Recuperemos el Ágora

En nuestra jungla de asfalto, la plaza poco más representa un claro en el bosque, espacio abierto algo más amplio que un patio interior rodeado de edificios que sirve para transitar de un lado a otro de los mismos comunicando calles adyacentes al más puro estilo de una rotonda para facilitar a los viandantes ir a trabajar o de compras; Con suerte, si es de construcción antigua, hasta es posible que albergue en su interior cómodos bancos para sentarse o dormir a las personas sin hogar, en cuyo caso también sirve para el descanso de personas mayores y la cháchara por parejas de madres con sus retoños merodeando por las inmediaciones. Cierto es que, en ocasiones, la plaza es aprovechada por las autoridades para el festejo organizado o la realización de mítines en épocas de elecciones, pero por lo general, todos, comercios, autoridades, instituciones y por qué no reconocerlo, los mismos vecinos del lugar, prefieren que las plazas, como las aceras, estén lo más despejadas posible por motivos comerciales, de orden público y tranquilidad respectivamente, de ahí que esté prohibido en ellas jugar a cualquier cosa, sentarse en el suelo, estar parado charlando, dejar sueltas a las mascotas…y dentro de poco hacer algo que no esté estrechamente relacionado con la productividad o el consumo.

Me gusta definirme como una persona tradicional-conservadora, pero no del conservar por conservar y menos de cualquier Tradición. A mi entender, nunca se debió perder aquella remota función de concurrencia para el debate público que los griegos imprimieron al ágora, mas como quiera que ello ha desaparecido de entre nosotros y no es cuestión de forzar la realidad actual a la arqueología connotativa de la palabra, así como para mantener e incluso potencial su función de mercado, la ciudad separó de la plaza en edificios específicos dicha actividad; así como al objeto de satisfacer el esparcimiento de la mente y el cuerpo la urbe desahogó a la plaza de tal menester a favor de parques y jardines; así debería hacerse igualmente con la apuntada necesaria función que antiguamente prestaba el ágora al extremo que hoy a nuestro ignorante oído se le hace sinónima de debate, precisamente como último reducto de su perdido recuerdo social.

Aunque la racionalidad clásica y dieciochesca consideró conveniente llevar el arte a los museos, el deporte a los gimnasios, la política a los parlamentos, como a los locos al frenopático, los delincuentes a la cárcel, los ancianos al asilo, los enfermos al hospital y los niños al colegio, para una mejor atención de sus específicas necesidades, dejarlos allí encerrados para siempre fue un error que muy poco a poco – sobresaltados a mediados del siglo XX del Sueño de la Razón – hemos empezado a corregir, primero con los procesos de desenclaustración institucional en psiquiatría, docencia, orfandad, ámbitos eclesial, militar…apostando por una sociedad menos compartimentada en la que preferentemente los pacientes vivan en su entorno, los ancianos con sus familiares, los niños no tengan que ir a un internado, etc, y segundo practicando de nuevo en la calle, todas esas actividades que antaño se realizaban bajo el sol, como correr entre los árboles, jugar a las cartas con los amigos, pero no todavía del todo.

Creo necesario devolver a la ciudad un espacio al raso donde la gente pueda ir libremente a escuchar a quien tenga algo que decir y a decir lo que desee a quien le quiera escuchar que tenga por asiento una grada, escenario el suelo, por paredes el aire que circula y techo el cielo – no es mucho pedir: a los escaladores se les concede rocódromos y a los perros arenales en los parques – o sea…un teatro al aire libre, para dar salida a la necesidad de un ágora civil permanente, a parte de bares y cafeterías, pues los parlamentos si bien en su día deslindaron parte de su función de la plaza, cuál es, la representatividad social en la discusión, no así lo hicieron con la que aquí comento, a saber: la de un foro donde las personas podamos ejercer nuestra libertad de expresión oral sobre asuntos sociales como el bien común y el interés general. Claro que ello, va en contra de algunos intereses particulares muy arraigados en el Poder, contra la Democracia.

Partidos…de fútbol

http://www.youtube.com/watch?v=2z-CzmXWQh4&feature=related

Las broncas de la bancada parlamentaria, más propias de las trifulcas de los hinchas en las gradas, son el reflejo menos nocivo de cuantos se me ocurren entre nuestra política y el fútbol ya estrechamente relacionados en la milenaria expresión ¡Pan y circo! que llegó a su máximo estadio con la consecución de la Copa del Mundo precisamente en un año crítico para nuestro futuro inmediato.

