Eufemio e infamia

Si al Gobierno de Zapatero le costó lo suyo reconocer que habíamos entrado en una crisis, al recientemente estrenado Gobierno de Rajoy , no le va mejor con lo de la recesión y eso, que deberían haber tomado buena nota en la oposición, de los trastornos que ocasiona no llamar a las cosas por su nombre en un pueril intento por disfrazar la realidad con ánimo de ocultársela a los ciudadanos que la padecen y saben de ella al margen de infames eufemismos.

Tiempo le ha faltado al nuevo Ministro de Economía De Guindos, para que de sus labios escuchemos esas fórmulas tan almibaradas como “desaceleración de la economía” o “crecimiento negativo” de triste recuerdo en sus antecesores a quienes se fustigó por no hablar claro a los españoles. En consecuencia, mucho me temo que de no intervenir pronto la RAE, el fenómeno irá a mayores durante la legislatura entrante, corriendo todos el riesgo de que su práctica se extienda entre la ciudadanía, que como se sabe, es dada a mimetizar los comportamientos mediáticos de nuestros representantes, al objeto de que, aunque sea a posteriori, realicen bien la función para la que han sido elegidos.
Ya podemos ir preparándonos entonces para deshablar con soltura, cuando nuestros hijos traigan sobresalientes inversos al objeto de evitar tenerles que acariciar de forma ingrata la cara o cuando ya sean mayores, verles marchar de casa por turismo laboral; entender las nuevas gratificaciones positivas en el recibo de la luz, los incrementos pasivos no deducibles de la tarifa telefónica o el remanente estable compensatorio del impuesto de aguas y basuras; asimilar la bajada alcista de los precios en el supermercado; la suma menguante del poder adquisitivo de las pensiones; aceptar como irremediable la subida en picado de la economía; dar por bueno el mantenimiento salarial de los funcionarios; Etc. Como ya nos hemos acostumbrado a llamar ajuste al recorte, copago al sobre pago, flexibilidad laboral al despido improcedente…

Curiosamente, creo no haber sido el único en apreciar como positivo el extremo tacto de vuestro Rey Don Juan Carlos, quien en su discurso Navideño tuvo el detalle de hablar de “desempleo” cuando el Tontodiario no deja de llamarlo “Paro” celo terminológico que achaco al posible barruntamiento personal de que su familia al completo sea enviada a la cola del INEM a raíz de lo descubierto en el caso Urdangarín.
Con todo, de triunfar esta forma de comunicación, se me ocurre que podríamos utilizarla en beneficio de la libre expresión para favorecer mensajes que en el modo habitual seguramente serian objeto de querella criminal, como por ejemplo: Va siendo hora de tomarnos muy en serio acometer la apropiación impropia de las entidades financieras, o extraerles entre ceja y ceja una bala a cuantos canallas nos han llevado a esta situación.

Pero me parece infamante de parte de nuestros gobernantes, querernos engañar con eufemismos, no tanto por mentirnos y buscar el modo de mantenernos ajenos a la verdad, que por decirlo de algún modo, va en el cargo, cuanto por hacerlo con eufemismos que para nada lo son cuando en lugar de sonar mejor que lo que sustituyen en el lenguaje, toman la forma de abierta burla para el auditorio que la escucha. Porque un eufemismo es decirle “aire” al “pedo”, “váter” al “retrete” o “deponer” al “cagar” sin ánimo de ocultar al interlocutor la realidad semántica de su significado, cosa muy distinta de lo que sucede con la jerigonza manejada por los políticos y extendida con gusto por los periodistas, cuya finalidad es procurar que el Pueblo en la coyuntura actual, no se entere de la Alta Traición que se está cometiendo con su Soberanía de modo transversal.