Ante las reiteradas llamadas de atención recibidas vía correo electrónico por parte de algunos colegas filosofólogos a quienes tengo en alta estima intelectual censurando con la debida cautela academicista en la que han domesticado sus estériles pronunciamientos, mi postura beligerante contra el actual sistema democrático, aduciendo que tal discurso generalista y sin matices puede favorecer posiciones políticas involucionistas de infausto recuerdo, aunque por lo general, dejo a la inteligencia del lector, sacar sus propias conclusiones sobre lo que tiene entre manos, empiezo a sentir como oportuna para todos, una pequeña aclaración sobre los postulados básicos desde donde siempre me pronuncio:
Si ustedes precisan etiquetas con las que encasillar cuanto expreso para interpretarlo adecuadamente, ahí van algunas, a modo de anteojeras, para que no yerren en su interpretación: Soy anarco-liberal. Mas para averiguar fehacientemente cuál es mi perspectiva en lo concerniente a la Democracia, puede bastarles echar un vistazo a una brevísima obra de Agustín García Calvo “Contra la Paz y contra la Democracia” cuyo título ya pone en negro sobre blanco la cuestión.
Por su puesto, yo critico sin contemplaciones el actual sistema democrático por el que nos regimos. Si no es a la actual Democracia española que ahora me afecta a mi, a mi generación, a mis coetáneos directamente ¿Cuál es el que debo criticar? ¿El de Atenas en época de Pericles? ¿La pantomima de Cánovas y Sagasta de la España decimonónica? Y si no es a éste que tenemos aquí, entendiendo por “aquí” cualquiera que sea su patria, ¿A cuál debo dirigirme? ¿Al que hay en EEUU? ¿Al de Venezuela quizá? ¿O al de Rusia que está de moda con Putin? Lo cierto es que, no tengo problemas para actuar de ese otro modo tan al regusto de periodistas, analistas y politicastros, pues ¡hay que ver! cuanta tiranía hay por el mundo disfrazada de Democracia. Pero en esto, como en tantas otras cosas, bueno es atender la enseñanza de Mateo (7,1-5) de no estar señalando la paja en el ojo ajeno, pasando por alto la viga en el propio.
Es más que curioso, que cuantos se rasgan las vestiduras por la vehemencia con la que los ciudadanos de bien nos pronunciamos cuando por un descuido de los medios de comunicación – o como en el caso de la presente cabecera que me acoge, pasamos por simpáticas mascotas – hacemos llegar nuestro enfado, nuestro malestar y nuestro cabreo con la situación social de la que en modo alguno nos sentimos responsables, porque en modo alguno lo somos quienes hemos dedicado toda la vida a desempeñar nuestra labor lo mejor que sabemos, a pagar los impuestos puntualmente y procurando hacer bien al mayor número posible de personas que nos rodean, pocas veces y casi me atrevería a afirmar que nunca, se atreven a alzar la voz contra aquellos que de verdad alientan vientos involucionistas con su comportamiento abiertamente corrupto, criminal y traidor, a saber: los actuales Gobernantes democráticos, que no por ser representantes electos en las urnas, están exentos de las bajezas humanas que a todos nos afectan, más todavía en tareas investidas de Poder.
La Democracia, si tiene razón de ser, es para otorgar el poder de toda una sociedad a un gobierno que en su representación vele por los intereses de los ciudadanos en su conjunto, vigilando las naturales aspiraciones de control monopolista de quienes cuentan en su haber con un mayor poder particular que el resto de sus vecinos, sea por su posición económica, su preponderancia en el mercado, su dominio de las armas, o cualquier otra cualidad que le convierta en potencial peligro público por sus ansias de dominio, tantas veces acaecido en la historia de los Hombres. ¡Nunca para aliarse con ellos en nuestra contra!
El Presidente Rajoy, goza de una Mayoría mucho más Absoluta que la que reflejan las votaciones del Parlamento: Es el Presidente de todos los Españoles, le hayamos o no le hayamos votado. Por ejemplo, es mi Presidente; y le reconozco como tal sí y sólo sí, utiliza el poder que le hemos dado para mantener a raya a las Grandes fortunas, Banqueros, Grandes empresarios, Multinacionales, Grandes compañías, Monopolios, grupos de presión, oligarcas…contra quienes los ciudadanos, uno a uno, no somos capaces de vencer, de no ser que deseemos volver al bárbaro bricolaje del “Hazlo tu mismo”, pero sí un Gobierno democrático que cuenta con millones de personas que le respaldan, que pagan una fuerza policial, una judicatura y un ejército con sus impuestos, para que lo utilice en caso de necesidad contra los citados peligros de dominio, pero no contra la propia ciudadanía.
