Pagamos más que nadie

Si de pequeños no leyeron nada de “Historias de Ninguno” obra muy recomendable de Pilar Mateos o nunca nadie les dijo nada sobre la “Concordancia de polaridad” en castellano, más conocida como “Doble negación” que a diferencia de la lógica o la matemática, en vez de anular su naturaleza pasando a positivo el significado del mensaje, no sólo no lo elimina que lo refuerza, la verdad es que, no se han perdido nada, salvo alguna que otra paja mental, si de repente les diera por analizar las líneas precedentes con detenimiento.

Mientras los chinos se esfuerzan en demostrar la viabilidad del antiguo bazar frente a las grandes superficies y el Gobierno el modo de rescatar el oficio de limpiabotas, los prestamistas han resucitado las Casas de empeño solo que en vez de presentarlas con el aspecto sombrío del rancio recuerdo novelado, lo hacen en lo más céntrico de nuestras zonas comerciales y esparcimiento por medio de chillones letreros enormes donde con letras grandotas anuncian ¡Compro oro! entre un Casino “On Line” y una tienda de ropa “pret a porter” confeccionada por esclavos de Bangladesh.

Estas casas de empeño han proliferado gracias a lo bien que va la crisis, apoyadas por el más fétido capital salido de “Las cloacas de la economía” del profesor Velasco. No obstante, la situación no debe estar lo suficientemente madura para que la ciudadanía se desprenda de todos los tesoros materiales acumulados durante una vida de trabajo y sacrificio, pues últimamente, a los constantes anuncios en prensa que ya rivalizan con los de prostitución en los más recatados medios y a los ya citados exagerados cartelones que inundan las paredes de nuestras calles, las mismas donde se prohíbe a las Asociaciones de Comerciantes y Vecinos acometer cualquier iniciativa en sus fachadas que modifique visualmente el entorno por un administrativo bla,bla,bla, que sólo rige para quienes no se prestan a sobornar a las autoridades criminales, se les han sumado otros igual de llamativos, gigantes con gruesas letras con la atractiva exclamación ¡Pagamos más que nadie! Muy difícil de olvidar.

Pues bien, el otro día paseando por una de nuestras urbes, me quedé con la copla de uno de esos establecimientos. Como cualquiera de ustedes, lo primero que entendí fue “¡Somos los que más pagamos!” o cuando menos ¡Pagamos como los que más! Y así de tonto me hubiera quedado, de no ser porque a la vuelta de la esquina me di de bruces a lo rompetechos con otro letrero que también prometía lo mismo ¡Pagamos más que nadie!

Mi mente ociosa todavía no se había caído del guindo semántico engolosinada como estaba especulando con la posibilidad de sacar una alta rentabilidad de tan magna competencia entre ambos establecimientos pues bastaría con ir con un solo anillo de uno al otro en sucesivas ocasiones para que se vieran obligados a aumentar alternativamente el pago de no quererse ver denunciados ante la Oficina del Consumidor por falsedad en su publicidad. Y echando esos cálculos de la lechera entremezclados con algunos apuntes de la Teoría de Juegos, vi en una misma calle otros dos locales que anunciaban uno frente al otro lo mismo ¡Pagamos más que nadie! ¿Cómo era posible?

Verificado que no se trataban de franquicias de una misma empresa extractora, recapacité sobre lo que decía la expresión ¡Pagamos más que nadie! Esta exclamación se basa en que en verdad, ¡Nadie paga! Pero no es que en España nadie pague por los delitos, por la corrupción o por el fraude…Cuando digo que ¡nadie paga!, me refiero a que la acción de pagar la debe realizar siempre alguien o algo. Nadie, no puede pagar nunca. El día que nadie les pague ¡Será un milagro! Siendo entonces imposible que nadie pague nada, es de Perogrullo que pague lo que se pague, ya pagarán más que nadie. Este es el modo en como todos estos establecimientos pueden permitirse el lujo de anunciar ¡Pagamos más que nadie! Y cumplirlo todos a la vez, pues paguen por una pulsera cien, diez un euro, ya pagan todos más que nadie.

