Kamelo punto semos

En una reciente emisión del célebre programa de variedades ¡Tú sí que vales! tuve por casualidad la grata ocasión de conocer uno de los fenómenos más prometedores del firmamento artístico actual, el representado por “Kamelo punto semos”, que acudió con su tema inédito “Niñata del facebook” en un experimento mitad ventrílocuo, mitad musical, que arrancó las risas del público asistente y un enérgico ¡Pide perdón por lo que has hecho! del implacable Risto Mejide.

Al parecer, soy de los pocos que no conocía las andanzas geniales de este grupo que ya por el 2009 se presentó a Eurovisión con lo que se revelaría como un temazo; Me estoy refiriendo al sencillo “Jonathan” que les hiciera mundialmente famososos. En cualquier caso, fue escuchar los primeros compases de su última apuesta escénica con la rana Kamilo, que tuve claro estar ante un artista auténtico, de esos que tiene difícil hacerse un hueco en el chanchullo mediaticodiscográfico, precisamente por responder su ambición, más al puro arte, que al negocio que pueda generar su obra, anteponiendo siempre su libertad creadora a los seguros cheques de seis cifras que pudieran generarle trabajar al dictado del mercado. Y es que, “Kamelo punto semos” transmite esa misma energía que irradiaban los ya legendarios Tino Casal, Aviador Dro, Alaska, “Los toreros muertos” y más recientemente “La Casa Azul” de Guille Milkyway o tantos otros sepultados por la mediocridad reinante.

Atraído por su estética y atrevimiento, no dudé en pinchar en Youtube todos sus videos, que para mi sorpresa eran muchos, variados y de excelente calidad, como por ejemplo el maravilloso “Vuela vuela, vuela”, corroborando mi primera impresión. Por si fuera poco, descubrí que su talento, humor y genialidad, no están al servicio del arte por el arte exclusivamente, también hacen guiños a la crítica social como en “Sin blanca Navidad” o al propio gremio como en “Guaperas total”, al más puro estilo de los no menos reverenciados “Mecánica palanca”