Mientras la Democracia no se dote de un cuerpo independiente de contra-vigilancia, como el que posee la policía, para separar ipso facto de su cargo a los elementos nocivos que no cumplen con el mandato civil para el que han sido designados, mientras la ciudadanía en quien se supone descansa la Soberanía, seamos meros espectadores de nuestro expolio y opresión dictados en nuestro nombre sin que podamos hacer nada que no esté tipificado como delito, esta Democracia, que es ¡la Democracia!, será blanco de mis críticas, de mis denuncias de mi enojo y me tendrá siempre en frente, siempre en contra y siempre vigilante.
Etiqueta: Poder
Alternancia en el ejercicio del Poder
Porque somos humanos y no dioses, perseguimos la perfección cual presa en el horizonte, no dándose nunca plena satisfacción, pues gustamos del derroche en época de abundancia cuando podríamos mejor ahorrar pretendiendo, en cambio, ser austeros cuando no queda otro remedio, nunca viéndose juntas virtud y circunstancia propicia, que por algo a la miseria económica le acompaña la podredumbre moral.
La famosa separación de Poderes emprendida por los ilustrados para evitar los excesos del Absolutismo, dividiéndolos en Ejecutivo, Legislativo y Judicial, fue un progreso teórico muy matizado en la práctica. Sin entrar a valorar cómo su conjunto es deudor del Poder económico, lo cierto es que sus ideólogos, siempre pensaron en este reparto trinitario como acontecido en simultaneidad, en correspondencia con la fuente regia de donde provenía, pues en la figura del Soberano, el Poder era ejercido en todas sus potencias por igual, simultáneamente.
Es verdad que los tres Poderes, coinciden mayoritariamente en el tiempo, mas nunca a tiempo. Me explico: La división de Poderes fundamentaba su excelencia en el equilibrio entre los vértices del triángulo institucional que se pretendía, dando juego a la mutua vigilancia para evitar excesos de las partes en respuesta práctica a la eterna cuestión de Juvenal ¿Quién vigila al vigilante?. A este equilibrio de Poderes, se le sumó la figura del árbitro como Jefe del Estado pudiendo ser Rey, Príncipe o Presidente de República. Por si acaso, por encima de todos, se situó la Constitución. Pues bien, así como en la Santísima Trinidad, no gozan de igual dignidad el Dios Padre que ocupa ¾ partes de la Biblia, el Dios Hijo que aparece en lo restante sin apenas huequecillo para el Espíritu Santo, los tres Poderes, nunca llegaron a trabajar plenamente por separado, ni en colaboración.
No estoy aludiendo a las consabidas desavenencias entre unos y otros o a los problemas de ajuste y coordinación. Lo que deseo tratar ahora es un fenómeno que a diferencia del de la relación subordinada, me había pasado desapercibido, cuál es, el de la alternancia programada en el sano ejercicio del Poder.
No sé si se han fijado ustedes, pero me llama poderosamente la atención que cuando el sistema hace aguas por un Legislativo corrupto y un Ejecutivo ineficaz, resulta que la Justicia en colaboración del cuarto Poder, la Prensa, actúa con un vigor que ante los ojos del ciudadano salva todo el sistema dándole cuerda para pasar estos ratos de tribulación. ¡Sí! Esa, la Justicia acusada de cachonda, lentitudinaria, dependiente, farragosa, al servicio de los poderosos, etc. ¿Por qué ahora funciona tan bien y a marchas forzadas?
No dudo de la buena intención de Jueces, abogados, fiscales y periodistas que están dando la cara por la Democracia en defensa de los intereses de los ciudadanos; son como ratas sueltas de laboratorio que hacen lo que pueden, a expensas de otra voluntad. Porque su hiperactividad contrasta abiertamente con su dócil actitud de “Bella Durmiente” o en actitud pastoril contempladora de “Los Reyes Magos”, hasta ahora mantenida por jueces y periodistas respectivamente en lo que debería haber sido su labor primordial.
La plácida convivencia de la Judicatura y los medios de comunicación con los poderes Ejecutivo y Legislativo ha sido mayor de lo deseable para la salud de la Cosa Pública, porque la tarea del Poder Judicial y periodístico, no es como la de un carnicero que trabaja con cuerpos muertos, a los que no cabe más que despachar, sino como la de un médico que prefiere prevenir a curar.