Desamortización de la Banca

Sin necesidad de poesía, las palabras dicen más de lo que la velocidad oral o lectora mental les dejan expresar en el vertiginoso torrente comunicativo del momento. A propósito de la decisión de la Junta de Andalucía de poner a disposición de los desahuciados los pisos vacios que en su poder tiene la Banca, los medios de comunicación cómplices, no han tardado en hablar de “Expropiación” que remite a “Propiedad” y ésta al “legítimo derecho de su disfrute y posesión por parte de su dueño” cuando lo suyo hubiera sido calificar la medida de “Desamortización” que además de informar con auténtica propiedad sobre el particular, validaría por una santa vez, los caducos conocimientos de Historia burguesa que nos inculcaron de pequeños durante el lavado de cerebro colectivo que es la educación escolar, que por algo la convierten en obligatoria.

Sin entrar al detalle de lo acontecido en Andalucía, que ni de lejos se aproxima a lo que verdaderamente sería justo y necesario, lo cierto es que su sólo gesto publicitario debería bastar para que los representantes sociales y democráticos se plantearan seriamente la posibilidad de emprender una Desamortización inmobiliaria de la Banca, poniendo cuidado de no cometer los mismos errores permitidos durante la famosa disposición de Mendizabal.

Por refrescar la memoria pupitresca, apuntaremos que la palabra “Desamortización” en España remite al proceso económico-social emprendido por Godoy consistente en poner en el mercado, previa expropiación forzosa, las tierras que se encontraban en poder de las llamadas “manos muertas” acumuladas durante siglos por medio de herencias o donaciones. Huelga destacar, el juicio positivo con que el profesorado a sueldo del Estado liberal transmite la lección y el pleno asentimiento confiado con el que el alumnado obediente comparte el placet histórico concedido a la medida entonces adoptada, por la cuenta que le trae si desean ser aprobados en los exámenes. Sea como fuere, el caso es que todos hoy damos por buena aquella Desamortización de los bienes eclesiales, más rara es la ocasión en que desde los libros de texto se nos ofrece la provechosa enseñanza que podríamos extraer de tan pomposa página liberal de la historia, cual es, la de actualizar el escenario para identificar los bienes baldíos que precisa la población para su supervivencia e identificar quienes son las “Manos muertas” que los retienen sin provecho alguno siquiera para ellas, ocasionando empero, grandes perjuicios sociales, como por ejemplo los impagos a las comunidades de vecinos, sin ir más lejos.
Es evidente, que los inmuebles vacios, casas habitables o lonjas comerciales, son los bienes necesarios para que la gente pueda vivir y trabajar. Y es indecente que mientras miles de familias no tengan dónde poder cobijarse del frio o de la lluvia y miles de comerciantes hayan tenido que cerrar sus negocios por no poder pagar los alquileres, dichos bienes sean respetados como propiedad privada, cuando como en estado de Guerra deberían ser declarados de utilidad general y arrebatados de las Manos muertas de la Banca por medio de una Desamortización Bancaria.
Atendiendo al significado más coloquial del Verbo “Amortizar” de reembolsar gradualmente el capital de un préstamo o deuda, “Desamortizar” sería poco menos que una sinvergonzonería; Pero la RAE, que sabe más que yo de estas lides semánticas declara que “Desamortizar” es “dejar libres los bienes amortizados; Poner en estado de venta los bienes de manos muertas, mediante disposiciones legales” cosa que se ajusta más a lo aprendido en el aula de Historia. La razón de tan ancho margen de maniobra la hallamos en la etimología de la palabra “Amortizar” que lejos de tener que ver con el “Amor” más parece haberlo con la “Muerte” pues proviene de la voz latina “Admortizare” compuesta del prefijo “Ad-“ (Hacia) –mort- (Muerte) y el sufijo grecolatino –izar, (Convertir en) que pude traducirse por “Camino de la muerte” que es en lo que se ha convertido para muchos ciudadanos la milla verde de la hipoteca bancaria tras cuya firma bien podría exclamar el director de cualquier sucursal eso de “dead Man Walking” (Hombre muerto andando) que le gritan al condenado a muerte camino de patíbulo en Estados Unidos.
Con todo, hemos de reparar en dos detalles nada baladíes: El primero, pondría en cuestión denominar “Manos muertas” a la Banca, antes bien les va mejor la expresión “Manos asesinas”. El segundo repararía en que la medida no sería ni una “Expropiación” ni una “Desamortización” sino el resultado justo de quien toma lo que es suyo habida cuenta de los miles de millones ya entregados por parte de los sucesivos gobiernos con nuestros impuestos.

