Ante las cámaras. Tras las cámaras.

Tenía previsto esbozarles un recorrido preposicional ( a, ante, bajo, cabe, con…) por el castellano combinando sus casos y la amplísima polisemia acontecida a la voz “Cámara” donde la palabra puede ser tenida por Cámara fotográfica: instrumento para registrar imágenes; Cámara lenta: visionado de un rodaje a velocidad inferior de la normal; Cámara oscura: caja cerrada con un orificio a través del cual pasan los rayos luminosos, que por medio de una lente forman una imagen invertida de los objetos. Igualmente puede ser tomada como espacio cerrado por paredes como la Cámara acorazada de los bancos; Cámara de gas: recinto cerrado herméticamente usada para ejecutar a una persona; Cámara frigorífica: recinto frío artificial para conservar productos perecederos; El término puede designar a organismos públicos como la Cámara de comercio o las Cámaras de representantes. Existe igualmente la posibilidad de entender esta voz como cabidad revestida de goma que requiere ser inflada por aire a presión e incluso lugar del arma donde introducir un proyectil para ser disparado, entre otros muchos usos, que como comprenderán, habrian dado mucho juego en una mente ociosa como la mía. Pero no ha sido necesario.

En varias de mis intervenciones televisivas en ETB2, cuando extrañamente me permitieron permanecer toda la temporada pasada, critiqué en directo que lo único que trascendía a la audiencia fueran nuestras discursiones a cara de perro, como si fuéramos enemigos, cuando lo cierto era que, tras bastidores, en los momentos previos al programa nos repartíamos tortilla española entre bromas de la actualidad y después el toma y daca dialéctico nos despedíamos todos con estrechones de manos y hasta besitos mientras nos desmaquillaban. De hecho, llegué a sugerir lo pedagógico que sería para la población tener acceso a un “Fuera de Cámara” – making of, para quienes no dominen el castellano – a fin de que los telespectadores no se pelearan por las cosas que dijéramos o dejáramos de decir en sus improvisados debates ante el televisor en bares y hogares, pues siempre he observado que por estos lares, la política enfrenta más que el fútbol y la religión, que ya es decir.

Esta mía repulsa a mostrar al público únicamente una parte de la verdad que primero como espectador sospechaba y ahora como tertulisto corroboraba, arraigó en mi a muy temprana edad, cuando educado por un padre marxista y una madre comunista, – yo soy liberal – descubrí estupefacto a un Carrillo comer muy sonriente con Manuel fraga y hasta con Martín Villa. Aquello que precisamente practicaba lo que yo ahora reclamo, me dolió inmensamente porque por los discursos de aquellos personajes la pobre gente se pegaba en las calles de mi pueblo. Desde entonces desconfié por completo de sus palabras y me quedé con sus hechos.

El otro día, al enterarme como el pobre Pedro Sánchez por los medios de comunicación de la comida secreta que los Pesoistas ZP, Bono y Page compartieron con los líderes de Podemos Pablo Iglesias y Errejón, reviví aquella lejana impresión infantil, pues si hoy, ya no me parece mal que los políticos de formaciones antagónicas compartan mesa y mantel, lo que sigue repugnándome hasta vomitar es que, ante las cámaras en los platós, en las manifestaciones en el Congreso, los mítines, etc, enciendan con sus discursos a la ciudadanía con promesas de cambio radical, de dar la vuelta a la situación, de preparar una revolución social, de no repetir los errores de la Transacción…cuando tras las cámaras, sin cámaras e incluso a escondidos de las cámaras, los jefes y los cachorros se den cita para cumplir el designio del Gatopardo “Cambiarlo todo, para que todo siga igual”.
Espero que Podemos, si es que puede, explique convincentemente a la ciudadanía para qué se reunieron con esa gente, cuál era su propósito directo, qué les han prometido, qué compromisos han adquirido…y sobre todo, reconozcan cabizbajos haber caido en un trampa simplona tendida por los rivales directos consistente en desprestigiarlos por confundirles con ellos. Que les sirva de escarmiento ¡Y no se vuelva a repetir!

