Aria de Figaro, para concertina

De entre los escasos momentos que mi mente adulta ha logrado preservar nítidamente como el primer día, se halla una intrépida escena de dibujos animados en la que el “Pájaro Loco”, navaja en mano, se disponía a ejercer de improvisado barbero ante un infeliz al ritmo de el “Aria de Fígaro”, secuencia que inevitablemente me ha venido a la cabeza a propósito de las famosas cuchillas instaladas en “La verja de la Vergüenza” de Melilla, toda vez, los dirigentes del Partido Popular se han empleado a fondo en disociar públicamente el asunto de las cuchillas de afeitar para evitar dar ideas a un pueblo necesitado de un desahogo fáctico, porque, ya se sabe, que en el arte del afeitado se empieza por arreglar un poco la barba mas pronto se pasa a rasurar el gaznate, temor nada infundado habiendo tanta gente descontenta que lo ha perdido todo injustamente sin la menor esperanza de recuperarse entre quienes a marchas forzadas va cundiendo el clamor por el regreso de las relucientes guillotinas a fin de aplicar de manera eficaz el debido recorte capital para con lo estatal, gubernamental, ministerial, institucional, demócrata-representativo, que se está haciendo esperar en lo que Boris Izaguirre con su marcado ademán denominaría “Ese momento JFK” en el que a falta de otro placer sensiblero solemos regodearnos insanamente, una y otra vez, en debates, documentales, películas…cual masturbación civil que gusta fantasear con la posibilidad de librarse de sus propios gobernantes cuando apetezca sin esperar al final de una larguísima legislatura.

Así, cuando el otro día el Presidente del Gobierno salió al paso de las denuncias que varias organizaciones de la talla moral de Amnistía internacional estaban interponiendo ante los organismos Internacionales, por no poderlas acusar de ofender a España, anunciando que había ordenado un informe al Ministerio del Interior para averiguar las reales consecuencias de las cuchillas porque – cito literalmente – “no sabemos los efectos que puede tener sobre las personas”, me fue prácticamente imposible no ligar la imagen del “Mariano Manostijeras” que se ha ganado a pulso por los continuos recortes aplicados en sanidad, educación, prestaciones, pensiones, salarios, derechos laborales, derechos civiles y libertades, a la de “El Pájaro Loco” acompañado por una orquesta popular de concertinas, mientras canta el estribillo ¡Figaro qua! ¡Figaro la!

Porque, no se ustedes, pero las únicas concertinas que yo conozco son divertidos instrumentos musicales parecidos a las acordeones que por su cómico aspecto suelen aparecer en manos de payasos de circo donde las estiran y comprimen mientras hacen las gracias de rigor, mas no por ignorancia, pues he podido corroborar que la RAE anda en las mismas circunstancias no hallándose otra acepción que permita a la delincuencia gubernamental asignarle este otro sangrante, afilado significado.

Después de meditar un buen rato sobre la cuestión, se me ha ocurrido una excelente fórmula para casar todos los elementos dispersos de tan surrealista cuestión aquí presentados para darles un sentido sentido: siempre y cuando un Alfonso Alonso, un Gallardón o un Rajoy tuvieran a bien aceptar el envite, yo mismo, con mis veinte dioritas de hipermetropía, astigmatismo y estrabismo, me ofrezco entusiasta a interpretar el “Aria de Fígaro” ante sus caritas de bronce para investigar los efectos físicos y psicológicos que producen las concertinas, provistas de concertinas, en sus personas, al tiempo que se recitan los artículos de la Constitución referidos a los derechos de los españoles. Huelga comentar que, en pos de un informe objetivo, el mismo sería elaborado por un equipo forense que daría testimonio profesional incuestionable de cuanto acontezca a modo de subtítulos de karaoke sobre la grabación de principio a fin de la experiencia, todo sea que por un defecto de forma, la Corte Penal Internacional invalide los resultados de la investigación y debamos repetir la operación.

Gila en el caso Bárcenas

comenzaba Gila uno de sus más famosos monólogos irrumpiendo en el vestíbulo del hotel con la pregunta: ¿Hay algún asesino suelto por ahí? ¿Alguien tiene un cuchillo ensangrentado en el bolsillo?, en clara parodia a las poco creíbles resoluciones de los crímenes en las series de detectives que inundaron la pantalla durante las últimas décadas del siglo XX con los Kojak, Colombo, McCloud y Banachek, cuya función no era otra que la de persuadir a las mentes adultas de que alguien en la Policía velaba eficazmente por su seguridad.

