Lo que justifica el fraude

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La semana pasada, conocimos a través de un informe elaborado por el Instituto de Estudios Fiscales que la justificación del fraude fiscal ha descendido seis puntos respecto a la anterior encuesta, concretamente del 43% al 37%, dato sorprendente a mi modo de ver con la que está cayendo y si me apuran, hasta injustificable.

Hoy más que nunca, el fraude al fisco está justificado. La endémica corrupción política de la que los EREs de Andalucía son pecata minuta, el derroche de 35.000 coches oficiales para políticos, despachos de lujo, trajes a medida a cargo del presupuesto, la continua concesión de subvenciones a fondo perdido a empresas dedicadas a su captación y cesar su funcionamiento en cuanto las perciben, las ingentes derramas de las arcas públicas a la Banca para salvar el reparto de dividendos de su accionariado, la privatización de empresas estatales rentables a precio de saldo, las reiteradas ayudas al consumo de las clases pudientes como el “Plan Renove” o la bajada del IVA para la adquisición de vivienda nueva, las enormes partidas presupuestarias dedicadas a gastos militares o la producción de armamento, para mantener guerras en el extranjero, sufragar los gastos derivados de la retención inhumana de los miles de inmigrantes en los ilegales Centros de Internamiento de Extranjeros y su contraria al derecho Internacional expulsión Express drogados, esposados, custodiados y en avión con rumbo desconocido; el recorte de gastos sociales mientras suben los impuestos…Como puede apreciarse, los motivos sobran, aunque baje porcentualmente su aprobación.

¡Sí! ¡Lo sé! Lo correcto sería denunciar estas prácticas gubernamentales y perseguir el fraude. Pero como no tengo ninguna confianza en que se haga ni lo uno ni lo otro, de momento, me apunto a ese 37% de ciudadanos que todavía piensa al margen del Tontodiario, no dejándose influir por las tendenciosas encuestas que pretenden hacernos comulgar con ruedas de molino. Ahora bien, como quiera que los ciudadanos desempleados, pensionistas, mileuristas, funcionarios medios, personas sujetas a nómina, pequeños comerciantes, tengan difícil defraudar a Hacienda, invertir en las SICAVs, evadir impuestos, situar su residencia habitual en Mónaco, registrar su pequeño negocio en un Paraíso fiscal como Gibraltar o abrir una cuenta en Suiza…la opinión anteriormente argumentada, si bien está del todo justificada para defender los intereses de los más desfavorecidos del sistema impositivo que rige en la Hacienda pública, en la práctica, ampara el fraude de aquellos que pueden llevarlo a cabo, los profesionales liberales, los grandes empresarios, los deportistas de elite, los políticos corruptos, los altos funcionarios, los altos cargos de la administración y sobre todo, quienes en la relación contribución-ingresos salen mejor favorecidos y son los causantes de la quiebra económica del país.

Por ello, sin renunciar a mi posición anterior, de que hoy por hoy, los ciudadanos tenemos muy justificado el defraudar a Hacienda para que con nuestro dinero no se costee la corrupción, las guerras, la conculcación de derechos… dado lo esgrimido en contra de tal reflexión, si de verdad deseamos atajar el fraude fiscal, creo pertinente introducir el debate de si a caso no sería conveniente plantear la Pena de Muerte para los delitos económicos en fraudes superiores a los cien millones de euros como fórmula disuasoria, pena máxima que nuestra Democracia tendría la consideración de ejecutar en consonancia con el glamour de esta gentuza, o sea, al modo en como los Partos dieran su merecido a Craso o los Jíbaros de Ecuador al último Gobernador español, es decir, vertiendo oro del Banco de España, fundido en sus gargantas para que su muerte no desentone en nada con lo que han sido sus vidas. Porque, no sé si lo saben, pero es muy difícil acabar con un cerdo a besos aunque se le haya mimado a base de margaritas como las que les ofrece nuestro sistema tributario, verbigracia, a la familia Botín, la Duquesa de Alba o del romano del que está prohibido hablar.

