Contra la Dictadura del Consenso

Debido a mi azarosa existencia, vivo a caballo de Cantabria, Euskadi, Castilla-León por no citar los alrededores, cosa que por una parte me ha permitido hacerme una idea personal del conjunto y el común denominador del Movimiento 15-M y a la vez me ha impedido participar directamente sobre el terreno de forma enérgica para mi bien y el suyo. Así, he podido observar entre mucha otras cosas positivas ya alabadas en otros artículos, algo que a mi modo de ver es un defecto, a saber: la búsqueda de estos colectivos por llegar a acuerdos y consensos, seguramente arrastrados por la Ley del Péndulo, para compensar el rodillo democrático parlamentario que hace y deshace durante cuatro años sin atender las reclamaciones de la ciudadanía. Es a este Movimiento del 15-M a quienes deseo transmitir lo siguiente:

La búsqueda de “Consenso” o acuerdo de todas las partes de un grupo respecto a la toma de decisiones, puede ser tendencia de la intención, fin de la voluntad y principio de acción, aunque no necesariamente meta de la misma, pues de suyo es que, el objeto del Consenso, a saber, las decisiones a tomar, no se vea eclipsado por su consecución, máxime, si participamos del espíritu democrático, entendido como aquel dispuesto para dirimir entre iguales las diferencias irresolubles mediante la libre votación respetándose el resultado de la mayoría.

Sea entonces que, en toda constitución de Asamblea, concurren dos Consensos tácitos y expresos: De una parte, un Consenso mayor, único, imprescindible e irrenunciable que surge desde el mismo momento en que se reúne la Asamblea y al que están sujetos cuantos a ella asisten, rigiendo desde su convocatoria y aún después de su término perviviendo en el cumplimiento de las resoluciones adoptadas, cuál es, el de aceptar como propias las decisiones adoptadas por la Asamblea debidamente reunida y respetar los resultados democráticos que de ella emanen, independientemente de si los mismos son los que cada cual haya apoyado personalmente durante el debate o la votación; Y de otra parte, cuantos Consensos menores se puedan alcanzar en el transcurso de una Asamblea que son múltiples, renunciables y del todo prescindibles cuando, después de haberlos buscado con sinceridad trabajándolos durante tiempo suficiente por medio de comisiones abiertas a quienes desearan realizar su libre aportación y presentarlos a pública discusión y debate previo antes de su votación, estos no acontecen.

Cuando una Asamblea cuenta con la garantía de que sus miembros participan del Consenso Mayor, nada tiene que temer por la consecución de esos otros Consensos menores, pudiendo dedicar toda su energía a dirimir abiertamente los objetos últimos de su prioritario quehacer sin preocuparse de aquellos, más de lo que viene por añadidura cuando las cosas se hacen bien. Otra cosa sucede, cuando en la Asamblea se permite participar a cualquier indocumentado en los Derechos y Deberes que comporta la asistencia, la toma de palabra y el poder de decisión en una Asamblea, porque entonces, sí hay motivos suficientes para barruntar que, ante la previsible ausencia del Consenso Mayor, auténtico garante de la aceptación y respeto a las decisiones tomadas por parte de quienes participan en ella, que puede poner en riesgo el apoyo de parte de sus miembros por sólo percibir como decisiones propias y correctas, aquellas que coinciden en cada momento con su parecer. En consecuencia, con semejante espíritu de reunión, lo que procede es, evidentemente, conseguir el mayor número de Consensos menores o en su defecto, las mayorías más grandes de las que una Asamblea sea capaz de albergar, para procurarse el mayor respaldo posible a las resoluciones, que en su circunstancia se limitará y corresponderá milimétricamente al resultado particular favorable de cada resolución, escenario fatal que efectivamente hace preferible cualquier Consenso menor a la mayor de las mayorías democráticas. Cuando a lo que debería aspirar toda Asamblea, sería a tener la convicción de que todos sus miembros apoyarán con idéntica fuerza las decisiones de la mayoría indistintamente de su opción personal, porque una vez votada la misma, pasa a ser del colectivo al que cada uno pertenece como el que más.