Planteado el debate social en disputa de Partidos, ha sido sencillo aglutinar a la ciudadanía tras cuatro siglas para enfrentarla entre si ayudándola a mimetizar y reproducir el comportamiento que mantiene en los campos a la hora de defender los colores de su equipo y como en el caso del Betis permanecer fiel a su historia ¡Mal que pierda! en el terreno de juego político, cosa que ha logrado a la perfección sin apenas entrenamiento. Ello ha ido forjando, entre nosotros, un peculiar modo de entender la política cuyas características son:

Fidelidad de militancia y electorado al Partido, hagan lo que hagan sus dirigentes y diga lo que diga el programa. La gente más que tener ideología, la ideología les tiene a ellos y quien dice ideología dice las siglas, líderes o logotipos, actitud que se transmite a través de generaciones con el mismo orgullo con que se luce el carnet de socio. Por supuesto, también los hay que van a caballo ganador y se suman a la fiesta tanto en Cibeles como en Canaletas. Pero son los menos.

Los Partidos, lejos de depender de sus Congresistas, senadores, alcaldes y concejales para llevar a cabo sus iniciativas, son estos los que parecen sujetos a su matriz sin posibilidad de escapatoria como si hubieran firmado un contrato blindado con cláusulas de reescisión abusivas por lo que no les queda otra que mantener la disciplina del equipo. Quienes no se atienen a las órdenes del entrenador de turno, pronto son sancionados abriéndoseles expediente y enviados de inmediato al banquillo. A veces ocurre que alguno de estos que a punto está de ser apartado de empleo, sueldo, despacho y coche oficial, cambia de bando y pasa a ser un tránsfuga odiado hasta la muerte, como les ocurre a los jugadores que de una campaña a otra aparecen luciendo la camiseta del rival.

Curiosamente, esta ventaja inicial que supone a los dirigentes de los partidos saber que tienen las manos libres para hacer y deshacer a su antojo sin que ello les haga perder crédito ante sus incondicionales, se ve contrarestada por la tradición igualmente asentada de poner de patitas en la calle al entrenador a la mínima que las cosas no marchen, pues es evidente, que parece más sencillo despedir a un entrenador que a todo un equipo. Ello comporta constantes guiños a las corrientes internas cuyo papel es cada vez más parecido al de las Peñas en los Clubes, discursos sobre la realidad del país y de los asuntos comunes demagógicos repletos de retórica que ofrezcan titulares típicos de la prensa deportiva para ser comentados mañana, tarde y noche, en las tertulias radiofónicas con parejo análisis y erudición que el mostrado en una rayada moviola de Punto Pelota y concesiones constantes de subvenciones para contentar con las migajas del poder a cuantos no les importa que les llamen perros mientras les tiren pan, asegurándose así el adecuado coro de papagayos de Bienpagaos que no cejan en alabar las bellezas de Babilonia.

Sobre tan resbaladizo césped, sólo cabe estar muy al tanto de las encuestas que obligan a llevar una estrategia cortoplacista y a pasarse el balón unos a otros al más puro estilo tiki-taka, para que entre pase y pase, pase lo que pase, a la gente se le pase que el que tiene pase pasa y el que no tiene pase…no pasa. Pasando así el tiempo, que es lo que pasa, cuando no pasa nada; Y cuando no pasa nada, el público se aburre, hace la ola, abuchea a los jugadores, pita al palco, enciende bengalas, tira almohadillas y exige resultados.

Es entonces que para los dirigentes de los Partidos, aparece la cara más amarga del paralelismo trazado entre la Política española y el deporte Rey; Cuando quienes han de disputar los partidos, resulta que son millonarios mercenarios a los que les cuesta sudar la camiseta y sentir los colores que para colmo no pueden desarrollar su talento particular por verse encuadrados en una estructura rígida y están del todo desmotivados; cuando los entrenadores parecen desplegar en el campo un juego tedioso trazado en la pizarra; y cuando la pelota no deja de ir y venir por el medio campo…lo único que manda es el resultado. Al final, es el resultadismo y no el cortoplacismo, ni la disciplina interna, ni la fidelidad al equipo, lo que acaba desestabilizando a un Partido, pues como diría Felipe González en su día, “cierto es, que el Poder desgasta…pero más desgasta el no poder”. Y aunque los haya que como Rubalcaba acaben como el Alcoyano, perdiendo por trece puntos y pidiendo prórroga…el sufriente aficionado no está ya por la labor y prefiere bajar al infierno de la Segunda división antes de que le sigan metiendo más goles con balones inflados de playa.