Condenada pianista

http://www.youtube.com/watch?v=Kf3yAofOV54

La Fiscalía de Girona ha solicitado siete años y medio de cárcel y cuatro de inhabilitación para ejercer de pianista a una intérprete profesional acusada de un delito contra el medio ambiente por contaminación acústica, desde que en el 2003 la demandada instalara un piano en su domicilio donde practicaba de modo continuado de 9 a 13 horas y de 14 a 18 horas, los siete días de la semana sin que la habitación estuviera debidamente insonorizada, superando el nivel máximo de inmisión sonora permitido por ley.
Según la fiscalía, se ha llegado a este extremo tras la denuncia efectuada por la vecina en 2006 cuyas súplicas para que insonorizara la vivienda fueran abiertamente desatendidas, como lo fueron los requerimientos de los expertos municipales que se pronunciaron oficialmente sobre el particular. La situación llegó a tal extremo, que la afectada pidió la baja laboral por lesiones psíquicas como ansiedad, alteraciones en el sueño y episodios de pánico, además de problemas de gestación en los últimos meses de embarazo, por lo cual, también se ha solicitado una multa de 10.000 euros, y de 9.900 de indemnización.
De haber aparecido la noticia el día de los Inocentes, me hubiera echado unas risas, pues contiene todos los ingredientes para pasar por inocentada: exageración, situación tragicómica, que ocurra en un país de palurdos musicales con un nivel de decibelios intolerable en las calles, colegios y hospitales, donde las fiestas consisten precisamente en no dejar dormir a nadie…¡Pero no! Resulta que es verdad. En esta geografía repleta de aeropuertos cuyo ruido insoportable daña a millones de personas, cuyas campañas electorales aturden con altavoces a la ciudadanía, donde las cadenas de televisión aumentan el volumen durante los anuncios, etc, vamos y condenamos a una pianista a prisión.
Dado que soy un melómano confeso, amante por lo demás del instrumento y de las chicas que lo acarician, estuve por abstenerme de hacer cualquier comentario al respecto, por mi elocuente falta de objetividad. Pero, ¿para que demonios necesitamos objetividad? Los hechos están muy claros: a oídos de la fiscalía el sonido de un piano está al mismo nivel de perjuicio que el ocasionado por una discoteca o las obras de una taladradora, elevando a rango de teorema la conocida sentencia de Napoleón para quien toda música era ruido.
La inquietud se ha extendido por el territorio en el que todavía resuenan las melodías de Falla, Albeniz, Granados, Rodrigo…pues de prosperar la solicitud del fiscal, ya se pueden ir preparando todos los jóvenes músicos que no teniendo mejor sitio donde ejercitar su arte, habrán de restringir sus ensayos a las escasas horas de clase que les permite su matrícula en el Conservatorio, tiempo del todo insuficiente para alcanzar la Maestría para quien desea convertirse en un virtuoso del violín, trompeta o flauta.
Mas, también comprendo el padecimiento de los vecinos, que por suerte o por desgracia, sufren en silencio estrepitoso el ir y venir de las escalas, los inicios y reinicios de la “Para Elisa”, pues aun cuando en el mejor de los casos, comparten pared con pared con un Achucarro en ciernes, por mi experiencia en el Alvia de Renfe, reconozco que se puede llegar a Odiar la sublime “Versión sobre un tema de Paganini” de Rachmaninov o maldecir los acordes de “Rhapsody in blue” de Gershwin, porque como dijera un colega para justificar el adulterio, cuando todos los días te ponen tu plato favorito para comer, como que acabas aborreciéndolo. ¿Qué hacer entonces?
Nada me gustaría más, que este percance judicial sirviera para buscar una solución satisfactoria a un problema que afecta a más gente de la que pensamos; De una parte están los miles de jóvenes músicos que han de reprimir sus anhelos de aspirar a la perfección o de dar rienda suelta a su inspiración cuando les llega para no molestar y de otra, sus familiares y vecinos que por lo general asumen la situación entre resignados y comprensivos hasta cierto límite. Y ¿Qué solución puede ser esta?
A mi modo de entender, nuestra sociedad tan preocupada por la drogadicción, el consumismo, la ecología y demás excusas para sustraer de las arcas públicas subvenciones continuas para los Partidos criminales y sus Oenegés, debería liberar los espacios públicos – actualmente usurpados por los Entes del Mal que los abren a las ocho de la mañana de lunes a Viernes y los cierran los fines de semana – para que en ellos cundiera todo tipo de Arte y que los jóvenes pudieran acudir a ellos cuando quisieran para disfrutar de su ejercicio mañana, tarde y noche, sin más requisito que el de solicitarlo como corresponda. Así, creo conveniente y necesario que en toda población, el Exmo. Ayto, debería acondicionar un lugar de ejecución y ensayo musical de uso popular cuyo mantenimiento y gestión podría dejarse en manos de los usuarios. De haber un local de estas características, nadie en su sano juicio iría a competir en decibelios y compartir el espacio acústico con la tele del salón, la radio de la cocina, las obras de la calle, el ruido del tráfico, el campanario de la Iglesia y los insistentes golpes del vecino en la pared.

Cosas de la censura

De cuando en cuando, por esas cosas de lo chocante y estrafalario, los medios de comunicación se hacen eco, de que tal obra de teatro ha sido suspendida del programa, porque en ella los actores aparecen fumando, que una Autonomía a decomisado una publicación por contener imágenes xenófobas, que una cadena de televisión ha sido sancionada por vérsele el trasero a una actriz saliendo del agua en una serie propia del horario infantil, que una película ha sido retirada de un festival por su contenido catalogado de pedófilo o que como el pasado Noviembre una productora ha sido multada con 30.000 euros por editar un cartel promocional en la que puede verse a los protagonistas en un momento del film, sin casco. De todo ello, uno deduce que los vigilantes de la ficción andan más al loro de lo que sucede en nuestros comics, escenarios y pantallas que los distintos cuerpos policiales u organismos oficiales parecen enterados de cuanto ocurre en la realidad de nuestras calles, colegios, empresas y mismas Instituciones.

