Los límites de la libertad de información

El vicesecretario general del PP, Carlos Floriano, a fin de justificar la querella contra el Diario El País, ha afirmado que «la libertad de información ha de tener límites». La cuestión, como diría el “Filósofo del Límite” recientemente fallecido Eugenio Trias, es determinar dónde se halla éste y cuál es su naturaleza; si se trata de un horizonte de sentido dinámico que avanza con la praxis del proyecto social expansivo, un contorno conceptual definido estático incorruptible por el paso del tiempo, un sfumato davinciano autónomo de la conciencia gozne religante permitiendo transitar de la coherencia a la hipocresía sin sobresaltos, una frontera legal heterónoma infranqueable por los enemigos de la patria…seguramente, la última es la especie añorada por cuantos conocimos el sublime arte de la censura proyectado en el NO-DO. Y sin embargo, creo que el problema no radica en que no haya censura, sino en que hay demasiadas.
Porque, con Franco, había una censura que determinaba claramente dónde estaba la Verdad y la Falsedad; cual era el Bien y cual el Mal; la Virtud y el Vicio; lo Bello y lo Feo; No había motivo de confusión ni para Rojos ni para Amarillos. Pero con la Democracia, lejos de desaparecer la censura, esta se ha multiplicado, trayendo el caos. Me explico:
Ahora cada medio de comunicación tiene su propia censura, por lo que, aun coincidiendo en sus amos publicitarios, tienen la pretensión de determinar su propio Canon de Verdad, Bien, Virtud, Belleza…en la medida que aquellos se lo permitan. En consecuencia, la recompensa espiritual que ofreciera antaño el establecimiento de una censura abierta y declarada, cuál es, la de presentar con claridad a la mente del ciudadano los valores a preservar por todo individuo y sociedad, queda diluida en el confusionismo campante de la relativización posmoderna del juicio que en el mejor de los casos irá de un sitio para otro como el “Asno de oro” de Apuleyo sin entender que le acontece, o peor aún, morirá en su indecisión como le sucediera al también asno de Buridán.
Para contribuir en la reinstauración de una censura popular de los medios de comunicación, con objeto de establecer los límites de la libertad de información, paso a dar a conocer los puntos básicos que esta habría de incorporar para hacer frente al libertinaje actual:
Sobre los presuntos supuestos casos falsos de corrupción política empresarial:
Primero, quedará terminantemente prohibido hacer el más mínimo comentario sobre cualquier falta, delito o crimen cometido por miembros del Partido Gubernamental o de sus socios y amigos empresarios, si el asunto no ha sido denunciado ante la Justicia con anterioridad para amparar el derecho al honor.
Segundo, quedará terminantemente prohibido filtrar cualquier información sobre cualquier proceso judicial para evitar intoxicar la labor de los Tribunales.
Tercero, quedará taxativamente prohibido hacer la más mínima valoración sobre las sentencias. Una vez los jueces se hayan pronunciado, no cabe ningún otro pronunciamiento.
Sobre las ruedas de prensa convocadas o improvisadas, las entrevistas o cualquier otra violencia ejercida contra los representantes de la democracia:
Primero, en toda rueda de prensa queda eliminado el interrogatorio formal o informal.
Segundo, en toda entrevista, el entrevistado tendrá derecho a conocer las preguntas que se le van a plantear de antemano, a responder en diferido, a poder estar presente durante el montaje para quitar esto y corregir aquello y por supuesto, a reservarse el derecho constitucional a no responder, sin que dicha actitud sea posteriormente conocida por los espectadores.
Espero que esta aportación, sea de alguna ayuda en el totum revolutum que se ha convertido la información en nuestros días. Mientras los medios se dediquen a entretener al pueblo con deportes y música, mientras les metan miedo con retransmisión de catástrofes y desgracias, en resumen, mientras les presenten las noticias como sucedáneo de la información, no es necesario coartar la libertad de expresión. Pero si los medios de información creen que su cometido en vez de formar opinión en las masas, es informar la opinión del ciudadano, entonces, no queda otro remedio que poner orden y establecer estos límites.

