Hace tiempo que varios estudios médicos alertan de la relación entre la ingestión de refrescos como la Coca Cola con la terrible diabetes y la obesidad mórbida en los adolescentes; Avisos que son ninguneados por las autoridades sanitarias españolas que ni si quiera obligan a que su gama de productos luzcan una advertencia parecida a la que llevan los paquetes de tabaco y que son obviados por los medios de comunicación a cambio de efervescentes campañas publicitarias de esta marca cocacolonizadora de la cultura y deporte juvenil, con mayor presencia en nuestras calles que la Iglesia Católica y el Estado español juntos, que ya es decir…
Por otra parte, yo mismo llevo lustros trabajando en ecuaciones que demuestren como nuestro consumo que Veblen denominara conspicuo, proporciona el capital necesario para sufragar la industria armamentista y la guerra imperialista y de saqueo que llevamos a todos los rincones del mundo, pero sin resultados susceptibles de ser corroborados por otros colegas, dada la dificultad de seguirle el rastro a las ganancias contrademocráticas de una multinacional como Coca Cola y la posterior oscura inversión que hacen de ellas detrayendo los impuestos, los salarios, etc.
Pero miren por donde, mi perseverancia ha tenido finalmente su recompensa proveniente de donde menos lo esperaba: Ha sido la misma empresa que investigo, la que para mi sorpresa, ha despejado las incógnitas que perseguía sin éxito y lo ha hecho a bombo y platillo en esa publicidad que busca precisamente entorpecer que su marrona verdad se sepa.
El nuevo anuncio de la marca de refrescos liga la corrupción con la donación de sangre; No está mal para empezar pues nos recuerda cómo la toma de Coca Cola corroe los dientes corrompiendo su esmalte y pudriendo la dentadura y también con la sangre que derramaron los muertos y desaparecidos durante las dictaduras argentina y chilena que contaron con toda su Cocacolaboración al transportar los asesinados en sus camiones frigoríficos; Igualmente me parece exquisita la otra relación de los muros de la vergüenza que se levantan en Ceuta, Melilla, Sahara, Gaza, entre Méjico y Yankilandia…con la compra de su refresco dónde viene a decir que por cada 200.000 hogares donde se bebe Coca Cola, la empresa ayuda a levantar uno de esos muros; Pero lo que me ha entusiasmado leer y escuchar en su propia propaganda, ha sido esa relación directa entre la compra de un arma y que 20.000 personas beban Coca Cola. Las cifras me parecen del todo coherentes y lamentablemente creíbles. Mi estudio ha terminado.
Algunos de nuestros mayores, añorando sus años mozos, de cuando en cuando, suspiran por aquellos felices tiempos en los que todo les funcionaba, exclamando la conocida generalización a modo de reproche a la existencia ¡ Con Franco vivíamos mejor! para que otros coetáneos les ampliaran la información de su memoria selectiva, añadiendo un esclarecedor ¡…En Alemania! Realidad que fue retratada por el cine con el típico españolito de pueblo atravesando la frontera en autobús provisto únicamente de una maleta de cartón en la que llevaba toda su miseria.
Cuando parecía que los nietos ingenieros, médicos, abogados, arquitectos… no iban a entender nada de lo que los abuelos se querían decir unos a otros en sus mensajes cruzados, resulta que muchos de ellos podrán disfrutar ahora, de la enriquecedora experiencia de trabajar en el extranjero por no hallar oportunidades en su propia tierra, entre sus amigos y familiares, como hacen esos sinvergüenzas de los inmigrantes que vienen a robarnos el trabajo desde sitios tan lejanos como Ecuador, Méjico, Colombia, Argentina, Angola y hasta desde China, cuando bien podrían haberse quedado en sus respectivas patrias…
Seguramente, las sonrisas y halagos realizados por la canciller alemana Angela Merkel durante su visita a Zapatero, les haya sonado a muchos a la famosa canción navideña “Stille Nacht, heilige Nacht” conocida entre los hispanoparlantes como “Noche de paz noche de amor” tras las reiteradas intervenciones nada cariñosas que las han precedido, ora para criticar, ora para corregir, siempre para desautorizar, abochornar y desmerecer las medidas político-económicas emprendidas por nuestros gobernantes en defensa de nuestros intereses colectivos. Claro está que, dada la evidente involución europeísta emprendida por la Francia de Sarkozy y la Alemania de Merkel que, a las primeras dificultades se han aliado con las tesis quintacolumnistas que siempre han caracterizado a la Gran Bretaña, es posible que, su afabilidad responda, a algo más que la cortesía diplomática, obedeciendo al antiguo interés de toda potencia extranjera en que le vaya peor a su vecino rival para así aprovecharse de su flaqueza y debilidad, como parece ocurrir ahora que España forma personal cualificado en todas las áreas con gran esfuerzo de nuestro presupuesto, pero cuyo beneficio se escapa tras el Flautista de Hamelin, sin atender las enseñanzas recogidas en “Los músicos de Bremen” al modo en como nosotros atraemos a los deportistas de otros países con el señuelo de otorgarles la nacionalidad, por lo que su discurso más que a villancico, me suena a una nana para que España entera se duerma escuchando la “Eine Kleine Nachtmusik” de Mozart. Es posible que para cuando nos queramos dar cuenta de lo sucedido cantemos todos el conocido estribillo de Mo-Do “Eins zwei polizei” con el que nos preguntaremos Was ist los? Was ist das?
