Una mente maravillosa

El pasado Miércoles, a pleno día en el centro de Madrid, un individuo provisto de un maletín haciéndose pasar por funcionario de prisiones, logró acceder en la vivienda particular de Bárcenas. Una vez dentro, rápidamente, con la ayuda de un revolver maniató a la esposa, hijo y asistenta, para acto seguido pasar a interrogarles por los famosos “pendrives” donde el tesorero del PP guarda la información sensible que todavía no ha salido a la luz, la cual, podría forzar la dimisión de Rajoy e incluso la inmediata disolución del Partido Popular, a tal efecto se hizo acompañar habitación por habitación en exhaustiva búsqueda, prestando especial atención al despacho personal de Bárcenas. Durante la larga hora y media que duró su registro revolucionario, el sujeto intentó tranquilizar a sus retenidos explicándoles que su intención no era provocarles ningún daño ni a ellos ni a su propiedad, sino solucionar los problemas del país, derrocar al gobierno y eliminar la corrupción.

Como en tantas otras ocasiones en que un buen ciudadano toma la decisión de hacer lo que las instituciones no quieren hacer, en este caso realizar un registro sorpresa para dar con la información sobre la auténtica contabilidad del Partido Popular, los medios de comunicación, se han apresurado a tildarle de loco, perturbado, trastornado…para deslucir ante la opinión pública su valiente decisión, el mérito de su acción y su personal entrega altruista y por si ello no bastara, también le señalan como delincuente con varios antecedentes. Vayamos por partes:

En lo concerniente a su condición de delincuente, pese a la abundante manipulación mediática, todas las fuentes parecen coincidir en que la persona que irrumpió en la vivienda de Bárcenas no perseguía más botín que el declarado; ni dinero, ni joyas. Luego, es impropio del buen periodismo, dar a conocer su ficha policial que no viene al caso si no es para desprestigiarlo ante la audiencia simpatizante con su causa y que pasamos sana envidia por no habernos atrevido nosotros a acometer acto tan audaz.

Por lo que respecta a su estado de salud mental, hemos de reconocer que en este plano, la prensa, sin querer, ha mostrado un perfil más digno y concordante con la realidad, porque un sujeto que declara su deseo de derrocar al gobierno para solucionar los problemas del país y eliminar la corrupción, muy cuerdo no ha de estar para ir contracorriente sin apenas medios. Y sin embargo a mi me parece una mente maravillosa.

El ciudadano de 63 años de edad, Enrique Olivares García, lejos de ser un loco delincuente como nos lo quiere presentar el Tontodiario, es una mente maravillosa, capaz de sentir empatía por toda la sociedad, de buscar el bien común del país, de actuar en beneficio del interés general; frustrado por la inoperante labor de los tribunales, embriagado de un genuino sentido de Justicia, no ha dudado en poner en riesgo su persona, su patrimonio y su libertad para encontrar por si sólo la verdad que desenmascare a los auténticos criminales que nos gobiernan. Él solito, sin ninguna colaboración ha planificado toda su intervención humanitaria, se ha desplazado hasta la capital, ha localizado la vivienda particular de su objetivo, seguramente la ha sometido a vigilancia, ideó una identidad para no levantar sospechas que a la vez le permitiera la entrada al domicilio, fue capaz de someter a tres personas, etc. Sólo tuvo un fallo: ser una excelente persona que todavía no ha alcanzado el nivel elevado de conciencia moral que entiende que en ocasiones el fin justifica los medios y es imposible que así sea si se va provisto de una pistola con balas de fogueo, sin los conocimientos adecuados para hacer hablar a los sordomudos.

De todos modos, como dijera Guillermo Borja “La locura lo cura todo” y en breve tendremos nuevos actos de locura aislados y particulares que como luces en la oscuridad nos irán indicando al resto de mortales el camino de salvación para nuestra Democracia y Paz social.

