corporativa que ha escudriñado, no sin dificultad, la escasa y poco transparente información publicada por las empresas respecto a su responsabilidad social en el ejercicio 2009, en los ámbitos de políticas fiscales, medio ambiente, corrupción, derechos humanos o derechos del consumidor, entre otros. Según informó el Director del estudio, Carlos Cordero, Repsol, Banco Santander, BBVA y Ferrovial son las empresas españolas con mayor presencia en las denominadas «jurisdicciones poco cooperativas» subrayando el hecho de que mientras la recaudación por el impuesto de sociedades en España durante el periodo del informe 2009, cayó un alarmante 55% el beneficio de dichas empresas, sólo se vio reducido en un 14%, lo cual revela una indecente estrategia que busca su beneficio en detrimento de la sociedad en la que operan.
La verdad es que, esta información que los medios de incomunicación han procurado no presentar en primera plana ocultándola en el apartado de economía y dentro de esta sección antitrabajadora en la subsección de Bolsa, para no enojar a quienes pagan la publicidad…no vine sino a confirmar en economía nacional, lo que todos ya sabíamos, algo así como lo hecho por los papeles de Wikileaks respecto a la política internacional, pues que otra cosa podíamos esperar de los Campeones Olímpicos de la Bolsa, más que chupen subvenciones de nuestros impuestos, defrauden a Hacienda –recuerdo que somos todos- y encima reclamen constantemente nuestro cariño y aplauso en el mercado interior con el concurso cómplice de los medios, como hacen sus patrocinados en el deporte de élite –de tal palo tal astilla- que tras nutrirse bien del Plan ADO, luego cuando triunfan y llegan los contratos millonarios, resulta que en vez de devolver algo al país que les ha aupADO a lo más alto del podium, van y fijan su residencia en Andorra, Mónaco, San Marino o Lichtenstein.
Entre tanto Paraíso fiscal y deportivo, los buenos aficionados seguimos aplaudiendo a quienes nos roban, los buenos ciudadanos seguimos invirtiendo en cuantos nos arruinan y todo, porque los buenos feligreses que creemos en el Papa, hemos llegado a la conclusión de que si no hay Infierno, ni Limbo, ni Purgatorio, por ser todos ellos estados mentales que no espacios físicos, hemos dejado de buscar el Paraíso terrenal que prometía el Profeta Karl Marx. Y sin embargo, toda la población vive un auténtico infierno sometida a la espada de Damocles del paro, la inflación, la congelación de sueldos, la hipoteca, no llegar a fin de mes, recortes en pensiones, aumento de los años para la jubilación, aumento del IVA…
Es posible que la rueda de la fortuna gire, pero lo hace del peor modo Dantesco, pues no es justo que además de convertir nuestras vidas en un infierno y no quererse ganar el pan con el sudor de la frente como hace el resto de la humanidad, estos mortales ejecutables gocen de paz y tranquilidad por nuestras aceras, calles y plazas sin sentir nuestro aliento nietzscheano en sus nucas y en las de sus familiares sin la angustia kierkegardiana de desconocer que les aguarda al día siguiente o al salir de casa, como infinidad de padres duermen con la incertidumbre mecanicocuántica de no saber con qué van a alimentar a sus hijos al despertarse por la mañana gracias a la miseria bancaria que les pisa los talones, les cobra comisiones, les deniega créditos, les embarga pisos, etc.
Jesús no lo quiso así. Y la Iglesia tampoco. Por ello, siempre dan de comer al hambriento y de beber al sediento y consuelan al sufriente, refugian al perseguido hablándoles del amor y del perdón… Pero cuando no nos quedan mejillas que ofrecer ¿No son buenos mejillones? Pues algo habremos de hacer, a parte de rezar para que el Dios Padre les acoja pronto en su seno, que no hay mejor Paraíso nuestro que subirles todos al cielo.