El país de Crim

El diccionario remite “Criminal” a “Crimen” palabra de origen latino que a su vez integra el lexema indoeuropeo “Krei” que supone segregación, discriminación, separación, división, etc. Por ello, bien pudiera ser en grado de hipótesis que, tanto la palabra como su significado tuvieran su origen en un tiempo muy anterior a la constitución de los primeros Imperios reconocidos por la Historia.
Mientras la humanidad deambulaba nómada en busca de alimento siguiendo los ciclos de los frutos silvestres o pastos para su ganado, poca oportunidad había de que el sujeto prosperara en detrimento de los intereses del grupo. Fue con la sedimentación agrícola fundamento de la primera acumulación de riqueza, que el individuo tuvo oportunidad de reivindicarse como distinto de la familia, clan, tribu, o aldea. Fue este uno de los urgentes asuntos a despejar por las comunidades arcaicas, cuyo trauma quedó plasmado en Mitos, donde los Héroes enarbolan precisamente el valor del sujeto ante el cuerpo social, si bien, todavía en beneficio del colectivo como representan las figuras de Hermes o Prometeo, frente a los cuentos donde precisamente se castiga la libre actuación de los personajes persiguiendo su único provecho siendo presentados como la encarnación del Mal, verbigracia, la Madrastra de Blancanieves.
Aquellas endebles entidades, en cambio, se sentían fuertes todavía frente al empuje de los individuos contemplando a los egoístas más como una desgracia para ellos que como una amenaza para la comunidad. ¿Quieres ser libre? ¡Adelante! Pero solo. ¿Quieres ir a cazar por tu cuenta para quedarte la mejor pieza? ¡Ve! ¿Pero ya podrás cargarla a cuestas hasta tu casa? ¿Quieres tener tu propia choza para ti únicamente? ¡No hay problema! Te la construyes fuera de la empalizada y que te hagan compañía las fieras…Y así con todo.
Pero a medida que el grupo crecía, también lo hacia el sentimiento diferenciador constituyéndose gradualmente la Conciencia personal en contraposición de la comunal. De este modo, se pasó de “No soy nada sin el grupo” a “El grupo nada es sin mi” culminándose su recorrido intelectual con Luis XIV exclamando ¡El Estado, soy yo!
Para la resolución de estos conflictos, las sociedades primitivas, en su sabiduría, antes que la pena de muerte, la esclavitud, los trabajos forzados o la privación de libertad, instituyeron la expulsión de la comunidad de aquellos miembros poco colaboradores para con ellas. Reflejo de aquellas tímidas fórmulas de solventar las nuevas situaciones presentadas por las fricciones entre el individuo y la sociedad, quedaron medidas como el ostracismo, la excomunión o el destierro.
Pues bien, entre el 8.000 y el 5.000 antes de nuestra Era, pequeñas jefaturas de Euroasia y la cuenca mediterránea coincidieron en expulsar de sus sociedades a quienes querían vivir exclusivamente para su exclusivo provecho, tomando de sus vecinos cuanto les apetecía mas sin aportar nada de su parte, amparándose en su derecho Natural y que la Tierra les había parido libres. Y como quiera que por aquellas fechas todavía no hubiera nacido la Filosofía, lejos de debatir tan árida cuestión que Aristóteles diluyera afirmando la naturaleza social del Hombre, no dudaron en dejarles ejercer su deseada libertad, pero fuera de sus fronteras.
Marcados como Caín, sin mediar acuerdo internacional alguno entre las incipientes entidades políticas de la época, los expulsados de todo poblado, atravesaban los territorios sin hallar recepción hospitalaria hasta arribar a la zona más occidental del continente, lugar abrupto rodeado de mar, salvo por un estrecho paso montañoso. Allí se asentaron todos los egoístas del mundo civilizado, quienes miraban por su máximo interés, cuantos buscaban beneficiarse del resto sin arrimar el hombro y los que no tenían freno moral en saltarse tradiciones, costumbres, pactos y leyes si eso les deparaba un privilegio o ventaja sobre los demás.
Aquel territorio separado del fin del mundo a donde no había llegado nadie hasta entonces, era conocido como, el País de Crim, sinónimo de infierno, lugar sombrío en la neolítica lengua Nostraica, de cuyo modelo surgirían el resto de imágenes del Tártaro, Hades, Sheol…a cuya imagen y semejanza muchísimo después se construirían las prisiones, precisamente para los criminales.
Las primeras hordas de corruptos, asesinos, traidores, ladrones, timadores, estafadores, mentirosos, simuladores, vagos y maleantes, pronto sintieron la necesidad de organizarse evolucionando en breve plazo del libertinaje a la creación del primer Estado de la Prehistoria, donde todos eran felices ciudadanos libres de Crim con desigualdad de derechos y obligaciones, pasando a denominarse ellos mismos “Criminales”, pues no otra cosa significo el término en su denotación oficial, aunque literalmente la traducción etimológica de “crim (Infierno)-in (En; dentro de; conservado en lengua inglesa)-al (Suerte; cuyo rastro puede seguirse en, alegría, aleluya, Alejandro, en la expresión latina “Alea jacta est” o en el saludo alemán “Alles gute”) fuera “Afortunados en el Infierno”.