Como los héroes del cómic Superman, Spiderman, Batman y la Masa, subsanaban en las cabezas infantiles los temores derivados de las primeras dudas albergadas por el resquebrajamiento de la todopoderosa figura paterna, pues en sus capítulos, bastaban dos indirectas para que los sospechosos se vinieran abajo y cantaran ópera esclareciendo todos los detalles allí donde no llegaba el ingenio del guionista para ponerlo en boca del personaje principal.

Lamentablemente, mientras el humor para ser debidamente entendido tiene que flanquear el obstáculo de la inteligencia, la estupidez tiene acceso directo a nuestra psique, desde donde hace auténticos estragos indistintamente del nivel cultural alcanzado por el individuo y hasta de su coeficiente de inteligencia natural.

Desde hace meses vemos cómo evoluciona el que hemos dado en llamar caso Bárcenas para que uno pague por todos: se tardó lo suyo en poner en custodia al sospechoso; se tardó aún más en intervenir cuentas; y todavía no se ha ordenado el registro ni de su propiedad ni de su lugar de trabajo, que no es otro que la sede oficial del Partido Popular en Génova. Ahora, después de que casi por vergüenza el juez Ruz requiriese la entrega de los ordenadores manejados por el extesorero del PP, resulta que estos han sido destripados de sus respectivos discos duros, poniendo en práctica literal lo del «borrón y cuenta nueva» que, como ha dicho el portavoz de la organización popular, es habitual proceder en asuntos informáticos.

Muchas son las hipótesis esgrimidas al objeto de explicar tan ingenuo tratamiento por parte de los tribunales primero, dando tiempo suficiente al sospechoso para desplazarse por toda la geografía española y de medio mundo eliminando pruebas, segundo, dejándole libertad legal absoluta para efectuar cuantos movimientos económicos y fiscales fueran menester para ocultar la ingente fortuna ilegalmente acumulada y tercero, permitiendo hasta la fecha que tanto el sospechoso como su familiares y allegados limpien su casa de pruebas que le pudieran incriminar cuanto a la sede del Partido Popular y sus más fieles colaboradores a hacer lo propio en sus instalaciones.

Una de estas hipótesis señala a la lentitud de la justicia, que es tanto como decir que la planta coloquialmente conocida como «adormidera» tiene la propiedad de dormir no aportando gran cosa a la cuestión; otra hipótesis algo conspiranoica apunta a cierto acuerdo económico millonario entre la parte mangante acusadora y la parte mangante acusada, a la que doy el menor crédito por ser muy verosímil. Yo me inclino por lo comentado, a saber, nuestros más altos representantes de la magistratura, pese a su sólida formación académica y prestigiosa carrera profesional, como cualquiera que haya visto reblandecido su corazón con Heidi y Marco y su cerebro con aquellas series de detectives -y el juez Ruz no iba a ser la excepción- salvo que el acusado sea un infeliz, se ven inconscientemente empujados a esperar de todos los culpables una confesión voluntaria cuya tardanza se demora en el tiempo más nunca llega a hacer desistir a sus señorías por cuanto siempre, siempre, siempre, tarde o temprano, los delincuentes acababan derrumbándose en la interminable secuencia de capítulos, idea absurda donde las haya, pero que está en la base de no menos absurdo proceder procesar que más que cauto, prudente, lento o garantista, parece a ojos de la población generoso, colaborador y hasta cómplice con el acusado.

Carta Abierta al SUP

En principio, esta misiva debería ir dirigida directamente al Ministerio de Interior y de Injusticia, mas como en España los delincuentes tienen todo el derecho a mentir en su defensa o para no inculparse, sucede que no me queda otra que apelar a una de las pocas entidades honradas que merecen todo mi respeto en la salvaguarda de los genuinos valores constitucionales que nos hemos dado para la convivencia cívica y social, cuál es, el Sindicato Unificado de Policía, organización en la vanguardia moral del país por trabajar en pos de la democracia interna dentro de los propios cuerpos policiales, denunciando los abusos de poder por parte de sus mandos, poniendo en tela de juicio la legitimidad de muchas órdenes por muy legales que sean y persiguiendo cualquier conato de corrupción en que pudiera incurrir un compañero, funcionamiento podría calificarse de quijotesco en España que está en las antípodas del operado en cualquier Partido Político con tareas de gobierno y sin ellas también.