Craso error civil
Marco Licinio Craso, fue un acaudalado aristócrata romano dotado de gran habilidad política – fue el artífice del denominado Primer Triunvirato junto a su protegido Julio Cesar y Pompeyo – y aún probada pericia militar – aplastó la revuelta de Espartaco- quien sin embargo, tomó la imprudente decisión de combatir a los Partos para obtener igual gloria y reconocimiento de la que ya gozaban sus otros dos socios, labrándose con ello su propia ruina y sumiendo a la República en una Guerra Civil entre Cesar y Pompeyo, al desaparecer el equilibrio de poder por él mismo ideado. Pero curiosamente, el hecho que mejor ilumina su figura, no tiene nada que ver con sus éxitos o fracasos cosechados en la arena política o en los campos de batalla, sino con un dato extraído de lo que los expertos denominan intrahistoria.
En el 70 A.C., un gigantesco incendio casi destruye Roma. Un diligente Craso, conmovido por el horror de los ciudadanos, decidió crear el primer servicio de bomberos del que tenemos noticia, integrado por sus esclavos. Tan noble iniciativa, pronto se vio truncada por su afán de lucro. Su servicio de bomberos, del que había fundadas sospechas también era brigada pirómana, se regía por un curioso protocolo: en cuanto los vigías que tenía apostados en los tejados más altos de la ciudad le avisaban de un conato de incendio, acudía con su brigada a las inmediaciones del lugar, pero no se ponía sin más a sofocar el fuego; Antes discutía con el dueño el precio del servicio para desesperación del infeliz que se veía en la tesitura de endeudarse con Craso o ver como su hogar era pasto de las llamas. El precio, subía con su indecisión y según el fuego aumentaba los estragos, no era infrecuente que al final de las negociaciones, los desdichados propietarios acabasen vendiendo sus títulos de propiedad al propio Craso que los adquiría a modo de favor, por mucho menos de su valor.
Esto sólo fue el comienzo. Animado por el éxito, pronto se convirtió en el primer promotor inmobiliario de la ciudad especulando con los terrenos como nunca antes se había visto;
Para evitarse complicaciones con los tribunales o ser acusado por sus enemigos políticos, que no eran pocos, se rodeó de un ejército de intermediarios ambiciosos que hacían las veces de testaferros, por medio de los cuales negociaba y extorsionaba a los propietarios legales de cualquier finca en la que se hubiera fijado o sirviese a sus más taimados fines.
De este modo, multiplicó su inmensa fortuna que no vaciló emplearla en comprar voluntades por medio del préstamo y la usura a familias influyentes con problemas económicos: hacer favores a terceros, adquirir cargos públicos o impulsar carreras político-militares como la de un joven Julio Cesar, sin ir más lejos. Su dinero personal le posibilitó pertrechar a legiones enteras cuando el poder de Roma se vio amenazado por la revuelta de Espartaco. Tal era su poder.
Si Craso se hubiera detenido aquí, seguramente hubiera pasado a la historia como un gran hombre de negocios y excelente banquero. Pero su desmedida ambición le llevó a declarar la guerra a los Partos sin haber necesidad, contra los que dirigió siete Legiones a las que condujo a una humillante derrota en la que además de su propio hijo, perdieron la vida más de 20.000 hombre y otros 10.000 fueron hechos prisioneros. Ofuscado por el estrepitoso fracaso y abatido por la pérdida de su hijo, accedió acudir al campamento de los Partos para mantener conversaciones de paz. Allí fue apresado y obligado a beber una copa de oro fundido como castigó por el daño gratuito inflingido por su avaricia.
El comportamiento de Craso, lamentablemente nos es muy familiar a quienes estamos al tanto de cómo actúan los bancos y los banqueros. Sin embargo, ya no contamos entre nosotros con actores tan decididos e ingeniosos como Jasón de Tralles, citado por Plutarco, quien sosteniendo en su mano la cabeza de Creso entonó los versos de Eurípides “Traigo desde el monte un tallo recién cortado” lo que ciertamente supone todo un craso error por nuestra parte.
Libertad y discriminación
Hay voces cuya definición ayuda a una mejor comprensión del significado de las mismas, aunque en ocasiones, su conocimiento puede entorpecer manejarlas con fluidez en el orden coloquial. Por lo que, para el caso que nos ocupa, daré por bueno las vagas ideas que todos tenemos al hablar de libertad y discriminación.