Por supuesto, estas actuaciones responden al principio general de que trabajando sobre los motivos culturales o modificando las representaciones de las distintas artes, se facilita la buena transmisión de los valores que se desean inculcar a la población, como se hace en toda buena dictadura que se precie – sea de izquierdas o de derechas si ello tiene cabida en un régimen falto de libertad. El problema reside, en que este procedimiento sólo es consistente, si además de en la ficción, el mismo celo se pone en la realidad, cosa de la que si se ocupan las Tiranías que se cuidan de que lo que no aparece en el cine no lo haga en la cotidianidad, pero no así las Democracias, que a este respecto tienen mucho que aprender de aquellas.

Una buena Dictadura como la Franquista, puso todo su empeño, dentro y fuera del cine, en que no se vieran momentos demasiado saliditos de tono, de desenfreno, jolgorio, disputa, conflicto o rebelión; A lo más, algún que otro ¡Recórcholis! muy acorde a la España de perpetua Cuaresma. Qué bien nos iría si con el mismo rigor, la Democracia lograra llevar a la práctica la excelsa moral a la que somete al artista en publicaciones, carteles y programas en pos de salvaguardar la infancia, educar en la igualdad, combatir el racismo, prevenir la homofobia, la drogadicción, etc.

Pero, es que la Democracia tampoco hace bien su cometido en la ficción. Me explico: se supone que un ideal democrático es convencer al ciudadano de que nadie debe tomarse la justicia por su mano, de que el monopolio de la fuerza corresponde al Estado y esa sensiblería legal para pardillos que todos conocemos. ¿Cómo es posible entonces, que el otro día, en mitad de una película anunciada hasta la saciedad, pude contemplar una escena en la que se ven a varios jóvenes aprendiendo a dispar en mitad de un bosque en un pasaje que de estar doblado al lenguaje protodelincuente del euskera, no habría juez en España que dudaría en tachar de apología del terrorismo ordenando su inmediata incautación?

Al final, resulta entonces, que se trata de lo de siempre, a saber: te dejo hacer para tener motivos de preguntarte, controlarte, cachearte, vigilarte y cuando sea conveniente denunciarte, multarte, detenerte, encarcelarte y dar un escarmiento a navegantes mostrándote en el Tontodiario. Por lo demás, se prefiere que la población entienda de armas en la ficción y no en la vida real y de que no haga ni disfrute con lo que le apetezca ni en la realidad ni en la ficción, para entendernos: ni sexo, ni drogas, ni rock and roll, ni correr, decir palabrotas, dar de hostias a las autoridades, dejar de trabajar…

Ida y vuelta al Hermitage

 

