EpC: De cómo sentarse en el autobús

Aquí no tenemos ese problema. Todos somos amigos: cambiamos cromos, vamos juntos a comidas y cenas, y no nos importa tener que pasar unas horas juntos. A fin de cuentas cobramos lo mismo.

Allá por los años treinta, había un hombre culto, sensible, idealista y de gran oratoria, amante de las artes y los animales, disciplinado, entregado a su trabajo, honesto, abstemio, vegetariano, con gran sentido del humor, galante con las mujeres, cuyo propósito en el mundo era traer la Paz y la prosperidad para su pueblo y sus vecinos…claro que Adolf también buscaba “Lebensraum” término que solo dicho en alemán asusta, pero que no es otra cosa que “el espacio vital” que todos precisamos para vivir en sociedad.
Cualquiera que se meta en un buscador podrá localizar infinidad de estudios sobre cómo funciona nuestro particular calibraje del “espacio vital” y cómo este varía su tamaño en función de si interactuamos con la pareja, los distintos miembros familiares, amigos, personas de otro sexo y edad, gentes de otra raza y cultura… pero también en función de la circunstancia, pues es evidente que somos capaces, si no hay más remedio, de estar unos junto a otros apretaditos sin capacidad para bailar que es a lo que supuestamente uno acude a la discoteca. Y ¡Claro! Este “ si no hay más remedio” da para mucho cuando no queremos ni por lo más remoto que alguien se siente a nuestro lado y nos invada nuestra “Lebensraum”
Por supuesto, uno debe aprender ciertas cosillas desde pequeñito, sin que nadie se las enseñe de forma reglada; entre ellas es a no sentarse en el mismo banco cerca de un desconocido cuando hay más bancos libres en los alrededores al alcance de la vista, y a no hacerlo justo al lado si solo hay un banco, cuando el otro extremo del mismo está vacío, además de peligroso, puede resultar embarazoso por los múltiples equívocos a los que da lugar entre personas de sexo opuesto y no digamos del mismo sexo…otro tanto rige para los asientos del autobús. Mas como sucede que hay demasiada gente a medio cocer en su formación básica, algunos han empezado a confeccionar distintas estrategias para evitarse en lo posible verse afectados en su intimidad espacial, fruto de una dilatada observación que paso a relatar.
Las personas, siguiendo las pautas individualistas de nuestra segura sociedad, buscan la soledad y que nadie les incomode en su Lebensraum, cosa que cuando el mundo era algo más inseguro, era bien a la inversa: todo el mundo buscaba la cercanía…el caso es que al entrar al autobús más o menos la regla entre nosotros consiste en ir sentándose en aquellos lugares donde los dos asientos estén libres, y solo accedemos a sentarnos en un asiento donde ya hay un vecino al lado, cuando todas las parejas de asientos, ya tienen un ocupante. Sabido esto, se ha colegido que los asientos que más boletos tienen de ser ocupados por un vecino cuando todas las parejas ya han sido mancilladas con presencia indeseable, son los de alante por personas mayores y gente que se marea, cuya circunstancia personal les compensa el verse invadido su “Espacio Vital” y también los de atrás, precisamente por gente como ellos que busca denodadamente no tener nadie a su lado, realidad verdaderamente incómoda, dado que se juntan personas bastante irascibles por la presencia de los demás, y que se pasan el viaje pensando “¡Por qué a mi! Por qué me ha tenido que tocar a mi que este idiota se siente a mi lado…” Así pues, los mejores sitios son los centrales a los que las personas con problemas no llegan y los que buscan asientos libres, pasan de largo. Con todo, hay problemas con individuos despistados que son capaces de sentarse en el primer sitio que encuentran: el que tú hayas dejado libre junto al pasillo. Para evitar este percance, una primera táctica consiste en dejar algún tipo de bulto en el asiento, una chaqueta, un libro, un maletín…algo que le haga ver al que viene que para sentarse junto a ti, va a tener que pedirlo y preferirá buscar otros sitios junto a otra persona que todavía no se haya familiarizado con dicha técnica del bulto sospechoso. Claro que hay un momento en que los recién llegados a un autobús con bastantes pasajeros, no les quedan más asientos que los ocupados por bultos. ¿Qué hacer entonces? En este caso, conviene no mirar a quién viene por el pasillo, es mejor perderse entre las hojas de un periódico, para que ese indeseable de última hora, prefiera hablar con un ingenuo que le mira a su paso, antes de tener que interrumpirte en tu lectura. En cualquier caso, lo que nunca se ha de hacer, si se desea mantener el Espacio Vital intacto, es hacer ademán de retirar las cosas a su paso, ni cuando aparentemente haya pasado, la capacidad desesperada de un ojo buscando donde sentar su trasero alcanza un ángulo de visión superior a los 180 grados. No obstante, hay que estar preparados psicológicamente por si sucede ser fatídicamente preseleccionados; en ese momento, se debe cuidar la coreografía de gestos y palabras; una equivocación ¡Y lo tienes sentado a tu lado! Lo primero, es dejar tu cuerpo de frente y girar bruscamente la cabeza, esta vez sí mirando fijamente a quien te interrumpe y espetándole “¿ Quieres sentarte?” o mejor aún “¿No querrás sentarte?” Lo normal es que de haber otro sitio libre, prefiera salir de tu presencia pitando. Pero también hay gente muy cabrona que basta que te fastidia tener alguien al lado, para que se empeñen en sentarse cerca de ti. Por eso, empieza a ser muy recomendable sentarse en el asiento que da al pasillo y dejar los bultos junto a la ventana; con ello conseguimos plantear una especie de barricada corporal que habrá de ser franqueada por los potenciales intrusos, quienes por lo general, preferirán solicitar que les retiren bultos de asientos del pasillo, a atreverse pedirle a alguien que se levante para dejarlo pasar. Pero esta estratagema tiene un clamoroso defecto, a saber: que mucha gente prefiere ventanilla, y evidentemente, para gente así, localizar un puesto le permite vencer todo escrúpulo. Para estos casos se ha ensayado fortificar la posición corporal asiendo con las manos el asiento delantero para evidenciar la situación, pero con bajo resultado. Hasta aquí, digamos que ha bastado la sugerencia, la persuasión, y un poco de psicología. Pero a veces, es necesario ir un poco más allá…aún a costa de quedar como un cochino y mal educado, puedes dar a entender que el asiento libre está libre porque está sucio o pringado de algo…Por supuesto, todos estos esfuerzos tienen sentido siempre y cuando hay indicios de que el autobús no se va a llenar. De lo contrario, se invierte la estrategia y se actúa de tal modo que a tu lado se sienten chicas guapas, y en el peor de los casos , personas delgadas.

3 comentarios en «EpC: De cómo sentarse en el autobús»

  1. Por supuesto. Me agrada que te haya gustado el texto y que te tomes la molestia de enlazarlo y pedir permiso. De ahora en adelante, puedes hacerlo cuando desees con cualquier artículo de este blog.
    Gracias.

  2. Tienes mucha razón en lo que dices. Nos comportamos más como mamíferos que se mueven por instinto que como animales racionales interesados en la excelencia de los servicios públicos. Atinadas consideraciones sobre el espacio vital. Usted si que sabe.

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