Esdrújula

Ciertamente hay voces esdrújulas más bellas que la misma palabra “Esdrújula”; pero, siendo bella en si misma la palabra esdrújula, sería todo un desprecio no presentarla en el Diccionario de bellas Palabras como la mejor representante de la belleza esdrújula.

Así, tenemos que la palabra “Esdrújula” es bella primero por ser esdrújula: Dado que en castellano prevalecen las voces llanas sean nombres o sustantivos, la esdrujilidad es una cualidad que embellece los términos por su rareza, acentuando más si cabe esa otra cualidad de la polisílaba de la que ya hemos hablado algo en HIPOPÓTAMO. La acentuación en una sílaba en mitad de la palabra, confiere a esta cierta acidez gustativa, un toque metálico acústico, un especial brillo cognitivo que deleita en su conjunto la mente del hablante imposibilitando que pase desapercibida. Difícilmente, una esdrújula puede catalogarse de vulgarismo, asunto que tiene más que ver con su acento que con su número de letras como lo demuestra que los conglomerados como lavavajillas o limpiaparabrisas pese a su descomunal tamaño sean a su pesar palabras llanas. Esta característica otorga a las palabras esdrújulas cierta aureola de respetabilidad y elegancia. Tanto es así, que algunos hablantes persuadidos de este matiz desean embellecer ciertos términos esdrujilizándolos como ya comenté en mi artículo “Diccionario esdrújulo de ZP” donde evidencié como hasta Rodríguez Zapatero, todo un Presidente del gobierno de España y leonés, era dado a convertir en esdrújulas palabras que de ningún modo lo eran como por ejemplo “Solidaridad” en cuyo énfasis sobresdrujil pronunciaba como “Sólidaridad”.

Pero como sucede con las onomatopeyas y los pictogramas, un segundo motivo para encontrar bella la palabra “Esdrújula” lo hallamos en que su significante ilustra su significado, asunto evidentemente insuficiente pues igualmente llana lo evidencia y no sucede que sea bella la palabra “Llana”.

Por eso hemos de atender otros elementos de tan curiosa palabra. Así nos percatamos que la presencia de dos ues intermedias, a diferencia de Futuro o cucurucho, sin aparecer en sílabas replicantes como ocurre con cucú o tutú, le infiere cierta singularidad que diluye por su comicidad consecutiva el ancestral miedo inconsciente que conduce a la conciencia la vocal (u) cuya relación con la incertidumbre y el peligro la hace aparecer en ataúd, susto, muerte, oscuro o sencillamente tú.

También hemos de prestar atención a la traba (dr) Como cualquier traba (dr, tr, br, pr, cr, gr, bl, cl, pl, gl, tl…) introduce en el término aspectos lúdicos para la pronunciación, escucha y lectura, cuyo dificultad sorteada es muy agradable a la conciencia que con retardo se regodea en su paso con éxito. Dentro de estas trabas, las fuertes que empiezan con t,p,c, tiene más problemas para agradar que las iniciadas con d,b,g, de igual modo que las acabadas con (r) son menos afortunadas que las terminadas con (l). Si a esto le sumamos la adhesión de la s por delante el conjunto (sdr) provoca mayor gustirrinín en su pronunciación.

Ser una palabra polisílaba, esdrújula y con dos ues intermedias, permite a una voz como ella que empieza por vocal y termina con vocal, entrar en el DBP. Así se entiende también que pueda caber como bella una palabra acabada en algo tan chabacano como –la, porque no es en –la que termina, sino en –ula, asunto que merece una mayor atención investigadora pues salta a la vista que dentro de la escasez de esdrújulas, hay un alto porcentaje de las mismas terminadas en tan extraña terminación, así tenemos esdrúj-ula, carát-ula, libélula, brúj-ula, rót-ula, físt-ula, sonámb-ula, etc.

Mártir de la Ortografía

Hace tiempo dejé muy clara en artículos como Kontra la Ortographia (Korrejido), mi posición práctica e intelectual ante la presión exagerada que con la excusa de esta enfermedad del lenguaje escrito, es ejercida por aquellos que creyéndose autoridades en su fijación retrógrada, se regodean señalando con el dedo acusador lo que su supina estupidez declara como errores, con mayor saña, cuanta mayor es la maldad de la persona que subida al pedestal falso de la supuesta ortografía, cual desgarramantas con una gorra, actúa de implacable inquisidor en público linchamiento por algo que en una sociedad civilizada jamás tendría lugar, de no ser, por la existencia de auténticos kavrones como ellos.

