Constitución desfasada

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En el instituto, durante las clases de historia, se nos dijo que la Constitución Española era de las más avanzadas del mundo. No hizo falta que me salieran las muelas del juicio para observar que de ser cierta aquella afirmación, la humanidad había progresado bien poco en humanización cuanto en hominización.

Sin mencionar el entero vergonzoso capítulo dedicado a la Casa Real, el anacrónico artículo octavo que otorga la defensa de la integridad de España al Ejército y aquellos renglones tan elogiables como hipócritas en los que se establece el derecho a una casa digna, trabajo, etc, es mi deseo destacar aquel aspecto que me parece paradigmático a la hora de evaluar lo desfasado que ha quedado sus páginas, apenas una generación de ser sancionada durante la Transacción, cuál es, el que distingue España y a los españoles del resto del planeta, dado que en la actualidad lo primero resulta cada vez más difícil y lo segundo empieza a percibirse como moralmente execrable.

Hablar de España, puede seguir remitiendo a una entidad histórica y hasta geográfica, pero no ya política y menos aún social. Las fuerzas centrífugas internacionales y centrípetas nacionalistas, la diluyen y disgregan, vaciando el Estado de contenido en favor de las autonomías pero sin llegar a constituirse federalmente, transfiriendo su defensa a cargo de la OTAN, integrando su moneda y economía en la UE, cediendo su legislación a Bruselas, entregando el mercado a empresas multinacionales…por lo que erróneamente puede seguir entendiéndose España como una realidad más allá de la que representa un fantasma, sin caer en la alucinación propia de quien añora a un ser querido recientemente fallecido, que ni de triste frío cadáver tiene su apariencia, pues cuando Arias Navarro apareció en blanco y negro diciendo aquello de ¡Españoles! Franco…ha muerto, mas le hubiera valido decirlo del revés ¡Franquistas! España…ha muerto, para ir con los acontecimientos.

Más para bien que para mal, la realidad de España desaparece como en su día desaparecieron otras entidades que como Marcas y Condados entorpecían la marcha triunfal del liberalismo económico que requería la supresión de fronteras y aranceles y cuya última escala, estamos a punto de contemplar con la caída de los famosos Estados Modernos que nacieron junto al Absolutismo y que ahora se resisten a sucumbir, toda vez los ciudadanos nos hemos percatado que, entre nosotros y quienes nos gobiernan en Bruselas, quienes sobran son los Estados y hasta las Autonomías, en un mundo en el que ya es posible la hipercomunicación en permanente estado de conexión en la realidad virtual sin a penas más necesidad de intermediarios que una terminal y el servidor, desde nuestra Ciudad Estado…como mucho.

De suyo, se desprende que, desaparecida España, desaparecen los españoles. Pero ni una ni otros lo hacen físicamente, sino intelectualmente. Fenómenos como la emigración desbocada, el turismo en masa, el desarrollo de las vías de comunicación, la irrupción de Internet, la aparición de la realidad virtual, la deslocalización empresarial, etc, hace cada vez más compleja la definición de ser español, sin que al hacerlo contravengamos los derechos fundamentales de la persona, que la misma Constitución dice aceptar y respetar, pues es moralmente vergonzoso que sólo los españoles seamos iguales ante la ley por definición en este insignificante territorio, mientras al resto de la humanidad, se les somete a un proceso escalonado de clasificación escandalosa por medio de distinciones escolásticas de las que hasta el Marqués de Sade se hubiera abstenido en sus continuos serrallos aparecidos en “Las 120 días de Sodoma”, solo por poner un ejemplo: entre extranjeros y españoles, entre extranjeros Comunitarios y no Comunitarios, Turistas y Emigrantes, Emigrantes ricos y pobres, Emigrantes pobres legales e ilegales, con papeles y si papeles, Emigrantes pobres sin papeles empadronados y sin empadronar, Emigrantes pobres, sin papeles, sin empadronar, con orden de expulsión y sin orden de expulsión, etcétera.

Y es que, nunca he llegado a comprender del todo, por qué hemos de ser españoles, rusos o de la Chinchapapa por el mero hecho de nacer aquí o allá. A mi mismamente me apetecería ser de Baviera y de Tasmania. ¿Por qué no podemos mudar de nacionalidad como se deja el trabajo o la empresa? ¿No se cambia la moneda? O mejor aún. ¿por qué he de ser de algún sitio? ¿ No hay ateos y gente sin bautizar? A mi lo que me encantaría de verdad, es convertirme en un apátrida, pero sin perder ningún derecho fundamental como ser humano, persona y ciudadano.