Así sea que, las libertades burguesas de conciencia, pensamiento, opinión, movimiento, expresión, reunión, acción, culto y cuantas queden por mencionar, contemplan en mayor o menor grado la diferencia entre el ámbito público y privado en al ejercicio de las mismas, eludiendo inmiscuirse en la vida de los ciudadanos y en las relaciones entre los mismos, siempre y cuando haya mutuo consentimiento y no se vulneren los principios fundamentales del orden jurídico, democrático y constitucional, de modo que nadie impide el ejercicio de las prácticas sadomasoquistas y sin embargo, sí se persigue el maltrato en el hogar.
Evidentemente, el conflicto no suele aparecer en las zonas bien delimitadas de la intimidad como puede ser el pensamiento de la persona, la opinión de un individuo no publicada, al extremo de que las mayores aberraciones que quepan imaginar no se persiguen cuando permanecen en el campo de la fantasía o juego del sujeto, de igual modo que en organismos públicos, instituciones y estructuras que conforman el Estado se procura cumplir a rajatabla actuar del modo más aséptico posible restringiendo la libertad individual en beneficio de la libertad colectiva. Pero hemos aquí que, mientras todo el mundo ya acepta la libertad total del sujeto sin cortapisa alguna en su ámbito mental, todavía parece discutible y discutido que en el polo opuesto, el de la estructura pública que conforma el Estado Social ha de primar la libertad colectiva sobre la individual, de modo que no se entiende, por qué en edificios públicos se deben eliminar libertades individuales como por ejemplo la exhibición de ciertos símbolos, el uso de determinado lenguaje, el acatamiento de ciertas leyes, como la prohibición de fumar cuando en su casa puede hacer y deshacer al respecto.
La Constitución Española, declara que ningún ciudadano puede ser discriminado en función de su sexo, raza, religión, clase, etc, cosa que en principio, hoy nos parece un pilar fundamental de nuestro sistema democrático, Estado de derecho y régimen de libertades, pero cuya aplicación, a mi entender, debería observar cuatro niveles distintos cuales son: intimidad, privacidad, sociedad, e institucional, para evitar a los fariseos amantes de la literalidad a quienes ya advirtiera nuestro Señor Jesucristo que la Ley fue hecha para el hombre y no el hombre para la Ley. Porque, actualmente sólo el primero parece poder desarrollarse – manipulaciones y persuasiones aparte – con normalidad. De momento, nuestra conciencia en los aspectos de fantasía, imaginación, creatividad, arte, ciencia, filosofía, pensamiento, sentimiento y opinión, parece gozar de una época dorada, pues disponemos de libertad para tener distintas opiniones políticas, divergir en nuestras creencias, desarrollar múltiples facetas artísticas, elegir nuestra educación, sin otro temor que el que nos agrade o nos desagrade, en el plano psicológico. No así sucede en el segmento institucional, donde el Estado debe procurar salvaguardar la libertad social, no pudiéndose permitir la libertad individual de elegir entre blanco/negro, cruz/medialuna, izquierda/derecha, pues la disyuntiva del Estado se plantea a un nivel más elevado, entre Democracia/Tiranía, confesional/aconfesional, sexista/no sexista, clasista/no clasista, y por consiguiente, es recomendable que la libertad del Estado y de todas las instituciones que lo integran, los organismos oficiales, los edificios públicos, el funcionariado…, se rijan como estructura por la ausencia de todo motivo, diferencia o símbolo que pueda ensombrecer su posición neutral antes que permitir la presencia de todo motivo, diferencia o símbolo a las personas y objetos que conforman su concreción material. Por eso, soy partidario de que el Estado, en la medida en que ello sea posible, elimine cualquier presencia que pueda molestar a una parte significativa de la población por su identidad, ideología, clase, raza, sexo, color, cultura o religión.