Tras cruentas batallas por el poder donde los hijos mataban a sus padres, testimoniadas en las cosmogonías de los dioses, uno debió erguirse por encima del resto convirtiéndose en Rey cuyo título era “Crim de Crim” de donde procede la expresión “Crem de la crem” siendo su sentido “ciudadano de los ciudadanos”, pero que pronto pasó a significar “El criminal de los criminales” en el mejor sentido de la palabra.
Era evidente, que si todos los habitantes del país eran criminales, lo único que debían hacer para garantizar la paz social, era dotarse de unas instituciones criminales y unos gobernantes igual de criminales que ellos para que les representase. Gracias a tan coherente decisión, tras una transición depurando a los miembros menos inclinados al vicio y el delito mediante la forma de los sacrificios humanos allí instituidos, el País de Crim iba bien y los criminales de toda condición estaban encantados: Las empresas criminales hacían grandes negocios criminales gracias a las subvenciones criminales otorgadas por los políticos criminales quienes a su vez recibían criminales donaciones de aquellas, al tiempo que daban muestras continuas de su lealtad criminal al “Criminal de los Crminales”, es decir al Rey de Crim, cuyos familiares demostraban a todo el mundo por qué la Casa real “Crim de Crim”, era merecedora del título.
Evidentemente, cuanto más criminal era uno, mejor le iba en el País de Crim. Los criminales desde muy niños eran educados para la traición, la insidia, el engaño, la artimaña, de modo que, para la adolescencia, todos los jóvenes criminales ya poseían nociones básicas sobre malversación de fondos públicos, cohecho, evasión fiscal, economía sumergida, blanqueo de dinero, caja B, y un sinfín de conocimientos útiles para su posterior vida adulta. Huelga comentar, que a esas edades, ya barruntaban en sus mentes deseos de matar a sus progenitores para cobrar la herencia y cosas por el estilo.
Acaso por ello, alguno, de mayor, viendo defraudadas sus expectativas criminales, se lamentaba de que los gobernantes criminales sólo cometían crímenes en su propio beneficio, reproche injustificado que pronto era reprendido por otro criminal familiar, amigo, vecino o compañero, quien le recordaba que “él haría lo mismo en su lugar” o que “no se debía generalizar”. Pero lo cierto es que, en el País de Crim, todo era criminal por definición: la banca era criminal, la industria era criminal, los sindicatos, los Partidos, los científicos, los religiosos, los deportistas, los artistas…Todos, absolutamente todos, eran criminales. Tan pronto aparecía en el plato carne de caballo en vez de solomillo de ternera, como desaparecían cien mil toneladas de carbón bajo la lluvia; Aquí te raptaban bebés, allí faltaban millones. Todos se mataban por robar, y el que no cogía su parte era por falta de oportunidad, no de ganas. Quien más quien menos, se escaqueaba en su trabajo, defraudaba al fisco, se procuraba un enchufe en la administración, copiaba en los exámenes, sobornaba para obtener títulos académicos, echaba de menos en el peso que por si acaso estaba también trucado, falsificaba moneda, publicaba plagios, incendiaba bosques para recalificar el suelo, aceptaba regalos de las farmacéuticas por recetar los medicamentos más caros, etc.
Paradójicamente, el País de Crim, desde su aislamiento geográfico, pronto se convirtió en paradigma de prosperidad para todo el mundo. Los reyezuelos de todos los rincones del planeta vieron en su ejemplo un patrón a imitar. En consecuencia, desde Egipto a la China, pasando por la india, Mesopotamia y resto de las grandes civilizaciones, allí donde las primeras culturas situaron al Occidente el primer infierno, ahora colocaban los paraísos terrenales, como el Jardín de las Hespérides, los Campos Elíseos, o la mismísima Atlántida. Y ese es el motivo también de por qué hasta hoy, los Estados y sus mandatarios son en su mayoría criminales.
Debió ser por aquella época que se fijara en lengua Indoeuropea la raíz “Krei” al significado de “Separado, dividido, segregado, discriminado” en recuerdo de aquel territorio aislado del continente donde fueron a parar los segregados de todos los pueblos primitivos. Para entonces hacía mucho que el País de Crim había desaparecido como tal, acaso porque sus habitantes fueron reclamados por todos los gobernantes para poner en práctica su modelo de desarrollo en sus propios reinos. Muchos han creído hallar en la actual península de Crimea un posible vestigio de aquella ancestral comunidad de criminales de la que provienen todos los Gobiernos del mundo; Empero, todo parece indicar que como en el caso de la Iberia Caucasiana, la coincidencia sea sólo nominal, como ha querido el idioma que “Criminales” y “Crisis” compartan la misma etimología aquí expuesta.

