Selectividad: Necesaria ¿Para quién?

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Como cada año ¡Aquí me tienen! combatiente ante la Selectividad fiel a la promesa que hiciera en su día cuando hecho un manojo de nervios me jugaba en tres días el esfuerzo de toda una vida académica que ya durante su travesía contemplaba más como un rito de paso de las sociedades modernas que como una prueba necesaria y justa para cuantos habíamos superado los exámenes de aquel frenético COU angustiados bajo la espada de Damocles que pendía en el horizonte dispuesta a validar la sinceridad de nuestro esfuerzo desautorizando con ello la profesionalidad del profesorado que nos evaluaba…

Los inútiles que nos gobiernan, curso tras curso, ponen como excusa para mantener tan extraño proceder que desacredita el entero sistema educativo por cuanto unos exámenes realizados por los estudiantes en las peores condiciones posibles de imaginar, a saber: en poco tiempo, más nerviosos que de costumbre, varias pruebas en un mismo día, enfrentados a situaciones extrañas como que te evalúen profesores que nada saben de ti ni tú de ellos acostumbrado como estás a lo contrario, en un lugar en el que nunca antes se ha estado, etc, y supervisados de peor forma por parte de los profesionales de un sistema indocente, que el mismo, corrige las posibles injusticias y desequilibrios que pudieran aparecer a la hora de puntuar en sus centros de origen sobre todo si provienen de centros privados, para evitar que por este lado se cuelen notas más elevadas que las merecidas por el alumnado en detrimento de quienes estudian en la Institución Pública dada la existencia de Numerus Clausus para acceder a las distintas carreras.

Que la justificación apuntada es una excusa, lo demuestra que de ser cierta tan abierta desconfianza hacia la enseñanza privada, lo suyo sería imponer la Selectividad únicamente a este sector y no a todo el mundo que cumple con su oficio. Por consiguiente de haber alguna necesidad de selectividad esta sería únicamente para la enseñanza privada. Aunque bien pensado…

No estaría nada mal introducir la injusticia que supone la Selectividad, por ejemplo, en la vida política; Más o menos, consistiría en, una vez los políticos se han enfrentado a la prueba de las urnas y hayan salido elegidos, los integrantes del conjunto de Representantes democráticos deberían superar una seria de pruebas adicionales que les validarían en el cargo, como pasar el detector de mentiras, entregar su historial de Hacienda para dar Fe de estar al corriente en pagos y no tener deudas, un certificado de vida laboral hasta la fecha, declaración de patrimonio y extracto de cuentas bancarias a su nombre, toma de huellas dactilares y ¿por qué no? ser pesado en una báscula momentos antes de jurar defender y respetar la Constitución, para ulteriormente tras la legislatura, estar en disposición de extender un certificado científico de lo que haya engordado en el ejercicio de su cargo. Mediadas como estas, no evitarán que como en el caso de los estudiantes – que democráticamente al respecto no valen un pimiento – la mayoría de los políticos, concretamente más del 80% superasen todos los obstáculos apuntados, infiltrándose igualmente el ingente caudal de ineptos y sinvergüenzas que en la actualidad concurre en el oficio, pero al menos, les haríamos sufrir un poco el puesto a priori, pues está visto que sus Señorías durante y a posteriori de sus fechorías, son del todo impunes.

Sé que la mayoría democrática de ustedes, lo que es tanto como decir la parte tonta del electorado, había pensado más en exámenes de matemáticas, lengua, historia o conocimientos científicos, para cerciorarnos de que, quienes llagaran definitivamente a ocupar un puesto de responsabilidad en nuestro Gobierno, Parlamento, Senado, Diputaciones, Cámaras autonómicas, Alcaldías y demás Instituciones con sus Altos Cargos asociados, fueran personas solventes en inteligencia, con probada capacidad profesional en sus tareas de gestión y mando, hábiles en la comunicación…Mas, para disuadirles de reclamar públicamente tan comprensible como peligrosa exigencia, es mi obligación recordarles lo que ya advirtiera Rousseau, que cuanto más elevado sea el nivel de conocimientos de esta gente, mayor será su capacidad de hacernos daño a los ciudadanos y perjudicar a la sociedad.

