Volavamos al Latín

Para una cosa que hacen bien nuestros políticos como es hablar mal inglés, asunto en el que sí me siento satisfactoriamente representado, van los “expertos” y les ridiculizan en público por enésima vez a causa de la pasada presentación de la candidatura de Madrid para sede Olímpica 2020 achacándoles un defecto que no lo es, elevando por el contrario a los altares al próximo tronado Felipe de Borbón a quien todos llaman Don.

Porque, que yo sepa, saberse expresar correctamente en la lengua Ted Bandy, el primer asesino en serie reconocido como tal, no aporta nada bueno a personas formadas en la cultura meridional de la cuenca mediterránea, al menos, en las cosas importantes que como puede apreciarse en estas lides, son las que menos importan, verbigracia, no nos rejuvenece la piel, no nos mejora la salud, no nos hace más felices, no potencia el desarrollo cognitivo del individuo, no eleva las expectativas de vida, no acrecienta la Renta Per Cápita del país, siquiera ayuda a mantener la dieta.

Pueden contarse por decenas los artículos por mi dedicados a desmontar el mito de la importancia de hablar inglés – pueden encontrarse en mi blog Inútil Manual – aludiendo al problema genético que el pueblo anglosajón tiene asociado al oído lo que explicaría su nula capacidad para pronunciar y reconocer su propio idioma y que exista entre ellos la costumbre de deletrear convertido en juego infantil; a los problemas neurológicos que provoca su aprendizaje en cerebros latinoparlantes; a las perniciosas consecuencias morales que comporta estudiar su idioma; a los oscuros intereses económicos que subyacen en la industria editorial, musical y cinematográfica derivados de su inmerecida propagación universal basada únicamente en la conquista a sangre y fuego; a la complicidad de todo el pueblo inglés para cambiar sus modismos y terminologías cada veinte años al objeto de entorpecer lo más posible nuestra suficiencia en la transmisión de su idioma obligándonos generación tras generación a comprar nuevo material escolar por ellos editado, a necesitar de sus nativos en su enseñanza y hasta que nuestros Profesores, Licenciados y Doctores precisen de reciclarse en su inhóspito país donde llueve, la gente no te entiende y se come mal…posición que puede parecer exagerada tanto en su extensión como en los razonamientos esgrimidos, que responde seguramente a la ley del péndulo para equilibrar la no menos exagerada relevancia que se le da desde todos los ámbitos de la sociedad a esta lengua, una más entre las miles que hay en la humanidad.

Las bondades que cantan los expertos del inglés, de su aprendizaje o el bilingüismo, podrían igualmente predicarse de cualquier otra lengua, si bien, hemos de reconocer al idioma de Jack “El Destripador”, la ventaja de su sencillez en la formulación de los tiempos verbales básicos, cualidad que lo ha convertido en el sistema de comunicación preferido por los monos de laboratorio de todas las facultades de psicología, qué no decir entonces del Latín.

El degenerado genéticamente mundo Anglosajón, lleva siglos buscando la ruina del Mundo meridional mediterráneo: primero combatieron el Imperio Romano sumiéndonos a todos en la oscuridad del Medioevo; luego destruyeron la unidad de la Fe abrazando el Protestantismo y la creación de la Iglesia Anglicana; nos llenaron el mediterráneo de colonias desde Gibraltar hasta Palestina durante el siglo XVIII; saquearon nuestros vestigios culturales arquitectónicos de nobles pueblos como el Griego o Egipcio expuestos vergonzosamente cual botín de guerra en el repugnante British Museum en el XIX – Por una vez, la informática se pone de mi parte: si ustedes van a su ordenador y escriben British Museum, apreciarán cómo la palabra inglesa es reconocida como correcta mientras la latina aparece subrayada en rojo como equivocada. Hasta este extremo hemos llegado; durante el siglo XX han provocado Dos Guerras Mundiales que como las han ganado han atribuido su autoría a la perdedora Alemania…Conseguidos todos y cada uno de sus objetivos militares y financieros, los bárbaros anglosajones, de mentalidad cruel y sanguinaria sedientos todavía de muerte y destrucción, no satisfechos con nuestra ruina económica, nuestra dependencia política de la UE, nuestra condición de Aliados-Rehén en la OTAN, buscan aniquilar nuestra cultura hasta sus más mínimos cimientos conocedores como son de que el más ínfimo vestigio de nuestro pasado es suficiente para hacerle sombra a su efímero presente que nada bueno ha aportado al género humano.

Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, los anglosajones han perseguido por varios procedimientos socavar nuestra cultura mediterránea: primero inoculándonos por medio de la propaganda Hoollywoodiense patrones de comportamiento y belleza del todo ajenos a nuestra idiosincrasia ancestral que nos ha causado un muy perjudicial complejo de inferioridad que se ha traducido en una estúpida asimilación de lo peor de sus modas, vestimentas, formas de vida y alimentación, abandonando del todo las nuestras quedando así a su merced. Pues bien, el arma de destrucción masiva empleada para hacer añicos nuestra natural resistencia a su imperial presencia, ha sido el idioma inglés.

Tomar conciencia del problema, es el primer paso para, si no invertir la situación, cuando menos, frenarla un poco, hasta que de aquí a veinte años, el gigante Chino, relativice un poco las cosas y saber inglés pase a la historia como una anécdota. El segundo, es recuperar el aprendizaje del Latín que como lengua común, de europeos, norteafricanos y Asiáticos, no tiene parangón, lengua madre cuyo estudio ayuda mucho a a prender otras bellas y nobles lenguas como portugués, francés, italiano, catalán o rumano, sin por ello verse sometido a la perenne vergüenza de no dominarlo del todo. Este es el motivo por el cual, mientras existe el dicho ¡sabe latín! no hay paralelo ¡Sabe inglés!, pues el primero trae a la memoria a Julio Cesar, Catón o Cicerón y lo segundo recordaría a G.W. Bush, Mc Donalds, y Mickey Mouse.

Mater tua mala burra est

En este país que oposita para tonto, actualmente el Latín es una materia opcional para los estudiantes de 4º de la ESO mientras la repugnante lengua inglesa que nos prepara para ejercer de criados, se imparte ya desde los tres años. ¡Así nos va! Algo habrán notado al respecto en el Misterio de Educación, cuando están meditando seriamente reimplantar su docencia obligatoria en la mal llamada “Enseñanzas Medias” por quedarle mejor lo de “Enseñanza a medias” aunque mucho me temo sea ad calendas grecas, o sea, sine die.

El aprendizaje del Latín, además de servir de excusa para vehicular conocimientos básicos de nuestra cultura clásica por medio de la traducción de textos de autores como Cesar, Virgilio o Cicerón y poder entender mejor la trama de los Asterix, ayuda no poco, al ulterior estudio de otras bellas lenguas como el portugués, el francés, el catalán, el italiano, el rumano o el mismísimo alemán, sin necesidad de meter más energía que la de tener presente una misma base léxica común a la que aplicar tres reglas fonéticas de transformación. Por eso, es una pena que la Santa Madre Iglesia haya enclaustrado su uso en el Vaticano, en vez de ofrecérsela a la Comunidad Europea como el mejor nexo de unión cuando se firmara a mediados del siglo pasado precisamente el Tratado de Roma. Porque vivimos una época en la que no caben vacilaciones y es más que probable que Occidente, entregado como está a la barbarie de la hamburguesa y el inglés, no sobrevivirá a la lenta pero implacable extensión de la mancha amarilla oriental. Sólo la pizza mediterránea y una lengua bien trabada como el Latín, estarían en condiciones de mirar de tú a tú sin complejos al arroz frito tres delicias y a una lengua tan bella y milenaria como el chino.

Prima facie, hemos de felicitar al alma mater rara avis que motu proprio ¡deo gratias! ex profeso groso modo in extremis considera habeas corpus stricto sensu per se el Latín conditio sine qua non para formar mens sana in corpore sano. No es baladí sin embargo preguntar Quo Vadis?

In ille tempore, in situ, es posible que hubiera quórum ad hoc porque era factible una especie de quid pro quo entre el esfuerzo de su estudio y el rendimiento social obtenido, pero es vox populi que al respecto alea jacta est! Porque el estudiante sui generis español prefiere el carpe diem que le ofrece la clasecita de inglés con música de los Beatles – quién sabe si con los recortes ya es de Macaco – al cogito ergo sum que le proporciona la lengua de Tito Livio, de modo que a priori, su propuesta será contemplada como casus belli por el auditórium que a buen seguro le declarará persona non grata y todo consummatum est.

Mejor así, que volver a dar motivos para la antología del disparate como fueron los célebres casos de “Caesar mandavit enemici ab porto Ostiae” cuya traducción libre fue “El César de una ostia arrojó a los enemigos del
puerto, y la todavía menos excusable “Ave Caesar, morituri te salutant.” cuya auténtica traición a manos del alumno fue “Las aves del César morían por falta de salud.” En cualquier caso, siempre podremos decirle al Presidente del Gobierno eso de “Mater tua mala burra est” sin miedo a una querella del fiscal. Aunque por si las moscas, yo no me atrevería con la Familia Real, que a la vista está, saben latín.