CEDO ESTE ESPACIO A UN AVISO REMITIDO POR MI AMIGO JESUS.
Si solicitas una melodia para tu teléfono móvil mandando un mensaje SMS a un número de 4 cifras (ahora de 5 cifras), la descarga cuesta 1,20 Euros por minuto, pero …… como la descarga dura dos minutos serán entonces 2,40 Euros.
Resultado:
Tu factura mensual asciende de repente a 100 Euros más de lo que solías pagar normalmente.
Explicación:
Resulta que al decir «alta» a lo que deseas (descargarte la melodía), te estás dando también de alta SIN TÚ SABERLO a una serie de contratos para que manden a tu número continuos mensajes SMS de publicidad.
Lo mejor de todo es que todos y cada uno de estos mensajes son a cobro revertido, se cargan a tu cuenta aunque tú no abras ninguno o los destruyas sin abrir.
Es decir, que si te mandan, por ejemplo, diez SMS al día, a razón de 0,30 céntimos cada uno, estás pagando 3 Euros diarios por una cosa que no necesitas, que no has pedido y que no sabes de dónde sale. Multiplica eso por 30 días que tiene el mes y verás lo que sube…
Colofón grandioso:
Cuando vas a tu compañía a decirles que paren, bloqueen o filtren esa invasión indeseable te dicen que ¡¡¡NO PUEDEN HACER NADA!!! Ni Telefónica, ni Yoigo, ni Vodafone, ni Orange. ninguna compañía puede impedirlo; has sido tú, por pardillo, quien se ha metido en el fregado.
¿Dónde está el impedimento?
Muy fácil. Si quien remite esos SMS es, por ejemplo, el número 5559, tú mandas un SMS a ese número que diga «BAJA 5559», y efectivamente, ese número no vuelve a mandarte nada.
Pero, ¡oh, sorpresa!, al mes siguiente el mismo timador te vuelve a mandar otro montón de SMS a tu costa pero ahora con el número 7784. Y si «matas» ese número, al siguiente mes el remitente es el 4593. y así hasta el infinito.
La gracia es que no puedes demandar a nadie, porque no hay nadie que figure como titular de los mencionados 5559, 7784, 4593, etc.
Reflexión importante:
Tampoco hay que olvidar que ninguna compañía telefónicas se esfuerza NADA DE NADA en parar ese timo porque a ellas, como intermediarias que son en el tráfico telefónico que facturan, el timo les proporciona unas magníficas ganancias; o sea que tienen un morro que se lo pisan, dicho sea de paso.
Me cuesta creer que con los abrumadores medios tecnológicos de hoy en día sea «imposible» descubrir y eliminar a esos timadores ocultos.
Será imposible para un usuario corriente, ¿pero para una empresa con cara y ojos a nivel profesional?
Solución: No queda otra que darse de baja de tu número y abrir otro nuevo. Lo cual tampoco es gratis.
Enseñanza moral: (si la hay)
Lo mejor es escarmentar en cabeza ajena y no hacer ninguna operación ni con el móvil ni con el fijo que represente participar en concursos, beneficiarse de gangas, incorporar utilidades infográficas, insertar audio, etc.
Incluso eso tan inocuo que aparece en la pantalla de la TV en pleno partido de fútbol diciendo «Manda antes del final del encuentro un mensaje de móvil al nº .. diciendo tal y tal cosa y ganarás un magnífico coche del modelo ..», incluso eso es un sacadineros peligrosísimo.
Avisados quedáis, porque quien primero os va a dejar tirados es vuestra propia compañía de teléfonos.
Difundir este mensaje es casi una obligación ciudadana.
El otro día, estuve más de media hora buscando un bar con teléfono o una cabina que funcionase, tarea harta difícil en tiempos en que todos parecen haberse compinchado y bien que con-pinchado, en la única movilización social que triunfa: la de los móviles; De hecho, todo el mundo me dice que ya no hacen falta teléfonos ni en bares ni en las calles, porque todos, tenemos móvil, asunto que no discuto, pero que no me convence, pues a lo mejor sucede, que todos tenemos móvil, porque no queda más remedio, desaparecidos los teléfonos públicos… Cuando finalmente, di con una cabina ocupada, ciertamente me alegré al modo en como lo haría una jovenzuela que ve mejor a un adulto con anillo que sin el, pues mal que bien, es indicio de que funciona; pero lo que jamás sospeché fue que, también aquí, aparecería el problema de la fidelidad, pues suponía que siendo un teléfono público, mi único problema estribaría en esperar mi turno y tener dinero suficiente como sucede en el caso de las analogías paralelas cuyos detalles dejo a su discernimiento.
