No estoy acostumbrado a mostrar públicamente mi parecer sobre hechos que supongo todos nos desmarcamos íntimamente desde nuestra recta razón y aún desde lo más profundo de nuestros corazones, por cuanto se me antoja empalagoso decir aquello en lo que todos estamos conformes que para mítines ya están los políticos.
Mas, como quiera que por haberme sometido las últimas semanas a una desconexión voluntaria de los medios de comunicación de toda especie, orales, escritos, visuales y electrónicos, a fin de practicarme una purga mental para recuperar algo de salud psiquica con ánimo de afrontar la amenaza en ciernes de una nueva campaña electoral que promete ser de lo más inmunda, renovando fuerzas espirituales con la ilusión de poder pensar por mi mismo sin que en la sesera retumben las consignas del Telediario, sucede que el pasado Lunes, paseando por las calles de Bilbao, me vi completamente sorprendido por los acontecimeintos de todos conocidos, de cuyo susto, todavía no me he repuesto. Y es por eso que, a modo de terapia, así en caliente, por primera vez en mi vida, me dispongo a hacerles llegar un personal comunicado de rechazo a lo sucedido en Bilbao, al más puro estilo del Ministerio del Interior.
Tras los últimos tristes y bochornosos incidentes acaecidos a plena luz del día en las calles de Bilbao, deseo mostrar mi más enérgica repulsa y condena ante etos actos de barbarie provocados por esa lacra de la sociedad que es el terrorismo criminal y asesino llevado a cabo por individuos antisistema, auténticos desalmados, malnacidos, que siembran el caos y la destrucción allá por donde pasan entre la población civil de nuestros pueblos y ciudades.
Igualmente, deseo transmitir toda mi solidaridad, todo mi afecto y apoyo, a cuantas personas de bien, a cuantos padres de familia procuran educar a sus hijos en las virtudes buerguesas del trabajo, el ahorro y el sacrificio, a cuantos ciudadanos cumplidores de su deber, pagadores de impuestos, se hayan visto seriamente afectados por las acometidas de esta gentuza, mayoritariamente llegada de fuera, enviando un afectuoso saludo a los trabajadores, asalariados y comerciantes que han vivido con angustia y temor la visita de estos vándalos, pues una cosa es saber de ellos por radio, prensa y televisión y otra muy distinta tenerlos al lado de tu propia casa, a pie de tu establecimiento, a las puertas de tu pequeña empresa…
También deseo mostrar públicamente mi hartazgo ante hechos que deberian ser perseguidos por la ley con mayor energía y eficacia que la mostrada por la Ertzantza el día de autos, porque si es preciso entrar a saco donde están reunidos los alborotadores de siempre pergeñando sus inquinidades contra la paz, la seguridad y el Estado de Derecho, se entra sin miramientos con cuanto material antidisturbios sea menester para la ocasión, disparando pelotas de goma, lanzando gases lacrimógenos, a balazo limpio si se resisten a su dispersión y sobre todo practicando detenciones entre sus significados cabecillas identificados por las cámaras de televisión, para estar en disposición de expulsar por via sumarísima a los sinvergüenzas que vienen de fuera a liarla y a los autóctonos, a los de siempre poderles tener bien vigilados para que tengan más dificil su reincidencia.
Y por último, no quisiera pasar la oportunidad de mostrar mi repudio a que estos criminales que han sembrado el terror en nuestra tierra y a nuestra gente hayan sido recibidos amablemente por los representantes democráticos de las instituciones más cercanas al pueblo que sufre sus desmanes, cuáles son, el Ayuntamiento, la Diputación Provincial y el Lehendakari. Lo que procedía era haberse reunido en sesión plenaria extraordinaria al objeto de votar y emitir un comunicado declarando al los miembros del FMI “Personas no gratas” y acto seguido, haber dado orden a la Ertzantza, a la policía Nacional, a la Guardia Civil y hasta al Ejército, de impedir su acceso por tierra mar y aire.