El Hospicio de los libros

 

Cuando a finales de los Noventa apareciera por aquí la moda del malsonante Bookcrossing importada del mundo bárbaro anglosajón, consistente en dejar abandonados los libros sobre el asiento de un banco del parque por ejemplo, con la esperanza de que algún desaprensivo se hiciera cargo de su cuidado, como antaño era costumbre hacer con los hijos no deseados o que uno ya no podía mantener por falta de recursos como se narra en los cuentos infantiles, pese a la mala pinta que tuviera la iniciativa por cuanto hacía añicos el prestigio que todo libro comportaba desde antiguo, nunca sospeché lo lejos que la lógica de los hechos llevaría semejante patochada, a saber: la creación de Hospicios para libros.
Aquella iniciativa me ha supuesto personalmente más de un trauma, porque hasta entonces, por experiencia yo sabía que si me dejaba olvidado un paraguas en día de lluvia, este desaparecía, si me bajaba del autobús sin la bolsa de la compra del supermercado, difícil era recuperarla en la taquilla del autobús, si por las prisas no recogía el móvil de la mesa del bar, ni me molestaba en regresar a recuperarlo, incluso los mismos periódicos si te despistabas por la mañana, eran capaces de desaparecer a tu lado sigilosamente. Pero los libros, ¡Los libros eran imperdibles! Cada vez que me despistaba olvidándome por ejemplo “El Ente y la Esencia” de Tomás de Aquino o “La vida es sueño” de Calderón, siempre tuve la certeza de que el ejemplar permanecería tal y como lo había dejado en el mismo sitio aunque tardara horas en regresar a rescatarlo. A veces incluso, cuando a punto estaba de no recogerlos, personas del todo desconocidas tenían la amabilidad de alertarme como me sucediera con mi queridísima Biblia de Jerusalén.

Pero desde que dejar las obras completas de Galdós diseminadas por la ciudad se ha coinvertido en toda una Performance literaria, debo poner los cinco sentidos en no soltarlos de la mano, porque ya han sido varios los ejemplares que no he recuperado por esta causa, dado que ahora quien los ve, por hacer la gracia se los queda creyendo participar de la cadena intelectualoide comunitaria de papanatas. Con todo, la pérdida de mis queridos libros a los que nunca más volveré a ver en la vida porque me han sido arrebatados en un ¡abrir y cerrar de ojos! al menos, me ha valido para descubrir que los medios de transporte públicos y sus inmediaciones son auténticos Agujeros Negros que alimentan a la Industria Editorial, que no por casualidad allí instalan puestos ambulantes para su venta inmediata, como si un libro leído pudiera reemplazarse con una copia.

