Pero ¿Cómo? No doy crédito a lo escuchado esta semana sobre que en EEUU, una de las mayores potencias en la producción, distribución y empleo de la Industria Militar a nivel mundial, se ha condenado a un Traficante de Armas. Debe haber un error en la información o algo se me escapa.
Y tanto que se me escapa…la noticia ofrecida por activa y pasiva en todos los Tontodiarios, leída con atención arroja detalles suficientes para comprender el titular cuya simpleza ofusca a la mente que se plantea la duda de cómo se diferencia a un representante y responsable de ventas de la Industria Militar de un Traficante de Armas.
Así uno se entera que el tipo bautizado por los medios oficiales de propaganda como “El mercader de la muerte” para distinguirlo de sus otros colegas buenos los “Portadores de libertad”, es un ex militar soviético. Con este dato en la mano, el asunto se parece más a una revancha en cancha propia de parte de uno de los jugadores ante su mayor rival en el negocio de la guerra, que a la desinteresada acción de la Justicia local por castigar una de las mayores fuentes del Mal que existen en la actualidad junto al tráfico de drogas, de órganos, de mujeres, de personas y demás negocios en los que la Banca fundamenta sus altos beneficios anuales amparados internacionalmente por la acción conjunta cómplice de los Gobiernos y partidos criminales como el PPSOE en sus respectivos países.
Pero leyendo un poco más, nos enteramos que dicha operación encubierta que sirviera para capturar a tan peligroso comercial consistió en hacerle creer que estaba tratando con representantes de la guerrilla colombiana de las FARC interesados en adquirir misiles tierra-aire y otros productos de alta tecnología construidos con los fondos oficiales destinados a I+D+i susceptibles de ser empleados en la selva contra miembros de la lucha antinarcóticos de Estados Unidos. Desde esta otra perspectiva, más que una disputa por el mercado entre dos empresas competidoras, la historia apunta a algo parecido a una intervención policial por vender armas a los malos oficiales. Resultaría que el Libre Mercado de armas está reservado para los Estados reconocidos, independientemente de que sean o no democráticos y al margen de consideraciones sobre su respeto a los derechos Humanos. Por eso, vender armas a Arabia saudí, Libia, Siria o Israel es legal y hasta decente, mientras hacer negocios con palestinos, kurdos o tibetanos, raya la colaboración terrorista. Y sin embargo, son los Estados los únicos capaces de emprender y mantener guerras entre sí o en su defecto contra su propia población que ha de mantenerse pacíficamente indefensa a merced de las mismas armas que se les vende a sus atacantes legales que para su mayor desgracia contraen deuda que más adelante se les hará pagar también a ellos como les sucediera a los tontos argentinos.
Visto desde aquí, cualquiera pensaría que los EEUU hacen gala de gran cinismo e hipocresía. Pero no es correcta la observación; A diferencia de nuestra europea moralidad teleológica atraída por fines o virtuosa establecida por principios, es de carácter pragmática y utilitarista que se guía siguiendo lo que le beneficia y rehuyendo lo que le perjudica, sin necesidad de otro debate que el de los resultados sin tener que analizar intenciones o la adecuación de sus acciones a la naturaleza de las cosas, lo que les permite vivir con generosidad y despreocupación su felicidad individual y hasta colectiva, aunque esta última les preocupe menos. Nosotros, en cambio, si que somos cínicos e hipócritas dejándoles cargar con toda la culpa que les atribuimos en indecorosa descarga de nuestra responsabilidad, primero por beneficiarnos de su comportamiento abiertamente rechazable por nuestra conciencia y segundo, por hacer lo mismo pero sin quererlo hacer, que no en vano España es uno de los mayores productores y vendedores de armas internacional y el País vasco uno de los mayores fabricantes de minas del mundo. Claro que como Viktor Bout, podemos aducir en nuestra defensa lo mismo que este representante de la Industria de Armamento Rusa declaró antes de conocer la sentencia, a saber «nunca quisimos matar a nadie».