El Gazapo

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La palabra “Gazapo” es una de esas voces a las que tengo más cariño. El Gazapo se me antoja un manojo de pelos con ojos arriba y zapatillas abajo, una especie de peluche acústico al que abarazar con los labios en esos momentos libres que te deja la mente mientras miras por la ventana del autobús viendo pasar el paisaje.
Siempre me ha gustado esta palabra por lo que tiene de sorpresa, de arrebato, de intrépido…cualidades que no se encuentran en el fallo, ni en el error, o la equivocación. Un gazapo, surge como de la nada, cuando siempre ha estado ahí agazapado y lo hace de forma disimulada, como si tal cosa, siendo las más de las veces que pasa desapercibido; mas cuando es descubierto, lejos de enojarnos, se nos presenta como simpático.
Esta simpatía que despierta el gazapo es tal, que empiezan a surgir falsos gazapos impostores, simplemente para que den prestigio al lugar donde asoma.
Mi amistad mental para con el gazapo creo que tiene que ver con la conjunción de los fonemas (gzp) que también acontece en gazpacho, aunque sospecho que todavía más con la coincidencia (zp), cuya fuerza neurolingüistica quedó demostrada en campaña electoral.
Casualmente, la palabra Gazapo tiene dos sentidos y dos orígenes etimológicos: uno griego emparentado con lo malo (kakos) de donde proviene su idea de error, y otro desconocido, seguramente del sustrato prerromano que designa a una cria de conejo. Pues bien…dado que los conejos saltan, creo yo que en la palabra Gazapo confluyen ambas etimologías, una para darle su significado de error y otro para incorporarle esa connotación de saltar, de sorprender, de estar ahí como escondido.
Esta bella palabra debería ser adoptada por algún periódico “El gazapo de la mañana” por alguna emisora “Radio Gazapo” o por una cadena como “telegazapo”, para que no se pierda, porque fallos, errores y equivocaciones los cometemos todos. Pero para cometer un gazapo, se necesita mucha ciencia, pues si es un auténtico gazapo, escapará incluso a la corrección del sabio.