Así como los pobres hacen turismo acudiendo de compras a la quincena dedicada a la India en el Corte Inglés o yendo a comer a un chino los fines de semana, en estos tiempos de crisis, he decidido sustituir mi añorado viaje a San Petersburgo y hacer el Transiberiano, por ir en Alvia hasta Madrid y pagar religiosamente los doce euros que cuesta la entrada a la exposición que El Prado, en colaboración del Hermitage, ha tenido a bien ofrecer estos días a modo de regalo de Navidad.
Tras alojarme debidamente, apresuré el paso en dirección al Museo con la ansiedad de encontrarme con viejos amigos a los que no he tenido oportunidad de conocer ni en pintura, sólo por medio de reproducciones en libros o en diapositivas en clase. Así, pensando en el festín impresionista, abstracto, vanguardista que me aguardaba a eso de las seis de la tarde, recorrí toda la Gran Vía, no sin reparar en que a cada paso que daba, entre los centelleantes adornos de esta época del año, hombres anuncio vendiendo oro, chicas en las esquinas que si no lo valían, seguro que lo costaban, infinidad de puestos callejeros vendiendo lotería, espontáneos saliéndome al encuentro para rellenar una encuesta, una ya no inusual presencia policial, destacando la municipal – si no me crucé con veinte durante el trayecto, no lo hice con ninguno – la omnipresente hilera de comercios y restaurantes en competencia desleal con el perenne tráfico…mirase a la izquierda o a la derecha, era imposible esquivar la molesta presencia de gente durmiendo en la calle recubiertos de cartones o enfundados en una manta.
Hace tiempo que el fenómeno, no sólo ha dejado de ser noticia, que hasta puede haberse convertido en imprescindible seña de identidad para que una gran ciudad sea reconocida como tal, no digamos entonces, toda una capital europea que aspira a convertirse en sede Olímpica, pues de no haberlos ¡Habría que contratarlos! Pero esta vez, eran más que de costumbre en el santuario del despilfarro y el consumo en que se han convertido los centros de las junglas de asfalto.
Es verdad, que en esta ocasión, la postal humana no me impresionó tanto como cuando hace veinte años vi por primera vez tras el ventanal del autobús pasando por la M-30, una especie de trogloditas New Age alojados en los entresijos de la autopista al más puro estilo Carpanta – a todo se hace uno – e incluso me agrada ver de cuando en cuando a algún que otro desgraciado al objeto de no incurrir en lo que los Neoliberales han dado en bautizar “Riesgo Moral Social” de saberse rescatado en caso de extrema necesidad, salvo que seas un Banco, se sobre entiende.
Con todo, el contraste de una muchedumbre atiborrándose de hamburguesas y patas fritas, “Coca Trola” en mano, sin ningún pudor tras el escaparate del gigantesco “Mal Comas” con las escenas entrañables de los miserables navideños que invitan a despertarnos los más cálidos instintos cristianos, pegados a sus cristales como si vieran en la tele ¿Quién vive ahí?, arrancó en mi un impulso irrefrenable, parecido al que se parodia en la serie del detective “Monc” y sin pensármelo dos veces, di media vuelta, retrocedí hasta la entrada del hotel y desde allí, reloj en mano, me dispuse a contar los “Sin Techo” con los que me encontrara por la acera, al más puro estilo periodístico de contabilizar victimas de carretera o mujeres muertas a manos de sus…”amantes” queda mal, “amigos”, peor, mejor de sus asesinos.