Para no hacerles perder su preciado tiempo, adelanto que conozco el papel que debe desempeñar toda Policía en un Estado de Derecho: no es el de legislar, cosa de la que se ocupa el Parlamento, no es el de Gobernar, asunto del que se ocupa el Ejecutivo y tampoco es el de juzgar, cuestión que ha de resolver los tribunales; su rol consiste en hacer cumplir las leyes sin cuestionar a cada momento la actuación. Y me parece bien que así sea. Tampoco es mi intención entrar en una discusión bizantina sobre si la ley es justa o injusta, si la legalidad es legítima o qué clase de obediencia merecen por parte de los subordinados órdenes contrarias a la propia Conciencia, al Hombre, a la Naturaleza o a Dios. Y menos todavía, deseo plantear el debate sobre si se han de cumplir las órdenes de gobernantes criminales que han perdido la razón, la decencia, todo escrúpulo o sencillamente la humanidad.

Lo único que persigo con estas líneas públicas es que se nos explique con claridad y cierta lógica una realidad cada vez más hiriente para un mayor número de ciudadanos libres y de buenas costumbres que desconcertados contemplamos cómo, cuando la banca criminal se presenta ante las humildes viviendas de la pobre gente que suele coincidir con la gente pobre, para desalojar a familias completas con ancianos enfermos, mujeres embarazadas, niños en edad escolar, personas desempleadas, sin la más mínima consideración humanitaria, ni el menor viso de piedad, ustedes se hallan presentes con varias patrullas municipales, nacionales y de la benemérita para ayudar en los desahucios y sin embargo, cuando son los vecinos quienes provistos únicamente de pancartas, megáfonos, y la verdad de su desgracia se presentan ante las sucursales de esos mismos bancos criminales denunciando el robo de las preferentes o por el blanqueo de dinero, por dar cobijo en sus cuentas el dinero de la droga, la prostitución, el tráfico de armas o haber estafado a jubilados…ustedes también acuden, esta vez, para defender no a los ciudadanos que les pagamos con nuestros impuestos, sino la seguridad de la entidad criminal.
Pues bien, advertido que no busco más que respuestas sencillas sin debates filosóficos que me sobran por profesión, deseo me respondan a las cuestiones que desde la más absoluta ignorancia a continuación les formulo:

Primero, ¿es función de la Policía velar por los intereses particulares de los bancos más allá de lo que ya lo hace en general por el resto de la ciudadanía? ¿No es esta función más propia de vigilantes de seguridad privada que de la Policía Nacional?
Segundo, dado que allí donde voy, sea Barcelona, Madrid, Bilbao, Santander, Valladolid…soy testigo de escenas de uno y otro signo, cuyos dispositivos nunca cuentan con menos de una docena de agentes, con varios coches patrulla y furgones, me imagino que en su conjunto por estos motivos en defensa de los intereses de la banca criminal, serán cientos los efectivos movilizados entre los distintos cuerpos policiales a diario ¿Quién paga tan celosa labor de protección?

Sinceramente, espero que, pese a participar de la comprensible esquizofrenia nacida de, por una parte, haber jurado proteger al ciudadano y por otra, tener que obedecer las órdenes de atacarlo dictadas por quienes les tiene en nómina, sus respuestas no contengan la excusa de “Obedecemos órdenes” ya esgrimida por los guardianes de los campos de concentración, ni eso de “Es mi trabajo” frase redundante entre los verdugos de los EEUU o aquello que dijera un asesino a sueldo inglés “Si no lo hago yo, lo haría otro” ni esgriman el argumento de los cirujanos saudíes que participan en las amputaciones de los reos “Si al final se va a hacer, es mejor que lo haga un profesional”.

Matar con vehículo sale barato

Hace pocos días, los medios se hicieron eco del enésimo atropello de un ciclista con el agravante que siendo de madrugada, el causante se dio a la fuga, cuando de haberlo auxiliado, seguramente en estos momentos estaríamos hablando de un herido y no un muerto. Entonces conocimos que el fallecido, llamado Oscar, no practicaba deporte, sino que como tantos otros trabajadores en estos tiempos de crisis se dirigía a su puesto laboral en un medio de locomoción barato, ecológico, sin problemas de aparcamiento ni necesidad de garaje, ideal para los cortos desplazamientos.