El elogiable alarde de justicia e información ahora desplegado, por parte de Tribunales y rotativos, aun siendo de agradecer, se asemeja más a la penitencia por las culpas expiadas que al acierto del deber cumplido. En consecuencia, sospecho que, tan ejemplar comportamiento responde más a un desesperado intento por lavar la imagen del desacreditado sistema, que a un profundo sentimiento de enmienda y tan pronto como sea posible, todos volverán a mirar para otra parte recostándose en el profundo sopor acostumbrado.
Por la Separación de Funciones
Para evitar los excesos del Absolutismo, la Ilustración juzgó conveniente introducir en la Teoría política la denominada “División de Poderes” en el Estado moderno, separando el Ejecutivo, el Legislativo y Judicial como primer paso para poner coto al omnímodo poder del Gobernante, fuera este Rey, Príncipe o Regente a quien en un principio se le reservaron las tareas de gobierno de los asuntos comunes en interés general, desde entonces sometidas a la Ley de la Constitución. Sin embargo, quién sabe si por descuido, dejadez o sencillamente por considerarlo en su momento irrelevante, junto a las tareas ejecutivas que con posterioridad se distinguirían entre reinar y gobernar, en cualquiera de los casos parecían mantener igualmente la de encarnar al Estado y representar al Pueblo, de modo que, a sus ya muchas responsabilidades gubernamentales e institucionales se le sobrentendieron las aparentemente simbólicas de presidir las ceremonias, los festejos y cualquier acto multitudinario de alcance nacional, entre los que se cuentan acudir a las zonas afectadas por catástrofes, acompañar a las víctimas en su dolor y asistir a funerales.
Esta función de presencia y representación en actos públicos de alegría y dolor, acaece a todos los niveles institucionales desde Alcalde al Rey y por paradójico que parezca, ninguno de los eslabones en la cadena ha propuesto o renunciado en trescientos años que se le exima de esta función que, desde un punto de vista racional podría parecer que distrajera la atención del gobernante de los problemas que requieren toda su concentración, talento, sabiduría y tiempo para el óptimo desempeño de su menester, pues no se ustedes, pero de ser yo gobernante, no podría trabajar a tropicones en asuntos de Estado como la Defensa, la Economía, la Salud o la Educación, si a cada momento me viera entre recepciones de futbolistas, asistiendo a entierros o abrazando a afectados por cualquier desgracia, por no comentar las idas y venidas a reuniones y mítines del Partido para salir en el Telediario de las tres todos los fines de semana.
Hace tiempo que se viene comentando que la nueva clase política debe estar bien enchufada para mantenerse al día de los acontecimientos y poder responder con agilidad a cuantos retos aparezcan en el horizonte en el mundo de la información donde la realidad se sucede a velocidades relativistas. A lo mejor, sería más útil y necesario, separar en los representantes institucionales las funciones técnicas de su cargo como puede ser presidir las reuniones del Gabinete de Ministros, las sesiones del Congreso o los plenos del Ayuntamiento, de las emotivas y folklóricas como las de presidir finales de Copa o acudir a zonas siniestradas en labores plañideras de acompañamiento.
Esta “Separación de Funciones” que propongo como he adelantado, permitiría al Gobernante y representante institucional dedicarse en cuerpo y alma a las tareas primordiales que interesan a la Sociedad, cuáles son, las directamente relacionadas con la producción de bienes y gestión eficaz de los recursos, lo que de por sí, ya supondría todo un beneficio directo para la ciudadanía. Pero además, de ello se seguiría un segundo provecho, a saber: los ciudadanos ganarían en libertad mental a la hora de evaluar a sus gobernantes al no confundir en ellos al personaje que trabaja en su cargo, con quien le acompaña sentimentalmente como un amigo o familiar más en las alegrías y las penas colectivas, como si no bastara desayunar, comer y cenar con ellos todos los días gracias los medios de comunicación.
La función de gestión técnica, evidentemente quedaría en manos de los Presidentes, Jefes de Estado, Ministros, etc; la función de Asistencia, Presencia y acompañamiento en momentos de conmemoración, exaltación o dolor colectivos, sería delegada en personajes de la vida pública asociados a valores por la mayoría reconocidos de mérito, ejemplaridad, honradez, inteligencia o sacrificio, de científicos, artistas, maestros, médicos, socorristas, con especial preponderancia por profesionales dedicados al mundo del teatro y la dramatización, quienes libres de ambigüedad dentro de su humanidad, no comuniquen con su imagen todas esas otras turbias cualidades relacionadas con el mundo de la política que ha acaparado las instituciones relacionadas con la rivalidad, la corrupción, la mentira y la manipulación.