Y de aquellos polvos, estos lodos. Durante la pasada Semana Santa visité la “Feria del Libro Antiguo de Valladolid” que pasa por ser una de las mejores. Pues bien, además de arruinarme por padecer bibliofilia compulsiva, me llevé el disgusto de mi vida. Yo ¡Gracias a Dios! No tengo hijos. Pero tengo siete libros reconocidos – publicados con su Depósito Legal e ISBN -, otros tanto secretos – no han visto la luz y están aún en manuscritos -, varios ilegítimos – publicados con pseudónimo para niños -, una veintena raptados – libros que me dejaron y no han vuelto a su dueño – y más de diez mil adoptados previo desembolso – aquellos que he comprado y han tenido el privilegio de vivir en mi Biblioteca -…y a todos ellos les quiero con todo el alma: Los busco, los pido, voy a recogerlos, los miro, los abro, los hojeo, los ojeo, los leo, los subrayo, les hago anotaciones al margen, los saco de paseo, les presento a mis amigos, los ordeno en la balda, los clasifico por autores, temas o según van entrando a mi casa, los limpio, los reparo, me siento orgulloso de ellos, o como ahora hablo de ellos…por eso me sentó como un tiro en la entrepierna ver como toda una “Feria del Libro Antiguo” que se supone pretende dignificar el estatus de los ejemplares que por haber venido al mundo en otra época y estar algo achacosos por el uso de sus dueños, parecen obsoletos y no merecedores de ser vendidos en una gran librería, ni si quiera en la infernal cadena en serie del Corte Inglés, no tuvo mejor idea que dejar un espacio baldío, desnudo, frio, sin la menor atención de nadie para que la gente dejase y cogiese libros a su antojo sin pedir permiso a nadie, ni solicitar más referencia que estuviera al alcance de su mano en este país de analfabetos confesos que por no tener, ya no tienen ni la guía telefónica y para mayor vergüenza bautizaron el lugar con el horrible nombre de “El hospicio de los libros”. ¡Y se dicen libreros!
¡Traficantes de libros! Eso es lo que son toda esa chusma. De haber tenido buenas intenciones, aunque la medida fuera contraria a mi particular sensibilidad para con los libros pareja a la de los protectores de animales para con las bestias de cuatro patas o los vegetarianos para con su dieta, seguramente se les hubieran ocurrido nombres más bellos como “El banco de los libros” “El Tiovivo de los libros! “Bibliópolis” “El Arca de Gutenberg” por citar los primeros que me vienen a la cabeza sin pensar mucho. ¿A qué perversa mente se le ha ocurrido la idea de llamarle así?
Para empezar, observese que tratándose de la “Feria del Libro Antiguo”, lo apropiado hubiera sido llamarle “El asilo de los libros” que suena igual de mal, pero parece más coherente. En cualquier caso suena mal. Porque, aunque no sea cuestión de utilizar eufemismos, y empezar a sustituir Hospicio por Casa de Acogida, Asilo por Residencia de la Tercera Edad, Frenopático por Centro de Salud Mental, etc, bien parece lo que bien suena y acaso suene con el tiempo igual de mal, porque mal es lo que albergan dichas instituciones, por mucho que se les disfrace el nombre. En consecuencia, así como no debería haber niño sin familia que lo amase, anciano sin hijos que lo cuidasen, loco sin amigos que le aceptasen y demás, tampoco debería fomentarse estas nefastas prácticas de Abandono literal de libros, porque en una sociedad que al despilfarrar materias primas le llama reciclar, a dar lo que le sobre le dice ser solidario y un sinfín de costumbres más, en verdad lo que se transmite es que el libro no merece nuestro aprecio, que no tiene valor. ¡Más todavía! Ahora que ha llegado la tecnología con prisas desterrando para siempre aquel entrañable Proverbio chino documentado durante la Dinastía Ming “ Hay dos clases de gilipollas: los que prestan libros y los que los devuelven”.