Ahora bien, el problema entre libertad y discriminación aparece con toda su crudeza en la esfera que denomino privada y todavía más en la social. La esfera de la privacidad acontece en las relaciones de los individuos sin necesidad de que medie el Estado; Hablamos de las relaciones familiares, amistad, cortesía, vecindad… En este área, rigen más las costumbres que la ley jurídica, si bien, a diferencia de la esfera íntima donde ni entraba ni salía, si marca los límites en los que éstas deben transcurrir para que el Estado no tome parte de oficio. De este modo, mientras varios amigos se reúnan en las casas particulares para ver el fútbol los sábados a la tarde, tomando cervezas y aceitunas, nada puede hacer la ley por impedirlo, sin embargo, en el mismo momento en que el dueño de la casa le sacase un rendimiento económico a la visita de sus amigos, ahí ya podría intervenir Hacienda, la SGAE y si nos descuidamos los GEO. Cuando un Estado no es democrático, intenta inmiscuirse no solo en la esfera intima mental por medio de la manipulación o propaganda, sino sobre todo en la esfera privada por medio de escuchas, cámaras, seguimientos, chivatos, policía secreta… que se encargan de saberlo todo de sus ciudadanos, movimientos que realizan, amistades que frecuentan, temas de los que tratan, aficiones, llegando a revolver la basura para conocer los más ínfimos detalles. Por ello, un sistema democrático debería rehuir como gato al agua de toda medida en esta dirección y de igual modo que policías, jueces y fiscales se abstienen de intervenir en asuntos particulares de la ciudadanía si previamente no consta denuncia alguna de no ser que excepcionalmente por entrar en juego la paz social, o riesgo de daños a terceros, se intervenga de oficio, así debería obrar el Estado en lo concerniente a las relaciones personales que la ciudadanía, cuando en el libre ejercicio de sus derechos civiles, desea elevarlas al rango permanente y estable de asociación, de modo que, si un grupo de colegas fundara por caso, un Club de Ajedrez, el Estado no debería obligarles a aceptar jugadores de Póker. Es posible que, en el ámbito institucional la ausencia de toda discriminación salvaguarde la libertad social, mas es todo un error a mi juicio, que esta sana perspectiva para el ámbito institucional se aplique al asociacionismo privado, pues éste, si bien comienza a ser social, todavía nace de una voluntad expresa y marcadamente diferenciada de un grupo de ciudadanos que decide juntarse por afinidad en función de su credo, gusto, afición, moralidad, interés, etc. siendo en su caso preferible la libertad para discriminar o no discriminar cuanto les apetezca privadamente en sus asociaciones. Por ello, me parece profundamente equivocada la línea que se está siguiendo, la de obligar a estas entidades a regirse por la misma neutralidad que si fueran instituciones y organismos oficiales del Estado. En mi opinión, si un colectivo de ciudadanos decide que en su asociación privada, no pueden entrar mujeres, o un grupo de ciudadanas se unen y deciden en sus estatutos vetar el ingreso de pelirrojos… me parece inapropiado que el Estado lo impida. Aquí debería respetarse la privacidad para discriminar, dado que la amistad y relación personal no sólo soporta, sino que se sustenta precisamente en nuestra capacidad para elegir y discriminar con quien nos queremos juntar y a quienes deseamos evitar.
En la esfera social, aquella en la que los ciudadanos se relacionan entre si, inevitablemente con y por medio del Estado o Instituciones, entiéndase escuelas, juzgados, hospitales, Templos y cualquier local abierto al público, sea privado o estatal como comercios, bares, hoteles… La libertad del individuo empieza a estar muy limitada por la libertad del colectivo y ni que decir tiene que, en este caso, a diferencia de la esfera íntima y privada aquí ha de primar en caso de conflicto, la libertad pública e institucional. Por supuesto, ello no quita para que los sujetos sigan funcionando en su esfera íntima y privada sin ningún problema, aunque la esfera privada se vea reducida. Me explico: cualquier relación privada que requiera la mediación del Estado, como puede ser la creación de un negocio entre dos amigos, o pernoctar en un albergue durante el Camino de Santiago, supone la aceptación tácita y expresa de las libertades colectivas en las que la neutralidad de la estructura estatal debe ser respetada en los grados que haya sido establecida. Pero aquí hemos de observar tres secciones bien diferenciadas, a saber: la sección privada del ciudadano dentro de la relación social en cuanto a vestimenta, expresión, movimiento… La sección de la actividad privada de cara al público y por supuesto, la sección enteramente institucional de cara a la sociedad. Aunque estas tres secciones se den juntas o por separado en la esfera social su tratamiento no puede ser el mismo.