¡Seguro! ¡Seguro!

El pasado Lunes, durante uno de esos actos públicos en los que a la velocidad del rayo se prodiga por la piel de toro, el lider pesoista Pedro Sánchez, se presentó como una opción segura ante la incertidumbre económica representada por el Gobierno de Rajoy y el desasosiego que provoca la incógnita política de nuevas formaciones que amenazan en el horizonte electoral; dicho con sus propias palabras: “Frente a la política de la resignación de unos (PP) y a la política de tabla rasa de otros (Podemos), los socialistas, proponemos un cambio seguro. (…) Fuimos, somos y volveremos a ser el gran partido del cambio. Estoy seguro”.

Pedro Sánchez, enfatizó varias veces de gesto y de palabra la voz “seguro” tanto cuanto Rajoy hablaba de “confianza”. Pero basta verle a él y a quienes le rodearon en dicho acto ( Zapatero, Tomás Gómez, Carmen Chacón, Conde Pumpido…) para sospechar que tras su discurso lo único que hay ¡seguro! ¡seguro! es más de lo mismo como demostró nada más ganar las primarias cuando le faltó tiempo para decir lo contrario de lo mantenido durante la campaña. De no ser que a la palabra “Seguro” le demos la entonación adecuada colocándola al final de cada una de sus promesas, propuestas y afirmaciones como me dispongo a hacer a continuación:
El actual Secretario General del PSOE, declaró que el cambio a operar por su formación en España, será desde la izquierda con iniciativas audaces, rigurosas y sensatas. ¡Seguro! Es más, se comprometió en luchar de forma implacable contra la corrupción para evitar que aparezca, y sancionarla con dureza cuando esto ocurra. ¡Seguro! ¡Vamos! no me cabe duda. En esta línea de pronunciamientos, Pedro Sánchez, anunció varias medidas encaminadas a combatir la corrupción como el endurecimiento del régimen de incompatibilidades, la reforma de la ley de contratación pública, el agravamiento de las penas para los casos de corrupción y que los responsables respondan con su patrimonio. ¡Seguro! Seguro que lo hará. Entusiasmado por el discurso que pronunciaba, llegó a exclamar: hemos de restringir las donaciones a las formaciones políticas, emprender la descolonización por los partidos de las instituciones y sustituir la afinidad y la dependencia, por el mérito, la capacidad y la independencia de criterio. ¡Seguro! ¡Segurísimo!
Respecto al reordenamiento jurídico del Estado, el líder de la Colaboración sostuvo que “Defender la Constitución hoy, es defender su reforma. Actualizarla es la mejor manera de preservarla”. Es su deseo incorporar a la Constitución mecanismos que garanticen el Estado de Bienestar – Esto es segurísimo – y la protección de Derechos – esto es superseguro -, y por otro lado, reformar la estructura territorial del Estado en un sentido federal. La dirección federal que propugna el PSOE busca además, una clarificación de las competencias, dotar de recursos suficientes a las autonomías para el desempeño de sus funciones, convertir el Senado en una auténtica Cámara territorial y reconocer los hechos diferenciales. «Se trata de conjugar igualdad y legítimas diferencias. El derecho a la diferencia no se puede traducir en diferencia de derechos”. Y esto si que es ¡Seguro! ¡Seguro! de verdad, porque es lo que los pesoistas siempre han defendido y nunca han puesto en práctica.
Respecto a los problemas sociales por los que están atravesando los ciudadanos trabajadores pagadores de impuestos, no dejó escapar la oportunidad de dejar caer que “esta realidad puede cambiarse a través de medidas como un rescate financiero a familias y autónomos en situación límite” dando a entender que él mismo se ocupará de ello, cosa de la que estoy muy, pero que muy seguro.
Y ya, embriagado de si mismo, en un frenesí mental, confesó su más íntimo deseo “Mi proyecto para España es el de la economía del talento y el mérito; una economía sin privilegios, sin posiciones blindadas, sin más barreras que la capacidad y el esfuerzo”. Por supuesto, a esto debemos decir: ¡Seguro! ¡Seguro que sí!