Buen recorte del Misterio de educación

No me extrañaría nada, que en breve, el Gobierno de Rajoy, promoviera la distribución del BOE en kioscos y librerías a un precio módico, así como el cobro de derechos de autor a las Bibliotecas Públicas por facilitar su lectura a través de la SGAE para hacer caja, ahora que la ciudadanía honrada, despojada de su yugo laboral, empieza a prestarle atención con ojos golosos, a esa otra forma de subsistencia nacida a su recóndito cobijo de becas y subvenciones editadas con letra pequeña en lenguaje farragoso que parecía reservada para las camarillas forjadas en los Partidos criminales que cuentan con abundante militancia liberada dedicada a tan menesteroso quehacer, cuál es, el de mantenerse al tanto de estas y muchas otras formas de acaparar las bagatelas del Estado del bienestar. Pues, evidentemente ¡No hay para todos! Y el sistema de publicarlo todo en el Boletín Oficial del Expolio, sólo funciona, cuando lo leen pocos y son menos quienes de su escudriño se benefician continuamente.
Porque de nuevo, el Gobierno del PP comunica e incluso explica un nuevo recorte no avisado con anterioridad por medio del que, a este paso, se va a convertir en todo un Superventas y el nuevo ¡Bum! editorial del Círculo de Lectores. En este caso, se ha tratado de la partida para las becas que concede anualmente el Misterio de Educación para estudiar idiomas en el extranjero durante los meses de verano cuyo importe se ha visto drásticamente reducido, nada más y mejor dicho nada menos, que a la mitad, pasando de los 51 millones del ejercicio anterior a 24,5 millones, afectando de lleno a las ayudas destinadas a alumnos de entre 16 y 30 años para realizar cursos de idiomas en el extranjero, así como de inmersión lingüística de inglés en España. El recorte, obedece según el Misterio de Educación, a que se van a disminuir los costes de los cursos en el extranjero en beneficio de los que se imparten en España, ya que, como se argumenta en el mismo BOE «puede resultar igualmente eficaz para la práctica oral del idioma la inmersión lingüística de los interesados en el propio país, en un entorno que simule de forma exacta las condiciones que, para la práctica directa del idioma, pueden darse en un país angloparlamente». Curioso modo que tiene el Misterio dirigido por Wert, de poner en marcha su anunciado Plan de bilingüismo para que los alumnos españoles dominen uno o dos idiomas extranjeros al finalizar el Bachillerato.
No seré yo quien defienda, que con el dinero de los trabajadores se sufrague a los futuros cuadros unas vacaciones de tres semanitas por Australia a razón de 2.645 euros por cabeza o de 1.245 euros si se van a Malta, con la excusa de aprender tan repugnante idioma como es el inglés para una mente latina, porque además de que estos cursos no valen para nada y cualquier dependiente chino, pakistaní o kurdo demuestra más aptitud políglota en su trabajo que el más dotado – en el sentido de dote, no de capacidad – estudiante español en el extranjero de farra continua con sus colegas, que con él y junto a él, han sido agraciados con este otro pellizco de esta otra lotería que reparte suerte semiclandestina por toda la geografía peninsular, es una vergüenza que paguemos de nuestro bolsillo el acto de sumisión de formarnos en su lengua para servirles mejor cuando vienen los angloparlantes a nuestra tierra de turistas. La tontería es tan supina, como pagar por ver la propaganda Yankee Hollywoodiense cada vez que vamos al cine.
Sin embargo, hasta para un enemigo declarado de estudiar inglés como soy yo, debo reconocer que la justificación ofrecida por el Misterio de Educación me ha hecho mucha gracia. Es posible, que en breve también se suspendan los cursos de Arte en el extranjero porque se aprende igual de bien en diapositivas, se eliminen las becas ADO por juzgarse innecesario el entrenamiento real debido a las nuevas tecnologías que posibilitan practicarlo de forma virtual, o quién sabe, si ya puestos, se ahorra la partida de laboratorios en ciencia, dado que a esta le basta y sobra para avanzar, con los experimentos mentales, como demostraran Galileo y Einstein entre otros.
Lo peor de todo, es que el Propio Misterio de Educación, no cree en lo que dice. La prueba la tenemos en que mantiene miles de becas para ir a países angloparlantes con las cifras apuntadas cuando se las podría ahorrar todas de una tacada con sólo haber habilitado como destino exterior a nuestro extranjero autóctono de Gibraltar o a su brazo armado lingüístico, la entera costa mediterránea, pues además de hacer patria y evitar la fuga de capitales, su cuantía de sólo 900 euros por vacado – híbrido entre becado de vacaciones – daría para muchas más becas de vacaciones de sol y playa ¡Eso sí! con los auriculares puestos repitiendo chorradas tan sugerentes como “Yo tengo un lápiz y mi profesora una goma”.

