En favor del Obispo Blázquez

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A diferencia de la esfera política donde uno puede proclamarse de cualquier Partido sin atender en lo más mínimo a ninguna otra señal externa salvo la voluntad de presentarse como tal, no estando obligado a acudir a mítines los fines de semana, ni pagar cuotas de afiliación anuales, pegar carteles en campaña, o compartir las ideas que oficialmente están en la base fundacional de la formación, menos regirse por ellas en su vida cotidiana y si me apuran, incluso ni de votar si coincide que ese Domingo electoral hace demasiado calor como para no ir a la playa o demasiado frio como para salir de casa o la verdadera fiesta de la democracia se corrió la noche anterior no quedando ganas de más juerga…en el orden religioso, si se exigen ciertos signos expresos del profesante que lo identifiquen partícipe de una Fe a la que se supone sincera e íntima adhesión del sujeto que se define Judío, Musulmán o como en mi caso Católico, Apostólico y Romano, cuyo requisito se solventa formalmente de palabra recitando de memoria el Padrenuestro y el Credo, pero que de comportamiento, como que precisa de algo más, a saber: aceptar los Sacramentos, acudir a misa y algún que otro compromiso contraído desde el Bautismo con la Iglesia y con Dios que sería largo de contar aquí.

Vivimos una época laxa, inmersos en una sociedad líquida que se diluye entre el relativismo exacerbado del “todo vale” y el más estricto individualismo que nos hace esclavos, no ya del egoísmo, sino de la mismísima yoidad atomizada, donde cada cual hace de su capa un sayo en cualquier aspecto de su Existencia sin importarle las repercusiones que para el colectivo tengan sus acciones aparentemente independientes, desligadas del resto, so pretexto, de no limitar su libertad. Pero esto, precisamente esto, el total y absoluto desligamiento del individuo respecto a su familia, su barrio, su comunidad y su gente, es lo que no permite la Re-ligión que entre sus muchas posibles acepciones puede apuntar a esa indeleble ligación de lo humano con lo divino y me atrevería a decir aún más, de lo humano entre si, dado que no hay humanidad en la soledad del primer Adán y por ende del hombre sólo.

Aunque el Obispado de Valladolid haya esquivado el asunto de las declaraciones de mi apreciado Blázquez, aduciendo que las palabras del Obispo se han malinterpretado porque en ningún momento se aludió a la condición civil del matrimonio de la Vicepresidente Soraya Sáez de Santamaría, sino al modo en cómo se procede a escoger al candidato en cuestión, yo estimo, que la Iglesia se ha de mantener firme en dejar claro a la feligresía que el Derecho Canónico es el que es para todos, independientemente del cargo institucional que ostente el fiel y que el Catolicismo, no es algo que se pueda elegir a la carta como quien pide al metre un bacalao al pilpil, pero que le limpien bien de espinas, que le raspen la piel, que no sepa muy salado y a poder ser sin demasiado perejil…

Cuando supe de la noticia, me alegré mucho de que una autoridad tan respetada como Blázquez se decidiera a frenar la cadena de despropósitos que uno tras otro están dilapidando el capital moral de nuestra tradición cristiana; Porque no es de recibo que una persona que haya elegido en derecho casarse sólo por lo civil evitando a la Iglesia, sea nombrada Pregonera de la Semana Santa, pues dada su elección que civilmente no se cuestiona, bien podría postularse para ser Pregonera de la Semana del crucero del Corte Inglés, de la Semana del Ahorro en Borri King, o en su caso, la Semana del Ajuste Gubernamental…pero ya son ganas de hacer la Pascua presentarla como candidata a anunciar la Semana Santa, que sería poco menos que una ofensa a nuestro Señor Jesucristo, si bien, todo hay que decirlo, él tampoco fue muy amigo de los bodorrios, como se pudo observar en el pasaje de las Bodas de Caná.

Y es que, entre el plato y la boca se pierde la sopa. Me explico: O se mantienen las fiestas religiosas porque son religiosas y se festejan como tales, o se suprimen del calendario civil y a echar cohetes por el “Día sin coche”. Hace tiempo que la Navidad la celebran por todo lo alto hasta los ateos confesos que no renuncian por nada del mundo ni a los días libres, ni a los aguinaldos, ni a los regalos de los Reyes Magos, cosa que se ha hecho con la aquiescencia de la Jerarquía Vaticana por cuanto esos fastos como que venían de muy atrás y para nada mancillan nuestra Fe. No obstante, del confusionismo de aquellos polvos han venido estos lodos, pues si en algún lugar hemos de anclar el cristianismo primitivo, no es tanto en el nacimiento de Jesús cuanto en su sacrificio final y victoria sobre la muerte para darnos esperanza de Salvación que es lo que se celebra durante la Semana Santa, aunque hoy en día pasen sus jornadas sin pena ni gloria como al burro que atiende por igual al ¡arre! que ¡so! Y de ello, no tiene culpa el humilde creyente que participa de la “Fe del Carbonero”, cuanto la misma Iglesia Católica que ofrece una muy deficiente catequesis, a caso porque hasta hace bien poco le iba mejor que el pueblo creyera en falsedades y equivocaciones a que conociera las Verdades auténticas que impulsaron los inicios de nuestra Fe con tal euforia que su inercia ha llegado hasta nosotros dos milenios después.