Yo comprendo como adecuado que una falta al honor, una falta de respeto, una falta de educación, una falta al trabajo, una falta de puntualidad, una falta a la verdad o cualquier otra falta relevante por parte de alguien, más todavía siendo un represente democrático, esté sujeta a reproche social. Pero, de ahí, a someter a escarnio a bombo y platillo, a alguien como Mayren Beneyto, por muy Consejera de Cultura del Ayuntamiento de Valencia que sea, no me parece correcto, por parte de nadie y menos de los periodistas, gremio que en su conjunto es el que más patadas da al diccionario donde más duele, que no es en la forma del significante, cuanto en el contenido del significado, contando como cuentan con formación en la facultad, manuales de estilo, supervisión en la redacción y el corrector informático.

Alarmado por la trascendencia del asunto tan nimio que ha llegado a salir en los telediarios, me he tomado la molestia de leer el mensaje de texto remitido por quien desde hoy para mi es una “Mártir de la ortografía”, antes de pronunciarme sobre el particular; y si les soy sincero, me parece más falta de profesionalidad, decoro, educación, respeto, sensibilidad y empatía por parte de quienes han puesto la lupa sobre ello que las supuestas faltas de ortografía cometidas por alguien que de modo desenfadado se ha pronunciado en las redes sociales, inconsciente de que las malas personas están al acecho siempre, dispuestas a engrandecer cualquier suyo desliz para convertirlo en motivo de mofa y risas de cuantos no saben lo que es un retruécano o un palíndromo, ignorantes de los recovecos neurolingüísticos neandertales conservados en la entonación intersilábica o que sencillamente no distinguen en el uso el “quisiera” del “quisiese”. Eso sí, tienen muy presente que su condición de imbécil, se escribe con m antes de b y lleva tilde.

Yo, que me dedico a escribir, cometo infinidad de faltas de ortografía, cosa que cada vez me preocupa menos, pues por aquello que en su día me dieran con la regla sobre la palma de la mano, que me hiciera pasar algo de vergüenza al salir al encerado o supusiera un punto menos en el examen, hoy resulta, que ha dejado de ser una falta y por arte de birlibirloque, algunos míos manuscritos se han corregido solos con el mero paso del tiempo. Además, como no me cansaré de repetir, si yo cometo faltas, la culpa no es mía…es de la ortografía.

Porque, lo de empeñarse en la caligrafía, es de suyo comprensible, pues de no existir el teclado, la buena letra es imprescindible para que los textos oficiales y las cartas personales sean legibles por terceros. Pero ¿Qué es lo que está bien escrito a parte de esto? ¿Es menos vurro el burro en el primer término que en el segundo? Si es así, espero no ser llevado a juicio por decirle a algún Ministro de cultura que es un “ijo de puta”.

Pero, sin entrar en demasiados detalles, vamos a presentar los cargos más relevantes esgrimidos contra esta Concejal de cultura para ver hasta que punto de ruindad se puede llegar con objeto de hacer sangre en un inocente:

Se le acusa de no manejar bien los signos de puntuación. Para comprobar en qué queda esta acusación, les recomiendo a todos hacerse con la obra de Camilo José Cela, Premio Nobel de literatura que hacía de esta pseudociencia de su capa un sayo, verbigracia en Christus versus Arizona.

Se le avergüenza la ausencia de un verbo en una frasecilla, como si en el lenguaje escrito no existiera la elipsis. Si fuera por estos ángeles custodios de la sagrada escritura, San Pablo, por su afición a los anacolutos, no entraría precisamente en las Sagradas Escrituras ni en los apócrifos.

Se le acusa de escribir con mayúsculas la voz Valencianos. ¡Vaya! Resulta que un sencillo mecanismo para transmitir en un texto qué términos le parecen al autor relevantes en el contexto como lo es el uso de la mayúscula, mecanismo expresivo al que estoy adscrito desde mi niñez para distinguir, por ejemplo, la Política aristotélica de la política de partidos o a la Policía del policía, etc, resulta que es una falta. ¡Hay que ser memos!

Es cierto que en el mensaje hay alguna que otra incorrección como poner “aria” donde debía aparecer área…Mas, cuánta gente pone “áurea” donde quiere expresar “aura” e incluso “urea”; quién alguna vez no ha dicho “aeropuerto” en lugar de “aeropuerto” o si te descuidas “ariopuerto”, a quién no se le ha escapado un “chinchón” por “chichón”; ¿No ha autorizado la RAE voces como almóndiga y hasta murciégalo? ¿Cómo está mejor dicho jugar al escondite o al esconderite? ¿Cómo debe escribirse barajar o barajear? Creo que ningún Académico está en condiciones de decir lo que está bien o mal escrito después de que la RAE diera por bueno Hindú como sinónimo de indio, y menos fuera de ella.