Sobre el sobre

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Que la Mayoría Absoluta cosechada por el PP en Ayuntamientos, Diputaciones, Capitales de Provincia, Autonomías, Senado y Congreso copando todos los cargos institucionales habidos y por haber les permitiría acometer cuantas reformas juzgaran oportunas sin la menor oposición a golpe de decreto, era cosa de preveer. Lo que nadie fue capaz de imaginar es que la sobrada mayoría del PP cobraría un sentido distinto al que le dan los politólogos para adquirir un tono más afín al de la economía real. Y la verdad, o me está traicionando el subconsciente o el idioma no acompaña nada en evitarme líos, pues entre lo de “Cobrar” y “Real” parece que esté manejando un doble lenguaje para quien sepa leer entre líneas cuando menos falta hace.

Todos hemos notado desde el mismísimo inicio de la legislatura que tanto Rajoy como el resto de miembros del Partido Popular, andaban “sobrados” en el sentido etimológico aportado por la preposición “sobre” de origen primeramente latino “super” y un poco más allá indoeuropeo “uper” de donde derivaría al griego como “Hiper” que en cualquier caso se corresponde mayormente con el significado de “Encima de”, sentido del que es deudor el sustantivo castellano “Sobre” cuyo objeto es contener algo oculto a la vista, generalmente una carta, más declarando encima del mismo, quién lo entrega y quién lo recibe, cuando no un breve recordatorio de lo que va en su interior.

Pues bien, la sabiduría popular supo en su día asociar la idea del “dinero extra al sueldo” con el modo habitual de entregarlo en un sobre dando origen al término “Sobresueldo” que no denota tanto “dinero por encima del sueldo”, cuanto “dinero oculto en sobre”.