Si a todo lo anterior le añadimos que, en lo económico, Clubes de futbol y Partidos políticos, andan a la par en cuanto a deudas y oscura financiación, la sensación mayoritaria de que como en la época de Canovas y Sagasta el partido disputado tiene todos los visos de estar amañado y el árbitro casero, es ¡Ojo al dato! como para sacar tarjeta roja hasta a Manolo “El del bombo” por animar y arrancarse a entonar el ¡A por ellos ¡ ¡Oe! ¡Oe! ¡Oe!

Contra la Dictadura del Consenso

Debido a mi azarosa existencia, vivo a caballo de Cantabria, Euskadi, Castilla-León por no citar los alrededores, cosa que por una parte me ha permitido hacerme una idea personal del conjunto y el común denominador del Movimiento 15-M y a la vez me ha impedido participar directamente sobre el terreno de forma enérgica para mi bien y el suyo. Así, he podido observar entre mucha otras cosas positivas ya alabadas en otros artículos, algo que a mi modo de ver es un defecto, a saber: la búsqueda de estos colectivos por llegar a acuerdos y consensos, seguramente arrastrados por la Ley del Péndulo, para compensar el rodillo democrático parlamentario que hace y deshace durante cuatro años sin atender las reclamaciones de la ciudadanía. Es a este Movimiento del 15-M a quienes deseo transmitir lo siguiente:

La búsqueda de “Consenso” o acuerdo de todas las partes de un grupo respecto a la toma de decisiones, puede ser tendencia de la intención, fin de la voluntad y principio de acción, aunque no necesariamente meta de la misma, pues de suyo es que, el objeto del Consenso, a saber, las decisiones a tomar, no se vea eclipsado por su consecución, máxime, si participamos del espíritu democrático, entendido como aquel dispuesto para dirimir entre iguales las diferencias irresolubles mediante la libre votación respetándose el resultado de la mayoría.

Sea entonces que, en toda constitución de Asamblea, concurren dos Consensos tácitos y expresos: De una parte, un Consenso mayor, único, imprescindible e irrenunciable que surge desde el mismo momento en que se reúne la Asamblea y al que están sujetos cuantos a ella asisten, rigiendo desde su convocatoria y aún después de su término perviviendo en el cumplimiento de las resoluciones adoptadas, cuál es, el de aceptar como propias las decisiones adoptadas por la Asamblea debidamente reunida y respetar los resultados democráticos que de ella emanen, independientemente de si los mismos son los que cada cual haya apoyado personalmente durante el debate o la votación; Y de otra parte, cuantos Consensos menores se puedan alcanzar en el transcurso de una Asamblea que son múltiples, renunciables y del todo prescindibles cuando, después de haberlos buscado con sinceridad trabajándolos durante tiempo suficiente por medio de comisiones abiertas a quienes desearan realizar su libre aportación y presentarlos a pública discusión y debate previo antes de su votación, estos no acontecen.

Cuando una Asamblea cuenta con la garantía de que sus miembros participan del Consenso Mayor, nada tiene que temer por la consecución de esos otros Consensos menores, pudiendo dedicar toda su energía a dirimir abiertamente los objetos últimos de su prioritario quehacer sin preocuparse de aquellos, más de lo que viene por añadidura cuando las cosas se hacen bien. Otra cosa sucede, cuando en la Asamblea se permite participar a cualquier indocumentado en los Derechos y Deberes que comporta la asistencia, la toma de palabra y el poder de decisión en una Asamblea, porque entonces, sí hay motivos suficientes para barruntar que, ante la previsible ausencia del Consenso Mayor, auténtico garante de la aceptación y respeto a las decisiones tomadas por parte de quienes participan en ella, que puede poner en riesgo el apoyo de parte de sus miembros por sólo percibir como decisiones propias y correctas, aquellas que coinciden en cada momento con su parecer. En consecuencia, con semejante espíritu de reunión, lo que procede es, evidentemente, conseguir el mayor número de Consensos menores o en su defecto, las mayorías más grandes de las que una Asamblea sea capaz de albergar, para procurarse el mayor respaldo posible a las resoluciones, que en su circunstancia se limitará y corresponderá milimétricamente al resultado particular favorable de cada resolución, escenario fatal que efectivamente hace preferible cualquier Consenso menor a la mayor de las mayorías democráticas. Cuando a lo que debería aspirar toda Asamblea, sería a tener la convicción de que todos sus miembros apoyarán con idéntica fuerza las decisiones de la mayoría indistintamente de su opción personal, porque una vez votada la misma, pasa a ser del colectivo al que cada uno pertenece como el que más.