La eficiencia policial, pronto detuvo al sospechoso poniéndole a disposición judicial. Al parecer, el interfecto ya había sido condenado hasta en tres ocasiones por delitos contra la seguridad vial teniendo prohibido conducir hasta el 2017. Sin embargo, para indignación de todos, el magistrado de Guardia, Ramiro García de Dios, le ha dejado en libertad con cargos, acusado de un homicidio con imprudencia. Tras la resolución, el hermano del atropellado, José Javier Fernández Pérez, ha exclamado “Matar sale muy barato en este país”. Cosa que ratificamos cuando reparamos en que, el delito de homicidio por imprudencia recogido en el artículo 142 del Código Penal, supone penas de prisión de uno a cuatro años. En caso de que haya sido provocado con un vehículo también incluye la retirada del permiso de conducción hasta seis años.

Si hace algunos años me planteé en voz alta la conveniencia de casarme para darme el lujo de asesinar a una mujer sin tener por ello que rendir cuentas severas ante la justicia que calificaba los hechos como “crímenes pasionales”, hoy es el día en que maldigo el no poder sacarme el carnet de conducir para saldar algunas cuentas pendientes, pues de matar a mis enemigos con armas blancas o de fuego, seguramente debería afrontar duras penas de cárcel, pero de atropellarlos con dos copitas de más, entonces podría irme de rositas, sin verme en la necesidad de tener que contratar a sicarios de los países del Este para despachar los distintos asuntos personales, familiares, vecinales o de negocios que con la aparición de las canas y el avance de las arrugas se me vienen acumulando con mayor rapidez que avanza el cáncer.

Pero ¿Por qué matar con un vehículo sale tan barato, no ya en España, sino en todo el mundo? La respuesta podría valer igualmente para la cuestión ¿Por qué es tan sencillo desde una perspectiva psicológica obtener el permiso de conducir? Es evidente que el manejo de un vehículo no se debería dejar al alcance de personas irresponsables entre las que se encuentran muchas más que los menores de edad o ancianos con demencia. Tampoco se debería conceder permiso a gente imprudente que no tiene bien calibradas las nociones de riesgo, capaces de hablar por el móvil con una mano y encender el cigarro con la otra estando mientras están en carretera, ni a los inconscientes que no toman en consideración tener el automóvil en condiciones para circular por su propia seguridad y la de los suyos, ni aquellos que padecen alcoholismo o drogodependencia. Por supuesto, se debería evitar el acceso al volante a despistados capaces de cruzar un carril sin mirar a diestro y siniestro por ir pensando en la quiniela, ni a los impacientes incapaces de frenar ante un stop o semáforo en rojo, menos aun a personas depresivas y pesimistas que les de lo mismo vivir que morir. Qué no diremos de los prepotentes, conductores con complejos de inferioridad, personas irascibles, inseguras o demasiado confiadas…

De ser yo el Director de la DGT, el Permiso de conducir sería más estricto que la licencia de armas. Pero en ese caso, sólo un pequeño porcentaje de la población podría sacarse el carnet, los justos para cubrir puestos de ambulancia, chóferes profesionales de medios públicos de transporte, taxistas, personal de reparto, etc. El resto, debería ir en autobús o metro, porque hasta para el uso de la bicicleta creo que la mayor parte de los ciudadanos no reúnen las cualidades psicológicas adecuadas para su conducción responsable, que en muchos casos está en la causa de su propia tragedia.

La industria petrolera y del automóvil no ha dejado al capricho de la Razón el gobierno de nuestras sociedades. Desde inicios del siglo XX se hizo dueña de los distintos gobiernos para que estos pensaran más en mantener sus beneficios que en la salud, bienestar o intereses de sus ciudadanos. Así se construyeron urbes donde los coches más que los peatones gozan de derecho circulación, basta observar el espacio dedicado a carretera y el de acera; se dio directriz a la industria de la construcción para que cada edificio contara con las suficientes plazas de garaje por vivienda levantada, sin que hubiera medida semejante para una piscina en la azotea, o un parque aledaño donde pudieran jugar los niños; se le permite a cualquier dueño de automóvil emitir cientos de litros de humo al medio ambiente al mes, cuando a otras empresas o particulares se les multa por la misma acción; se posibilita comercializar vehículos que pueden alcanzar los 200 Km/h cuando en nuestras carreteras está prohibido circular a más de 120 Km/h; etc.