Últimamente, he apreciado distintos gestos en nuestra legislación y lógicamente en los legisladores que caminan en este sentido: abrir el voto municipal y dentro de poco en el resto de elecciones a los extranjeros residentes, permitir empadronarse a los sin papeles, la universalización y gratuidad de nuestros servicios sociales y de escolaridad,…pero lo hacen a hurtadillas, como quien comete un delito, o quienes creen que el Pueblo ignorante de la verdad que ellos conocen, ha de mantenerse como tal, omisión contraproducente, pues la falta de explicación, genera incomprensión en los españoles que todavía se creen tales y actuando como tales, se cierran en banda a cuanto está sucediendo, sin entender que como dice el proverbio chino “los juncos no resisten por mostrarse firmes sino por su flexibilidad.

A todos, políticos y población, desde estas líneas os digo que, podemos cambiar nosotros, o esperar a que nos cambien otros, transformarnos por convicción, o forzados por la necesidad. Pero a mi me empieza a costar hablar de ser Español, Vasco, Catalán…sin dejar de ser consciente de que se trata de términos trasnochados para el mundo en que vivimos. Algo así como, cuando de niños les oíamos a los abuelos comentar algo de la gramola, el trolebús u hoy mismo los jóvenes oyen pronunciar la máquina de escribir o incluso sobre los disquetes.

No se puede decir…

Si como cuenta el chiste, cuando Franco no nos podíamos quejar…se me ocurre que en los días que corren, tras escuchar a vuestra Majestad Don Juan Carlos de Borbón, hoy no se puede decir. ¿Y qué es eso que no se puede decir? Se preguntarán ustedes. Pues bien. Hoy no se puede decir cosas como, que el Rey de España sea un parásito, mucho menos que no cumpla su papel neutral y arbitral de la escena política española, que su sola presencia baste y sobre para ejercer un chantaje empresarial a cambio de su prestancia en el tráfico de influencias internacional que le han enriquecido dentro y fuera del Reino, porque quien mantenga ese discurso queda fuera de lugar, fuera del juego político, fuera del juego mediático, fuera de su puesto de trabajo, por no saber describir la realidad, como está mandado; Tampoco se puede decir que atracar un banco sea un imperativo moral que cada ciudadano habría de dar cumplimiento al menos una vez en su vida, porque todos comprendemos que no se puede invertir el orden social y cada cual ha de cumplir la función que tradicionalmente se le viene asignando; No se puede decir que, todos los que colaboran de un modo u otro con la SGAE, entiéndase inspectores, recaudadores, abogados, artistas adscritos… merecen que se les dé una paliza allí donde se les encuentre, para que dejen en paz a la buena gente, porque los asuntos no deben dirimirse a torta limpia como hacen los salvajes, un país civilizado como el nuestro, ha de resolverlo todo en los tribunales. Jamás se puede decir que, la entera prensa española está a sueldo de los intereses sionistas del Estado de Israel, porque ello podría confundirse con antisemitismo, y todos sabemos que los judíos son los únicos en haber sufrido un Holocausto. Por supuesto, no se puede decir que El Pueblo tiene derecho a tomarse la justicia por su mano y eliminar a modo de escarmiento a un ejemplar destacado de la zángana casta política, de cuando en cuando, para defenderse del continuo atropello de sus derechos civiles, porque eso sería violencia; Menos aún se puede decir que conviene dejar de trabajar y consumir, para acabar con la opresión social que padecemos, porque ese discurso es propio de un loco que está fuera de la realidad; Etc. ¿Qué se puede decir entonces hoy? Hoy se puede decir que vivimos en libertad, paz, democracia, que somos felices, y que no está bien entonces que nos quejemos.