La mejor defensa que puede hacer una Asamblea para evitar el riesgo de que interfieran en su procedimiento agentes externos que perviertan en la práctica sus naturales procedimientos pensados para un colectivo afín, es evitar precisamente su entrada, que bastantes peligros tiene ya la Asamblea de por si, como para facilitar su destrucción desde fuera. Pues si nosotros hemos sido capaces de organizarnos para sacar adelante algo tan complejo, disperso y plural como este Movimiento del 15-M, mal haríamos en pensar que de ello, no son capaces fuerzas mejor adiestradas para lo contrario, más si tomamos en consideración que la convocatoria para hacer el bien requiere de mucho esfuerzo para escaso resultado que ya comporta desgaste y en cambio para hacer el Mal apenas se requiere una excusa para que acudan legiones en su favor y por lo general, con notable éxito, pues siempre es más sencillo destruir que construir dado que a su favor sopla de entrada que las cosas humanas abandonadas a su suerte acaban por consumirse ellas solas.

Mas como quiera que nos empeñemos en dejar asistir, con voz y voto a todo peatón que aparezca por el lugar sin exigírsele un mínimo de conocimiento de los temas tratados, un mínimo de trabajo en común con los compañeros de reunión, un mínimo de seriedad y compromiso con los asuntos tratados y la Asamblea misma…sea entonces que os presente que la votación en primera instancia es la mejor defensa ante el peligro del Bloqueo por parte de terceros que busquen abusar de nuestro reglamento, ya que ello les obligaría a incrementar la Asamblea, de tal manera que perderían la batalla principal de nuestra apuesta, cuál es, la de construir una mejor democracia, antes de iniciarla, pues aunque consiguieran sacar adelante sus medidas, incluida la de nuestra disolución, estas ya no nos serían impuestas como sucede en la actualidad.

Me voy a ahorrar lo que pienso de los actuales reglamentos Indignados que en un alarde de Buenismo – terrorífica mezcla de idealismo ingenuo – permiten, a caso animan, que un solo individuo que acaba de escuchar una medida propuesta en Asamblea pueda echar para atrás la ardua labor de decenas de personas que han trabajado durante días en ella, más que nada, porque combatir un absurdo puede hacerte todavía más absurdo…Ya se ocupará la necesidad de los hechos, más que la lógica de los argumentos, de corregir la comprensible euforia inicial de quienes desean aprender por si mismos antes que de la historia, aunque ello les condene a transitar por los mismos senderos equivocados, no por haberla olvidado, sino por ni siquiera haberla echado un vistazo antes de descubrir de nuevo América, que bastaría hojear la magnífica obra de teoría política de Fernando Vallespín o si se prefiere algo más concreto la génesis del concepto “Democracia” de Joaquín Abellán, para ahorrarnos sembrar campos trillados durante siglos y dedicar el preciado tiempo a avanzar en su actualización efectiva.