¡Hay que indultarlos!

El mismo día en que las encuestas sitúan a jueces y periodistas a la cola del prestigio social, los medios de comunicación informan de una sorprendente cuanto extraña resolución de la Audiencia de Barcelona obligando al empresario Fidel Pallerols y a los ex cargos de UDC Lluís y Vicenç Gavaldà encontrados culpables de fraude en subvenciones públicas, a cumplir las penas de cárcel fijadas en la sentencia que pactaron con las acusaciones, confiados en que al ser inferiores a dos años careciendo ellos de antecedentes, seguramente se librarían de ir a prisión, máxime, cuando su partido aunque a regañadientes, acabó devolviendo casi 400.000 euros nada más dictarse firme la sentencia.
Pero la Audiencia ha rechazado concederles dicha gracia, argumentando “inadmisible que personas dedicadas al noble ejercicio de la política incurran en conductas corruptas como la materializada en este caso (…) debiendo primar la prevención general que supone la pena de prisión (…) que sólo se cumplirá si quienes sucumbiendo a las facilidades y ventajas que proporciona el ejercicio del poder hacen un ejercicio torticero del mismo, saben que de ser descubiertos cumplirán de forma efectiva la pena que se les imponga”.

Todo esto, está muy bien para calmar los ánimos a una ciudadanía harta de ver cómo las instituciones democráticas comparten puerta giratoria con las empresas privadas sin que nadie responda por los continuos saqueos a los que somos sometidos; es agradable al oído por radio, queda fantástico en el Telediario y los ojos se alegran al leerlo por internet. Pero vayamos a lo práctico: ¿Para cuándo el indulto?
Porque, aunque no parece, la verdad padece, dado que todos sabemos que los criminales, hacen tan bien las leyes, que evitan estas sirvan para acusarles; de podérseles acusar, no sirvan para detenerlos; de podérseles detener no ayuden a juzgarlos; de podérseles juzgar, no sea posible condenarlos, de podérseles condenar, que ipso facto se les indulte; y de no podérseles indultar, que les ponga inmediatamente en libertad por buena conducta. Y creo no ser el único en pensar que la Justicia en este caso, dejándose arrastrar por el sentir popular, se ha excedido demagógicamente en su cometido.
Aun pudiendo ser cierto todo cuanto expone la Audiencia de Barcelona, ocurre que, sea por agravio comparativo con otros elementos para los que sí hubo consideración, sea por el hábito o la costumbre de todos conocida, los afectados ahora obligados a cumplir su pena, merecían cuando menos de parte del Tribunal la típica recomendación para que desde la Moncloa o desde la Zarzuela se fuera confeccionando el correspondiente indulto, a modo de ensayo general presentando referencias y precedentes que ulteriormente puedan servir a cuantos habrán de recorrer tan tortuoso sendero de la judicatura.
Porque, en España, la pena de cárcel la tenemos reservada para gente de mal vivir y es un hecho probado que estos individuos viven muy bien a costa nuestra y si los juzgados han sido capaces de soportar la carga de citaciones, demandas, querellas, imputaciones, careos, acusaciones, denuncias, testigos, investigaciones, juicios y demás procedimientos cursados debido a la judicialización de la corrupción, me parece un despropósito pretender que la institución penitenciaria hacinada como está de inmigrantes sin papeles, drogadictos, rateros y demás pobres que no han comprendido todavía de qué va la cosa, de cabida a malversadores, desviadores, comisionistas, estafadores, recalificadores, ensobradores, evasores, recaudadores…sin haber avisado antes de que se iba a hacer cumplir las leyes.
A la corrupción no se la puede combatir con penas de cárcel. Eso es como ponerle cercas al campo…En España, la corrupción, se combate con más corrupción. Los jueces deben exigir de los culpables de corrupción una parte de los beneficios para dejarles en libertad, como anteriormente la policía habría pactado con ellos no detenerles, los políticos haber legislado a su favor, los medios de comunicación no dar sus nombres y direcciones…único modo en que puede ser controlado el fenómeno por saturación participada de todos los estamentos dedicados a su represión.