Por un mejor aprovechamiento de los edificios públicos

Hace décadas que vengo reclamando un mejor aprovechamiento de los edificios públicos, sobre todo de Colegios, Bibliotecas y Casas de Cultura, los cuales, durante los fines de semana, fiestas y periodos vacacionales, suelen permanecer cerrados a cal y canto, convirtiéndose en auténticos sepulcros de la tan necesaria educación civil de la que hablara Platón, los Humanistas y los Ilustrados. Máxime, cuando cientos de asociaciones sin ánimo de lucro y por ende sin recursos financieros, demandan espacios donde poder desarrollar sus distintas actividades con un mínimo de seriedad sin tener que reunirse en bares o portales de escalera, verbigracia las asociaciones de vecinos o los jugadores de rol que no sólo los Indignados del 15-M están desprotegidos en sus reivindicaciones a la intemperie. Por eso, este Febrero me he llevado una enorme alegría al enterarme de que la nueva corporación de un Ayuntamiento de una localidad tan sumamente despreocupada de la cultura propia y ajena, como es el otrora bello Castro Úrdales, ha tenido la gran idea de abrir a los vecinos de la ciudad las puertas de su Casa de Cultura los Sábados a la tarde y los Domingos a la mañana, para que aquellos ciudadanos que lo deseen, puedan disfrutar de sus servicios que por lo general sólo parecen reservados a quienes estando en el desempleo o viviendo en la mayor de las ociosidades, pueden permitirse de Lunes a Viernes, el lujazo de ir de casa a la lectura y de la lectura a casa, iniciativa juiciosa que puede observarse en la centenaria costumbre de los Museos de abrir preferentemente durante los momentos de asueto de la población, reservando los grisáceos Lunes como días de descanso de personal, guiados por la motivación de fomentar su visita, diametralmente opuesta a la pícara práctica de las salas de cine que recibidoras de cuantiosas subvenciones a la industria del ramo, fomentan que la gente acuda a ellas, también el Lunes por medio de declararlo “Día del espectador” que en su caso no es precisamente las jornadas de más afluencia que digamos.

Si yo fuera Ministro de Educación y Cultura, aparte de retirar de inmediato todas las subvenciones al arte y de proscribir una entidad como la SGAE, daría la orden de abrir todas esas fosas comunes de nuestra tradición popular y académica para que en ellas tuvieran cabida talleres de escritura, círculos de lectura, video fórum, clases de ajedrez, grupos de meditación, puntos de intercambio, centros de conversación en distintos idiomas, etc. Con dicha medida, además de ofrecer a la juventud las tan cacareadas alternativas de ocio para hacer frente al fenómeno de la drogadicción – con lo que evitaríamos el tráfico institucional de planes y proyectos para su prevención – nos ahorraríamos tener que sufragar la construcción de nuevas instalaciones para alojar el mencionado volumen de actividad, corrigiendo con ello, el actual nivel de despilfarro que supone mantener abiertos edificios infrautilizados comprensiblemente por la gente que no puede acudir a ellos en masa durante la semana en días lectivos y laborales por hallarse cuidando de la casa y la familia, en clase por hallarse en edad de aprender o en el trabajo por ser de condición esclava, y tenerlos completamente blindados a su acceso precisamente cuando la ciudadanía podría disponer de tiempo y ganas de hacer uso de tan costosas instalaciones.

Yo no sé, si lo acontecido en Castro obedece a un acierto meditado, o a un error de calendario por parte de los responsables del área. Pero en cualquier caso, deseo hacerles llegar públicamente mi más sincera felicitación por su resolución y ya sería todo un detalle por su parte, que en el futuro, trasladaran la Biblioteca a un lugar apropiado para su utilidad, que no es bajo la Escuela de Música como en la ubicación actual.