Pero quienes buscando desesperadamente el “Consenso” confían poder corregir la situación elevando el listón de la denominada “Minoría de bloqueo” ¡se equivocan! No sólo no evitan el peligro anterior de caer a merced de un grupo externo, que además, despiertan el ingenio para que los mismos aparezcan en el seno de la Asamblea sin necesidad de que vengan desde fuera a hacernos el harakiri. Me explico:

Hoy, quien desee entorpecer el buen transcurso de nuestras Asambleas, sabe que puede hacerlo sólo, por lo que no se molesta en organizarse para ello. Su único problema es el de retratarse ante el colectivo de reiterarse su estrategia. Pues bien, al establecer una Minoría de Bloqueo, lejos de mitigar el mal, lo acrecentamos, pues los agentes externos profesionales en reventar Asambleas o mangonearlas, les dará igual, 1 que 10 que 20, si tienen el firme propósito de conseguirlo o les va en ello algún interés; Pero, la novedad perniciosa que multiplica el riesgo consiste, en que establecida una Minoría de Bloqueo, fuerzas internas tan buenas y sanas como las nuestras propias, auspiciadas por la lógica demencial del reglamento, irán en la dirección de aglutinar efectivos suficientes para presentar oposición y alianzas de apoyo mutuo no tanto para sacar adelante medidas, cuanto para evitar que salgan las de los demás de modo que fulanito apoya a menganito para que no salga esta y a la inversa en un desleal hoy por ti, mañana por mi, que sin ningún género de dudas enquistará las posiciones convertirá la Asamblea en un reino de Taifas. Por si esto fuera poco, los agentes externos que anteriormente debían descubrir su identidad y rotarla para ser eficaces en su labor de sabotaje, ahora, sólo tienen que esperar agazapados a que varios participantes sanos levanten la mano para ellos amparados en el anonimato apoyar con entera libertad.

Cuantos argumentan que la Minoría de Bloqueo es un baluarte contra la tiranía de las mayorías, parecen desconocer la existencia del Consenso Mayor o no participar de él. El respeto a las “Minorías” aparece cuando se trata de Minorías étnicas, culturales, raciales, intelectuales, físicas, idiomáticas, políticas, religiosas…pero no votacionales, más de lo que se entiende como respeto personal al adversario discursivo y no de la posición que pierde una votación. Porque de confundirse las “Minorías” anteriormente citadas, con la minoría de una votación, entonces, mejor no hacer votaciones, para que no haya vencedores ni vencidos en una Asamblea sin espíritu democrático carente del Consenso Mayor, pues en una verdadera Asamblea que cuente con el Consenso Mayor, tras la votación, la mayoría representa a todos y nadie se siente vencedor ni perdedor y no hay minoría que respetar. Este afán por los Consensos menores huyendo de la Tiranía de la mayorías, puede arrastrarnos a la “Dictadura del Consenso”, que puestos a agregar y asociar palabras para confundir a la mente, a mi no me gana ni Usía.

Nuestras Asambleas nacidas de la indignación ciudadana están en proceso de construcción, maduración y arraigo – como lo demuestra la necesidad de esta reflexión palurda – y uno de los factores que las hacen más débiles y presas fáciles de organizaciones criminales como sindicatos, oenegés y partidos avezados en estas lides de destruir la autogestión popular, es precisamente tan retorcido proceder como el que voy a describir que ni es justo, ni ágil, y mucho menos inteligente.

Actualmente, los ciudadanos que lo desean, se organizan en comisiones abiertas que trabajan los temas elaborando propuestas a lo largo de semanas; Luego, estas propuestas, limpias de polvo y paja, siendo el polvo y paja las discusiones internas y los consensos alcanzados, se ventila en una sucinta exposición pública para que personas que ni saben del asunto, ni lo han trabajado lo suficiente, ni están al corriente de las claves omnicomprensivas con las que los representantes de las comisiones manejan en su comunicación, se pronuncien sobre su aprobación o rechazo, preguntando, voz en grito, al auditorio amorfo sobre si hay o no hay consenso ¡y lo que es peor! provocando a algún tímido retraído despistado a que se anime a levantar la mano, con lo que se frena la propuesta y se envía a un “Comité de Sabios” que además de sabios, deberán ser Magos para en menos de diez minutos sacarse de la chistera una reformulación que consiga lo que sus compañeros de Comisión no han logrado en días. Si esto es un procedimiento adecuado…¡Venga Obama y lo vea!