El ciudadano individual en su esfera de privacidad cuando acude a un local público sea este privado como un bar, sea institucional como un Ayuntamiento, por supuesto, debe respetar el marco jurídico vigente, pero a su persona no conviene que se le aplique la norma de neutralidad requerida para todo funcionario, organismo oficial o institución del Estado, de modo que los particulares pudieran transcurrir por su vida desde el hogar hasta el parlamento pasando por asociaciones, restaurantes, escuelas y templos, como le viniera en gana, luciendo cuantos símbolos le apeteciesen, expresando su opinión como le pareciese, siempre y cuando respetase la del resto y no contraviniese el marco legal.
La actividad privada de cara al público, dado que no es obligada ni forzada, renuncia a parte de su libertad a cambio de poder interactuar públicamente sin ser parte del Estado. Hablamos de todo comercio, hostelería, repostería, industria, taller, que no podría subsistir por si solo sino fuera por que se halla dentro de la sociedad, amparado por la ley y el Estado. Como no es parte del Estado, es decir, no es una institución, un organismo oficial, ni quienes lo regentan son funcionarios, es evidente que la neutralidad del Estado no les debería afectar. Sin embargo, como quiera que hayan elegido actuar de cara al público, toda su actividad debe cumplir escrupulosamente las leyes constitucionales y parlamentarias con las que la sociedad ha tenido a bien regularse. Por ello, no es posible discriminar por ningún motivo a nadie en estos locales ni por raza, sexo, clase, aunque el propietario del local si puede lucir cualquier símbolo que no atente contra el Estado, sean estos de índole política como en las Casas del Pueblo, deportivos como las Peñas de Fútbol, o religiosos como ocurre en las romerías, siendo el ciudadano muy libre de acudir o no acudir, consumir o no consumir a dichos establecimientos o festejos en los que no se puede quejar de la presencia simbólica. Por este motivo, estoy en contra de obligar a las cofradías masculinas a ser mixtas si no quieren, pues quienes lo deseen, pueden fundar sus propias cofradías mixtas; Y quien dice cofradías dice, Sociedades gastronómicas, conventos y hasta equipos de futbol mixtos.
La sección institucional, que no la esfera institucional, comprende los espacios comunes en los que la ciudadanía coincide con las instituciones para recibir un servicio, como puede ser atención médica, escolarización, jurídica… El Estado aquí debe diferenciar su parte de neutralidad que está obligado a la norma institucional de la sección institucional en la que interviene la ciudadanía que en modo alguno debe estar obligada a respetar dicha neutralidad siquiera en los límites espacio-temporales institucionales. Por ello, si bien es deseable y exigible que los locales públicos y los funcionarios que trabajan en ellos se abstengan en el ejercicio de su función de mostrar símbolos, publicar opiniones o representar cualquier modo de discriminación o diferencia, no por ello los ciudadanos que acuden a recibir su servicio y prestación no puedan libremente mostrarse tal cual lo hacen en su esfera privada y en su ámbito público, de modo que, mientras sería todo un acierto prohibir el logotipo de la Coca-Cola en colegios, hospitales y casas de cultura, sería todo un atentado contra la Democracia prohibir que las personas no funcionarias acudan a ellos vestidas de monjas, con trajes regionales o luciendo el famoso chador.
Por último, estaría la esfera institucional ya descrita al inicio y que abarcaría todo cuanto encarna al Estado. Es aquí dónde la libertad colectiva ha de preservarse tanto por presencia activa de los elementos comunes, como por la ausencia de los hechos diferenciales que puedan incidir negativamente sobre la misma. Como dije, el Estado cuanto más neutro ¡Mejor!
