A consecuencia de un reciente anuncio aparecido en las cadenas de televisión, donde tras alabar las bondades de productos ricos en Omega 3 como el pescado azul o los frutos secos y después de subrayar su carencia generalizada en la dieta adulta, en vez de proponer a la ciudadanía adquirir dichos sanos alimentos para corregir con sencillez su déficit en la ingesta diaria de omega 3, muy sospechosamente se le anima a consumir unas cápsulas confeccionadas a base de un aceite exótico extraído de Kril unos crustáceos del antártico…los directamente afectados han remitido una nota de prensa en tono de advertencia a los futuros consumidores que paso a reproducir:
Ustedes los humanos europeos, apenas sabían de nuestra existencia y era mejor para todos que hubiera seguido siendo así. Pero una vez abierta la veda, ahora que empresarios y publicistas sin escrúpulos les han descubierto nuestra presencia abriendo de par en par su futuro apetito, hemos tomado la decisión de darnos a conocer con todas las consecuencias con idea de disuadirles de cualquier acción voraz contra nuestro colectivo.
Somos un humilde orden de crustáceos sin pretensiones, sin colmillos de marfil, sin piel preciada, con muy poca carne, feos de ver, carentes de todo interés, etc. El nombre científico asignado es “Eufausiáceos” cuyo alto contenido en vocales no parece apropiado para la comercialización por lo que se nos ha rebautizado “Okiami” en Japón o “Kril” en Occidente, cosa que mueve a enfado porque no deseamos nos ocurra como a los “Agaricus Bisporus” coloquialmente integrados en su pirámide alimenticia como vulgares champiñones.
Los Eufausiáceos, hemos vivido millones de años plácidamente en las inmediaciones de la Antártida en armonía con el medio ambiente sin meternos con nadie, de ahí que seamos más de 90 especies con una biomasa cercana a los 500 millones de toneladas ostentando con orgullo el título de ser el animal más abundante del planeta siendo nuestra densidad media de los bancos de aproximadamente 20 kg/m³.
Por otra parte, siempre hemos sido conscientes de cuál es nuestra particular posición en la cadena trófica sin rehuir nuestra competencia en la misma asumiendo en todo momento la responsabilidad al respecto; de nuestra presencia en el mundo dependen peces, aves y muy especialmente, las ballenas, las cuales pueden consumir hasta dos toneladas de nosotros de un solo bocado. ¿A qué viene entonces nuestra resistencia a ser comercializados para el consumo humano por las cadenas de alimentación? Muy sencillo: En primer lugar, como hemos reconocido antes, los Eufausiáceos, siempre nos hemos mostrado solícitos para con nuestra función así dispuesta por la Naturaleza a fin de preservar el equilibrio del ecosistema, pues asumimos que lo que puede ser malo para los individuos, puede ser bueno para la especie y por ende, para toda la Madre Tierra; pero una cosa es aceptar ser comidos por nuestros vecinos naturales y otra muy distinta servir de plato navideño o antojo dietético de todo pinche de cocina que ponga sus ojos en nuestra alejada realidad sin ofrecernos algo a cambio. A colación de esto último, se esgrime contra nuestros intereses que la drástica disminución de las ballenas, ha originado un excedente entre nuestra población. Pero ese es un asunto interno que no compete ni a la ONU ni a la OTAN, por cuanto nuestra teórica superpoblación, a diferencia de la vuestra humana, es coyuntural y nada peligrosa para el planeta, mientras nuestra segura extinción tras la comercialización, les advertimos desde ¡ya! tendrá consecuencias catastróficas, porque somos, a decir de vuestros propios científicos, un eslabón importantísimo de la cadena trófica global.
Desde hace tiempo estamos al tanto de los límites de cuotas de capturas establecidos por la comisión para la conservación de los recursos marinos vivos del Antártico (CCAMLR) que para nada nos tranquilizan, por cuanto nos recuerdan lo sucedido con las reservas de los Indios Americanos y no estamos por la labor de dejarnos acotar a la baja nuestra existencia y menos, para ser vendidos en tierras lejanas que nada tienen que ver con nosotros.
De momento, las técnicas humanas de pesca y conservación no son apropiadas, ya que nuestros organismos adaptados al clima antártico se degeneran con mayor rapidez que los de otras latitudes lo que obliga a una rápido procesado de las capturas dificultad que encarece en exceso nuestra comercialización.
Lamentablemente, juega en nuestra contra asemejamos a un camarón, de unos 3 a 5 cm de longitud, pero sucede que emitimos una sospechosa luz azul verdosa, que confiamos, por si sola, impulsará a organizaciones mundiales como la OMS y la FAO a pronunciarse en contra de nuestra comercialización.