Y es que, vivimos entre quienes opinan que las cosas de fuera son del viento, como declaró nuestro ZP ante la ONU para vergüenza propia y ajena del Socialismo, y quienes mantenemos que son de Todos. Sin embargo, si el riesgo de proclamar a los cuatro vientos que lo que no es de alguien, no es de nadie, es que venga Uno y se lo lleve todo para él…el peligro que corremos al designar como público el uso de cualquier bien, es que muchos crean que puedan hacer un abuso de dicho bien como si fuera privado. Empero resulta que hay una grandísima diferencia entre que cualquiera tenga derecho a acceder a un bien público que es de todos, a que todos podamos hacer un uso privado del mismo. Por ejemplo, un transporte público no tiene por qué dejarte a ras del portal de tu casa, no puedes quedarte durante todo un año “El Quijote” de la biblioteca, por muy largo que sea, y tampoco deberías apalancarte toda una hora hablando por teléfono cuando ves a otra persona esperando para llamar junto a la cabina pública.
Constato que mi apreciación es mayoritariamente compartida, pues no es infrecuente que hasta quienes acostumbran a realizar estas impropias prácticas de los bienes públicos, sienten que algo les remuerde en lo más recóndito de sus conciencias, dado que, son incapaces de mantener el contacto visual con su paciente víctima, sabiendo muy, pero muy requetebién que, están haciendo mal teniéndole tanto rato esperando, por supuesto, esperando a que se aburra y se marche. Y como quiera que todo se pega menos la hermosura, este mal ejemplo, que la gente no sabe cómo afrontarlo sin empeorar la convivencia, acaba por sentar cátedra por aquello de “si no puedes con el enemigo…¡únete a él!” Por lo que mi amigo Rafa Álvarez, por mucho que nos duela a ambos reconocerlo, no ve otra salida al asunto que, Telefónica invierta el orden lógico, y cobre más barato los primeros tres minutos de la llamada, para luego ir aumentando su coste, según pasen el tiempo de conversación útil al de cháchara insustancial, y no como sucede ahora a la inversa, porque a caso sea dicha política la que esté animando tan incívico comportamiento.
Es natural que, en una sociedad cuya tasa de natalidad a penas alcanza para reemplazar a quienes pasan a mejor vida, no queden proletarios. Lo que no era de esperar, es que la desaparición de aquellos, no llevase aparejada o bien el aumento de los propietarios como prometía el liberalismo, o en su defecto, la eliminación de estos últimos, como profetizaba el comunismo, sino la absurda extendida pretensión engañosa de pertenencia a la Clase Media por una inmensa mayoría de gente que si pusiera negro sobre blanco la auténtica circunstancia de sus vidas, cuando menos, habría de revisar qué significa en su caso eso de “Media” porque no vaya a ser que, en lugar de apuntar que pertenece a un grupo de riqueza intermedia, pertenezca a un grupo de riqueza media, que no es lo mismo…pues en esta segunda expresión, la palabra “riqueza” puede intercambiarse por “pobreza” sin ver alterada en nada la realidad a la que apunta.
Por esta regla de tres, si con la desaparición de la prole, desapareció el proletariado, con la ausencia de los pobres, se acabó el problema de la pobreza. El problema ahora lo tienen esas Oenegés solidarias que están en peligro de extinción por motivos semánticos, de no ser que sufran el correspondiente proceso de reconversión para poder asistir sin cortapisas estatutarias a la Clase Media española.
