En la misma medida en que los distintos dioses confortan a las mentes impacientes de aguardar las sucesivas falibles explicaciones científicas, azar, coincidencia y casualidad, alimentan a la conciencia con la ilusión de poder tomar decisiones en el campo hipotético de la libertad, al margen del destino, la determinación, y las múltiples trayectorias de los diagramas de Feynman trazadas en el horizonte potencial que denominamos futuro. Últimamente, la persistente investigación diletante, ha logrado que se tomen en serio estos temas marginales propios de la parapsicología para investigarlos con rigor lo que se ha bautizado como Serendipias, habiéndolas de todas clases: históricas, científicas y como podrá apreciarse, también nominales.
Según cuenta la leyenda, en los inicios de la industrialización, un tal Ned Ludd se cargó por accidente la maquinaria de un taller textil, allá por 1779 En un tiempo en que a la apropiación de la tierra por parte de la Nobleza y Clero, empezaba a sumársele la de los medios de producción a manos de la burguesía, la irrupción de la tecnología en los procesos fabriles, fue contemplada como un ataque directo a lo único que le quedaba a la gente llana para negociar con los patronos: su propia mano de obra, que ahora de golpe y porrazo se depreciaba por entero, de ahí que, muchos entendieron aquel incidente singular, como el único camino para luchar contra los nuevos mecanismos de opresión social. Así apareció el Luddismo, imaginativa forma de protesta contra la agresiva introducción de máquinas en la industria, y por extensión del incontrolado avance tecnológico en todas las esferas de la sociedad, filosofía que ya se vislumbra en la amarga preocupación rousseauniana aventurada en su celebérrimo “Discurso sobre las ciencias y las artes” donde cuestiona sin ambages la idea de Progreso que cegaba a sus colegas ilustrados, que a decir verdad, también empezaban a desconfiar de si, acaso, el Progreso había ido demasiado lejos, actitud que puede rastrearse desde entonces en la acción sindical del sabotaje hasta nuestros días con el caso de su más insigne apóstol Theodor Kaczynski, alias Unabomber.
Pues bien, hemos aquí que, hoy tenemos en cada bar, a la vuelta de la esquina, cerca de nuestras casas, colegios y parques, las conocidas por todos como Máquinas Tragaperras, que ofrecen a la clase asalariada el único ocio externo adecuado para personas frustradas laboralmente, sin satisfacción sexual, amargadas por un entorno degradado, carentes de educación suficiente para tener aficiones que le desarrollen como persona, y digo externo, porque dentro de casa ya disponen de tele…es muy agradable ver a la futura escoria social, con a penas medio metro de altura, familiarizarse junto a sus papis con las lucecitas y botones de colores, de esas huchas de pobres donde la gente más infeliz, invierte sus exiguas pagas con la esperanza de que les saque de pobres. Ilusión tan nefasta como la de quienes creen que se logra trabajando, pero con el riesgo añadido de adquirir la típica ludopatía que le hará deslizarse desde la soportable pobreza que le obliga a trabajar, hasta la temible miseria que le conducirá a mentir, mendigar, robar, o a quitarse de en medio, asunto que ya no preocupa a nadie, por haber stock social.
Como apuntó Huizinga en su genial “Homo ludens” el aspecto lúdico agonal es primordial en el Ser Humano, resorte psíquico que nos confiere un horizonte de desempeño de roles distintos en la cotidianidad, haciendo llevaderos los rasgos anodinos de la existencia, cuando te paras a pensar que esta no consiste más que en un suceder de días esperando la muerte. Así, metas, retos, marcas, competición, etc no tienen sentido solo en el deporte, sino también en nuestra vida, donde el riesgo, la aventura, la novedad, la sorpresa, escapa a las apuestas de los casinos para encarnarse en la vida de pareja, en los negocios, la educación de los hijos, y hasta en la Fe en Dios como demostrara Pascal. Pero toda virtud tiene su correspondiente vicio, o si se prefiere enfermedad, en este caso la ludopatía.