Su Bajeza real

http://www.youtube.com/watch?v=B_27Hi1In6o

“Voy a empezar mi relato, con alegría y con afán”. Así de contenta da inicio la guasona canción “Se va el caimán” que no acabamos nunca de entonar con plena satisfacción siquiera cual plañidera tonadilla “A dónde vas Alfonso XII” cuando en la emisora eminentemente de mi mente demente se cuela por interferencia revolucionaria “La cucaracha”. ¡Sí! De esas que nacen, crecen, se reproducen, saquean y se esconden por las rendijas de la Casa Común.

Porque “La metamorfosis” kafkiana mal haríamos en entenderla acontecida meramente en la psique del sujeto individual. En ocasiones, el nauseabundo insecto real se presenta, tal cual es al mundo, cuando sintiéndose descubierta su auténtica identidad, lejos de amilanarse, recobra la dignidad cesando en su fingimiento y disimulo, dispuesto a hacer frente a sus enemigos naturales, noumeno que salvando las distancias reptilianas en cuanto a especie, recientemente ha puesto de manifiesto David Icke.

Mientras los medios especulan con la posibilidad de su abdicación, ganando tiempo al tiempo, habiendo elegido la transición coronaria por la placentera vía de hechos consumados antes que el siempre arriesgado cauce normativo que puede verse interrumpido por una súbita decisión soberana popular hasta la fecha no ejercida en plena libertad, aquel a quien no afectan las elecciones democráticas, ni los convenios laborales, ni puede ser juzgado, ni despedido, coge de continuo la baja ora por un esguince ora por un lumbago, al objeto de por una parte dar algo de lástima y por otra acostumbrar a las retinas de los ciudadanos como su vástago recoge el testigo sin que podamos reclamar un debate sucesorio como corresponde a una sociedad moderna y no medieval. Claro que eso es mucho pedir para un Reino donde desde los referéndums de Franco, está mal visto consultar a los súbditos, no sea que le tomemos costumbre.

Y lo que es el sabio idioma castellano…en las horas más bajas que caben recordar de esta Monarquía, con los índices más bajos de popularidad en las encuestas manipuladas, cuando varios de los miembros de la familia Real se han visto salpicados presumiblemente por bajezas morales como servirse de una Fundación destinada a las personas más bajitas con más bajas oportunidades en la vida como son los niños con discapacidad, para procurarse sin disimulo lucro personal a su costa, resulta que su Alteza, coge la baja, por no poder caminar.

Ante esta situación, la bajada de pantalones de la clase política es total. Nadie se atreve a alzar la voz para reclamar un debate serio sobre el futuro de la Casa Real en Japón. Todos prefieren cuchichear por lo bajinis sobre el buen gusto filosófico del monarca que lee el “Tractatus Logico-philosophicus” ahora que el Método cartesiano ha resultado ser “te lo saco todo” en vez de “te lo meto todo” como dicen quienes entienden del asunto, que a lo mejor por ahí vienen los continuos problemas de espalda y no de tanto esquiar, porque ya sabemos cómo se las gastan sus Señorías en los escaños, entre votación y votación mirando de reojo las imágenes de la tableta, que explica mucho de sus caras de felicidad onanista como la de Montoro mientras en el pleno deciden sobre cosas tan amargas como los recortes.

Bueno, no sé cómo, ahora entre “Se va el caimán” y “La cucaracha no puede caminar” se mete en medio la canción infantil “Cuando Fernando VII usaba pantalón”. No me pregunten por su origen que no lo sé y prefiero no saberlo. Pero de casta le viene al galgo que por algo hay más por reconocer que reconocidos entre los hijos de la patria que entre todos ayudamos a sostener. En cualquier caso, se ha de tener muy presente el dato de que en costura a tomar los bajos del pantalón, se le dice “subir la bastilla”, todo sea que en vez de coger aguja e hilo, por ahorrar tiempo se emplee la guillotina.