Mientras llega esta reconversión, se que hay muchas personas entre las asistentes sociales y miembros de Cáritas que lo están pasando ciertamente mal por no saber a quién otorgar o denegar las ayudas, dado que hoy, resulta muy complicado distinguir quien necesita de verdad, del que solo necesita por capricho, dada la tremenda igualdad social que padecemos. Por eso, es primordial atender a algunos indicadores eficaces para distinguir a un pobre de quien no lo es: lo primero en que hay que fijarse, es en si tiene el hábito de fumar, es una de las señales inequívocas de que si no es pobre él, lo habrán sido sus padres, o de que lo acabará siendo; otro rasgo evidente de su pobreza, es si viste ropa de marca, y cuanto más grande se ve el nombre o el logotipo de la marca, mayor es el grado de desamparo, no digamos si luce camiseta del Barca, o del Real Madrid…Suele ser típico que los pobres tengan móvil y no paren de usarlo compulsivamente, es casi su seña de identidad; Si se diera el caso de que estas señales externas faltaran un modo de distinguir a un pobre, es ofreciéndole escoger algo de beber entre zumo, café, té, chocolate, o un refresco como Coca Cola, quien escoge el refresco, ese sin lugar a dudas, pobre de solemnidad; también es posible detectar al pobre, atendiendo a cómo pasa el tiempo libre, si gusta ver la tele, y disfruta paseando por las grandes superficies, está claro que es muy pobre…Da igual el arte y el talento con el que los pobres avergonzados de su condición traten de evitar ser descubiertos haciéndose pasar por Clase Media, al final, los detalles antedichos les traicionan, y las instituciones democráticas y asociaciones caritativas, podrán ayudarles, socorrerles, asistirles y cuanto sea menester, sin miedo a equivocarse.
Allá por los años treinta, había un hombre culto, sensible, idealista y de gran oratoria, amante de las artes y los animales, disciplinado, entregado a su trabajo, honesto, abstemio, vegetariano, con gran sentido del humor, galante con las mujeres, cuyo propósito en el mundo era traer la Paz y la prosperidad para su pueblo y sus vecinos…claro que Adolf también buscaba “Lebensraum” término que solo dicho en alemán asusta, pero que no es otra cosa que “el espacio vital” que todos precisamos para vivir en sociedad.
Cualquiera que se meta en un buscador podrá localizar infinidad de estudios sobre cómo funciona nuestro particular calibraje del “espacio vital” y cómo este varía su tamaño en función de si interactuamos con la pareja, los distintos miembros familiares, amigos, personas de otro sexo y edad, gentes de otra raza y cultura… pero también en función de la circunstancia, pues es evidente que somos capaces, si no hay más remedio, de estar unos junto a otros apretaditos sin capacidad para bailar que es a lo que supuestamente uno acude a la discoteca. Y ¡Claro! Este “ si no hay más remedio” da para mucho cuando no queremos ni por lo más remoto que alguien se siente a nuestro lado y nos invada nuestra “Lebensraum”
Por supuesto, uno debe aprender ciertas cosillas desde pequeñito, sin que nadie se las enseñe de forma reglada; entre ellas es a no sentarse en el mismo banco cerca de un desconocido cuando hay más bancos libres en los alrededores al alcance de la vista, y a no hacerlo justo al lado si solo hay un banco, cuando el otro extremo del mismo está vacío, además de peligroso, puede resultar embarazoso por los múltiples equívocos a los que da lugar entre personas de sexo opuesto y no digamos del mismo sexo…otro tanto rige para los asientos del autobús. Mas como sucede que hay demasiada gente a medio cocer en su formación básica, algunos han empezado a confeccionar distintas estrategias para evitarse en lo posible verse afectados en su intimidad espacial, fruto de una dilatada observación que paso a relatar.