Siempre he preferido al peor de los religiosos que al mejor de los políticos, más que nada, porque aquel sabe de su debilidad y al menos, se arrepiente de sus pecados. Por eso, me duele hablar de manos unidas refiriéndome a la bochornosa imagen ampliamente difundida por los medios de comunicación con ocasión del mal denominado “Pacto Social” que tiene que ver con la sociedad, tanto cuanto la también mal dicha “Guerra Civil” lo tuvo de civil. Porque ¡Manda huevos! –que diría Trillo- que los mismos que han trabajado codo con codo y hombro con hombro, para llevarnos a todos a la ruina, a saber: la Casta Política, los Sindicatos verticales y la Patronal, aparezcan ahora como nuestros salvadores uniendo sus manos, disimulando haberles costado mucho estrecharlas en público, mientras en privado, no han parado en hacer manitas y sobre todo lavándose las unas a las otras, al modo de las de Pilatos, como si no supieran que, mientras es muy complicado limpiarlo todo sin ensuciar nada, es muy sencillo ensuciarlo todo sin limpiar nada, que es lo que finalmente ha sucedido quedando ellos impolutos y nosotros llenos de su mierda.
Como el ciego que estampara el jarro de vino contra la cara del pobre Lazarillo que sólo buscaba saciar la sed agazapado entre sus piernas, para acto seguido ser él mismo quien le curase las terribles heridas causadas, así parecen gozarla todos cuantos el otro día concurrieron sonrientes en la foto, dando a entender que, ellos que nos han hundido en la miseria, serán quienes nos sacaran de ella. Pero, esas manos…¡Esas diestras y siniestras manos! ágiles en el cobro de comisiones, rápidas en la ocultación y evasión de capitales, veloces en el juego democrático, capaces de adoptar posturas egipcias a la vez que parecen implorar confianza…esas manos manipuladoras, jamás han trabajado para el bien común o el interés general, por lo que difícilmente lograrán hacerlo mejor que hasta ahora públicamente unidas, de lo que lo han hecho por separado, de igual manera que dos tontos no hacen un listo.
Cuanto me gustaría verles a todos ellos participar en el Juego de pelota Maya y que uno a uno fueran quedando vencedores…Pero a falta de tan ingenioso ardid para librarnos del mal que nos azota, a lo mejor podríamos probar suerte con la gastronomía y solicitar la ayuda de Adriá, Arzak, o Aguiriano, para que nos expliquen cómo podemos elaborar un plato típico español de manitas de cerdo.
Una escena me vino a la mente para ilustrar las carcajadas que me he echado a cargo de la situación tragicómica acontecida a mi buen amigo Esteban Becerro Río, excelente alumno de ajedrez, fiel seguidor de “La Rosa de los Vientos”, infatigable pillo incandescente de intrigas y conspiraciones, que le gusta ir por libre para llevar la contraria, vendedor de la ONCE por lo demás, a saber: una en la que Woody Allen le decía a un matón de barrio ¿No te atreverás a pegar a un pobre chico con gafas? para acto seguido aquel se las quitase, le sacudiese y después se las volviera a colocar… de la película ¡Coge el dinero y corre! Aunque finalmente ha sido el título de la famosa ¡No me chilles que no te veo! del que me he valido para encabezar esta…¿denuncia?
Resulta que, la pasada jornada de Huelga General convocada por los sindicatos supervascos ELA y LAB para el Jueves 28 de Enero en protesta por los recortes sociales, el paro y la precariedad, este interfecto, que tiene su kiosko de venta en la Plaza Elíptica, frente a la Gobernación, manifostrónomo habitual de una ciudad vasca como Bilbao, ante la ausencia de directrices indicando lo contrario por parte de la empresa, por su cuenta y riesgo, creyó conveniente acudir a su puesto de trabajo como es su obligación, aunque él diga que iba en el ejercicio de su libertad.