Por la colaboración política

Enlazando con mi anterior artículo ¡Calma! Hay para todos, donde advertía lo absurdo de la pugna entre candidatos propios y extraños para no abandonar o hacerse con algún cargo institucional dada la abundancia de los mismos en España, hoy toca proponer la colaboración política, como instrumento eficaz de procurarles a todos provecho y alegría.

A priori, les puede parecer ridículo, porque lamentablemente en Democracia, pese a los filtros sociales habidos para su purga, todavía son demasiados los representares del Pueblo que son Pueblo, quienes a marchas forzadas son puestos al corriente por quienes ejercen el Poder en ciertos secretos si es que en un momento dado están en condiciones de acceder a lo que la mayoría de los pobres denominan Gobierno y las élites extractoras despectivamente llaman Gestoría, siendo precisamente éste el primero de estos ocultos conocimientos que el Gobernante salido de las urnas gobierna, pero no manda, al que le sigue en no menor importancia saber que, mientras a la plebe, vulgo, gente, masas, chusma, turba, o como quieran decírsele al Pueblo, bueno es inculcarle la idea de competencia, las élites extractoras se forman en que lo que ha hecho evolucionar a la especie no ha sido tanto la competencia, cuanto la colaboración. Así, en la medida que las tareas de gobierno requiere del gestor por un lado acercarse a las élites para escuchar sus órdenes y de otro, separarse del pueblo al que debe aplicárselas sin miramientos, acontece que sea cual sea su signo ideológico, los políticos constituyen en si mismos una casta intermedia bien diferenciada ubicada por encima del Pueblo al que representa pero por debajo de las élites extractoras a las que obedece, generándose, en consecuencia, intereses muy particulares de grupo, los cuales tienen más que ver con quienes les dan de comer a diario entiéndase banqueros, terratenientes, grandes empresarios, traficantes de bienes, alimentos, armas, drogas, personas, etc, que con aquellos que sólo les votan cada cuatro años o sea, la ciudadanía. Sólo el instinto criminal que mueve a unos y otros podría representar un problema a su colaboración, de no conocerse que la colaboración no es incompatible con el crimen como la corrupción no lo es con la Democracia. ¡Al contrario! Como demostrara Al Capone en los años veinte del pasado siglo, la cooperación a largo plazo, incluso entre criminales, sale más rentable que la diaria competencia, perspectiva que debe cultivarse únicamente entre la clase trabajadora.

Ahora bien, este secreto de las élites que aquí comparto con ustedes, no estaría completo de no advertirles que la colaboración, como la Democracia, sólo es fructífera cuando acontece entre iguales, lo cual obliga a desvelar un tercer secreto a los recién llegados al trasunto, cuál es, que el Gobernante, es enemigo natural del pueblo.

Conscientes de lo antedicho, que los gobernantes obedecen a las élites, que son enemigos naturales del Pueblo y que les conviene más la cooperación que la competencia, por cuanto la pugna interna les debilita por abajo favoreciendo la aparición de espíritus revolucionarios y también por arriba pareciendo inútiles para la tarea que les ha sido encomendada desde las élites que reclamarán primero su regeneración y después su recambio, ya no hay excusa que valga para alcanzar un nuevo marco de entendimiento entre las distintas formaciones políticas como el rubricado durante la Transacción conocido como Pactos de la Moncloa, iniciativa que se debe actualizar cuanto antes.

Hoy más que nunca, España, necesita consenso político. Consenso que sólo se logrará si todas las partes se comprometen a dejar de lado sus intereses personales o de partido y empiezan a mirar más por el Interés General y el Bien Común – al de la clase política me refiero. Se debe acabar de una vez por todas con esa división tan engañosa entre Gobierno y Oposición o entre partidos mayoritarios y minoritarios. En el PP han de recuperar su amistad Esperanza Aguirre y Cifuentes, volver a hablar Soraya Sáez de Santamaría y Cospedal, firmar la pipa de la paz Rajoy y Aznar; en el PSOE deben estrecharse la mano de nuevo Madina y Pedro Sánchez, Pedro Sánchez debe recomponer su relación con Susana Díaz, Zapatero debe hacer lo mismo con González, Rubalcaba debe perdonar a Zapatero; En UPyD Rosa Diez debe llamar a Sosa Wagner, Toni Cantó y Fernando Maura para remar juntos en la misma dirección; IU y CiU han de hacer honor a sus siglas y permanecer unidos; en Podemos Pablo Iglesias debe de recomponer la unidad de acción con Echenique, integrar a todos los sectores críticos en sus listas para que dejen de serlo y retomar su relación con Tania. Una vez recuperada la fraternidad interna en los partidos, podría intentarse una aproximación entre las distintas siglas, así, el PP y el PSOE deberían formalizar su coalición; UPyD fundirse con Ciudadanos; Podemos fusionarse con IU…Y logrado esto último integrarse todos en ese gran espacio de concordia, armonía, paz y cooperación político-institucional que garantice la continuidad de la fiesta democrática legislatura tras legislatura.

