Cuéntame un cuento

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Si para Golpes Bajos, durante la reconversión de los Ochenta, ya eran malos tiempos para la lírica, y los Celtas Cortos pedían que se les contara un cuento durante los Noventa con la que estaba cayendo, qué podemos decir ahora con Amaral anunciando a los cuatro vientos que, tras pasarse toda la noche en la calle y no quedar días de verano, no piensa salir corriendo, cuando hay sobrados motivos para ello, de no ser que se esté paralizado de miedo, ante el panorama postmoderno que se nos presenta por delante y que justifica la añoranza de lo retro y el avance del conservadurismo como medida preventiva de progreso, ante un futuro a todas luces pretérito que amenaza con involucionar de golpe, todas las conquistas sociales adquiridas tras muchos siglos de lucha.
Antiguamente, los pequeños de la casa, como bien expone Propp, aprendían todo cuanto habían de aprender de las historietas, anécdotas, y cuentos que les contaban los mayores, incluidas enseñanzas valiosísimas para su supervivencia, relatos que en su conjunto no le escatimaban ni una brizna de la crueldad del mundo en el que habría de vivir: brujas, ogros, demonios, monstruos, lobos, ayudaban a la mente infantil a comprender que la realidad que le rodeaba estaba plagada de peligros; madrastras envidiosas, gigantes egoístas, oscuras ancianitas, el hombre del saco, reyes perversos, advertían de las distintas caras del Mal con el que se podían encontrar; manzanas envenenadas, casitas de caramelo, castillos mágicos, bosques encantados, ejercitaban en ellos la capacidad de desconfiar y que arraigara cierto escepticismo, etc. Empezó entonces la idiotización de la infancia mucho antes de la irrupción de la ESO entre nosotros…se inició con la dulcificación de los cuentos infantiles, las películas de Disney, y los Happy End Hollywoodienses, que persuaden a las ingenuas inteligencias de que un comportamiento ejemplar particular garantiza al individuo una vida sana, sin enfermedades ni problemas, sin traiciones, sin atropellos, ni injusticias, y de haberlas, si bien ya no puede confiar en la justicia divina, para eso está Superman, Terminator, Robocop, o más dulce todavía…¡Pokemon! Esta estrategia de idiotización de la infancia y la juventud, bien diseñada desde el Gobiernos e Instituciones, bien apoyada sin fisuras por los medios de comunicación, con la financiación del mercado que precisa de empleados dóciles y consumidores compulsivos, sin embargo, adolece del debido plan de contingencia ante los nocivos efectos colaterales que ha causado entre las nuevas generaciones y que empieza a aflorar cada vez de modo más notable en forma de violencia juvenil, cuyo calibre requiere una perspectiva más profunda que a la que nos tiene acostumbrados las ñoñas interpretaciones de la sociología oficial, que para algo la pagan a base de encuestas.
Unos niños acostumbrados a escuchar de sus abuelos historias de miedo, pasajes bíblicos truculentos en boca del cura, mitos y leyendas de ambiguo recorrido moral contados por el maestro y como unos padres llevaban a sus hijos al bosque para que se perdieran en labios de su querida mámá,,al margen de que de esas mismas fuentes recibían mejores pruebas materiales, tenían la mente bien formada para afrontar los retos de una vida adulta muy jodida como resulta de tener que trabajar para otros, hacer lo que mandan los jefes, pagar impuestos hasta para limpiarte el culo, no poder follar cuanto te apetece, con quien te apetece, cuando te apetece, y como te apetece, vivir en condiciones hostiles en habitáculos reducidos rodeados de asfalto, ruidos, polución, con deseos constantes de escapar de todo ello, pero sin esperanza de poderlo conseguir…porque las perdices estaban reservadas para Príncipes y Princesitas…Pero ahora, esos reyes de la casa que han adquirido el denominado por Javier Garrido “Síndrome del Emperador”, esos nuevos Tiranos de la videoconsola, esos a quienes videos, Dvds, pelis y mangas han acostumbrado, de una parte a presenciar finales felices, y de otra a resolverlo todo a la tremenda ametralladora en mano, pero a quienes desde la cuna se les hizo creer que el lobo también era bueno y acababa sentándose junto a Caperucita y su abuelita a tomar la merienda…son incapaces de digerir toda la rabia y frustración que les genera darse de bruces no con un juego de rol, ni con un programa virtual, sino con la realidad, no ya en su etapa adulta independiente, sino sin salir de su privilegiada posición irresponsable y dependiente en el mismo nido paterno, entrando en conflicto con todos y cada uno de los actores con los que debería saber interactuar, padres, profesores, parejas, compañeros, y como se ve últimamente con el propio grupo de iguales, hasta ahora último bastión en el que la juventud parecía refugiarse física y espiritualmente, mas le suponen todo un problemón al disponer de un poderoso hardware nuevo, pero carecer de su correspondiente software, de tal guisa que incapaces de seguir patrones adecuados de conducta subliminalmente asimilados durante su más tierna infancia, ponen en juego la antedicha papilla mental administrada, cuyo resultado ya no se traduce en la típica rebeldía juvenil, sino de forma iracunda, en modos y maneras más propias de psicópatas y asesinos en serie, que de su edad, como lo atestiguan los reiterados y cada vez más repetidos casos de violencia entre niños, adolescentes, y jóvenes.
Es posible que para esta generación y la que está al llegar, todo esté perdido y no haya nada que hacer, salvo capearla como buenamente se pueda, pero sí cabe corregir errores con los que todavía andan a gatas. No digo yo que volvamos a hacerles traducir las tragedias griegas mientras cursan el Trivium y Quadrivium, pero no estaría nada mal, empezar por contarles de nuevo cuentos al acostarles de viva voz, pero con todos sus ingre-dientes.