La situación, aunque tensa, parecía tranquila, como cuando el cielo se oscurece y parece que va a llover. A eso de las 10:30, de buenas a primeras, ve como la gente corre hacia él y los Beltzas (Antidisturbios de la Guardia Civil Vasca) detrás. Dado que no ve tres sentados en un burro –por algo trabaja en la Organización Nacional de Ciegos de España- optó por quedarse parado con la esperanza de que el antidisturbios fuera profesional y distinguiera que él no era un manifestante a dispersar. El caso es que, como quiera que aquellos se acercaran cada vez más, no teniéndolas todas consigo, empezó a gritar: ¡Soy de la ONCE! ¡Soy de la ONCE! Como si ser de la ONCE fuera un salvo conducto para circular impunemente por las manifas de Eukadi. ¡Pero si aquí el que no da hostias las recibe! ¡Alma de Dios!
Por un lado, viéndole me dan ganas de decir cosas de las que me puedo arrepentir; Ya saben ustedes que la libertad de expresión tiene sus límites. Pero por otro lado, no pude reprimir mi risa y decirle ¡Te está bien empleado! Por ir a trabajar un día de huelga… Lo cierto es que yo, estoy siempre a favor de los antidisturbios durante las jornadas de Huelga. En mi opinión, estas fechas señaladas, la policía debe emplearse a fondo en primer lugar, contra los trabajadores que como este ciego acudan en el ejercicio de su libertad a su puesto de trabajo; segundo a los sindicalistas profesionales que han convocado la Huelga y que durante esas horas montan la barrila para justificar su presencia en los comités de empresa durante cuatro años, entiéndase los liberados de UGT, CCOO, USO en España y ELA o LAB en Euskadi; tercero a los trabajadores que ese día se manifiestan y hacen huelga pero que han votado al gobierno y le seguirán votando en las siguientes elecciones….
Ello no es óbice para que no se denuncie lo sucedido, pues aunque uno esté a favor de los antidisturbios, como es mi caso, los ciudadanos hemos de exigir la máxima profesionalidad en el ejercicio de su quehacer a cualquier funcionario, cosa que, evidentemente, no ha sucedido en el caso de Esteban Becerro. Porque mi amigo Esteban no sabe euskera ¿Hasta qué punto tiene derecho la Ertzantza o policía vasca para pegarle un porrazo? Lo correcto a mi juici, sería que en las manifestaciones vascas, dado que la población es mixta integrada por verdaderos vascos y falsos vascos, los antidisturbios fueran también mixtos Beltzas que atizarían a los euskaldunes, y la añorada Guardia Civil para que se empleara sólo con los maketos.
Buscándole una explicación racional a los hechos hemos consultado a un experto, mi amigo Quintana, quien nos ha transmitido su sospecha de que seguramente, con tanta videocámara y la moda de los móviles, los beltzas han buscado una presa fácil y que lo tenga muy difícil en un juicio, pues según nos ha explicado, a su amigo “Pibe” que lleva gafas le pasó algo parecido: denunció los hechos, le tramitaron la denuncia y durante el juicio de nada le valieron los testigos, los partes médicos, las fotografías, etc, porque fue incapaz de identificar al funcionario que cometió el error administrativo de romperle la nariz.
Con todo, a mi sano entender, todavía cabe la posibilidad de que lo sucedido responda a una fatal coincidencia entre un minusválido visual trabajador de la ONCE con un Beltza que ha accedido al puesto por la vía reservada a personas con discapacidad y resulta que también tiene una deficiencia visual y auditiva, en cuyo caso, ni yo ni mi malogrado amigo tendríamos nada que objetar. Todo lo contrario, le animamos a reclamar, como es su derecho, que le incorporen cuanto antes las adaptaciones necesarias para desempeñar bien su función y que además de la porra, le den un sonotone y un bastón.
Lo cierto es que si Esteban, en vez de haber acudido al médico de urgencias de la Mutua que le ha dado la baja para ver como evoluciona, hubiera acudido al forense de guardia de la comisaría más cercana, presuntamente estaríamos más cerca de saber la verdad de lo ocurrido: el individuo presenta pequeñas contusiones que pueden deberse a autolesiones provocadas por el mismo para hacer huelga sin perder la paga.