Si tenemos estos cuatro puntos cardinales lo suficientemente claros, podremos evitar en adelante equivocar como se está haciendo actualmente, la libertad religiosa con la ausencia de religión, la libertad civil con la proliferación de prohibiciones y la libertad de expresión con la perenne censura. No comprendo por qué se debe obligar a una Cofradía a ser mixta si como una agrupación gay desea estar integrada únicamente por hombres, como tampoco comprendo que a un convento de clausura femenino se le obligue a modificar sus estatutos para que en el pudieran ingresar hombres. Tampoco entiendo por que a un colegio privado, sea de la confesión que sea, se le ha de obligar a retirar los crucifijos, como me indignaría igualmente que, en las sedes políticas se prohibiera que aparecieran sus siglas y logotipos o que en los estadios se prohibieran las insignias de los equipos. Menos aún comprendo como en una sociedad plural y democrática el gobierno se permite prohibir fumar en establecimientos privados de cara al público cuando lo suyo sería que clientela y propietarios nos pusiéramos de acuerdo bien por las buenas, bien por las malas, en un asunto en el que esfera privada y social podrían ir a la par según circunstancia y cada cual.
Las personas que integramos nuestra sociedad, somos diferentes que no desiguales, pues nunca la diferencia individual ha de ser motivo suficiente para sustentar una desigualdad social. Por ello, ninguno de nosotros somos neutros, tenemos sexo diferente, ideas religiosas distintas, opiniones personales divergentes o contrapuestas, somos de clases distintas, múltiples recorridos culturales… y por ello, nuestra sociedad no puede ser, como algunos pretenden, asexual, areligiosa, sin ideología e inculta. La armonía social requiere de la pluralidad, para desde la diferencia, crear un Todo superior al conjunto de las partes que lo integra, no así la homogeneidad social que busca la uniformidad de pensamiento monocorde y aliterativo de un canon establecido por el relativismo e igualitarismo impuesto curiosamente desde un ángulo obtuso y despótico. Nada hace más daño a la libertad.
Modulando el discurso
Leyendo el otro día en prensa un titular que decía “Izquierda Unida modulará su discurso para no chocar con los sindicatos” me vinieron a la memoria las tesis de Gorgias para quien la realidad no existe y si existe, es incognoscible y si es cognoscible, es incomunicable…porque resulta que los sindicatos, días antes de hacerse la foto de la vergüenza afirmaron poco menos que lo mismo, o sea, que ellos, los representantes de los trabajadores, modularían su discurso para evitar un desencuentro total con el Gobierno que por su parte, modula lo que haga falta para caer bien en Europa que de oficio modula en función de lo que dicte EEUU. Lo curioso del asunto es que, el PSOE, el partido que apoya al Gobierno – o al revés, no sé…o a la inversa, tampoco sé- hace tiempo que venía modulando el discurso a ese respecto, para que el Presidente Zapatero tuviera más fácil a su vez, modular el suyo de cara a llevarse bien con la Patronal, para que los empresarios por su parte, no se decantaran abiertamente a favor de la oposición representada por el PP de Rajoy cuyo discurso, por cierto, se ha visto muy modulado para atraer a los descontentos del PSOE, o por lo menos no espantarlos como en la anterior legislatura. En cualquier caso, la Patronal también ha necesitado modularse ella misma ante la Gran Banca que modula por activa y por pasiva los biorritmos de toda la sociedad, mostrándose firme e inflexible en su dictado de limitar el gasto público, recortar los salarios, contener la inflación, flexibilizar el despido, liberalizar el horario comercial, continuar con los contratos basura, detraer el crédito, aumentar los tipos de interés, incrementar los avales y garantías de los préstamos, preservar su margen de beneficios, subir las tasas y comisiones a los clientes…sin que nadie se atreva a toser mientras se pronuncia.
Tras verificarse esta bochornosa secuencia, se entiende que los únicos que se han animado a seguir el ejemplo de las modulaciones discursivas, sean los proetarras de Batasuna, toda vez los proestalinistas de IU, los progalistas del PSOE y los profranquistas del PP han hecho lo propio, mientras el resto, entiéndase, las eléctricas, las petroleras, las empresas de construcción…ni se han inmutado por la situación y no tienen como la banca, la más mínima intención de modular los precios, de no ser que sea para aumentarlos.
Pero puestos a modular, para no ser menos, yo también voy a modular mi discurso y así les digo que, toda esta gente merece que les demos un buen baño turco con masaje terapéutico incluido que les deje la piel tersa y suave, los músculos bien tonificados, sin escamotearles una depilación integral de los pies a la cabeza, una manicura, una rápida lavativa y cuando se haya terminado con sus cuerpos, les cepillamos bien los trajes y les lustramos con fuerza los zapatos.