Las personas, siguiendo las pautas individualistas de nuestra segura sociedad, buscan la soledad y que nadie les incomode en su Lebensraum, cosa que cuando el mundo era algo más inseguro, era bien a la inversa: todo el mundo buscaba la cercanía…el caso es que al entrar al autobús más o menos la regla entre nosotros consiste en ir sentándose en aquellos lugares donde los dos asientos estén libres, y solo accedemos a sentarnos en un asiento donde ya hay un vecino al lado, cuando todas las parejas de asientos, ya tienen un ocupante. Sabido esto, se ha colegido que los asientos que más boletos tienen de ser ocupados por un vecino cuando todas las parejas ya han sido mancilladas con presencia indeseable, son los de alante por personas mayores y gente que se marea, cuya circunstancia personal les compensa el verse invadido su “Espacio Vital” y también los de atrás, precisamente por gente como ellos que busca denodadamente no tener nadie a su lado, realidad verdaderamente incómoda, dado que se juntan personas bastante irascibles por la presencia de los demás, y que se pasan el viaje pensando “¡Por qué a mi! Por qué me ha tenido que tocar a mi que este idiota se siente a mi lado…” Así pues, los mejores sitios son los centrales a los que las personas con problemas no llegan y los que buscan asientos libres, pasan de largo. Con todo, hay problemas con individuos despistados que son capaces de sentarse en el primer sitio que encuentran: el que tú hayas dejado libre junto al pasillo. Para evitar este percance, una primera táctica consiste en dejar algún tipo de bulto en el asiento, una chaqueta, un libro, un maletín…algo que le haga ver al que viene que para sentarse junto a ti, va a tener que pedirlo y preferirá buscar otros sitios junto a otra persona que todavía no se haya familiarizado con dicha técnica del bulto sospechoso. Claro que hay un momento en que los recién llegados a un autobús con bastantes pasajeros, no les quedan más asientos que los ocupados por bultos. ¿Qué hacer entonces? En este caso, conviene no mirar a quién viene por el pasillo, es mejor perderse entre las hojas de un periódico, para que ese indeseable de última hora, prefiera hablar con un ingenuo que le mira a su paso, antes de tener que interrumpirte en tu lectura. En cualquier caso, lo que nunca se ha de hacer, si se desea mantener el Espacio Vital intacto, es hacer ademán de retirar las cosas a su paso, ni cuando aparentemente haya pasado, la capacidad desesperada de un ojo buscando donde sentar su trasero alcanza un ángulo de visión superior a los 180 grados. No obstante, hay que estar preparados psicológicamente por si sucede ser fatídicamente preseleccionados; en ese momento, se debe cuidar la coreografía de gestos y palabras; una equivocación ¡Y lo tienes sentado a tu lado! Lo primero, es dejar tu cuerpo de frente y girar bruscamente la cabeza, esta vez sí mirando fijamente a quien te interrumpe y espetándole “¿ Quieres sentarte?” o mejor aún “¿No querrás sentarte?” Lo normal es que de haber otro sitio libre, prefiera salir de tu presencia pitando. Pero también hay gente muy cabrona que basta que te fastidia tener alguien al lado, para que se empeñen en sentarse cerca de ti. Por eso, empieza a ser muy recomendable sentarse en el asiento que da al pasillo y dejar los bultos junto a la ventana; con ello conseguimos plantear una especie de barricada corporal que habrá de ser franqueada por los potenciales intrusos, quienes por lo general, preferirán solicitar que les retiren bultos de asientos del pasillo, a atreverse pedirle a alguien que se levante para dejarlo pasar. Pero esta estratagema tiene un clamoroso defecto, a saber: que mucha gente prefiere ventanilla, y evidentemente, para gente así, localizar un puesto le permite vencer todo escrúpulo. Para estos casos se ha ensayado fortificar la posición corporal asiendo con las manos el asiento delantero para evidenciar la situación, pero con bajo resultado. Hasta aquí, digamos que ha bastado la sugerencia, la persuasión, y un poco de psicología. Pero a veces, es necesario ir un poco más allá…aún a costa de quedar como un cochino y mal educado, puedes dar a entender que el asiento libre está libre porque está sucio o pringado de algo…Por supuesto, todos estos esfuerzos tienen sentido siempre y cuando hay indicios de que el autobús no se va a llenar. De lo contrario, se invierte la estrategia y se actúa de tal modo que a tu lado se sienten chicas guapas, y en el peor de los casos , personas delgadas.