De lo expuesto se colige la respuesta a las preguntas arriba explicitadas: Los gobiernos integrados en la International Criminal Corporation (ICC) legislan tanto en la concesión del permiso de conducir, como en la graduación de las penas por infracciones de tráfico, conforme a los intereses empresariales de la industria petrolera y automovilística, para favorecer su mercado y mantener sus colosales beneficios en detrimento de los ciudadanos que somos sus enemigos. Por eso, sale tan barato matar con un vehículo y las muertes en carretera son contadas como accidentes en vez de cómo atentados terroristas contra la población civil.

¡Con los Terroristas!

Les voy a descubrir un secreto: lo que no tengo de vista, lo tengo de oído. Gracias a esta compensación de la naturaleza, el otro día camino de Burgos en el autobús pude apreciar bajo los auriculares de una quinceañera sentada detrás mío una sintonía que atrajo pronto toda mi atención. El sonido de allí emanado era propio de su edad a base de mucha percusión, reiterativo y pocas palabras. Sin embargo, dos cosas eran diferentes: se cantaba en castellano y había mensaje. ¡Pero qué mensaje! ¡No daba crédito a lo que escuchaba!

La letra de aquel torrente acústico, por calificarlo de algún modo, no decía más que “Con los terroristas ta-ta-ta-ta-ta”. Posteriormente, gracias a las herramientas de Internet percibí que una voz oculta mencionaba también el nombre del grupo “Harlen Shake”, cuyo tema lo está petando en todas las discotecas haciendo bailar su ritmo a nuestros jóvenes que no pueden reprimir después reproducir su explícita declaración, inaudito éxito comercial, nunca mejor dicho que sólo cabe explicar cual salvaje acto de rebelión inconsciente en juvenil respuesta ante tanto lavado de cerebro institucional escolar cuando a los niños se les hace comulgar con el puto pacifismo de mierda y la galopante manipulación mediática donde los muertos en carretera se presentan como “accidentes” los muertos en la jornada laboral también son “accidentes”, mientras cualquier algarada es calificada de atentado terrorista por los poderosos y la prensa a su servicio, que hacen creer a la ciudadanía que ETA está con los desahuciados del PAH, los indignados del 15-M, las víctimas del Yakovlev…

Parece que, a parte de dar de comer a los mismos que se benefician de los “Planes contra la drogadicción”, no han valido de mucho todos esos “Planes para la paz” que se imparten en los colegios con ánimo de educar a los más pequeños en los valores del aguante y la sumisión frente al más fuerte, ante cuya opresión explotadora es mejor esperar la acción de la justicia y confiar en el Estado de Derecho, renunciando a la autodefensa y la venganza, valores sacros de la Religión verdadera. Porque mira que durante décadas se han gastado millones en pasar cientos de veces las películas sobre la vida de nuestro Señor Jesucristo, de Gandhi, y Luther King, para que luego en un descuido de las emisoras la canción del verano sea el grito de guerra “¡Con los terroristas!” que ya se puede escuchar en cualquier fiesta; claro que los niños son pequeños, pero no tontos siendo lo suficientemente hábiles para dejar a un lado la papilla atolondradora de sus pedagogos y extraer la enseñanza debida de todas esas biografías, cuál es, el fin que les aguarda a cuantos renuncian a defenderse, pues los tres personajes cayeron asesinados.

Para comprender mejor el fenómeno, me dirigí a un experto alumno mío de catorce años quien me puso al corriente de cómo escuchar este temazo; fui a mi casa, puse la tele y cuando llegó el Tontodiario le bajé el volumen al tiempo que puse en alto el youtube; y entonces comprendí ¡Vaya si comprendí! Mientras por la pantalla desfilaban el Rey, Rajoy, Rubalcaba, Rosell, Bárcenas, Barcina, Cospedal…los altavoces no paraban de decir ¡Con los terroristas! ¡Con los terroristas! en un peligroso rosario asociativo sin par.

Por menos de lo que se dice en este tema de Harlen Shake, Otegi y varias decenas más de ciudadanos han sido condenados a años de cárcel y se han cerrado cientos de bares en Vascongadas, por lo que yo me pregunto ¿A qué espera para actuar el Ministerio de Injusticia e Interior? ¿Hasta cuándo el Gobierno va a consentir este inequívoco enaltecimiento del terrorismo? Si no se actúa pronto contra esta lacra social disfrazada ahora de grupo musical, en breve veremos como en todas las txosnas de todas las fiestas de todos los pueblos y capitales vascas el tema sonará una y otra vez como durante cuatro décadas se coreaba impunemente la tonadilla “Carrero voló” lanzando pañuelos al aire.