Como no soy tonto del todo, no tengo coche. Y como no tengo coche, las subidas y resubidas de la gasolina, sólo me afectan indirectamente, lo que me convierte en un tonto indirecto, pues no crean mis, queridos lectores, que la industria del petróleo, en sintonía con la del automóvil y la complicidad de los sucesivos gobiernos corruptos, nos toman por algo distinto, cuando se refieren a nosotros como consumidores, clientes y usuarios a los que nunca las más sencillas leyes que rigen la liberalización del mercado, cuales son, las de la libre competencia o la relación entre la oferta y la demanda, jamás de los jamases, funcionan en beneficio nuestro, ni en la bajada del precio, ni en la calidad del producto, ni en el servicio, que cada vez, deja más que desear con la peligrosísima moda del autoabastecimiento en las gasolineras. O eso creía yo.
Fue leyendo “El economista camuflado” de Tim Hardford que me percaté de que, la condición de tonto completo evitada gracias a mis dioptrías, me ha alcanzado por mi adicción al café. Y es que, como denuncia este genial autor en las primeras páginas del superventas, si usted “ toma tanto café como yo, probablemente haya llegado a la conclusión de que alguien, se está haciendo inmensamente rico a nuestra costa” porque observen que, hoy un café solo, ya vale tanto como un litro de gasolina, concretamente está en 1,30 euros, el cortado en 1,40 y el con leche, supongo que más caro. Y que yo sepa, el café, todavía no ha sustituido al oro como valor refugio en tiempos de crisis, ni al dólar como patrón económico internacional.
El hoy cuestionado Estado de las Autonomías que con tanta alegría ofreciera durante la Transacción el famoso “café para todos”, no pudo concebir cuando aquello, lo caro que a la postre le iba a salir la cuenta, propinas a parte. Ciertamente, el café, en su día fue un lujo de las élites, como lo fuera cualquier producto llegado de ultramar como el chocolate o el tabaco. Pero con el aumento del comercio y las mejoras del transporte, los precios fueron haciéndose cada vez más asequibles al resto de la población hasta el punto de que se acuñara la expresión ¡No vale un café! Aunque hemos de reconocer que su precio no llegó a ¡importar un comino! chulería castiza que ahora nos suena a arcaísmo cuando alguien como el Ministro Sebastián, para justificar el aumento de la electricidad un 10% vino a decir que ello no repercutiría en el gasto familiar más que un café por barba.
Al principio, lo primero que pensé fue que, el elevado coste de un café tomado de pie en la barra de un bar, obedecía a que se hacía con agua mineral; Tras quedar como un auténtico sibarita al inquirir sobre la cuestión, caí en la cuenta de que sería más lógico que Juan Valdés y las pobres gentes para las que Guerra deseaba que lloviera café en el campo, de algo tenían que vivir y que si yo era un privilegiado que podía permitirme leer todos los días el periódico mientras me tomaba sentadito a miles de kilómetros su esfuerzo, bien empleado estaba lo gastado. ¡Pero no es así! Ni los recolectores de café ni los países que han sido condenados por Occidente a su monocultivo, se han beneficiado del exagerado precio del ya denominado petróleo marrón. Lo siguiente que encontré para explicar el alto precio de un producto tan popular, fueron los salarios y gastos derivados de la hostelería, pero dado que los esclavos venidos de fiera copan el ramo como camareros, provenientes curiosamente de lugares donde hay excelente café, deduzco que por ahí no debo continuar especulando, como tampoco debía hacerlo fijándome en los aparentes dueños del negocio, pues quienes se estuvieran forrando con él, dudo mucho que estarían detrás de la barra desde primeras horas de la mañana, hasta altas horas de la noche, día sí, día también, sin a penas fiestas ni vacaciones, sirviendo un café tras otro.
Así pues, ¿Quién se está beneficiando de la estafa generalizada que denuncia Hardford? Los Gobiernos siempre ofrecen una buena respuesta para explicar los males que acucian a la ciudadanía. Como los impuestos, sus fechorías, sean directas o indirectas, por acción o por omisión, siempre están detrás. Pero precisamente por ser una constante de todo problema, no nos vale como explicación concreta al particular que nos ocupa. ¿Cuál es la variable que incide en tan curioso fenómeno de la subida del café para que su precio supere con creces al de la gasolina? La respuesta no puede ser otra que, aquella que domina todos los bajos comerciales de nuestras ciudades, obligando a los pequeños hosteleros a subir los precios para poder pagar los altos alquileres a los que sin remedio deben hacer frente para poder abrir un negocio en nuestras ciudades, auténticos monopolios camuflados de sucursales bancarias, cajas de Ahorro, mutuas, aseguradoras…
Desde hoy he tomado la sana decisión de tomarme el café en casita y los casi cinco euros que me dejo al día en cafés, los meteré en una hucha para irme de viaje, pongamos por caso, a Brasil.
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