El legendario Instituto SETI con base en California, que había cesado su actividad el pasado abril tras medio siglo de infructuosa exploración del espacio exterior por falta de fondos, acaba de anunciar que ha logrado sortear momentáneamente hasta finales de año sus problemas de financiación para reiniciar la búsqueda de inteligencia extraterrestre, gracias a la ayuda ofrecida por el público entusiasta de la causa, entre el que se encontraría nada menos que Jodie Foster quien en 1997 protagonizara “Contact” encarnando a una astrónoma dedicada en cuerpo y alma a la misma tarea.
Pero, a diferencia de la proeza intelectual y tecnológica emprendida en el CERN para dar con el Boson de Higgs coloquialmente bautizada como “Partícula divina”, en este caso, dudo mucho que de verdad lo que se esté buscando sea Inteligencia y sospecho que lo que se persigue es hallar un nuevo referente al que remitir nuestros miedos y donde acomodar de nuevo el imprescindible fundamento axiológico de nuestros valores humanos, una vez hemos fracasado estrepitosamente durante el siglo XX a ser el superhombre anticipado por Nietzsche, aquel que muerto Dios, sería capaz de soportar su existencia, sin arrepentimiento de una libertad condenada al infierno del Eterno Retorno sin fin.
Durante siglos, Europa se vio sumida en las conocidas guerras de religión; No faltaron pensadores, humanistas, ilustrados, liberales, bien intencionados todos, que en buena lógica concluyeron que, la solución para obtener la kantiana “Paz perpetua” de las gentes y pueblos, pasaba necesariamente por prescindir de la religión en los asuntos públicos, apartando para ello a Dios de los sucesos humanos, confiando en que, libres de su presencia, los hombres por si solos, serían capaces de llegar a pactos y contratos sociales que les depararían en virtud de la sola razón e interés común, la fraternidad, el progreso y la felicidad de un mundo justo, armonioso y pleno de compartidas bondades. Nada más lejos de lo que sucedería: a las guerras de religión, le siguieron las guerras de independencia, revoluciones sangrientas, contrarrevoluciones no menos crueles, el colonialismo despiadado y dos Guerras Mundiales, cada cual peor, en una encarnizada escalada de violencia que ni la mente más truculenta contemplativa del martirio hubiera podido antes imaginar. No fue fruto entonces de la casualidad, que finalizada la Segunda Guerra Mundial con la presentación en sociedad de “Little boy” y “Fat man”, nuevos dioses bajaran del cielo en su enésima visita, esta vez en forma de extraterrestres con platillos volantes introducidos en una liturgia de luz y color acorde a los nuevos tiempos, fenómeno del que ya no se ocuparía la trasnochada Teología sino una nueva disciplina denominada ufología.
El inicio de esta nueva materia de estudio, podemos situarlo en los avistamientos que tuvieron lugar en Idaho en 1947. Su tarea que se ve eclipsada por un nutrido enjambre de charlatanes, farsantes, estafadores y dementes, que hablan de secuestros, abducciones, experimentos y hasta de violaciones alienígenas, consiste escuetamente en observar, recoger, clasificar, analizar y si es posible, explicar los distintos casos que conocemos como OVNI. En principio, con la parafernalia citada, la ufología se habría ganado a pulso su desprestigio, si no fuera porque, según pasan los años, aumenta la calidad de los testimonios y de sus investigadores, siendo hoy el día en que pocos niegan el fenómeno. Otra cosa, es establecer la naturaleza de los sucesos aparentemente extraños aportados por gente sincera y abordados con rigurosidad.
Porque, su denominación OVNI puede ser contemporánea pero en modo alguno lo es su realidad entre nosotros: cualquiera que se haya acercado con un mínimo de curiosidad a las antiguas culturas egipcia, mesopotámicas, india, china o precolombinas, habrá descubierto para su asombro, infinidad de hechos aislados inconexos difíciles de encajar en el discurso oficial que se nos trasmite, que sin embargo, casan a la perfección si de por medio interviene la hipótesis extraterrestre. Por ejemplo, en el “Mahabharata” se describen artefactos metálicos voladores que escupen fuego, artilugios nombrados por los redactores con el término “Vimana”. Pero sin necesidad de acudir a otras culturas, la propia Tradición Judía de la que los cristianos somos herederos, ha conservado en la Biblia una excelente colección de anomalías que sin temor a equivocarnos, hoy situaríamos bajo los auspicios de la ufología, aunque en épocas pasadas fueran tenidos simplemente por sobrenaturales o milagrosos. Así, entre muchos otros pasajes tenemos Éxodo 13; 21-22 donde Yahvé se presenta a Israel en forma de nube y fuego para convertirse en su guía protector durante la travesía del desierto. O Reyes 2; 11-12 cuando el Profeta Elías es llevado contra su voluntad por los cielos en un carro de fuego, experiencia descrita como aterradora. En Daniel 10; 4-6 donde el profeta contacta con un ser brillante de blancos y resplandecientes ropajes…
Sea como fuere, el caso es que, hoy la ciencia escudriña el firmamento en busca de vida inteligente animada por la muy prometedora “Ecuación de Drake”. Y aunque a este respecto yo me muestre más cauto que de costumbre, porque si algo hemos aprendido de la experiencia, es que en ocasiones resulta peligroso encontrar lo que se busca, pues de ser una vida vegetal o animal, me temo que la extingamos y de tratarse de seres civilizados les declaremos una guerra dado que de haber inteligencia en el cosmos, estoy convencido que no será la nuestra; Pese a todo, juzgo encomiable iniciativas como el Proyecto SETI que iniciara su andadura en 1960 cuando Frank Drake dirigió por primera vez una antena al espacio exterior con la intención de captar señales no humanas, porque, también enseña la historia, que es preferible descubrir a ser descubiertos, aunque como dijera Arthur C. Clarke “ hay dos posibilidades: que estemos solos en el Universo o que estemos acompañados. Ambas posibilidades son igualmente aterradoras”.
Para sofocar esta angustia existencial, dioses forjados en la “Nueva era” dispuestos a ocupar ese recoveco cerebral en el sistema límbico. de manera especial el lóbulo temporal que alberga el hipocampo y la amígdala, cuya activación y estimulación producen sensaciones de trascendencia y estados similares al éxtasis., aguardan a que las lecturas de Harry Potter y Dan Brown terminen en dos generaciones con cualquier vestigio de espiritualidad que le pudiera quedar primeramente al Catolicismo por ser la religión mejor organizada del planeta aunque en su punto de mira esté cualquier otra forma humana de organizar el sentimiento religioso aparentemente a favor de la magia y la superstición, aunque en verdad tiene su razón de ser, en favorecer la necesaria transacción del paradigma Teológico sin la cual, será muy difícil la convivencia entre ellos los extraterrestres y nosotros los terrícolas. Así, el mensaje subliminal de la Cienciología vendría a decirnos eso de, en nuestras manos está elegir entre los tres modelos que nos ofrece la historia, de coexistencia entre invasores e invadidos: de enemigos incompatibles en pugna constante como sucediera en el litoral atlántico euroasiático de cultura megalítica; de armoniosa convivencia como sucediera en las tierras fértiles del Nilo anteriores al Egipto Pre-dinástico; o de proceso mixto de asimilación mutua como ocurriera en el Subcontinente Indio con la irrupción de las tribus arias que de una lucha constante por la supremacía unos con la población autóctona, acabaron fusionándose dando como resultado el sistema de castas. Y es que, como advirtiera Sánchez Ferlosio “Mientras no cambien los dioses, nada ha cambiado”.