Podríamos continuar departiendo sobre el sobre y el otro sobre hasta aclarar por qué hay una palabra como “Sobresaliente” pues es de suponer que si algo sale, será que sale por encima de algo. Pero los sobres que tanto están dando que hablar, precisamente, más que sobresalir, se han sobreocultado, si es que no atendemos a las cifras ciertamente sobresalientes que contenían los sobres que dice mucho de lo que los partidos sobrestiman a sus más fieles colaboradores.

Para enredar más las cosas, el infinitivo puñetero “Sobrar” hace alusión a las “sobras” que es “lo que hay de más” que generalmente se entrega a los perros por de bajo y no encima de la mesa. Pues bien, los políticos declaran que en su partido ¡sobran los sobres! queriendo dar a entender que no hay sobres. Sin embargo la exclamación, de escucharla Freud, no dudaría en calificarla de inequívoco lapsus Linguae que trasluciría lo que es una práctica habitual entre sus dirigentes, porque la afirmación “En mi partido ¡sobran los sobres! Significa literalmente que abundan, o sea que hay gran cantidad. Lo mismo vale para cuando declaran que en las Instituciones ¡Sobran los corruptos, ladrones, chorizos! Y paren de contar que de estas la democracia española va a acabar como el camarote de los hermanos Marx.

Y no es coincidencia que hablando del sobre, hayan salido a relucir “las sobras”, pues que mejor nombre merecen las cuantías correspondiente al dinero sobrante recibido sobremanera de empresas constructoras por “las obras” concedidas por la Administración, recibidas y entregadas en sobres.

Por último, debo comentar un detalle que me a alarmado sobre este particular: A la luz de las investigaciones judiciales y de lo que van publicando los medios de comunicación, hay un hecho claro, a saber: la primera burbuja en estallar en este país, no fue la tecnológica, ni la de las hipotecas basura, ni la inmobiliaria, ni siquiera la financiera, la primera burbuja en explotar y más que explotar, desinflarse fue la de la corrupción. ¡Como lo oyen! Mucho antes de que sucedieran todas las demás, según parece, en pocos años los corruptos se apretaron el cinturón, pasando de los maletines a los sobres.

La auténtica etimología de «Matrimonio»

A raíz del pronunciamiento favorable del Tribunal Constitucional para con el “Matrimonio homosexual” muchos han sido los opinadores que, derrotados en el campo del Derecho, han corrido a buscar refugio en la etimología latino-greca “Mater-Monos” de la palabra en cuestión, cuya elasticidad, sirve tanto para un roto, como para un descosido.

Confiados en que el vulgo dará por buena cualquier argumentación biensonante que se le presente, se han atrevido a airear que “Matrimonio” significa “sólo una madre” y de ello concluyen que, se ha desbarrado literalmente en dar por buena la expresión para significar la unión de personas homosexuales. Pero aquí estamos para denunciar esta interpretación interesada, sesgada y hasta equivocada del asunto, pues si hay algo en esta vida que me haya atraído desde que con siete años escuchara la radio de la UNED con la que mi madre estudiara Filología mientras freía patatas en la cocina, ha sido precisamente el origen de las palabras.

Pero antes de profundizar hasta sus últimas consecuencias en el terreno etimológico, desearía dar la batalla en el mismo plano pueril que han esgrimido estos eruditos que bien podrían darse la mano con aquella Miss que en un momento de nervios declaró que “Confucionismo viene de Confusión” la que ella misma comprensiblemente tenía y de la que estos otros parecen participar sin excusa.

Pongamos que aceptásemos sin reservas que “Matrimonio” quiere decir “una sola madre”. Una pareja de lesbianas en la que sólo pariese una de ellas, cumpliría el requisito. ¡Ah! ¿Que tiene que haber un padre para que sea madre…? ¡Vaya! Pues como no lo evolucionen del “monos” saltándose a la torera la etimología árabe de la que procede el pariente darwiniano, no sé yo donde aparece el santo varón.

