De contertulio a tertuliano

http://www.youtube.com/watch?v=aMT6UTxV7Ts

Las palabras no son neutras ni arbitrarias; siempre comportan un matiz ajeno al erudito diccionario académico que permite distinguirlas coloquialmente allí donde son consideradas sinónimas, cualidad donde el vulgo, muestra natural destreza, como prueba el apabullante empleo de “tertuliano” cuando de aludir a los intervinientes de un debate mediático programado en un plató se trata, mientras se reserva “contertulio” si de lo que se ocupa es de quienes de modo improvisado entablan una discusión entre amigos en un bar. Es el tributo a pagar ante la plebe, yendo el apelativo más allá de los presuntos orígenes etimológicos que apuntan al apodo “Tertuliano” del apologista cristiano que en principio podrían explicar la fuente de “Tertulia” mas no así, el notorio distingo antedicho, pues a pocos oídos escapa lo elogiable que suena a uno le reconozcan como “Contertulio” y lo mal que sienta se le presente ante cualquier auditorio como “Tertuliano”.

Hasta este trimestre, mis experiencias televisivas habían sido como las apariciones del Monstruo del Lago Ness: sorpresivas, espaciadas en el tiempo, algo escandalosas… Mi opinión, siempre se ha traslucido en un continuum articulado permitiendo al lector situar mis palabras en su debido contexto, es decir, en un autor que se confiesa Católica en lo religioso, Liberal en lo social, Marxista en lo económico, Anarco en lo político…por lo que a nadie cogía desprevenido que tan pronto defendiera posiciones que para el pensamiento rectilíneo son consideradas de derechas, verbigracia, el asunto del Aborto, como al rato propusiera un argumento para reforzar posturas de izquierdas, por ejemplo “la redistribución de la riqueza”, ganándome desde hace mucho, el derecho para campar a mi aire como lo haría un burro que rebuzna a su gusto.

Pero hete aquí, que recientemente he sido invitado a participar de modo sistemático al programa “Sin ir más lejos” de Etb2, donde he descubierto en carne propia, a qué puede deberse que los telespectadores hayan preferido denominar “Tertulianos” y no “Contertulios” a cuantos discuten asiduamente ante las cámaras.

Dejando a un lado otras plausibles explicaciones que señalan al “Quítate tú para que me ponga yo” del entrenador que todos llevamos dentro; la posible confusión de los formatos entre los programas dedicados a dirimir cuestiones de actualidad política o de cotilleo; o al hecho más concreto de que los implicados sirvan para abordar un roto y un descosido…lo cierto es que, en esto de opinar públicamente se percibe con mayor claridad el fenómeno de que “mientras los amigos vienen y van, los enemigos se amontonan”.

Ante cualquier afirmación, la audiencia se divide rápidamente en cuatro segmentos: En primer lugar, aparecen los que entendiéndote correctamente no están de acuerdo contigo. Si no les has convencido por la tele donde no pueden rebatirte, no te molestes en hacerlo en persona. El desagrado que provoca esta diferencia los aleja de ti mostrándose reacios a concederte la razón en cualquier punto de la conversación. Luego tenemos a cuantos te han entendido mal y por ello se muestran en desacuerdo contigo. A estos, además de sucederles como los precedentes, no conviene enfrentarles a su equívoco porque tomándote por parte contraria, antes entenderán que te estás desdiciendo de tus palabras con lo que les afianzarás más en su error. Una tercera especie muy abundante la representa quienes entendiéndote mal, dicen, para tu estupor, estar de acuerdo contigo. Por mucho que repugne a la razón, a estos no conviene sacarles de su error, pues de hacerlo, se sentirán primero contrariados, después despreciados e inmediatamente engañados por tu discurso, cosa que no te perdonarán en debates sucesivos. Y por último, encontraríamos a un selecto grupúsculo que habiéndote entendido, asiente compartir tu postura. Pues bien, estos también se pueden volver en tu contra a nada que te muestres tibio, dubitativo, introduzcas matices o simplemente les comuniques que has variado algo de opinión.

Así es, como programa a programa, los intervinientes van ganándose a pulso que se los llame “tertulianos” en vez de “contertulios”.