Todas las leyes del Universo y las fórmulas científicas que dan cuenta de él, se rigen por la economía. Toda la realidad transcurre de lo más complejo a lo más sencillo; lo que no sigue esta pauta marcada por la flecha del tiempo, es por aberración o decadencia, como sucede a las sociedades humanas que terminan en colapso. En consecuencia, evitémosle a la Asamblea, reglamentos extremadamente intrincados que entorpezcan el desarrollo de los asuntos que importan, para evitar que la buena gente que se nos aproxime por primera vez, no se lleve una idea equivocada por la impresión que les cause nuestras pajas mentales metodológicas más propias de la rollística jerigonza jurídico-parlamentaria, que de unos ciudadanos interesados en resolver los problemas que acucian al barrio y la ciudad, porque sinceramente, este menda, confiesa abiertamente desconocer todavía bien los rebuscados mecanismos con los que se ha decidido conducir el Movimiento del 15-M que de momento se mueve por la inercia del arranque, pero que no goza del eterno Motor Inmóvil aristotélico corriendo el riesgo que de no dotarnos de una estructura más ágil, inteligible y manejable, esta acabe por frenar su espontáneo empuje primigenio. No seré yo quien postule contra el trabajo teórico que ha de fundamentar nuestra futura existencia como colectivo, pero como el movimiento se demuestra andando y es más sencillo andar que explicar como se anda, sin olvidar nunca la advertencia de Einstein de que “la fórmula de la sopa, no sabe a sopa”, sea entonces, que pongamos más cuidado en que la reflexión, no frene la acción.

Un adecuado y correcto esquema para conducirnos a la hora de abordar los urgentes asuntos que dan razón de ser a nuestra indignación, podría ser el siguiente: Planteamiento público del asunto; Llamada a la libre reflexión personal y colectiva sobre el tema e invitación a participar en trabajos de las Comisiones; Presentación de propuesta, análisis, solución, o cualquier otro producto del esfuerzo intelectual personal o colectivo, ante la Asamblea; Debate o discusión de lo presentado si procede; Y votación. El resto…¡Sobra! Y sólo sirve para marear la perdiz.

Democracia y corrupción

Lo he dicho mil veces y lo vuelvo a repetir: la Democracia, no está reñida con la corrupción. Casí, casi, podría decirse que se llevan muy bien. Esto es así, porque el concepto de Democracia no comporta en su definición desde la época de Solón cuando se la denominaba isonomia, hasta la de Schumpeter donde se la considera competencia, la idea de Santidad, ni de la institución en si, ni de los miembros que la integren, aun cuando pudiera parecerlo al hablarse del origen divino de las leyes o el poder sagrado del gobernante, pues apañadas estarían las religiones del mundo de haber transmitido los dioses a sus creaturas todos los dones de su incorruptibilidad, que a fin de cuentas, es lo que nos separa de ellos, uniéndonos en fraternal corrupción material con los demás seres vivos, aunque ciertamente para nosotros solos queda la corrupción espiritual de la que tratamos.

Cierto es que, la Democracia funciona mejor forjada por ciudadanos educados en la virtud. Pero ello podría decirse de cualquier otra realidad humana, como la de hacer pan, construir edificios o dirigir un banco, pues es del todo deseable que seamos virtuosos a viciosos para facilitarnos la convivencia; También hemos de admitir que la corrupción socava los cimientos de la Democracia, más ello ocurre a todo sistema humano de Gobierno. De hecho, la misma Democracia, pasó a la historia como una de las formas corruptas de los distintos sistemas políticos junto a la oligarquía y la tiranía, derivada de la Politeia concebida por Aristóteles como el recto Gobierno de la mayoría en la consecución del Bien Común, resultando muy, pero que muy ilustrativo que con esta referencia en la mano, la historia haya preferido denominar Democracia a lo que actualmente tenemos.

Un sencillo modo de comprender que Democracia y Corrupción no son excluyentes conceptualmente – en la práctica es evidente que son complementarios – consiste en plantearse la cuestión de ¿Qué es preferible para regentar nuestra nación Tiranos, déspotas y dictadores corruptos, o lo que tenemos actualmente, partidos, políticos y demócratas corruptos? ¡Esta es la cuestión! La contestación nos permitirá disociar por completo el concepto de Democracia del de corrupción, al no ser éste último factor determinante en nuestra elección. Evidentemente, de haber planteado el interrogante al modo habitual como se presenta la disyuntiva en el Tontodiario o los libros de texto escolares para que escojamos entre un Dictador corrupto o un demócrata virtuoso, salir de la confusión hubiera sido un poco más complicado. Empero lo que de verdad haría tambalearse toda nuestra confianza en tan bello concepto, no es esa tramposa opción entre la mejor de las tiranías y la peor de las democracias, cuanto la que se presenta con fuerza a la mente inteligente contraponiendo una Tiranía Virtuosa a una Democracia corrupta.