Hace tiempo que se investigan las interacciones psicosomáticas, la repercusión químico-mental en nuestra conducta, la predisposición genética del comportamiento y los fundamentos biológicos de la personalidad. Cada vez parece más probado que la bioética no es una cuestión reducida a la toma de decisiones en asuntos límite de medicina o jurisprudencia, también atañe a toda la reflexión primera y última de nuestros actos. En consecuencia, merece la pena prestar mayor atención a la realidad artificial material y a la cultura en la que nos conducimos como Seres Humanos, sumamente influenciables, todo lo contrario a la frialdad mostrada por las Máquinas ajenas, hoy por hoy, a cualquier externa afección que les pudiera modificar su programado modus operandi, dado que el entorno, siempre repercute de un modo u otro en el individuo, por lo que, aun pudiendo pecar de lamarkismo, la adaptación al medio, va mucho más allá de lo que el predecesor de Wallace y Darwin supuso fallidamente, que también afectaría a cuanto he apuntado, rigiendo lo que hasta hace poco se consideraba constitutivo de nuestra especie, que no es la capacidad de pensar, sino la libertad de acción, que a diferencia de los animales, parecíamos escapar al instinto, cuando lo cierto es que la única diferencia apreciable sería que ahora, empezamos a sospechar que también nos regimos por él. Para mentalidades débiles, aseveraciones como la precedente, son tildadas de inmediato como deterministas, reduccionistas, materialistas o irracionalistas, al modo en que los sofistas no dudan en tachar al adversario dialéctico de fascista, tan pronto se ven acorralados en los argumentos; Sin embargo, ninguna de aquellas doctrinas escupidas como insultos, bien entendidas, discuten la libertad humana en sus justos términos en la realidad concreta sin necesidad de funcionar al margen de los hechos positivos entre elegantes silogismos formales, en todo caso, de prestárselas la debida atención, ayudarían a comprender su peculiaridad en los auténticos parámetros en los que se da la libertad, al modo en como hoy sabemos distinguir el espectro electromagnético en el que discurre la luz blanca, escribiendo con ello una especie de “Crítica de la Libertad Pura”, tal como Kant hiciera con la sacrosanta Razón.
No voy a meterme en la clásica distinción entre “Libertad de” y “Libertad para” porque creo que genera mayores confusiones que las que resuelve como cuando en clases de inglés se nos advierten las diferencias entre at e in…me conformaré con señalar que es típico confundir libertad con liberalismo, libertino, libertario y libertinaje, conceptos todos de la misma madre, pero de padres muy distintos, que no siempre se sabe o quiere distinguir, como ocurre en el caso que nos ocupa de la omnipresencia de las máquinas tragaperras en todos nuestros bares, cafeterías, restaurantes, polideportivos, centros culturales y si nos descuidamos, acabarán apareciendo en escuelas, hospitales o cementerios, por no contrariar la libre empresa, el libre mercado, la libre competencia, las libertades individuales, lo que a más de uno nos hace sospechar que, estamos en el Imperio de la Libertad donde no nos podemos quejar, por miedo a ser etiquetados de liberticidas, pues a cuantos clamamos por que se regulen aspectos que atañen no ya a la práctica, sino a la difusión de los vicios, pronto se pretende acorralarnos con la falacia de que la libertad entraña poder escoger el Mal, justificando con ello que se facilite el escogerlo como modo de garantizarla.
Me parece vergonzoso que en nuestro país las distintas fuerzas políticas, las instituciones, y los Gobiernos varios, no actúen contra esta lacra social que envilece tanto a clientes, como a hosteleros que solo enriquece a unos pocos propietarios de las empresas recrelucrativas, de no ser que participen de algún modo carambolesco de las triangulaciones financieras acostumbradas para cofinanciarse, en cuyo caso, me callo… Pero como resulta que andan subiendo impuestos a cada salto de mata, me extrañaría mucho que estos zoquetes le estuvieran sacando el debido provecho a la debilidad humana de las amas de casa que se dejan el dinero de la compra, de los jubilados que pierden en ellas su jubilación, o del obrero que se juega entre sus melodías la paga de sus hijos…Más bien han confundido, los muy idiotas, la libertad social de poder jugar en casinos, hacer apuestas en lugares apropiados para realizar y ofrecer dicha actividad lúdica de modo controlado, regulado, y responsable, con la posibilidad de incitar al juego a toda la población a cada momento en todo lugar para el lucro de unos pocos y perjuicio de muchos, invirtiendo así una de las máximas en las que se apoya el concepto más mundano de la Libertad: que esta, finaliza donde empieza la de los demás. Qué otro comportamiento irresponsable cabría esperar de un Estado que de modo organizado incita al juego, podría objetarse…cierto es que, bueno sería que el Estado se desprendiera de dicha actividad por aquello de la mujer del Cesar, y del Cesar mismo, antes de meter mano en el asunto –me refiero a su regulación restrictiva y no a los beneficios millonarios que genera- con todo, se ha de distinguir entre la incitación al juego y la ludopatía que dispara la inmediatez de las máquinas tragaperras en contacto directo con los futuros adictos desde su más tierna infancia, y las apuestas del Estado, cuya presencia se ha de buscar voluntariamente de forma activa en la etapa adulta, cuando ya somos algo más resistentes a su constante publicidad en estancos, y medios de comunicación.