Libros Pretexto

Si ya me parecía absurdo traer y llevar todos los días, todos los libros de clase a casa y de casa a clase, que vamos a decir ahora que todo cabe en un Lápiz de memoria o si se desea en un libro electrónico….Detrás de esta estupidez, están los fabricantes de mochilas, los masajistas de espalda, y las grandes editoriales que untan a todos los escalafones del sistema indocente, como hacen las farmacéuticas con el sistema de insalud. Además he comprobado que aunque todos los años, curso sí, curso también, el profesorado cómplice impone comprar los libros de texto de su materia de una determinada editorial contraviniendo las leyes del libre mercado, estos se usan poco o nada en el aula durante el periodo lectivo, porque por lo general son tan sumamente malos que no sirven ni al alumno ni al profesor, únicamente al que se forra vendiéndolos. Y los que por desidia o negligencia del educador, lamentablemente se acaban usando, son perjudiciales para la formación dado que tienen los resúmenes hechos, las palabras clave en negrita, etc, contribuyendo con ello a idiotizar más si cabe al alumnado por si alguno salía indemne de Primaria. Por lo que haríamos bien en dejar de llamarlos “Libros de texto” y empezar a conocerlos como “Libros Pretexto”, en el sentido de que sirven de pretexto para el enriquecimiento de pocos y el adoctrinamiento de muchos.
Si la capacitación profesional del docente se mide en relación inversamente proporcional al número de ejercicios que manda a sus alumnos de tarea para casa, la calidad educativa de los colegios depende igualmente del número de “libros pretexto” que el alumnado ha de adquirir por su cuenta, pues ello es síntoma de su deficiencia a ese respecto, dado que un centro educativo bien equipado para dar clase prescindirá en lo posible de endosar un gasto innecesario a su alumnado y preferirá que las familias dediquen su presupuesto a la formación extra académica de sus vástagos.
Pero como la gente es tonta en las cuatro terceras partes del total, pese a la queja generalizada por el gasto que ello supone, en su fuero interno se mantiene la creencia de que, con cuantos más libros de texto entre en contacto su chaval, más sabio les sale el niño ¡o al menos lo aparenta! en una sociedad que compra los ejemplares a peso, los lee de oídas y los respeta según el número de páginas que contiene, de modo que ¡Por libros que no quede! De ahí que todos tengamos la Biblia y la Guía telefónica en casa. Menos mal, que la mayoría democrática del país, nunca ha tenido en sus manos el texto constitucional, pues si a la grandilocuencia del nombre le sumamos como su solemne pronunciamiento llena la boca de los representantes públicos, lo suyo sería que ocupara en la estantería un espacio no menor que El Quijote, cuando la realidad es que no da ni para fumarse un buen puro, duro contraste que a más de uno le haría desconfiar de sus virtuales ventajas sociales por no caber en sus escasas hojas.
Sea como fuere, el caso es que de un tiempo a esta parte, los conocimientos humanos varían a una velocidad que lo aprendido por el hermano mayor ya no le aprovecha al menor y menos aún al vecino. En consecuencia, el libro de matemáticas necesita ponerse al día para que su aprendizaje no quede obsoleto, no vaya a ser que se descubra el último decimal de Pi durante el curso; el Atlas de Geografía precisa también su revisión como lo demuestra la película de aquel hombre que subió una colina y bajó de una montaña, pues así como en astronomía Plutón ha dejado de ser un planeta del sistema solar, ¿quién nos asegura que durante la tercera evaluación el Everest no encoje o aparece un nuevo lago en mitad del Sahara? Tampoco los libros de ciencia se libran pese a presentar su sabiduría como atemporal y repleta de constantes universales; ya vimos que la Relatividad de Einstein dejó en la cuneta a Newton y la Mecánica Cuántica hizo lo mismo con Einstein. Y eso puede ocurrir ahora mismo y sin previo aviso por lo que vuestros hijos han de estar al día de lo que se está investigando en el CERN y el LHT; En este orden de cosas, la Historia avanza hacia el pasado que es una barbaridad y está en constante cambio. Por ejemplo, hace unos años, Hitler era malísimo, ahora ya es uno más, en dos décadas se le asimilará a Napoleón y quién sabe si acabará siendo venerado por Israel, o América se descubre que fue descubierta por los americanos; Y por supuesto, ¡cómo olvidarnos! Lo que siempre necesita una actualización vital, es el diccionario, ese libro gordo ordenado alfabéticamente como la Guía telefónica, pero sin números. Imagínense que antes, los hindúes eran para mi los practicantes del Hinduismo y ahora resulta que son todos los nacidos en la India que para mi asombro, sigue donde la dejé hace treinta años.