Sin hacer trampas, o sea, sin computar los que se adivinaba en la acera paralela, ni dar por buenos los que desde las calles colindantes entraban por el rabillo del ojo, con paso firme y decidido rescaté de mi juventud la infantil costumbre de contar chicas guapas heredada de las enseñanzas del Conde Drako de Barrio Sésamo, solo que esta vez aplicada a los vagabundos, aunque sin puntuarles, más que nada porque llevaba prisa para entrar a la Pinacoteca Nacional, pues no crean ustedes, que entre el Cuarto Mundo hay más igualdad que en el Primero, ¡Ni mucho menos! también hay diferencias como he podido constatar en esta investigación de campo. No saben ustedes lo bien equipados que están los nuevos pobres en este país que va camino del subdesarrollo; Un poco más y podrían pasar por “Indignados”.
Como les decía, en un recorrido que no tendrá más de kilómetro y medio desde la salida del Metro en Gran Vía, Pasando por Cibeles, hasta llegar a mi destino, para el que no precisé – semáforos de por medio – más de un cuarto de hora, contabilicé entre las seis menos veinte y menos cinco, un total de cinco tumbados, según iba para el Prado.
Pero una vez dentro de la cárcel del Arte, hice un paréntesis mental para quitarme de la cabeza la escoria humana de nuestra ética y poder disfrutar del sublime espectáculo de la belleza estética. – Hasta cierto punto…si los que sufren, sufren y los demás sufrimos por ellos, aquí nadie se lo pasaría bien. En cualquier caso, durante esta mía enésima visita a El Prado, me percaté de un hecho singular que hasta este pasado Martes 13, me había pasado desapercibido, cuál es, la ausencia total de pedigüeños entre cuadro y cuadro o de personas durmiendo en sus escasos bancos en el interior de estos edificios dedicados supuestamente a la cultura. Por primera vez, caía en la cuenta de que en los museos, como en las zonas turísticas, es donde mejor un pequeño burgués puede disfrutar de sus cada vez más pequeñas libertades.
Sabiéndome a salvo de manos tendidas salidas de cualquier rincón, de miradas tristes que en “Efecto Doppler” me persiguen de horizonte en horizonte entrelazadas por las farolas, de voces cansinas suplicantes y demás atrezos de la mendicidad, me dispuse a pasear tranquilo entre las joyas del Hermitage en el corazón de Madrid. Allí Patterson, Rembrandt, Rubens, Cézanne, Monet entre otros muchos colocados sabiamente al inicio para no incitar en demasía al arrebato de los amantes del Arte figurativo, evitando con ello innecesarias quejas al consumidor, que podrían derivarse de presentar el susto vanguardista que les puede suponer “Juego de bolas” o “Conversación” de Matisse, donde uno sobrelleva mejor la corrupción política al enterarse súbitamente de la muerte del arte, si es que antes no se queda a cuadros mirando “Mujer sentada” de Picasso.
Pero la paz espiritual que proporciona la mirada contemplativa de la belleza, el éxtasis de los sentidos ante lo sublime, la percepción intelectual de hallarse uno ante lo Absoluto, no duró mucho: Sólo hasta las ocho. Terminada la visita a la exposición del Hermitage, me vi enfrentado a desandar el camino que me había llevado hasta allí, trecho que se me antojó ahora más cuesta arriba de lo que la física sería capaz de aceptar como plausible, pues desaparecida la prisa y la ansiedad de visitar el museo, como que regresar al hotel no era lo mismo. Sólo una cosa me sirvió de entretenimiento haciéndome más llevadero el regreso, a saber: contabilizar de nuevo los desgraciados que han de dormir al raso, para comprobar si habían disminuido o aumentado.