La mejor defensa que puede hacer una Asamblea para evitar el riesgo de que interfieran en su procedimiento agentes externos que perviertan en la práctica sus naturales procedimientos pensados para un colectivo afín, es evitar precisamente su entrada, que bastantes peligros tiene ya la Asamblea de por si, como para facilitar su destrucción desde fuera. Pues si nosotros hemos sido capaces de organizarnos para sacar adelante algo tan complejo, disperso y plural como este Movimiento del 15-M, mal haríamos en pensar que de ello, no son capaces fuerzas mejor adiestradas para lo contrario, más si tomamos en consideración que la convocatoria para hacer el bien requiere de mucho esfuerzo para escaso resultado que ya comporta desgaste y en cambio para hacer el Mal apenas se requiere una excusa para que acudan legiones en su favor y por lo general, con notable éxito, pues siempre es más sencillo destruir que construir dado que a su favor sopla de entrada que las cosas humanas abandonadas a su suerte acaban por consumirse ellas solas.

Mas como quiera que nos empeñemos en dejar asistir, con voz y voto a todo peatón que aparezca por el lugar sin exigírsele un mínimo de conocimiento de los temas tratados, un mínimo de trabajo en común con los compañeros de reunión, un mínimo de seriedad y compromiso con los asuntos tratados y la Asamblea misma…sea entonces que os presente que la votación en primera instancia es la mejor defensa ante el peligro del Bloqueo por parte de terceros que busquen abusar de nuestro reglamento, ya que ello les obligaría a incrementar la Asamblea, de tal manera que perderían la batalla principal de nuestra apuesta, cuál es, la de construir una mejor democracia, antes de iniciarla, pues aunque consiguieran sacar adelante sus medidas, incluida la de nuestra disolución, estas ya no nos serían impuestas como sucede en la actualidad.

Me voy a ahorrar lo que pienso de los actuales reglamentos Indignados que en un alarde de Buenismo – terrorífica mezcla de idealismo ingenuo – permiten, a caso animan, que un solo individuo que acaba de escuchar una medida propuesta en Asamblea pueda echar para atrás la ardua labor de decenas de personas que han trabajado durante días en ella, más que nada, porque combatir un absurdo puede hacerte todavía más absurdo…Ya se ocupará la necesidad de los hechos, más que la lógica de los argumentos, de corregir la comprensible euforia inicial de quienes desean aprender por si mismos antes que de la historia, aunque ello les condene a transitar por los mismos senderos equivocados, no por haberla olvidado, sino por ni siquiera haberla echado un vistazo antes de descubrir de nuevo América, que bastaría hojear la magnífica obra de teoría política de Fernando Vallespín o si se prefiere algo más concreto la génesis del concepto “Democracia” de Joaquín Abellán, para ahorrarnos sembrar campos trillados durante siglos y dedicar el preciado tiempo a avanzar en su actualización efectiva.

Pero quienes buscando desesperadamente el “Consenso” confían poder corregir la situación elevando el listón de la denominada “Minoría de bloqueo” ¡se equivocan! No sólo no evitan el peligro anterior de caer a merced de un grupo externo, que además, despiertan el ingenio para que los mismos aparezcan en el seno de la Asamblea sin necesidad de que vengan desde fuera a hacernos el harakiri. Me explico:

Hoy, quien desee entorpecer el buen transcurso de nuestras Asambleas, sabe que puede hacerlo sólo, por lo que no se molesta en organizarse para ello. Su único problema es el de retratarse ante el colectivo de reiterarse su estrategia. Pues bien, al establecer una Minoría de Bloqueo, lejos de mitigar el mal, lo acrecentamos, pues los agentes externos profesionales en reventar Asambleas o mangonearlas, les dará igual, 1 que 10 que 20, si tienen el firme propósito de conseguirlo o les va en ello algún interés; Pero, la novedad perniciosa que multiplica el riesgo consiste, en que establecida una Minoría de Bloqueo, fuerzas internas tan buenas y sanas como las nuestras propias, auspiciadas por la lógica demencial del reglamento, irán en la dirección de aglutinar efectivos suficientes para presentar oposición y alianzas de apoyo mutuo no tanto para sacar adelante medidas, cuanto para evitar que salgan las de los demás de modo que fulanito apoya a menganito para que no salga esta y a la inversa en un desleal hoy por ti, mañana por mi, que sin ningún género de dudas enquistará las posiciones convertirá la Asamblea en un reino de Taifas. Por si esto fuera poco, los agentes externos que anteriormente debían descubrir su identidad y rotarla para ser eficaces en su labor de sabotaje, ahora, sólo tienen que esperar agazapados a que varios participantes sanos levanten la mano para ellos amparados en el anonimato apoyar con entera libertad.