Lo de la Navidad, como lo del santoral, es un caso perdido. Pero como digo, siendo asuntos más paganos que otra cosa, poco importa que se degeneren. Mas la Semana Santa, no se debería permitir que se malogre. Yo no sé cómo se las apañan las Cofradías y Hermandades para seleccionar a sus miembros dado que nunca he pertenecido a ninguna de ellas por ser mi relación con Dios de carácter místico cercano al de San Juan de la Cruz, pero la Iglesia, tanto en su perfil Institucional como en su acepción de “Pueblo de Dios”, habría de poner todo su cuidado en blindar su celebración de manera solvente sin dar margen a la impostura de quienes pretender soplar, entiéndase vivir sin compromiso de la Común unión eclesial y a la vez sorber su condición sacramental separando de la sopa magisterial los tropezones.

Si la Iglesia desea que los Pregones de Semana Santa sean personas de probada catolicidad sin mácula, además de mejorar desde ¡ya! la catequesis, debería empezar a exigir de las autoridades competentes que los nombran, la realización de un minucioso examen de los candidatos que concurren para el puesto, primero certificando que se saben y aceptan todos y cada una de las Verdades reveladas y de los Dogmas para evitar que se cuelen de rondón elementos que no creen en la Santísima Concepción de María Virgen, la muerte y Resurrección de Cristo, la Ascensión al cielo de Jesús, en su segunda vuelta para juzgarnos y concedernos la vida eterna, la Santísima Trinidad, etc, para acto seguido, en caso de que pasasen esta prueba de coherencia intelectual, someterles a la verificación existencial de que se conducen en la vida conforme al camino de Salvación trazado por la Iglesia, en tanto en cuanto, Nuestro Señor Jesucristo se reserva actuar para el capítulo final del Apocalipsis; Así, antes de concedérsele a alguien el honor de ser el Pregón de la Semana Santa, habría que constatar si la conducta cristiana del candidato se ajusta a lo establecido por el Catolicismo, porque uno puede ser una bellísima persona que sin ir a misa nunca, ni comulgar, ni confesarse…su alma se salva igualmente como la de un perro vagabundo por la acción misericordiosa de nuestro Señor que murió en la Cruz a diferencia de los antiguos dioses, por toda la entera humanidad y no únicamente por quienes le rindan honores, pero no por la suya acción, y si no es Católico para lo uno, tampoco debería serlo para lo otro. De modo que, por muy buena labor que en este sentido haya realizado Vaticano II para extender a toda la especie la Salvación de Cristo, si bien ello es válido para la Historia Divina y la Escatología, no parece suficiente para la Historia Humana, de igual modo que no basta con declararse uno cristiano para participar en soledad de la Verdad de Cristo si su Fe no la vive en la comunidad de la Iglesia Católica, que no es un club del que se puede entrar y salir a voluntad con tal de pagar una entrada como si fuera una discoteca.

De este modo, personas que como la Vicepresidente han rechazado casarse por el rito Católico – lo digo así de retorcido porque hay personas que creen que casarse “por la Iglesia” consiste únicamente en casarse “en la Iglesia” – no deberían ser propuestas ni postularse para ser pregoneros de la Semana Santa, como tampoco deberían hacerlo con cuantos no se han bautizado, no acuden a misa ni a comulgar ni a confesar sus pecados…Y ello, no debe ser contemplado como una discriminación u ofensa para cuantos se vean privados de este honor, como no lo es que en los campeonatos de ajedrez no se permita jugar a las damas, porque todo tiene sus reglas y hemos de respetarlas.

Para terminar, deseo mostrar mi más enérgico desprecio por cuantos muestran su más profundo respeto por la más excéntrica costumbre que se les presenta cuando de turistas van por países exóticos y sin embargo aquí, donde han de convivir con nuestra cultura no hacen sino mostrarse como verdaderamente son: gente irreverente, maleducada y grosera, pues es muy fácil aparentar lo que no se es, cuando pasea por los templos budistas de la India unos días haciendo girar las ruecas o descalzarse antes de entrar en las mezquitas estando en Turquía de vacaciones o ponerse folklóricamente la kipá para darse de cabezazos frente al Muro de las Lamentaciones estando de visita en Jerusalén. Aunque en estos casos, creo que es más por cobardía que por aparentar, pues haber quién es el gracioso que se atreve con esas otras religiones y sus creyentes a cometer, siquiera una sola de las vejaciones a las que por aquí estamos harto acostumbrados.

Confesionarios en El Retiro

En un momento en que el pueblo no se acerca a la Iglesia, bien está que la Iglesia se acerque al pueblo, aunque no estoy muy seguro que la idea de sacar a la calle los confesionarios sea la mejor manera de hacerlo, pues el modo actual de administrar este Sacramento parece contrario a realizarlo en la vía pública pese a encontrarle cierto acomodo nominal en un escenario tan propicio para su ejercicio como es “El Retiro”, de no ser que, el Catolicismo tenga la intención de recuperar – sin sustituir – la costumbre de reconocer en alto ante el resto de congregados como se hace en las comunidades religiosas ante los hermanos o en las terapias de grupo de cualquier problema, las personales faltas.