Poco antes de cumplir los veinte, tuve la fortuna de leer “Contra la Paz y contra la Democracia” de Agustín García Calvo, texto que me situó decididamente en la órbita anarco-liberal en la que desde entonces me encuentro, si bien, a cada vuelta de ciclo legislativo, más escorado a la derecha…Leyendo sus agudas reflexiones, comprendí lo pernicioso que resulta hoy educar a nuestra juventud en valores tan engañosos y fútiles como son, Democracia, Libertad, y sobre todo Paz, sin haber hecho antes una labor adecuada en la formación de lo que los pedagogos designan como “Pensamiento Crítico” que adiestre al sujeto en discernir los discursos de quienes los pronuncian, el contexto en el que se enmarca el mensaje, el desarrollo histórico material de la configuración del concepto en la praxis humana fuera de los manipulados diccionarios reaccionarios, que le permitiera estar en facultad de apreciar su genuino significado y las implicaciones radicales que comporta, no limitándose el juicio a consolarse con las acostumbradas orgías etimológicas que emanan de los ideales mundos Platónicos que jamás se dieron fuera de la fantasía humana, y a los que tanto aprecio dice tener y tender la Izquierda en forma de Utopía.
Así como, en el prólogo de su “Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel” K. Marx advirtió del peligro que para el Pueblo oprimido suponía el placentero y reconfortante discurso dominical de la Iglesia Católica, no tanto por cuanto contribuía a consolidar el status quo, como por su capacidad de enjugar tristezas, penas, agravios, y sufrimientos de los más desfavorecidos, a quienes ayudaba a sobrellevar su carga en este valle de lágrimas con la esperanza de verse recompensados en el Cielo, a cambio de que se mostraran sumisos con la realidad que les había tocado vivir a modo de prueba divina, que para entonces, hasta los muy Píos, tenían claro que no la quería ni Dios, actuando así, como el mejor opio del Pueblo, en el sentido de que al aliviarles los sufrimientos físicos a través de la caridad, y espirituales por medio de sermones, aletargaba su capacidad de acción para rebelarse contra la tiranía que les mantenía en tan indigna situación alienante.
Los tiempos han cambiado, pero los comportamientos sociales, algo menos, como ya se sabía en la Ilustración “Se puede cambiar las leyes de un pueblo, pero no sus costumbres” dado que se transmiten de generación en generación a través de los “Memes” especie de genes culturales descubiertos por Dawkins, de modo que, hoy aquella labor apaciguadora que se le confió durante siglos a la casta sacerdotal de nuestro entorno, hoy se ha visto transferida a la casta docente, por ineficacia de su antecesora, cuyos servicios y oficios apenas alcanzan a llegar superficialmente a los más beatos del reino y por lo demás, ni se demandan entre una ciudadanía más preocupada por los asuntos mundanos que los espirituales, de ahí que hoy el peligro denunciado por San Karl Marx – dicho de un tirón se entiende por qué los chinos veneran a Mao- no hemos de buscarlo en los púlpitos, sino en las cátedras mediáticas, y sobre todo entre los desamparados pupitres donde las personitas más inocentes se encuentras del todo desarmadas para ofrecer ningún tipo de oposición al lavado de cerebro que se les hace durante toda el periodo escolar.
Con pasmosa elocuencia, el genial Spinoza decía en su “Ética” que él había aprendido a desconfiar de aquellos bienes, riquezas y conocimientos espirituales ofrecidos a bombo y platillo a todo el Pueblo por quienes a su vez no escatimaban medios en acumular, esconder y custodiar a capa y espada cualquier menudencia que pudiera tener algún valor material, en directa referencia a los Príncipes de la Iglesia y Curia Vaticana. Desde entonces, yo también apuré tan certera observación para aplicarla a los discursos políticos dirigidos a las masas, y tras escudriñarlos como se merecen, ¡con desconfianza! entresaco abductivamente los elementos perniciosos para mi y la ciudadanía. Pues bien, hete aquí, que entre la casta docente, directamente dependiente de la casta política que a su vez está supeditada al Poder financiero que es el que emprende y mantiene Guerras, invierte en armamento, financia las cárceles, subvenciona la compra-venta de material antidisturbios y de tortura para los Gobiernos que de él dependen, concede créditos millonarios a las empresas mercenarias de seguridad para equipar a sus efectivos con lo más sofisticado del mercado….no se tiene escrúpulos en dejar pasar las consignas de educar a los jóvenes en un valor tan peligroso como lo es la Paz, sin sospechar mínimamente que, de lo que se trata, es de despojar a las futuras generaciones oprimidas, del último de los recursos que les quedan que no es otra, que el derecho a la Resistencia y el ejercicio de la autodefensa.