El poder de la Oración. Ocurrencia
Oremos por la muerte de nuestros Gobernantes.
Alternancia en el sano ejercicio del Poder
Porque somos humanos y no dioses, perseguimos la perfección cual presa en el horizonte, no dándose nunca plena satisfacción, pues solemos gustar del derroche en época de abundancia que es cuando podríamos mejor ahorrar sin esfuerzo y en cambio, pretendemos ser austeros cuando no queda otro remedio, nunca así viéndose juntas virtud y circunstancia propicia, como es usual surja por necesidad cuando más difícil se torna ejercitarla que por algo a la miseria económica le acompaña la podredumbre moral.
La famosa separación de Poderes emprendida por los ilustrados para evitar los excesos del Absolutismo, dividiéndolos en Ejecutivo, Legislativo y Judicial, fue un progreso teórico muy matizado en la práctica. Sin entrar a valorar como su conjunto es deudor del Poder económico, lo cierto es que sus ideólogos, siempre pensaron en este reparto trinitario como acontecido en simultaneidad, en correspondencia con la fuente regia de donde provenía, pues en la figura del Soberano, el Poder era ejercido en todas sus potencias por igual, simultáneamente.
Es verdad que los Poderes del Estado coinciden mayoritariamente en el tiempo, pero me he fijado, que nunca a tiempo. Me explico: La división de poderes fundamentaba su excelencia en el equilibrio entre los vértices del triángulo institucional que se pretendía, dando juego a la mutua vigilancia para evitar excesos de las partes. A este equilibrio de poderes, se le sumó la figura del árbitro como Jefe del Estado pudiendo ser Rey, Príncipe o Presidente. Por si acaso, por encima de todos, se situó la Constitución. Pues bien, así como en la Santísima Trinidad, no gozan de igual dignidad el Dios Padre que ocupa ¾ partes de la Biblia, el Dios Hijo que aparece en lo restante sin apenas huequecillo para el Espíritu Santo, los tres poderes, nunca llegaron a trabajar plenamente por separado, ni en colaboración.
No estoy aludiendo a las consabidas desavenencias entre unos y otros o a los problemas de ajuste y coordinación. Lo que deseo tratar ahora es un fenómeno que vengo detectando y que me había pasado desapercibido, cuál es, el de la alternancia programada en el sano ejercicio del poder.
No sé si se han fijado ustedes, pero me llama poderosamente la atención que cuando el sistema hace aguas por un Legislativo corrupto y un Ejecutivo ineficaz, resulta que la Justicia en colaboración del cuarto poder, la prensa, actúa con un vigor que ante los ojos del ciudadano salva todo el sistema dándole cuerda para pasar estos ratos de tribulación. ¡Sí! Esa, la Justicia acusada de cachonda, lentitudinaria, dependiente, farragosa, al servicio de los poderosos, etc. ¿Por qué ahora funciona tan bien y a marchas forzadas?
No dudo de la buena intención de Jueces, abogados, fiscales y periodistas que están dando la cara por la Democracia en defensa de los intereses de los ciudadanos; son como ratas sueltas de laboratorio que hacen lo que pueden, a expensan de otra voluntad. Porque su hiperactividad contrasta abiertamente con su dócil actitud de Bella Durmiente, hasta ahora mantenida en lo que debería haber sido su labor primordial, de ahí su actual desprestigio encuestoril.
La plácida convivencia de la Judicatura y los medios de comunicación con los poderes Ejecutivo y Legislativo ha sido mayor de la deseable para la salud de la Cosa Pública, porque la tarea del Poder Judicial y periodístico, no es como la de un carnicero que trabaja con cuerpo muertos, a los que no cabe más que despachar, sino como la de un médico que prefiere prevenir a curar.
El elogiable alarde de justicia e información ahora desplegado, por parte de Tribunales y rotativos, aun siendo de agradecer, se asemejan más a la penitencia por las culpas expiadas que al acierto del deber cumplido. En consecuencia, empiezo a sospechar que, tan ejemplar comportamiento responde más a un desesperado intento por lavar la imagen al sistema a punto de quedar totalmente desacreditado ante la gente, que a un profundo sentimiento de enmienda y tan pronto como sea posible, todos volverán a mirar para otra parte recostándose en el profundo sopor acostumbrado.