El orden de las palabras

https://www.youtube.com/watch?v=rVXiVsy2vI4

Muchos amigos policías y abogados se me han dirigido verdaderamente preocupados por la aparente ligereza con que me pronuncio contra algunas autoridades a las que me atrevo a señalar por escrito como “Gobernantes criminales” angustiados por la creciente `posibilidad de verme nuevamente sometido a la “Pena de banquillo”, pues esta vez, temen no pueda salir airoso, constreñida como está por ley la libertad de expresión, el derecho de manifestación y aun de legítima defensa. Sirva entonces para todos ellos, para ustedes queridos lectores, para los valientes redactores del medio que me acoge y potenciales fiscales acusicas, la siguiente mía aclaración:

A diferencia de lo que la propiedad conmutativa establece en Matemáticas, en el lenguaje, el orden de las palabras, si altera sustancialmente su significado; tanto cuanto, el de los números en el sistema posicional, de ahí que, me permita denominar “Gobernantes criminales” a los miembros del actual Ejecutivo del Partido Popular, si bien, hoy por hoy, reconozco no puedo mantener que sean “Criminales gobernantes”, por ser cosa muy distinta.

Para cuantos no perciban la notable diferencia y crean ver en mi argumentación un artificio sofista difícil de sostener destinado a llamar a Rajoy, Gallardón, Montoro y demás Ministrencos, impunemente “criminales”, anímense comparar el trecho semántico que media de referirse a los mismos como “hijos de puta” o “de puta madre”. A propósito, la población está francamente dividida entre quienes piensan que Rajoy es una cosa y quienes piensan que es otra. Empero, ¡hemos aquí! que cuando los más han de refrenar su lengua siguiendo el consejo de Machado “En los tiempos que corren, hay que pensar lo que se dice y no decir lo que se piensa” los menos, se dan el gustazo de exclamar a los cuatro vientos “Rajoy es ¡de puta madre!” sin perjuicio alguno para su causa. Tanta es la importancia del orden de las palabras, como para que con las mismas, pueda decirse lo mismo y lo contrario.

Por si lo anterior, no fuera suficiente para tranquilizar a los allegados, convencer a los desafectos o persuadir a quienes vigilan mis pasos con lupa a fin de que no pierdan el tiempo buscándole tres pies al gato, bueno sería acudir a las enseñanzas recibidas en la escuela donde se nos ponía al corriente de la relevancia del orden con que se manejara el adjetivo: por ejemplo, cuando deseamos resaltar la cualidad de algo, un recurso grato a escritores y periodistas consiste en anteponerlo al sustantivo pues no es lo mismo comentar “esta es la casa vieja del Presidente” a “esta es la vieja casa del Presidente” pues, aunque en ambas se afirme la vejez del sustantivo, a nadie escapa que en el primer caso es un comentario de tinte peyorativo mientras en el segundo desliza nostalgia. Pero, la alteración en el orden del adjetivo, también es capaz de modificar su propio significado y para demostrar que esto es así, tomaremos de nuevo el mismo adjetivo “viejo” en las frases “Rajoy tiene muchos viejos amigos” y “Rajoy tiene muchos amigos viejos” en la primera se hace alusión a amigos de hace tiempo a los que no duda en otorgar cargos de confianza, cuando en la segunda se hace referencia únicamente a la avanzada edad de sus amistades si es que le quedan entre jubilados por los continuos engaños que padecen de su parte. Podrían adjuntarse infinidad de casos similares como “Pobre gente” y “Gente pobre” así como con nombres propios, pues no es lo mismo llamarse Mari Jose que Jose Mari.

En el caso concreto que me ocupa y que os preocupa, cuál es, la diferencia que media entre “Gobernantes criminales” y “Criminales gobernantes”, a estas alturas de la reflexión debería estar disipada. A mi entender, un “Gobernante criminal”, es todo aquel que, en el desempeño de su cargo, toma decisiones de carácter criminal como pueden ser engañar al ciudadano, hacer lo contrario de lo que dice, favorecer a los privilegiados y endurecer las condiciones de los más desfavorecidos, al tiempo que se cubre las espaldas contra la lógica reacción de los afectados, modificando las leyes a placer y conveniencia para prohibir las protestas civiles, gravar el derecho de las personas a pleitear en los tribunales, conceder licencia de detención, identificación, cacheo, interrogatorio y si fuera menester administración de fuerza necesaria contra indefensos peatones a empresas privadas de seguridad constituidas con capital proveniente de la AAA, etc. Sin embargo, concibo por “Criminal gobernante” a cuantos siendo criminales se las arreglan para acceder a los órganos de Poder valiéndose del sistema democrático, desde donde cometen con mayor facilidad y garantías sus delitos contra la sociedad como puede ser saquear las arcas públicas, desfalcar las Cajas de Ahorros, llevar a la ruina radios y televisiones autonómicas y cuantas fechorías son capaces de pergeñar en sus delincuentes mentes.

Yo, sinceramente creo, que Rajoy y sus Ministros, no son “Criminales gobernantes” aunque ¡sí!, sin duda, “Gobernantes criminales”. El punto flaco de mi posición estriba en que uno no comete actos criminales porque es “criminal”, sino que es “criminal” porque comete actos criminales, réplica cuya refutación, espero me permitan reservarla para cuando haya necesidad que no es cuestión aquí de ponerme la soga al cuello y también tirar.