Tal y como están las cosas, con la III Guerra Mundial camuflada fuera, y una solapada Guerra Civil encubierta dentro de Occidente, decir ¡Adiós a las armas! como propuso Hemingway es dar la bienvenida a la muerte, para luego preguntarse “¿Por quién doblan las campanas?” como le sucedió a la II República española a la que las democracias negaron el armamento que precisaba para defenderse del fascismo apoyado, éste sí, por soldados, tanques y aviones desde la Alemania Nazi y la Italia de Mussolini, por lo que me parece todo un despropósito, cuando no una perversa maquinación, educar a nuestra juventud en un valor falso como lo es la Paz abstracta. Aunque nuestra instintiva maldad nos facilita mucho la realización de la violencia, nuestra conveniencia vela por nuestra también naturaleza social, de modo que, de su equilibrio salimos pacíficos por la cuenta que nos trae, de no ser que, nos convenga puntualmente un comportamiento contrario a la sociedad, pero de alto provecho particular o de los nuestros, en cuyo caso nos ampara el derecho natural a ejercer violencia para preservar nuestros intereses. Estoy al tanto de los avances realizados a favor de la recolección de pruebas que soporten la solidaridad dentro de nuestra constitución animal, y ciertamente haberlas, haylas, pero no me convencen pues, mientras la solidaridad y el comportamiento altruista aparecen de forma excepcional, no así el violento, al cual debemos el ser como somos, sino en su totalidad, al menos en su mayor parte.
Sea como fuere, querido lector, asentirás conmigo que bien por amor a Dios, o miedo al demonio, la mayoría de nosotros por lo común tenemos un comportamiento pacífico. Yo por ejemplo, pese a conocer nuestra tendencia al Mal, concedo a mis iguales la ventaja de no ser peores que yo, y aunque ya nadie está en condiciones de sorprenderme moralmente pues espero de todos lo peor, acepto que físicamente si lo puedan hacer para poder interactuar en este cochino mundo de impostura general; así, sin miedo, salgo a la calle dispuesto a concederos el derecho a hablar conmigo aunque no me conozcáis, ayudaros en lo que pueda me lo pidáis o no, ser amable con vosotros sin nada a cambio salvo reciprocidad, ejerciendo toda la educación recibida, los principios cívicos inculcados, sin necesidad de mirar de reojo a la ley positiva que nos hemos dado para evitarnos tal como verdaderamente somos… Y es que, una cosa es procurar que vuestros hijos sean pacíficos, y otra muy distinta, convertirles en pacifistas, condición muy perjudicial para ellos personalmente, y para nuestra futura sociedad.
La diferencia entre la gente pacífica y los pacifistas, es que los primeros no se meten con nadie si nadie se mete con ellos, mientras los segundos son unos auténticos tocapelotas que convierten la virtud en vicio, pervirtiendo la esencia de la Paz, cuál es, la de garantizar la pervivencia del individuo y de la especie, poniendo en riesgo a los elementos que practican semejante idiotez y a su vez al colectivo en el que se integran. No voy a negar la autenticidad de los ingredientes sentimentales que mueven esta enferma ideología, por cuanto podría ser cierto que, de todos ser pacifistas, seguramente todo sería mejor que ahora, pero la estadística dice que la posibilidad de que todos los seres humanos seamos pacifistas a un mismo tiempo, no es que sea remota, es que es imposible, para todo aquel que sepa como funciona el mecanismo darwiniano que avala el proceso evolutivo, dado que, mientras haya un individuo ajeno al espíritu pacifista, el pacifismo no podrá avanzar, dado que a nada que superase la mitad de la población de la especie, los elementos agresivos acabarían con sus indefensos miembros y solo se propagarían los violentos, involucionando con ello a etapas muy anteriores a la aparición de los homínidos; pongamos un ejemplo: imagínense ustedes que en Madrid triunfaran los pacifistas, supongamos que por lo que sea, hubieran convencido al 90% de sus ciudadanos, ¿cuál sería el resultado? Tenemos dos opciones, que el 10% de los agresivos o violentos se acoquinaran y se aviniesen a un entendimiento con los pacifistas, o por el contrario, que aprovecharan la ocasión y se hicieran con el control de la situación y exterminaran a la población pacifista. Si su opción es la segunda, la consecuencia es clara: la especie, al menos en Madrid se habría perfilado más violenta y agresiva que antes y se propagarían más los genes violentos, consiguiéndose lo contrario de lo que se decía perseguir, de modo que, no conviene se extienda esta nefasta doctrina. De no ser que…la misma sea una herramienta de manipulación masiva, utilizada por los elementos agresivos actuales para que les facilitemos las cosas, como los Reptiloides de los que habla David Icke, por poner un caso que, aunque discutido, tiene su enjundia.