Infierno y Paraíso fiscal

Justo en el mismo periodo en el que Alejandro Sanz se avergonzaba de cantar en español esforzándose por superar el inglés de Pitingo o Macaco con su “Looking for Paradise” el 80% de las empresas del Ibex 35 rendían tributo en paraísos fiscales mediante sociedades participadas, y su inversión en estos territorios experimentaba un «crecimiento vertiginoso», según denunció ayer la organización Intermón-Oxfam, responsable de la séptima edición de un estudio elaborado en colaboración con el Observatorio de la Responsabilidad Social Corporativa que ha escudriñado, no sin dificultad, la escasa y poco transparente información publicada por las empresas respecto a su responsabilidad social en el ejercicio 2009, en los ámbitos de políticas fiscales, medio ambiente, corrupción, derechos humanos o derechos del consumidor, entre otros. Según informó el Director del estudio, Carlos Cordero, Repsol, Banco Santander, BBVA y Ferrovial son las empresas españolas con mayor presencia en las denominadas «jurisdicciones poco cooperativas» subrayando el hecho de que mientras la recaudación por el impuesto de sociedades en España durante el periodo del informe 2009, cayó un alarmante 55% el beneficio de dichas empresas, sólo se vio reducido en un 14%, lo cual revela una indecente estrategia que busca su beneficio en detrimento de la sociedad en la que operan.

La verdad es que, esta información que los medios de incomunicación han procurado no presentar en primera plana ocultándola en el apartado de economía y dentro de esta sección antitrabajadora en la subsección de Bolsa, para no enojar a quienes pagan la publicidad…no vine sino a confirmar en economía nacional, lo que todos ya sabíamos, algo así como lo hecho por los papeles de Wikileaks respecto a la política internacional, pues que otra cosa podíamos esperar de los Campeones Olímpicos de la Bolsa, más que chupen subvenciones de nuestros impuestos, defrauden a Hacienda –recuerdo que somos todos- y encima reclamen constantemente nuestro cariño y aplauso en el mercado interior con el concurso cómplice de los medios, como hacen sus patrocinados en el deporte de élite –de tal palo tal astilla- que tras nutrirse bien del Plan ADO, luego cuando triunfan y llegan los contratos millonarios, resulta que en vez de devolver algo al país que les ha aupADO a lo más alto del podium, van y fijan su residencia en Andorra, Mónaco, San Marino o Lichtenstein.

Entre tanto Paraíso fiscal y deportivo, los buenos aficionados seguimos aplaudiendo a quienes nos roban, los buenos ciudadanos seguimos invirtiendo en cuantos nos arruinan y todo, porque los buenos feligreses que creemos en el Papa, hemos llegado a la conclusión de que si no hay Infierno, ni Limbo, ni Purgatorio, por ser todos ellos estados mentales que no espacios físicos, hemos dejado de buscar el Paraíso terrenal que prometía el Profeta Karl Marx. Y sin embargo, toda la población vive un auténtico infierno sometida a la espada de Damocles del paro, la inflación, la congelación de sueldos, la hipoteca, no llegar a fin de mes, recortes en pensiones, aumento de los años para la jubilación, aumento del IVA…

Es posible que la rueda de la fortuna gire, pero lo hace del peor modo Dantesco, pues no es justo que además de convertir nuestras vidas en un infierno y no quererse ganar el pan con el sudor de la frente como hace el resto de la humanidad, estos mortales ejecutables gocen de paz y tranquilidad por nuestras aceras, calles y plazas sin sentir nuestro aliento nietzscheano en sus nucas y en las de sus familiares sin la angustia kierkegardiana de desconocer que les aguarda al día siguiente o al salir de casa, como infinidad de padres duermen con la incertidumbre mecanicocuántica de no saber con qué van a alimentar a sus hijos al despertarse por la mañana gracias a la miseria bancaria que les pisa los talones, les cobra comisiones, les deniega créditos, les embarga pisos, etc.

Jesús no lo quiso así. Y la Iglesia tampoco. Por ello, siempre dan de comer al hambriento y de beber al sediento y consuelan al sufriente, refugian al perseguido hablándoles del amor y del perdón… Pero cuando no nos quedan mejillas que ofrecer ¿No son buenos mejillones? Pues algo habremos de hacer, a parte de rezar para que el Dios Padre les acoja pronto en su seno, que no hay mejor Paraíso nuestro que subirles todos al cielo.

Mirada poliédrica de Hacienda

El dinero no es de nadie...¡es del viento!