La locura lo cura todo

Escribo estas líneas escuchando de fondo el discotequero tema de Sak Noel “Loca people” cuya melódica cadencia descriptiva del grato impacto que a los turistas les provoca nuestra secreta ecuación de la felicidad que se resuelve despejando en el espacio-tiempo las incógnitas estrechamente relacionadas entre siesta y fiesta, pudiera justificar la puercoespín irrupción de Ángela Merkel en nuestra escena política.

Todos los días, empresas solventes con beneficios presentan EREs endosándole al gasto público la factura de sus obligaciones sociales contraídas para con sus trabajadores y todas las noches, miles de ciudadanos se acuestan con la incertidumbre de no saber si al día siguiente se encontrarán con una carta de despido, por supuesto, con la conformidad de los sindicatos del crimen mayoritario. Entretanto ¡Viva la fiesta! Ayudas a la patronal, rebaja salarial, flexibilidad laboral, despido libre y ¡cómo no! subvenciones a los cómplices que dicen defender los intereses de la clase trabajadora.

Todos los días, nos llegan noticias de cómo los deportistas de élite que han llegado a donde están en parte gracias a nuestros impuestos, soporte social de infraestructuras y proyección mediática que les hace receptores del jugoso mecenazgo privado…han trasladado su residencia a Paraísos Fiscales al objeto de eludir su compromiso para con la sociedad que les ha aupado a lo más alto del podium. Pero todas las noches, a la gente se le olvida que está aplaudiendo a cuantos se están mofando de su buena Fe y ¡Viva la fiesta! las televisiones a pagar millones de euros por las retransmisiones deportivas en concepto de publicidad, los clubes a firmar contratos exorbitantes para garantizarse vender camisetas y marcas que marquen el culo y los corazones de los jugadores y ayuntamientos como el de Madrid a gastarse el dinero de los ciudadanos en lograr unos Juegos Olímpicos que tienen de pureza deportiva lo que de cocaína hay en una raya.

Todos los días, oímos hablar de lo mal que va la economía, pero llegan las rebajas y quien más quien menos, tira la casa por la ventana, como si llegara el fin del mundo, solo que, lejos de desprenderse de sus bienes materiales para ir ligeritos de equipaje como hicieran los primeros cristianos, desean hacerse un ajuar para el último viaje al mejor estilo de los Faraones egipcios. Y por la noche ¡Viva la fiesta! Terrazas llenas, cervezas y tapas corriendo a raudales, discotecas a rebosar escuchando los temas que enriquecen a los miembros de la SGAE y a quienes a su vez les roban a ellos.

Todos los días, sabemos de personas que son desahuciadas de sus casas por los despiadados bancos, pobre gente que esa misma noche no tendrá donde dormir, mientras el resto, como no queriendo ver las barbas del vecino pelar, continua con su particular ¡Viva la fiesta! bancaria, dejando su dinero en tan viles manos, manteniendo sus nóminas y domiciliaciones como si pudieran dormir a pierna suelta sabiéndose cómplices necesarios a cambio de ningún interés, pues hoy es el día, en que les pagamos por que se beneficien con nuestra riqueza.

Es posible que todo remita a las inmensas ganas de vivir que tiene la gente, a ese espíritu romántico escapista de la realidad que le permitiera a Don Quijote correr aventuras para mayor gloria de su Dulcinea, a la típica reacción infantil negacionista cuando se le pilla in fraganti cometiendo una fechoría, o sencillamente, a que como dice el estribillo de la canción arriba apuntada “la gente está muy loca” Y más que lo va a estar, de seguir por la senda de un sistema que de continuo envía mensajes contradictorios para trastornar a la población, como bien explica Naomi Klein en su obra “La doctrina del shock. Sólo nos queda entonces, confiar en la desconcertante conclusión a la que llega Guillermo Borja en su célebre Manifiesto Psicoterapéutico, a saber: que “La locura, lo cura todo”