El espíritu pacifista viene apareciendo a lo largo de la historia tras los horrores de la guerra: pueden rastrearse desde “Historia de la guerra del Peloponeso” de Tucídides, hasta “Guerra y paz” de Tolstoi, pasando por “La paz perpetua” de Kant. Y ¡cómo no! tras las dos Guerras mundiales, su presencia entre la gente arraigó con mayor fuerza, tanto como espanto habían causado las anteriores. La victoria de Gandhi frente al Imperio británico le dio alas, el movimiento hippie y Cia, lo auparon a lo más alto, en un frenesí de auténtico amor ciego por el riesgo, pues pocos entendieron el oculto mensaje ya emitido por Jesús desde la cruz, ahora reencarnado en los nuevos apóstoles de la paz como Gandhi, Luther King, Lennon…
Haciendo mía la letra de Alaska “retorciendo palabras de amor” intentando que quieran decir lo que yo no me atrevo… si no participamos de “si deseas la paz prepara la guerra”, ni de que “la mejor defensa es un buen ataque”, que menos, ser prudentes y comulgar con que “el mejor ataque es una buena defensa”, que por supuesto en boca mía, no se trata de preparar a la juventud en la resistencia pasiva, sino en la Resistencia Activa, enseñarles a organizarse por grupos de afinidad, crear secciones de Acción Directa, Brigadas de Autodefensa, aprendizaje en el manejo de armas y explosivos, conocimiento del medio cercano, y sobre todo prepararles mental y psicológicamente para el combate tanto material como ideológico que está a punto de estallarnos delante de nuestras narices, porque como dice Seguridad Social “no quiero hablar de la lucha si no estamos preparados”. Por eso urge un cambio legal que permita a la ciudadanía portar armas para su autodefensa, y conviene que la vanguardia consciente de la situación o cuantos hayan tomado nota del Manifiesto publicado y prohibido en Francia por el Comité Invisible, aproveche los vigentes resquicios jurídico-empresariales para constituirse en empresas privadas de seguridad para hacer acopio del instrumental, logística e infraestructura adecuada: campos de entrenamiento, armamento, parque móvil blindado, reclutamiento de biólogos y químicos, y el largo etcétera del que ya disponen Prosegur, Securitas…. para hacer frente a las castas agresivas reptiloides que desean confundir a las futuras generaciones a través de las escuelas y la educación para la Paz.
Con todo debo reconocer que es bueno educar en y para la paz a personas agresivas y violentas, si es que eso es posible en una sola generación, pero bajo ningún concepto a personas que ya gozan de una personalidad pacífica, pues se supone que para algo hemos legado al Estado nuestra capacidad natural de actuar por cuenta propia, otorgándole la potestad de emplear la fuerza para nuestra defensa con quienes rompan abiertamente nuestro acuerdo de no beligerancia. No nos equivoquemos entonces en lo que se propone en estas líneas; educar para la Resistencia, no supone negar ni la potestad del Estado para ejercer la fuerza en monopolio, ni suplantar competencia alguna suya, sino poner en práctica el sentido común que apela a la prudencia cuando el horizonte de actuación se presenta confuso. Si malo es atender a profetas agoreros que vaticinan catástrofes y el Fin del Mundo por paranoia profesional, no lo es menos desatender las evidencias en la creencia de que por no verlas, estas desaparecerán.
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