Algunos ciudadanos – no sin razón – andan preocupados por la catadura moral de estos grupos de cristianos venidos de todas partes del mundo a festejar la JMJ como para que precisen dos centenares de confesionarios asistidos por 2.500 curas a su disposición doce horas diarias durante estas cuatro jornadas. ¿Qué sucede? – Se preguntan alarmados – ¿Tantas fechorías vienen a cometer a nuestra tierra en tan breve plazo como para que se les queden cortos los miles de locutorios que hay apostados habitualmente en los templos? Porque ciertamente, las gentes que han viajado desde tan lejos para acompañar al Papa en el jolgorio espiritual, devotos como son, seguramente se habrán confesado antes de venir y en consecuencia, la verdad es, que no habría motivo suficiente para este descomunal despliegue de confesionarios, de no ser que la organización se tema algo entre el bullicio ocasionado y los calores del verano, porque hay que reconocer que algunas feligresas levantan la Fe que da gusto.

Sin embargo, prefiero a las personas que se confiesan a diario, como puede suceder con estas gentes que viven la Fe con intensidad, a aquellas otras que jamás se arrepienten de nada, que a nadie reconocen sus errores y cargas espirituales sea por no tener conciencia, carecer de remordimientos como los psicópatas, o por creerse tan fuertes como para no necesitar de ayuda alguna, pues son juez y parte de su propia causa sea para condenarse, sea para absolverse. Seguramente a alguna de estas formas de proceder, pertenezcan los individuos que se dedican a la política.

Y a propósito, les confieso que entre el mejor de los políticos y el peor hombre de Iglesia, me quedo con este último, porque al menos, se arrepiente de sus pecados reconociéndose en sus semejantes capaz de lo mejor, pero también de lo peor; Como consecuencia de esta característica de los miembros que integran la Iglesia, ahí tienen las continuas peticiones públicas y oficiales de perdón a manos de sus dirigentes, incluido el Papa, por los errores pasados de la Institución como los cometidos por las Cruzadas o la Inquisición o contemporáneos de sus miembros como la pedofilia, actitud que brilla por su ausencia de parte de Gobiernos y Estados democráticos sobre, por ejemplo, la conquista de América por las potencias europeas, la guerra del Opio en China por Inglaterra, la Bomba Atómica sobre Hiroshima y Nagasaki por los EEUU, etcétera mucho más dilatado, sangriento y cruel en apenas quinientos años que lo que podemos esgrimir contra la Iglesia Universal en más de dos mil años de historia.

Aunque el Sacramento de la Confesión basado en el poder de “Atar y desatar” en la Tierra como en el Cielo ya viniera recogido en el Himno 25 dedicado a Varuna en la tercera parte del Rig Veda, lo cierto es que, desde Mt 16; 13-20 primero los Cristianos y después más acentuadamente los Católicos, han hecho de esta práctica su seña de identidad frente al resto de religiones en las cuales, sea porque quienes cometen faltas no las pueden borrar de la existencia espiritual por ser su Karma como en el Hinduismo, bien porque el perdón solo depende de Dios como en el Islam, bien porque no necesitan de mediación humana alguna para redimir sus pecados como en el protestantismo donde la mera Fe salva… Y que quieren que les diga, la opción Católica para las masas, me parece la más apropiada, pues requiere de la intervención de los tres actores principales de la triangular existencia humana de la Fe, a saber: el arrepentimiento de la conciencia del creyente, la comprensión social de sus iguales representada por el sacerdote y por supuesto de Dios que perdona.

Mas, mucho me temo, que lo acontecido en el parque madrileño del Retiro, no sea otra cosa que el “Canto del cisne” en estos momentos de tribulaciones varias a la espera resignada de ver coincidir en el tiempo las distintas profecías de Malaquías, Nostradamus y los Mayas, por lo que no me extrañaría nada que la curiosa postal ofrecida por cientos de confesionarios animando a que los pecadores se atrevan a dar cuenta de sus divinas cuitas para recibir al aire libre la Absolución a modo de liviano souvenir de la JMJ que no precisa pasar por aduana, sea presagio no de una vuelta a la declaración pública de los pecados como antes especulaba, sino del Retiro de los confesionarios incluso dentro de los templos, toda vez parece más difícil conjugar el creciente hipócrita arrepentimiento confesado, con el comportamiento que de facto hacemos gala para contradecirlo en cuanto salimos de misa, acción salvífica que a estas alturas, sólo Dios está capacitado para realizar. Tan ingente es la tarea. Y si no me creen, atiendan con que desparpajo dicen ¡Joder! a cada momento ante las cámaras del mismísimo Canal 13, los fieles entrevistados para declarar lo bien que se lo están pasando, en vez de exclamar el pasado de moda ¡Aleluya! que parece mucho más apropiado.