Bono, no es un chorizo

Es posible que muchos de ustedes tengan la convicción personal de que José Bono, el actual Presidente del Congreso, tercera autoridad del país, es un auténtico chorizo. Pero vivimos en un Estado Democrático y nuestras leyes garantizan la presunción de inocencia a todos los españoles, incluido él. En consecuencia, no se puede ir por ahí llamando chorizo a todo el que se nos antoje, menos aún, tratándose de personas tan perfumadas, enjabonadas y lustrosas como el aceitoso Señor Bono. Pero el daño ya está hecho. La incontinencia verbal de Willy Toledo profiriendo en mitad del Congreso de los Diputados ¡¡Chorizos!! motivó que el bien entrado en carnes Presidente del Congreso le enviara, ipso facto, detenido a los calabozos, decisión enérgica que los mal pensados de siempre, han atribuido a un acto reflejo defensivo de su rolliza persona al sentirse aludido, cuando lo cierto es que actuó purlonamente de oficio.

La defensa de Bono para demostrar que no es un chorizo, seguramente en su día requirió de infinidad de papeles, intervención de los mejores abogados, toda la comprensión de la fiscalía, el buen hacer de la Hacienda pública, siendo la mejor prueba de su inocencia que todo aquel grasiento asunto no pasó de la primera plana de algunos periódicos. También la NASA podría haber hablado en su favor con distintos experimentos trigonométricos y hasta la OTAN habría presentado pruebas irrefutables en la ONU de que España no esconde chorizo alguno en el Congreso. Sin embargo, no hay más ciego que el que no quiere ver, ni sordo que el que no quiere oír y ustedes serán muy libres de continuar viendo en Bono a todo un chorizo sin pruebas científicas ni financieras que les respalde, guiados únicamente por los maliciosos rumores que le atacan por declararse abiertamente católico en un momento de beligerante ateísmo y subversión relativista.

Y si lo que he dicho de Bono, es correcto ¿cuánto más no lo será, cuando se le llama chorizos indiscriminadamente a todos y cada uno de los Congresistas que estaban allí presentes condenando tibiamente lo sucedido en el Sahara? Como diría María Teresa Campos ¡¡no se puede generalizar!! Hasta para insultar hace falta un poco de cultura y educación…Es posible que para muchos de ustedes, Bono sea un chorizo, pero ¿es aplicable el término por igual al Leire Pajín? Evidentemente no. Lo apropiado en el caso de que quisiéramos emular a este actor de pacotilla, sería referirnos a los y las Congresistas como chorizos y morcillas, o si se prefiere salchichones y salchichas, chóped y mortadelas, jamones y jamonas…Mención especial merecerían las distintas variedades regionales con reconocida denominación de origen y representación parlamentaria como el chorizo de Pamplona, de Salamanca, de Guriezo o Cantimpalo, sin olvidarnos de la riqueza gastronómica nacionalista como la txistorra, la butifarra, etc.

De cualquier modo, lo que importa respecto a la cuestión aquí tratada, es lo que ha dicho el Tribunal Supremo, toda una autoridad en asuntos de charcutería y que en resumen, viene a dejar constancia judicial de que Bono, ¡no es un chorizo! Pues, en el auto remitido por EFE indica que, las consideraciones incluidas en la querella en relación al patrimonio familiar y personal del presidente del Congreso son opiniones personales del querellante que «carecen de indicio objetivo de comisión de delito y que no pueden justificar una investigación penal. Lo que me recuerda la canción de La Banda del tio Honorio ¡Qué se puede hacer con los chorizos del alcalde…

Contra los inmigrantes

¡Sí! Yo también estoy en contra de los inmigrantes. Sin ningún pudor, se aprovechan de nuestros escasos recursos sociales a la vez que nos quitan los puestos de trabajo; La mayoría ni se integra, ni quiere integrarse: no aprenden el idioma, se mofan de nuestras costumbres, suelen tener un perfil problemático, el que no es alcohólico, es un gamberro delincuente, convirtiéndose en un auténtico riesgo para nuestra seguridad y convivencia. Pero no me estoy refiriendo a esa pobre gente que huyendo de la miseria global viene aquí, buscando una vida mejor ofreciéndose como esclavo para que le explotemos con todas las de la ley y a los que gustamos denominar despectivamente, putos negros o sudacas de mierda, ¡como podría! siendo como soy hijo de inmigrantes. Me refiero, a esos bárbaros dotados de tecnología que llegando como turistas, invaden nuestras costas y con cuatro duros de su jubilación viven entre nosotros a papo de rey elevando los precios de la vivienda y de los alquileres locales, agrupándose en auténticas colonias en las que consumen solo en establecimientos regidos por y para su gente, sin mezclarse con la chusma latina, a la que sin embargo, no dudan en saquear su maltrecha Seguridad Social.