Mientras contaba gente tirada en el suelo, reflexionaba sobre la distancia que media entre la Ética y la Estética que aunque parezca absurdo, va más allá que la diferencia fonética que media entre la Astronomía y la Gastronomía. Sea como fuere, el lapso de tiempo se me hizo corto porque según me acercaba al alojamiento, la marca anterior fue pulverizada de manzana en manzana, hasta llegar a la nada despreciable cantidad de 22 personas durmiendo en la acera, número que da para montar un equipo de fútbol profesional o hacer una propaganda de la Lotería Nacional. ¡Estaba entusiasmado! Dado que, ya antes de entrar al museo nació en mi dar cuenta de todo ello y sobre la marcha fui construyendo este artículo que ahora les presento, por lo que no quedaba nada mal que la cifra lejos de mantenerse estable o disminuyera, hubiera subido tan espectacularmente en menos de tres horas.
Estando casi al lado de mi Hotel, en la Plaza del Carmen, observé bajo unos andamios un bulto sospechoso. Estuve por pasarlo por alto, pues en principio, no se ajustaba a lo estipulado. Ante el dilema de si sumarlos al cómputo traicionando mi estadística o por el contrario darles el visto bueno corrigiéndola, decidí acercarme para comprobar si se trataba de un vagabundo más o si por el contrario, solo era algo de lo que en opinión de la Concejal Ana Botella, debería ocuparse la Brigada de Limpieza. No crean ustedes que fue tarea fácil despejar la incógnita, entre lo oscuro que estaba aquello, la poca vista que tengo y que los muy sinvergüenzas se tapaban hasta la cabeza, casi me voy de allí sin contarles; ¡Menos mal! que la naturaleza nos ha dado pies y mantas cortas para poder adivinar que bajo aquellas con tres pies sobresaliendo, había no menos de dos personas.
En ese momento me asaltaron infinidad de preguntas como por ejemplo ¿ Están allí por su propia voluntad? ¿A caso por su mala vida? ¿Por qué no van a un albergue? ¿Son buena gente con mala suerte? ¿O por el contrario son mala gente que se merece estar como está?…Acordándome de la sabia advertencia de Spinoza de que “el preguntar no tiene fin” me dispuse a cruzar la plaza, asaltándome la duda de si debía o no ayudar a aquella pobre gente que iba a pasar la noche a la intemperie sin nada caliente que llevarse a la boca, mientras yo dormiría en una habitación con cama limpia, ducha, televisión en color y conectado al WiFi. ¡No era justo! No era justo que alguien tan sensible como yo, tuviera que tenerles justo al lado. ¿Dónde estaban los Servicios Sociales madrileños, me da igual que sean los de Zapatero, los de Rajoy, los de Gallardón o los de Aguirre para apartarlos de mi presencia?
Pero, pensándolo mejor, dado que de la temática yo iba a sacar provecho escribiendo todo este artículo y el motivo de su malograda circunstancia particular venia que ni de perlas para destacar mi calidad como persona, tome la decisión de desempolvar mi instinto caritativo, comprándoles algo de fruta, embutidos, pan, galletas y cerveza en un supermercado cercano, bolsa a la que adjunté veinte euros extra en metálico para que pudieran desayunar y comer algo caliente al día siguiente. ¡Quedé como Dios! Me dieron las gracias mil veces, pero no consentí que fuera a cambio de nada: me enteré de que eran dos hermanos, que su madre había fallecido y la casa donde vivían se la había comido el banco, que no tenían sitio en los albergues, que no les permitían entrar en los bares….en fin, un melodrama al que solo faltaba el acento.
Esa noche dormí a pierna suelta recordando haber estado cerca de los genios de la pintura y de haber tocado con la yema del dedo índice derecho el cuadro “Negro sobre blanco” de mi admirado Malévich. Pero sobre todo, de lo que más feliz me sentía, era de saberme una excelente persona, hasta el extremo de preguntarme ¿Por qué soy tan bueno? antes de cerrar los ojos.