¡Calma! Hay para todos

Que el estrés no es bueno, lo saben los trabajadores que a la vuelta de cada fin de semana se pueden encontrar entregada en mano la carta de despido dejándoles en el paro per secula seculorum; las cabezas de familia que tras años de trabajo, ahorro y sacrificio llegan a pobres arrastrando una hipoteca de condiciones draconianas por cuyo impago sin haber mala fe de su parte después de haberse quedado sin trabajo y sueldo les echa a la calle con lo puesto y una deuda con el banco criminal; las miles de personas que huyendo de las pandemias, guerras o el hambre, llegan a nuestra tierra con el sueño de prosperar, ante el miedo que les genera ser cazadas a lazo a cualquier hora del día en plena vía pública como un perro para ser deportadas en 24 horas en vuelos charter hacia su país de origen o abandonados en mitad del Sahara en tierra de nadie con una cantimplora y dos barritas energéticas…Por eso, ahora, cuando la crisis económica ha acabado, no es cuestión de propiciar negligentemente una crisis política sin otro fundamento que la propia incertidumbre que el voto de los electores genera en los candidatos en una democracia.

La irrupción en directa competencia de nuevas organizaciones políticas concurrentes al potencial reparto de privilegios laborales, jurídicos y sociales que supone para los elegidos entrar a formar parte de una Institución en España, ha originado enorme angustia entre los cuadros medios dirigentes de los Partidos tradicionales, que por primera vez, se ven fuera de juego de no ocupar en la parrilla de salida los lugares estratégicos que garanticen su reelección. De esta guisa, observamos como en el actual partido de Gobierno PP, en el partido de la Colaboración PSOE, o en los partidos de la Comparsa democrática como IU o UPyD, las distintas familias ideológicas que los integran no han dudado en involucrarse todas a un tiempo en una encarnizada lucha intestina sin cuartel y sin disimulo alguno, a fin de ubicar a sus más íntimos partidarios en los sitios desde donde más adelante puedan estar en condiciones de colocar a los suyos en puestos de confianza en un despiadado domino de lealtades y favores que cual reguero de pólvora recorre del primero al último las filas de las organizaciones políticas del país en un perfecto machihembrado donde el que no encaja rápidamente es depurado, cosa altamente comprensible en gentes acostumbradas a gozar del lujo personal sufragado por los contribuyentes con la aquiescencia de las élites extractoras en pago a su cotidiano quehacer contra la ciudadanía y entrenada a luchar por ello durante años en las famosas reuniones del partido; mas también, y he aquí lo preocupante de verdad, detectamos que otro tanto sucede entre la militancia de esas mismas formaciones emergentes cuya irrupción ha inquietado a los anteriores, cuya ansiedad, evidentemente no puede obedecer a las mismas causas, sino casi me atrevería a afirmar que a sus contrarias. O sea, que si los miembros de la casta parasitaria tienen miedo a salir de las instituciones, los integrantes de formaciones como Podemos o Ciudadanos, lo que temen ¡y no menos! es no entrar en ellas, por lo que ya se les contempla a codazos o a mamporro limpio para convertirse en nuestros próximos representantes democráticos.

Así las cosas, unos peleándose por no salir y otros a la greña por entrar, pueden colapsar el sistema. En consecuencia, me veo en la necesidad de intervenir para solicitar ¡Calma! a todos los implicados, que aunque suene al siempre contraproducente ¡Que no cunda el pánico! lo juzgo muy necesario para recuperar la perspectiva, porque, en la Democracia española, hay cabida para todos: tenemos Presidencia, Ministerios, Congreso, Senado, Parlamentos Autonómicos, Diputaciones, Concejos, Alcaldías, por lo que no faltarán edificios, despachos, poltronas y coches oficiales para ocupar, ni dietas, subvenciones o sobresueldos que recibir o entregar como ministros, congresistas, senadores, parlamentarios, diputados, alcaldes concejales de urbanismo, además de Secretarios de Estado, cargos de confianza, asesores, cargos en el partido, etc.