La presencia de máquinas tragaperras en casi la totalidad de los locales de hostelería, supone todo un atentado criminal contra la infancia que se permita la entrada a menores en locales que tienen a la vista semejantes sirenitas artificiales de cuyos peligros ni el más audaz Ulises podría librarse de caer bajo su influjo, cuando seguramente de tratarse de videos eróticos todo el mundo se rasgaría las vestiduras y se apresurarían a ponerle coto al asunto para preservar toda su inocencia; Supone todo un insulto a nuestra inteligencia que en las susodichas se advierta a los menores que les está prohibido jugar, cuando la mayoría de los pequeños que se acercan a apretar sus botoncitos de colores imitando a sus papás, todavía no saben leer, y los que saben, no entienden el por qué se les prohíbe jugar a lo que todo el mundo juega, a fin de cuentas, jugar, es jugar…
La permisividad de las autoridades para con este putrefacto negocio, cuyos responsables bien merecen pena de muerte espiritual, resulta escandalosa. Son varias las medidas que hago en falta de parte de un Gobierno instruido en la virtud y no en el vicio, asunto complicado de quienes tienen por meta de superación la corrupción propia y ajena, pero no imposible, si de lo que se trata en Democracia es de disimular, y aunque el PSOE, el PP, IU, los Nacionalistas, y demás fuerzas corruptas estén a favor de las máquinas tragaperras, por causar estragos económico-morales entre la población, creo que en pos de la impostura, cabría acordar un mínimo de medidas paliativas que les sirviera para maquillar un poco su perniciosa tolerancia, a saber: La actividad lucrativa del juego, las apuestas públicas, y los servicios derivados de la misma habrían de ser restringidos a los locales adecuados para su ejercicio, con los mismos derechos y obligaciones que se le exigen a una guardería, una farmacia, o una gasolinera, pues no se está contra la su existencia, sino contra su realidad aparentemente descontrolada y que nos monten las Vegas a cada paso que damos, ¿se imaginan ustedes que cualquiera en cualquier lado pudiera montar su chiringuito de fármacos, cuidar niños en su portal, o vender garrafas de gasolina en los semáforos? Entonces, ¿por qué permiten las máquinas tragaperras fuera de los casinos? Debería estar prohibido por ley que los menores pudieran acceder a locales en cuyo interior hubiera máquinas tragaperras; Debería figurar en todas las máquinas tragaperras letreros que advirtieran a los usuarios que jugar en estas máquinas puede perjudicar seriamente la salud mental suya y la de su familia, que puede generar ludopatía, que le puede llevar a la ruina, a la marginalidad…al suicidio. Debería figurar los tantos por ciento que se queda el empresario dueño de la máquina, el dueño del local que la alberga, y lo que se lleva el Estado, para que a los clientes les de asco, y a caso a otros algo de vergüenza. Etc.
Por Naturaleza, el Hombre está inclinado al Mal, y según algunos, la mujer le empuja…pero en este caso tengo muy claro que los gobiernos de turno en lugar de colaborar en la educación cívica de la ciudadanía para ayudarla a seguir el sendero tortuoso y cuesta arriba de la virtud, hace cuanto puede en arrojarla cuesta abajo. Todos sabemos que es más sencillo vengarse que perdonar, envidiar que admirar, gastar que ahorrar, engordar que adelgazar, destruir que construir…bastante difícil nos lo puso el buen Dios con trampas y tentaciones desde el Paraíso hasta hoy, como para que además se nos incite al vicio, con la excusa de que somos libres. La presencia constante de máquinas tragaperras y la pasmosa familiaridad con la que nos movemos entre ellas a todas horas, todos los días, hace de nuestro ejercicio sano de libertad, una proeza no sucumbir ante ellas, en un marco del todo trucado y para el cual no está preparada ni vacunada para actuar en plenas facultades, pues la virtud que es posible practicar, no consiste en ser siempre virtuosos, sino en intentarlo, porque de conseguirlo, se trataría de santidad y todavía quedaría un resto para la angelidad, dado que somos humanos, lo normal, es que de nuestra afición y necesidad de jugar, de tanto incitársenos a echar monedas, acabemos adquiriendo una ludopatía que de ningún modo queríamos, y menos supimos anticipar, de modo que, nuestra libertad fue tratada como la peor de las esclavas haciéndola responsable de su propia calamidad, dirigida magistralmente en una pedagogía negra a manos de sus amos. Curiosamente, bajo este mismo marco legal que permite y ampara la canalla presencia pública de maquinas tragaperras que incitan al juego y generan ludopatía, la Policía no puede incitar al delito para detener a sospechosos de haberlos cometido con anterioridad; tampoco se permite la presencia de armas a la vista en locales públicos, ni el ejercicio de la prostitución, etc.
Y lo que son las cosas…juego en latín se dice “ludus” de donde proviene lúdico, ludotecas, y ludopatía. Casualidad, coincidencia, o serendipia lingüística, las máquinas tragaperras que podrían haberse llamado “cajas de la suerte” “fuentes de fortuna” o “Estrellas de felicidad” pero que han sido bautizadas coloquialmente como máquinas tragaperras, generan ludopatía, podían haber generado inflación, conjuntivitis, o gonorrea, pero generan ludopatía, y si aquellas máquinas que quitaban los puestos de trabajo en los inicios de la industrialización bajo unos gobiernos ajenos al sufrimiento del proletariado, provocaron la aparición del luddismo, es posible que en esta Era Postindustrial, estas otras máquinas que arrebatan su sueldo a los trabajadores bajo el amparo de gobiernos corruptos, resucite su filosofía más práctica y la emprenda a martillazos por no hallar mejor terapia de grupo.