La inmigración ilegal que tanto preocupa a Gobierno y Oposición, no es nada comparada con lo que esta sucediendo en las zonas turísticas donde empezamos a sentirnos extranjeros en nuestra propia tierra, no precisamente por ver como de nuestros enfermos, niños y ancianos se ocupan indígenas trenzas con ponchos coloristas, como los moros venden de todo en las aceras, los rumanos nos hacen solo una pregunta en las esquinas de nuestras calles, los negros introducen el top manta en los bares donde somos atendidos por melosos acentos exóticos o los chinos reconstruyen el pequeño comercio que hundieron las grandes superficies, pues ninguno de ellos ha pretendido nunca que les hable en su idioma, siempre me han dado las vueltas en mi moneda y me han tratado con muchísimo respeto, por la cuenta que les trae, pues siendo muy conscientes de su condición esclava, procuran en lo que pueden evitar problemas que les convierta en centro de nuestra atención. Por el contrario, la ofensa gibraltareña se ha extendido por todo el litoral desde Huelva a Barcelona, con letreros en inglés, atendido por ingleses, que solo hablan inglés, que venden productos ingleses y para mayor desfachatez, cuando se les antoja, devuelven el cambio en libras. Además, como se creen superiores a nosotros, como nosotros nos lo creemos respecto a los subsaharianos, resulta que no tienen problemas en montar algaradas, destrozar el mobiliario urbano, causar accidentes de tráfico, ensuciarlo todo, etc, porque precisamente, nada de lo que hagan aquí, les supone un problema ni en su país de origen, ni en nuestra república bananera dónde se les consiente todo. A estos si que habría que expulsarlos por la vía rápida y mandarlos a su país.

De lo que Patronio aconsejó al Conde Lucanor

Procurando comprender por qué personas tan bien remuneradas como son los Controladores aéreos, coinciden en protestar todos a una poniendo en riesgo su privilegiado sueldo y envidiable puesto de trabajo, hecho enormemente significativo que por si solo debería hacernos sospechar de lo que se nos cuenta en el Telediario, ahora también me veo obligado a indagar cuál ha sido el verdadero motivo que ha llevado al Gobierno de Zapatero a declarar el estado de Alerta, por primera vez en democracia, para sofocar la situación creada, pues a mi parecer, por muy caótica que fuera, no da para justificar el empleo del Ejército en estas lides sindicales cuando existen sobrados medios reguladores para encauzar situaciones semejantes que para algo están convenios, expedientes de trabajo y tribunales.

Tomando en consideración la reciente reunión de malhechores habida en la Moncloa, la supresión inmediata de los 420 euros a los desempleados de larga duración, que lo peor de la crisis está por llegar y que posiblemente los tapujos allí reunidos teman súbitos conatos de protestas civiles organizadas al margen de los vendidos interlocutores habituales sin que se pueda predecir dónde, cuándo y cómo harán su aparición, creo que el Gobierno ha decidido poner en práctica la enseñanza que Don Juan Manuel extrajo del consejo que Patronio ofreció al Conde Lucanor en aquella historieta en la que se relata “lo que le sucedió a un mancebo que casó con una mucha muy brava” que temiendo que esta no se plegara a sus deseos matrimoniales, durante su primera noche se mostró implacable con los animales de la casa, perro, gato y caballo a los que despedazó con la espada por no obedecer sus órdenes, tras lo cual, aquella joven doncella se mostró dócil y sumisa a sus requerimientos para sorpresa de todos y felicidad de la pareja.

Éste y no otro, ha sido el mensaje que desde la Patronal y el Gobierno se nos ha querido transmitir a los españoles: que están dispuestos a declarar el Estado de excepción a la mínima revuelta o levantamiento ciudadano. El tratamiento ya tuvo sus positivos efectos terapéuticos a comienzos de los Ochenta con el 23-F. Por eso, es muy, pero que muy preocupante que vosotros, infelices peatones de la democracia, aplaudáis como lo habéis hecho la atropellada respuesta que se ha dado al asunto de los Controladores, pues como dice el refrán, “ Si ves las barbas del vecino pelar, pon las tuyas a remojar”