El miedo es a la psique, lo que el dolor al cuerpo, un mecanismo evolutivo de alerta que permite a la conciencia evitar un futuro peligro o perjuicio para la supervivencia. Pero, mientras el dolor físico desaparece o se atenúa desde el momento en que la causa que lo provoca se aleja en el tiempo y retira en el espacio, no así acontece en el caso del miedo, cuya causa material, aún desaparecida de la realidad circundante, puede permanecer actuando por medio del recuerdo durante periodo indefinido con igual o mayor intensidad si cabe, condicionando igualmente el comportamiento y la respuesta de las personas que lo padecen.
Esta característica del miedo, la de continuar activo separado el sujeto de la causa que se lo provoca, lo convierte a ojos del Gobernante Criminal y de las Élites Extractoras para las que trabaja, en un eficaz instrumento de control infinitamente preferible a cualquier otro dispositivo de represión habitual que requiere de mucha mayor inversión económica en cámaras de videovigilancia, material antidisturbios, contratación y entrenamiento de personal de confianza…cuyo acción en provocar dolor, dura lo que dura, y aunque ciertamente ese puntual displacer en algunos elementos de la masa social contestataria pueda ser suficiente para disuadirles en la participación de ulteriores protestas cívicas o pacíficas reclamaciones vecinales, lo cierto es que, más ello, no anuncia otra cosa que pan para hoy y hambre para mañana, porque el grueso de los individuos afectados por la represión física, dejará de dolerse de los porrazos y aún de las torturas, y, más pronto que tarde volverá a las andadas mejor preparado para el combate cuerpo a cuerpo, salvo si, a su lamento inicial, se le sabe asociar una buena dosis de temor que aun naciendo de un motivo racional, pueda fomentarse su acrecentamiento mental de modo irracional.
También es verdad, todo hay que decirlo, que de igual forma que la mayoría variamos de comportamiento más por imperiosa necesidad que por íntimo razonamiento, nuestro respeto al a la ley justa es debido en mayor medida al castigo de su incumplimiento por medio del empleo de la fuerza, que a la interna adhesión de la conciencia a su benigna realidad y en consecuencia, no seré yo quien critique esta forma ancestral de proceder, tratándose nuestra sociedad de hombres y no de ángeles, pues si la gente no obra bien por amor a Dios, que entonces sea por miedo al demonio.
Por supuesto, los Gobernantes, como enemigos naturales que son de la sociedad, dan continuos motivos para ser temidos antes que respetados por parte de sus ciudadanos, quienes, fomentados en su afición, antaño desde los púlpitos en las llamas del infierno y ahora a través de los Tontodiarios mediante la retransmisión desde cualquier punto del globo de cuantos robos, asaltos y asesinatos en directo se puedan hacer eco, sucumbimos ante cualquier suya amenaza sin ofrecer la más mínima resistencia haciendo buena la sentencia “No hay guerra más perdida que la que no ha sido librada” y dando sentido a aquella extraña formulación de Shakespeare “Solo tengo miedo a tu miedo”.
Ciertamente, el miedo es libre. Pero la Libertad no es miedosa y menos todavía cobarde. Las personas libres, asumimos el miedo, pero no nos consumimos en él. Es verdad que no podemos evitar tener miedo al Gobernante Criminal; yo sé que me la juego pensando como pienso, escribiendo como escribo y hablando como hablo en los círculos sociales en los que me muevo. Pero las personas libres superamos el miedo del único modo en que es posible hacerlo: enfrentándonos a sus causas y aceptando las consecuencias directas de la lucha consciente.
Como afirmó Julio Anguita en su día “ Es más sencillo rendirse que presentar batalla” y en ello colabora no poco la cobardía disfrazada de prudencia y la no menos dañina autocensura escudándose en la temida responsabilidad por medio de amenazas bajo el aspecto de consejos tales como “¡Ten cuidado con lo que dices!” O “Lo que escribes es peligroso!” Como si nuestro silencio fuera menos dañino para nuestros derechos civiles y supervivencia dejándoles hacer y deshacer a su antojo desde el omnímodo Poder, extremo que cunde entre las masas cuando el miedo irracional, se apodera de la mayoría que huye y se esconde despavorida de una minoría.
Así, el pasado 1 de Mayo, Pablo Iglesias, lo anunció muy claro: ¡Es hora de que el miedo cambie de bando! En alusión al miedo que tiene la población de perder su puesto de trabajo, la prestación por desempleo, su casa, la sanidad universal, la educación pública de sus hijos, la pensión de jubilación, etc, y que lo sientan, aunque sea por un instante cerca de sus nucas, aquellos que lo provocan. Y para ello, bueno es empezar por trocar en nuestro fuero interno, las sílabas de ese tácito circulante ¡Temámosles! referido a los criminales que arruinan nuestras vidas, por ese astutamente acallado por los medios de comunicación ¡Matémosles!