Es más…la corrupción puede organizarse de modos muy distintos: puede adoptar un esquema jerárquico como es preceptivo suceda en una dictadura, en el ejército o la propia Iglesia Católica donde la corrupción inunda todos los recovecos del régimen de arriba a abajo, puede presentarse de manera democrática a través de una legislación hecha a su medida por legisladores corruptos elegidos por un parlamento corrupto, votado a su vez por una población corrupta serpenteando la corrupción desde lo más bajo y abyecto de la sociedad hasta alcanzar las más altas instancias, e incluso sobrevivir en el más absoluto de los caos institucionales apareciendo por generación espontánea o en el estado salvaje anterior a cualquier institución, porque allí donde hay un Hombre, hay corrupción y esta como nuestra naturaleza humana, tiene gran capacidad de adaptación a cualquier ecosistema político-económico-cultural, incluidos el tecnócrata, la meritocracia y la Teocracia.

La masa como colectivo, participa de una sutil inteligencia indetectable para los espíritus lógicos que la hace mantener intuitivamente la actitud más sabia ante el Poder, cuál es, la de no enfrentarse a él en tanto en cuanto, ello le sea posible. La mayoría de la gente, no se ofende ni solivianta ante la corrupción generalizada, el despotismo de los gobernantes y funcionarios, la falta de libertad de movimiento, pensamiento, acción, reunión conciencia, la manipulación de los medios, el engaño continuo, el saqueo de los impuestos, etc, mientras gocen de paz en sus casas y barrios, seguridad en sus trabajos, tengan pan para comer, con que vestir y dónde vivir, importándoles un bledo si los mandatarios son comunistas, fascistas, anarquistas, socialistas o liberales y mucho menos, saber intelectualmente si viven en un régimen dictatorial o democrático, porque lo que la gente quiere de verdad, es que las cosas funcionen, sucediéndole a la inversa lo del Lazarillo de Tormes, o sea, que no le importa que los demás cojan de dos en dos o de tres en tres, mientras tengan algo que llevarse a la boca.

Es posible que no les convenzan mis palabras, pero para algo están las preguntas retóricas ¿Dónde preferirían ver crecer a sus hijos? ¿En una dictadura que les garantice la vivienda digna, el trabajo estable, poder comer todos los días, acceso a la salud y educación estatales o en una Democracia que sólo garantiza votar y lo anterior pasa a ser privilegio de cada vez menos personas? Quien de entre ustedes anteponga la libertad a la seguridad, es que todavía no sabe de qué va la vida, que para nada es democrática.

Por eso, es un error de apreciación, atribuir a la corrupción la capacidad de indignar a miles de personas, no hay tanta dignidad. La mayoría de los Indignados, lo están ahora, no por la corrupción general del país que más o menos es la de siempre y permanece estable desde tiempo inmemorial como lo demuestran las novelas de picaresca, sino porque las cosas no marchan bien y se ven afectados por el desempleo, los desahucios, los embargos, las multas, las prohibiciones, el aumento del gas, la electricidad, los impuestos…en otras palabras ¡La inseguridad!

Del anterior error se sigue exigir más democracia, como si la misma ejerciera un exorcismo purificador, cuando si me lo permiten, lo que habría de exigirse es más transparencia, mayor control del gasto, capacidad para ajusticiar a los corruptos que roban a la comunidad…Y es que la Democracia nunca fue un fin en si misma, sino un medio – seguramente el menos malo – para favorecer la seguridad auténtico soporte de la ilusión de libertad.