Mas, sin rizar el rizo con el asunto de la fecundación in vitro o los avances científicos que en breve permitirán a los machos dar a luz saliéndonos de madre ¿Cuál es el grado de cumplimiento para los matrimonios estériles? Porque en ellos habrá hombre y mujer, amor de Dios… Pero madre, ¡Ni una sola! Por otra parte, dado que “Matrimonio” significa “sólo una madre” y nada se dice de los padres, ¿puede entonces colegirse que la institución sagrada del matrimonio asume la poliandria, una mujer con varios maridos? Poniéndonos puristas, en verdad, lo correcto sería conceder el Sacramento únicamente a las madres solteras.

Como ven, podríamos continuar por estos derroteros, pero con ello no aprenderíamos nada de la circunstancia. Para cuantos deseen permanecer comulgando con ruedas de molino en este tema, les invito a que mediten los ocultos motivos que han llevado al castellano a otorgar género masculino a la palabra “Matrimonio” cuando viene de “mater” y femenino a “Patria” cuando esta procede de “Pater”.

“Matrimonio” puede venir de “Mater” con significado de “Madre” pero sucede que el latín tomó el término del Indoeuropeo donde el lexema “mater-“ no significa sólo “Madre”; de hecho, en esa misma lengua dio lugar a “Materia” de donde procede también nuestra “madera”. Sea entonces que el término “Matrimonio” bien podría traducirse con mayor coherencia “De una sola materia” ancestral anhelo de las almas anteriores a todo Adán y Eva que en su osadía por rivalizar con su Dios creador, fueran castigadas con la división en hombre y mujer. Bajo esta nueva luz etimológica unos podrían entender que en el Matrimonio caben dos seres indistintamente del sexo y cuantos deseen participar de la fiesta como preconiza en la actualidad el movimiento de los Poliamorosos; Sin embargo, desde el plano mitológico los partidarios del planteamiento restrictivo, volverían a aducir que lo que se debe unir son dos sexos, puesto que es lo que en el origen fue separado. Su dificultad estribaría en explicar convincentemente el desideratum de nuestro Señor Jesucristo “Lo que una Dios que no lo separe el hombre” que casi se debería reformular a la inversa.

Podríamos dejar aquí el debate a unos convencidos que “Matrimonio” quiere decir “Solo una madre” y otros “De solo una materia” como he propuesto. Pero hoy, además de contar con el Indoeuropeo, poseemos el Nostráico, macrofamilia lingüística que se remontaría a los albores de la Revolución Agrícola-sedentaria, de donde emergerían las lenguas indoeuropeas en torno al 6.000 a.C. junto a las urálicas, altaicas, afroasiáticas o dravídicas, entre otras. Pues bien, la voz “Mater” la primera en ser reconocida como Indoeuropea, podría descomponerse a su vez en el lexema original “Ma-” que significaría “Mamar” y la desinencia “Ter” que enfatizaría la acción. Tomando en consideración que los pueblos ganaderos nómadas subsistieron junto a una fuente constante de alimento como eran las bestias susceptibles de ser ordeñadas, acaso mamadas, fue entonces que se debió fijar el significado de mamar a “Ma” Pero el propio término “Ma” se remonta a muchísimo más atrás que el Nostráico en época del deshielo.

Seguramente las primeras palabras del hombre fueran aquellas que emitidas de modo natural como ¡Ay! ¡Oh! ¡Hummm! Y similares, por su reiteración en la circunstancia fijarían para el grupo un significado gradualmente especial, a los que sucedería su imitación como ¡Ñam-ñam! y posteriormente la recreación de los ruidos de la Naturaleza externa, por medio de las onomatopeyas de animales como ¡Muuu!, ¡Miau!, ¡Beee!, etc. Estoy convencido de que “Ma” viene del balbuceo del mamífero humano por excelencia, el bebé, en busca de alimento. De ahí que hasta una lengua no indoeuropea como la China tenga una voz que suena como a “Mamá” para designar a la madre por los niños pequeños. Si esto es así, la voz “Matrimonio” tendría que ver más con la necesidad de alimentar, con la capacidad de alimentar y la voluntad de garantizar el alimento, que cualquier otra cosa relacionada con el dichoso sexo en el que todos andan pensando. De modo que, todo aquel grupo de personas que deseen juntarse y llamarse matrimonio por su etimología, antes deberán probar que se pueden sustentar ellos y a la futura prole si la hubiere.