Destacan los titulares que durante lo más aciago de la crisis del 2009, la tolerancia ante el fraude fiscal por parte de los españoles aumentó considerablemente hasta alcanzar al 9% que lo ve consustancial al sistema, al que se ha de sumar un significativo 34% que lo justifica, queriendo con la concomitancia mediática, asociar ambos fenómenos. Empero, lo que en mi ha causado profunda extrañeza, ha sido que, pese a que por aquel entonces la corrupción política, con más de un millar de imputados, por si sola ya había sustraído de nuestros impuestos unos 5.000 millones de euros en la década precedente, todavía quedara un 57% de infelices que lo contemplaran reprochable.
Seguramente quienes crean a pies juntillas que Hacienda somos todos, se hallen entre ese increíble 57% tanto como quienes la defraudan tienen muy claro que Hacienda, son los otros. Evidentemente la libertad a la hora de opinar sobre Hacienda es mucho más amplia que a la hora de responder ante ella, de modo que, poco importa lo que la gente diga frente a lo que la gente haga, si de reflexionar sobre el fraude fiscal se trata. Por consiguiente, se requiere una mirada poliédrica que nos permita comprender la perspectiva que disfruta cada potencial contribuyente de esa maravilla de la ingeniería financiera social, llamada Hacienda Pública.
Quienes viven en la más absoluta indigencia, en la marginalidad, despojos humanos que a lo sumo aportarán sus huesos al servicio de la ciencia, suelen permanecer del todo ajenos al trajín que nos tiene acostumbrado la Tesorería del Estado, por no tener nada que traer ni detraer. Se podría decir que para ellos, Hacienda no existe, y de existir, es algo que aparece bajo la forma intermitente de comedor social, banco de alimentos, albergue de invierno, atención médica, pero sin llegar a comprender muy bien ni el cómo ni el por qué gozan de esos privilegios sociales, cuando antaño se les corría a gorrazos en cuanto se les veía aparecer.
Luego, estaría la masa asalariada que acostumbrada a presentarse dócil y obediente, pese a presentir que Hacienda son otros, por carecer de oportunidades, conocimientos e instrumentos financieros en el momento de pagar impuestos directos e indirectos, prefiere creerse que Hacienda somos todos, pues el mal de muchos es el consuelo de los pobres.
En un estadio no muy superior hallaríamos a los que trabajan por su cuenta, no quedándoles otra que meterse a Autónomos, como los pequeños comerciantes, a quienes con mofa decimos pequeños empresarios. Aquí ya hay algo más de margen para hacer justicia social o recuperar parte de lo defraudado por el Estado. Pero, a diferencia de los esclavos a terceros, estos esclavos por cuenta propia, tienen la obligación de hacer ellos mismos los trámites ante Hacienda, lo que supone todo un esfuerzo supino de la voluntad, motivo por el que defraude lo que defraude, todo le parece poco comparado con lo que paga. Para ellos, Hacienda, somos muy pocos, habiendo ocasiones en que sienten que hacienda, son solo ellos. ¡Craso error! Esa condición está reservada…
Ya en situación más elevada encontraríamos a los que ejercen profesiones liberales, grandes empresarios, Banqueros, personas de renta alta, cuyo poder adquisitivo les permite comprar y vender propiedades, jugar en bolsa, etc. Para los ciudadanos de esta posición, Hacienda, son los otros, en el sentido en que hablara Sartre del Infierno, por ello, prefieren el típico superficial escape romántico a un Paraíso fiscal, desde donde poder gozar de todas las ventajas que le ofrece el estado a la hora de acogerse a subvenciones oficiales, pero sin tener que sufrir la tortura de tener que pagar impuestos.
Por último, daríamos con los políticos, quienes manejan a su antojo las Arcas Públicas donde entran y salen nuestros impuestos, pues actúan como si Hacienda, fueran ellos. Bueno, Hacienda son ellos, pero con el dinero que no es de ellos, por eso no les duele en absoluto, por una parte, dilapidar los recursos en ineficaces medidas asistenciales que cementan más que destruyen las causas de los problemas que dicen combatir y de otra, otorgar ayudas y créditos a fondo perdido a empresas y entidades financieras que lo único que saben hacer es un perjuicio constante a nuestra economía.

El dinero no es de nadie…¡es del viento!