Causas Segundas

http://www.youtube.com/watch?v=bUIElvJRyNU

Desde que durante los Noventa apareciera la nueva versión oficial del Catecismo de la Iglesia Católica bajo los auspicios de Su Santidad Juan pablo II, donde por primera vez en casi dos mil años se ponía reparos explícitos al siempre grato Tiranicidio, no he dejado de cavilar sobre la escurridiza cuestión de, si acaso, ello, no supuso un serio retroceso moral para la especie, por cuanto la salvaguarda de un individuo gobernante no debería anteponerse a la seguridad de muchos ciudadanos que bajo su yugo padecen toda suerte de calamidades, cuando no sin esfuerzo la voluntad de un Dios Bueno y Misericordioso podría cumplirse a través de lo que en Teología se conoce como “Causas Segundas” que a este menester no faltarían, contándome yo entre los prestos a convertirme en su brazo ejecutor, toda vez escuchara la voz interior para dar cuenta de la víctima con cuya sangre, más que redimirnos como Comunidad, nos congraciará con la armonía deseable para toda Sociedad, cuál es, que todo sea en la Tierra como en el cielo.

Pero, cada vez que planteo la cuestión públicamente, cosecho un clamoroso abucheo – si bien decreciente – por parte de la manada civil embotada de ñoño pacifismo rechazando cualquier tipo de violencia salvo la que hay que suprimir, esgrimiendo el Mandamiento “¡No matarás!” para sostener absurdos como que al Mal no se le debe combatir con el mal, moraleja falaz de masas administrada, puede que por “La Guerra de las Galaxias”, mas no por los Evangelios y mucho menos por el Antiguo Testamento donde se pone de manifiesto que Dios sólo ayuda al que lucha, de ahí que abandonara a su suerte humana a su propio hijo, cuando éste, evidentemente equivocado, optó confiado por no defenderse cuando iba a ser apresado pese a ir bien armado su séquito apostólico en un episodio recogido por los cuatro Evangelistas, tanto como para que el muy infeliz, en su total incomprensión clamara desde la cruz “¡Padre! ¡Padre! ¿Por qué me has abandonado?”. ¿Por qué iba a ser? Para que aprendiera la lección de que no es lo mismo aguantar que resistir, pues por encima de las decenas de Mandatos contenidos en la Biblia, del Decálogo de Moisés y de los dos añadidos por Jesús durante el “Sermón de la Montaña”, hay uno, que este exegeta les brinda conocer implícito en todos ellos, a saber “No harás nada ¡En vano!” bajo cuya Luz han de interpretarse todos los demás, de modo que, el famoso Quinto Mandamiento, en vez de expresarse con la contraproducente fórmula conocida, en verdad dice “No matarás ¡En vano!”que se comprende sin reservas, pues por definición no puede haber nada malo en eliminar el Mal.

Con todo, soy de la opinión, de que el Bien no ha de imponerse a una Sociedad inmadura para recibirlo como tal, pues lo contemplaría como Mal, embistiendo contra él con la virulencia ahorrada para con cualquier Tiranía antecedente por ser esta la mejor amoldada a su naturaleza del todo envilecida, plebeya y esclava, y en consecuencia, lo suyo es dejar hacer al gobernante criminal como le plazca hasta que por pura supervivencia el Pueblo se levante en armas, siendo entonces, ¡Sí! demasiado tarde para ejecutar al Tirano de modo divino o al menos de forma cívica-democrática, que es la que yo propongo, dejando al caos y el azar dirigir los entresijos de la historia y no a la Razón ilustrada.

Por contra, el Tirano no tiene reparos en dar perfecto cumplimiento de la voluntad del Maligno cuyas consecuencias sufrimos todos como caídas del cielo, casi merecidas, por nuestras muchas culpas asumidas gracias al Telediario en el que nos vemos retratados como sujetos capaces de generar accidentes de tráfico, perecer en el trabajo, agrandar el agujero de ozono, el hambre en el mundo…pasándosenos desapercibidas aquellas también “Causas Segundas” verbigracia, los denominados recortes, que evidentemente actúan desde el lado oscuro para que acontezcan desgracias como la intoxicación y muerte de toda una familia que vivía sin empleo, desahuciada por el banco, comiendo de las sobras de los contenedores y sin la debida asistencia sanitaria.

Por Amor al Arte

En vista de que “El arte por el arte” al cuidado de nuestros manirrotos gobernantes no le anda a la zaga a la política de fichajes del Real Madrid o el Barcelona tirando de las arcas del Estado y quien dice Estado habla igualmente de las Autonomías, Diputaciones, Municipios y cualquier institución capaz de no dejar desangelada la más mínima rotonda, plaza, estación o vestíbulo, la expresión “Por amor al arte” parece haberse resentido también en su significado altruista, no siendo pocos hoy cuantos nos llevamos las manos a la cabeza de enterarnos que alguien está haciendo algo cerca con semejante ánimo, sin nuestro consentimiento.