Mierda y representación

 

Aunque sólo sea una vez cada cuatro años, pareciéndome del todo desequilibrada la proporción entre el tramo del calendario dedicado al atolondramiento general por medio de estímulos visuales, acoso constante mediante megafonía, anuncios sorpresivos que interrumpen la programación, propaganda partidista disfrazada de información en los Tontodiarios y misas mitinales exacerbando la más abyecta de las adhesiones a las que puede aspirar la voluntad humana, la Democracia dedica un día a la reflexión, que aunque en sus inicios pudiera resultar escaso margen para tomar una decisión tan importante como lo es decidir quién nos va a representar, según se suceden los distintos planes de estudios, observamos con admiración que el tiempo otorgado empieza a ser adecuado a las necesidades neuronales de la población educada fuera del espíritu crítico y en la total obediencia.
Dependiendo de la idea que uno tenga del Arte, este deberá representar la realidad tal cual es, mostrar su ideal corrigiendo sus defectos, servir de vehículo de ideas, surtir de ejemplos gráficos de la Verdad, la Amistad, la Fe, retratar cuanta belleza hay en la Naturaleza, el Hombre y la Sociedad, hacer de vanguardia estética ensanchando horizontes mentales…si bien está muy arraigada la impresión de que el Arte ha de gustar, cuando a mi modo de entender, bastaría con que precisamente se limitara a impresionar, es decir, a causar y transmitir impresiones, mal que estas causaran disgusto, desagrado y hasta repugnancia.
Los primeros humanos con nociones de representación y cánones estéticos, no dudaron en utilizar sus propios excrementos, entre otros fluidos cual natural pigmento. En la actualidad, no son pocos los artistas que han recuperado tan ancestral costumbre de contar con su propia materia prima como sangre, mucosidades, orines, sudor, semen, cera, saliva, heces y hasta lágrimas al objeto de implicarse en su obra más allá de la mera creatividad intelectual, dejando algo de si en ella a parte de su intención. La idea me pareció genial dentro de la esfera estética. Sin embargo, pronto comprendí la enorme fuerza simbólica que podía seguirse de este otro Arte Real Escatológico, de emplear su pringosa técnica para denunciar a los poderosos.
Yo, hasta este momento, tengo mi pequeña pinacoteca secreta, de la que ya dejé pista escrita en mi ensayo “Memorias de un retrete y otros escritos cochinos” donde en cada obra aparece retratada al mejor estilo de los “Grabados” de Goya, las distintas personalidades e Instituciones de nuestro tiempo que para evitarme querellas, las envío derechitas al excusado, pues aunque no veo delito en pintar a Reyes, Presidentes, Banqueros, Generales, Ministros…como diría Fernando Fernán Gómez ¡A la mierda! como tampoco lo es hacerles un retrato al oleo o a acuarela, como quiera que mi particular visión de lo que debería ser la función primordial del Arte, no participe la mayoría, creo comprensible que para espíritus tan nobles y delicados como los mencionados que han olvidado del todo que son mortales, no les haría ninguna gracia que se les representase con mierda y menos todavía que además de mortales, ¡son cagones! Porque quién más quien menos, todos producimos mierda.
Pensando sobre ello, sobre si tenía derecho o no a representar y retratar a las distintas autoridades y dignatarios con mierda y hacer una exposición pública de mis lienzos producidos en mi oculto taller donde por caballete tengo una taza y asiento un humilde bidé, tomé la terrible decisión para un artista de mantener mi obra desconocida para el gran público. No tanto por un falso respeto que esta gente de ningún modo merece, o porque me avergüence yo mismo de mis fechorías marrones. ¡Para nada! Lo que contra mis más enérgicos impulsos ha motivado que mi obra Escatológica no haya visto la luz en este cuarto de siglo, obedece nada más a que simpatizo con el derecho que toda persona tiene a ser retratada y representada con su propia mierda y no con mierda ajena, porque como bien saben ustedes, sólo huele mal la mierda de los otros.
Caí en la cuenta de esta terrible limitación moral, cuando estando estudiando en Florencia a comienzos de los noventa, rodeado como estaba de los espíritus de Da Vinci, Miguel Ángel, Brunelleschi, Giotto y demás genios de los Uffizi y alrededores, dieron comienzo los juicios contra varios amigos insumisos bajo los auspicios de aquel Biministro de Justicia e Interior que tenía cara de bellaco. Desde la patria de mi querido Maquiavelo, le dirigí una carta solicitándole que tuviera a bien reservarme un poco de su mierda y la delicadeza de enviármela por servicio urgente a la Residencia de Estudiantes donde me encontraba dispuesto ha hacerle un retrato. ¡Hasta hoy!
Su silencio, frustró mi carrera como pintor Institucional y ya ni les cuento de la Corte. Pero aprovechando la ocasión que me brinda el Estado de poder reflexionar sobre la representación, mientras ustedes piensan a quién van a votar, yo me empiezo a cuestionar si a caso cuando la mierda es general, pública, circulando por doquier sin la menor consideración e impudicia, estoy haciendo bien en ocultar por más tiempo mi talento e inclinaciones estéticas, por unos caducos principios que ya nadie respeta empezando por esta gentuza que nos hace elegir y comulgar con su mierda cuando bastante tenemos con la nuestra, y debería de dejar de tener escrúpulos en representarles a todos ellos en pública exposición retratados con mi propia mierda, pues, a fin de cuentas, toda la vida es mierda, y la mierda, mierda es.