Gracias al sabio consejo materno aprendido por experiencia de que en política hay más enemigos dentro del Partido que fuera, nunca se me ha pasado por la cabeza afiliarme a organización criminal alguna, menos identificarme con carnet o pagar cuota como corresponde a los pobres incautos que caen en sus redes extractoras piramidales a las que contribuyen con tiempo y sueldo sin recibir nada a cambio, cual miembros de una secta destructiva que una vez menguada su capacidad crítica de respuesta maneja a su voluntad a los adeptos como si fueran zombis, sea para pegar carteles, sea para acudir a los mítines a aplaudir a sus dirigentes, siempre con ardor fanático.
Discutir de política con un militante de base, es como pretender entablar un diálogo teológico con un feligrés. No hay manera de conducir el discurso de forma racional. Muy distinto de lo que acontece cuando delante tuyo te encuentras con un cura con formación o un alto cargo del Partido. La iglesia no tiene problemas en presentar a unos pocos como Pastores y al resto como rebaño; son muchas las imágenes bíblicas que soportan con agrado la comparación que es lo que ha permitido a Juan Eslava Galán escribir con propiedad “El Catolicismo explicado a las ovejas”. Empero, los políticos no se atreven a tanto, si bien algo farfuñan sobre líderes y Masas, Gobernantes y gobernados y si tienen o no tienen carisma, al más puro estilo paulino.
Como quiera que en ello apreciemos cierta envidia sana, a caso necesidad de poner orden en las filas de la vasta militancia para que cada cual sepa el lugar y sitio que le corresponde dentro de un Partido, vamos a dividir a sus miembros en tres grados al objeto de distinguir claramente sus derechos y obligaciones que habrán de quedar fijados por escrito en los estatutos de la organización criminal en el apartado dedicado a Militantes, Militantos y Militontos.
Los militantes son aquellos que independientemente de su capacidad, inteligencia o pretensiones, supeditan toda su voluntad a lo que determinen los dirigentes. Mostrando su total y absoluta libre obediencia dan testimonio de lealtad y fidelidad al lider y por ello, tarde o temprano se les va haciendo escalar peldaños en la organización tras superar las debidas pruebas de corrupción de las que ya he tratado en otro artículo. Por todo ello se le dice propiamente “militante” por mostrar un perfil propio de un militar que se halla en el ejército dispuesto a cumplir órdenes de un superior sin pararse a pensar, sin pestañear y sin atreverse a llevar la contraria. En principio no es preciso que pague la cuota de afiliación; al Partido le viene bien su incorporación numérica pensando en las subvenciones. Si acaso, los dirigentes pueden hacerse cargo del abono formal de sus cuotas por los servicios prestados. De la actitud del militante a la hora de pagar sus cuotas en estos primeros momentos que pueden ser entre 6 y 18 meses, dependerá en alto grado la posterior asignación de su condición definitiva. Por lo general, los dirigentes raramente son escogidos de entre aquellos que siempre pagan la cuota voluntariamente sin haber intentado escaquearse.
Los militantos, son aquellos miembros del Partido que participan de los beneficios de la empresa política a la que pertenecen, a tanto por acudir a una asamblea, a tanto por ir a un mitin, a tanto por estar en una comisión, a tanto por ir al programa de la tele, a tanto por hacer de secretario, a tanto por ser concejal…de ahí el nombre “mili-tanto”. Superada con creces su primera prueba de corrupción, cuál fue, evitarse en lo posible pagar de su bolsillo la cuota del Partido, ahora por el contrario procura mantenerse al corriente de la misma para no dar motivo de que se le mueva de su silla por defecto de forma denunciado por un “Compañero”. Es más, gracias a tantos tantos percibidos por labores liberadas del Partido, contribuye como el que más con parte de sus emolumentos a sufragar a la organización, por lo que ante la militancia de base queda como un benefactor y buen dirigente. Dado que tiene mucho que perder, la estructura del Partido confía en su opinión en la medida en que un error global de la política del Partido pueda afectarle en su riqueza personal. Es su obligación acudir a reuniones remuneradas, aparecer en los medios de comunicación a dar la cara, y hacer lo que haga falta en beneficio del Partido allí donde este le coloque al frente de cualquier Institución o empresa pública.
Por último el militonto, es aquel militante que desde que entró en la organización, siempre ha pagado su cuota, obedece a quien mande, está continuamente a disposición del partido para trabajar en puestos no remunerados, pegando carteles, atendiendo el teléfono o barriendo la sede, sin que haga falta consultarle la opinión, por estar siempre a favor de lo que dicte la dirección del partido sin cuestionárselo, obteniendo con ello gran dicha y felicidad, sintiéndose enormemente agradecido por la confianza que en su persona le muestran los líderes de manera reiterada para todas esas labores cada vez que hay una campaña electoral. Por su entrega personal de esfuerzo y sacrificio, son los militontos los mayores defensores no ya de la idea que preconiza su Partido, ni siquiera del Partido mismo sino de sus siglas, dispuestos a pegarse en los bares con los militontos de otras siglas que se atrevan a criticar a sus respectivos líderes. Desde su indudable nobleza de corazón, son gente muy peligrosa por su radicalidad y fanatismo. Pero basta decirles que eres de los suyos para comprobar hasta dónde puede llegar su generosidad.