Sin embargo, hay más Amor por el Arte entre la población, que “La parte por la parte” entre los gobernantes criminales, cosa que se advierte por doquier a nada que nos fijemos en la cantidad de padres que envían a sus hijos a un taller de pintura, a un conservatorio de música, a una academia de ballet, a un curso de cerámica; no siendo menos los jóvenes que por su cuenta se pasan los fines de semana, puentes y fiestas enteras ensayando conciertos con los amigos, acudiendo a concursos a cientos de kilómetros, preparando exposiciones para sus obras, en un espíritu de entrega entusiasta que para si lo quisiera cualquier otro ámbito civil o militar.

Los clásicos bodegones donde aparecen con artificiosa naturalidad frutas variadas, cestos, vasos y porrones ya pusieron de manifiesto desde el XVII que la mirada artística podía depositarse sobre cualquier objeto, más allá de los motivos paisajísticos ofrecidos por la Naturaleza o el rostro de los retratos. En la misma línea, la Bauhaus y el Pop Art resaltaron que puede hallarse arte en objetos cotidianos como una silla o una caja de cereales. Y mal que bien, hoy es el día en que la mirada estética mariposea desde una pasarela de moda hasta un taller de Ferrari, sin dejar de mencionar la publicidad, con el mismo glamur con que otrora lo hiciera entre museos, haciendo de lo estético algo esencial para sobrellevar la cotidianidad.

Mas, en su discernimiento filosófico, como sucediera con la práctica desaparición de la figura humana de toda representación plástica, la preocupación por el Arte se desentendió del artista, siendo el caso que, si bien todos reconocemos arte en todas partes, todavía nos pasan desapercibidos en medio del bullicio contemporáneo, los artistas.

Hace tiempo que conozco a José Manuel Liaño de tertulias filosóficas en las que coincidimos. Lo primero que trasciende de su persona para un observador con cierta sensibilidad, es un porte literario dotado de una penetrante voz que haría las delicias de cualquier narrador, impresión que escapa despavorida de la mente en cuanto se conoce que el sujeto cervantino se gana la vida trabajando en una Aseguradora, olvidando necia ella que, los genuinos artistas, pocas veces viven de su arte viéndoseles desempeñando con frecuencia labores no tan elevadas como creemos son las de escribir, pintar, danzar o esculpir. Casi a cuentagotas, uno se va enterando de su amor por la música sea esta ópera o folklórica; de que dirige una compañía de Teatro en un Instituto; que en torno a esta labor él mismo diseña el decorado, la coreografía, los trajes y que lo hace a tenor de los bocetos y notas que me presenta como un niño muestra sus cromos según salen del bolsillo de la chaqueta o de la guantera del coche, como lo haría un dramaturgo…El otro día, con ocasión de un curso sobre docencia que he impartido en Santander, aproveché para hacerme invitar por este personaje descubriendo que es Pintor; sobrino y nieto de pintores; que pinta desde muy joven de modo autodidacta; que ha pulido su técnica con Maestros; que en su casa ha habilitado una estancia como taller donde pasa las horas muertas; que ha participado en exposiciones; ¡Hasta ha vendido cuadros!
Mientras aguardábamos para comer, el hombre se esforzaba en mostrarme su obra diseminada por pasillos, sala y dormitorios, aunque, la mayoría de sus lienzos – se disculpaba – andaban en manos de amigos y familiares que valoran su trabajo más de lo que el propio autor lo hace preocupado sólo de sacarlo adelante siempre metido entre oleos. Y no es para menos, pues al valor sentimental, a golpe de vista se le añade la maestría de la sencillez con que trabaja quien posee talento natural y ama lo que hace, retratando a conocidos, rescatando paisajes de la memoria, jugando con los colores y las formas…
La verdad es que a mi, ya no me hacía falta mirar más. Yo atendía a la persona, al Artista con quien sin querer me había topado reflexionando sobre los artistas cotidianos que en mitad de nuestras urbes, mientras desempeñan sus oficios anodinos, atienden a sus familias, dedican su tiempo a enseñar cuanto saben a los más jóvenes por el mero placer de transmitir la afición por la cultura, sacan tiempo para cultivarse ellos mismos en un eterno proceso autodidacta e incluso cultivan las amistades, pasan desapercibidos a los medios de comunicación, a las fundaciones, al mercado, a los premios, sin subvenciones ni mecenazgos creando de modo libre por un verdadero Amor al Arte.