Cuantos argumentan que la Minoría de Bloqueo es un baluarte contra la tiranía de las mayorías, parecen desconocer la existencia del Consenso Mayor o no participar de él. El respeto a las “Minorías” aparece cuando se trata de Minorías étnicas, culturales, raciales, intelectuales, físicas, idiomáticas, políticas, religiosas…pero no votacionales, más de lo que se entiende como respeto personal al adversario discursivo y no de la posición que pierde una votación. Porque de confundirse las “Minorías” anteriormente citadas, con la minoría de una votación, entonces, mejor no hacer votaciones, para que no haya vencedores ni vencidos en una Asamblea sin espíritu democrático carente del Consenso Mayor, pues en una verdadera Asamblea que cuente con el Consenso Mayor, tras la votación, la mayoría representa a todos y nadie se siente vencedor ni perdedor y no hay minoría que respetar. Este afán por los Consensos menores huyendo de la Tiranía de la mayorías, puede arrastrarnos a la “Dictadura del Consenso”, que puestos a agregar y asociar palabras para confundir a la mente, a mi no me gana ni Usía.

Nuestras Asambleas nacidas de la indignación ciudadana están en proceso de construcción, maduración y arraigo – como lo demuestra la necesidad de esta reflexión palurda – y uno de los factores que las hacen más débiles y presas fáciles de organizaciones criminales como sindicatos, oenegés y partidos avezados en estas lides de destruir la autogestión popular, es precisamente tan retorcido proceder como el que voy a describir que ni es justo, ni ágil, y mucho menos inteligente.

Actualmente, los ciudadanos que lo desean, se organizan en comisiones abiertas que trabajan los temas elaborando propuestas a lo largo de semanas; Luego, estas propuestas, limpias de polvo y paja, siendo el polvo y paja las discusiones internas y los consensos alcanzados, se ventila en una sucinta exposición pública para que personas que ni saben del asunto, ni lo han trabajado lo suficiente, ni están al corriente de las claves omnicomprensivas con las que los representantes de las comisiones manejan en su comunicación, se pronuncien sobre su aprobación o rechazo, preguntando, voz en grito, al auditorio amorfo sobre si hay o no hay consenso ¡y lo que es peor! provocando a algún tímido retraído despistado a que se anime a levantar la mano, con lo que se frena la propuesta y se envía a un “Comité de Sabios” que además de sabios, deberán ser Magos para en menos de diez minutos sacarse de la chistera una reformulación que consiga lo que sus compañeros de Comisión no han logrado en días. Si esto es un procedimiento adecuado…¡Venga Obama y lo vea!

Todas las leyes del Universo y las fórmulas científicas que dan cuenta de él, se rigen por la economía. Toda la realidad transcurre de lo más complejo a lo más sencillo; lo que no sigue esta pauta marcada por la flecha del tiempo, es por aberración o decadencia, como sucede a las sociedades humanas que terminan en colapso. En consecuencia, evitémosle a la Asamblea, reglamentos extremadamente intrincados que entorpezcan el desarrollo de los asuntos que importan, para evitar que la buena gente que se nos aproxime por primera vez, no se lleve una idea equivocada por la impresión que les cause nuestras pajas mentales metodológicas más propias de la rollística jerigonza jurídico-parlamentaria, que de unos ciudadanos interesados en resolver los problemas que acucian al barrio y la ciudad, porque sinceramente, este menda, confiesa abiertamente desconocer todavía bien los rebuscados mecanismos con los que se ha decidido conducir el Movimiento del 15-M que de momento se mueve por la inercia del arranque, pero que no goza del eterno Motor Inmóvil aristotélico corriendo el riesgo que de no dotarnos de una estructura más ágil, inteligible y manejable, esta acabe por frenar su espontáneo empuje primigenio. No seré yo quien postule contra el trabajo teórico que ha de fundamentar nuestra futura existencia como colectivo, pero como el movimiento se demuestra andando y es más sencillo andar que explicar como se anda, sin olvidar nunca la advertencia de Einstein de que “la fórmula de la sopa, no sabe a sopa”, sea entonces, que pongamos más cuidado en que la reflexión, no frene la acción.

Un adecuado y correcto esquema para conducirnos a la hora de abordar los urgentes asuntos que dan razón de ser a nuestra indignación, podría ser el siguiente: Planteamiento público del asunto; Llamada a la libre reflexión personal y colectiva sobre el tema e invitación a participar en trabajos de las Comisiones; Presentación de propuesta, análisis, solución, o cualquier otro producto del esfuerzo intelectual personal o colectivo, ante la Asamblea; Debate o discusión de lo presentado si procede; Y votación. El resto…¡Sobra! Y sólo sirve para marear la perdiz.