IU o el dilema del traidor

La Teoría de Juegos de aquellas mentes maravillosas que buscaron soluciones lógicas a los distintos procesos mentales paradójicos o de enrevesado planteamiento, como el famoso “Dilema del prisionero”, “el altruista”, “el gallina”, o “el mal menor” y tantos otros que disfrazados de circunstancia se nos presentan cada vez que hemos de sopesar elegir entre el beneficio privado seguro inmediato y un incierto beneficio colectivo mayor, prestarse a ceder el asiento primero en un autobús atestado a una ancianita, ceder el paso al peatón que viene de frente en la acera o volverse atrás en un negocio pese ha haber invertido una suma importante de capital por atisbar malas perspectivas…se está viendo enriquecida nuevamente con lo que he dado en denominar “Dilema del traidor” en el que parece inmersa la reflexión de Izquierda Unida que no deja de sorprendernos en su capacidad disociativa que raya lo paranormal desde que iniciara su andadura partitocrática por los ochenta, pues en deshonor a su pretencioso nombre, no ha hecho otra cosa que ir de división en división y cuando parecía que su singularísima representación parlamentaria personificada en la triste figura de Llamazares haría la competencia a la Iglesia Católica en cuanto a Unidad se refiere…resulta que la comunión democrática de sus bases no se transustancializa que diría Tomás de Aquino, en la cúpula dirigente, de no ser que lleguen a las manos y veamos la sangre en el cuerpo de alguna de sus cabezas estatales o regionales, como única salida sacrificial viable para expiar las culpas de un sistema partitocrático que se mire como se mire, aboca a unos y otros a tan enojosa situación.

Porque, cierto es que, en un partido político, las bases votan democráticamente – cuando se les deja hacerlo – las decisiones fundamentales que conciernen a su organización y desde el mismo momento que cometen semejante acto, asumen tácitamente el resultado de la mayoría. Ahora bien, los partidos se organizan de modo representativo, por lo que los representantes elegidos por las distintas circunscripciones, son quienes acuden a otros foros donde las bases deciden de modo diferido a través suyo por delegación. Estos representantes, votan a su vez a otros representantes que entran en la ejecutiva quienes en principio habrán de reflejar el sentir general y quienes no se sientan representados por las resoluciones por ellos tomadas, como buenos militantes se verán obligados a acatarlas moralmente, por cuanto desde su inicio participaron en las votaciones soberanas que transmiten la legitimación democrática de dicha resolución de la Junta Directiva que ahora siente como adversa pese a ser plenamente democrática. Esto es lo que sucede cuando sólo se escupe hacia arriba…que te cae encima. Por ello, con razón se exige desde la cúpula de Izquierda Unida a los compañeros extremeños, que acaten la decisión tomada por la dirección general, con el agravante de que la misma fuera anunciada públicamente que los votos de IU, nunca ni por activa ni por pasiva servirían para facilitar gobiernos del PP – Anuncio borreguil de Cayo Lara que le da un revolcón al ¡Programa! ¡Programa! ¡Programa! De Julio Anguita – sin que sepamos, que cuando aquello fuera denunciado, y en consecuencia, podría decirse que de continuar en sus trece los diputados extremeños de la formación, bien podrían sentirse traidores al sentir general de Izquierda Unida.

Ahora bien…sucede que este partido, contempla en sus estatutos consultar a sus bases las decisiones de calado como en este caso se refrendó la cuestión pasadas las elecciones saliendo como resultado la opción conocida de abstenerse y dejar gobernar a la lista más votada, aunque ello suponga la salida del PSOE del Gobierno autonómico y dejar vía libre al PP. Si ahora bien los dirigentes extremeños, como los nacionales de IU hacen caso omiso de esta resolución democrática de aquellos que la conforman en el escenario principal con sus cuotas y trabajo personal, entonces asistiríamos igualmente a una traición en toda regla a la decisión democrática de las bases.

Pues bien, en esta disyuntiva de potenciales traiciones, sólo se me ocurren dos posibles soluciones: una de corte matemática al gusto de aquellos pioneros y compañía que conjugue la baza a favor de la dirección, cuál es, el supuesto del sentir mayoritario de la militancia a favor de sus tesis fuera de Extremadura y la baza de los militantes Extremeños consistente en que se trata de su realidad, cosa que podría hacerse estableciendo algún tipo de variable que saque algún factor entre el número de votos y los kilómetros desde dónde son emitidos respecto al Parlamento en cuestión, cuyo valor se vería directamente incrementado en función de la cercanía y a la inversa…y otra que tendría que ver más con la desvergüenza que imploraría a los dos partidos mayoritarios a jugársela a cara o cruz y a respetar el resultado del azar, comprometiéndose a prestarse los votos, como parece que ha dado a entender el honrado Bono.