El verdadero objetivo de la ciencia

 

Desde mi más profunda vagancia, desayuno con desasosiego la inquietante apreciación con la que se estrena en una entrevista Carmen Vela, Secretaría de Estado de I+D+i, para quien “el objetivo final de la ciencia es generar trabajo, empleo y riqueza.” Del susto se me ha atragantado el donut.

Aun comprendiendo qué le ha conducido a proferir semejante aserto dirigido al mundo de la industria y a una opinión pública cuyo horizonte causa-efecto se pierde más allá del próximo finde…tal afirmación, es rechazable como mínimo en sus dos terceras partes.

Yo siempre he pensado, que el final primero y último de toda Ciencia, es el Hombre, su felicidad y sobre todo, su supervivencia, teleología que la colma de sentido, por cuanto permite adaptarnos más cómodamente al entorno, cuidar la salud, vestir y alimentarnos de manera más idónea, desarrollar nuestras capacidades comunicativas, de transporte, interpersonales, haciéndonos más comprensible la propia Naturaleza, la sociedad en que vivimos, desentrañar en qué consiste la vida, qué es el Mundo y algún día cuál es el origen del Universo, por qué hay Ser en vez de Nada y demás misterios de la Existencia. Nunca se me pasó por la mente que el final último de la Ciencia fuera crear trabajo. Antes ¡al contrario!

Una de las funciones que la sociedad tiene confiadas a la Ciencia, es precisamente ahorrarnos el mayor trabajo posible o en su defecto, convertirlo más liviano o derivarlo a terceros como animales o máquinas y si es posible minimizando los costes energéticos y maximizando su rendimiento. ¿Estoy en un error? ¿Es posible que mi amor por la Ciencia me haya cegado tanto que lo que yo veo como un hermoso lunar, sea en verdad una terrible verruga? No lo creo.

La temprana lectura del “Discurso sobre las ciencias y las artes” de Rousseau durante el instituto, me vacunó lo suficiente como para no caer en la candidez de reemplazar la Fe por la Razón y la Religión por la Ciencia como iba camino de hacer en una marcha intelectual a la que le vino muy bien escuchar aquello de “A lo mejor, el progreso ha ido demasiado lejos” que me permitió entender, ya en segundo de carrera, la observación de mi profesor de Antropología, Carlos Beorlegui, de que, el desarrollo de humanización no iba muy parejo al de hominización. En consecuencia, no albergo temor alguno de haber sufrido ningún tipo de ensoñación al respecto, pues siempre me he mantenido muy crítico, no con el verdadero objetivo de la Ciencia, sino con el de los científicos, los cuales se ven obligados a rendir pleitesía a quienes desde el Poder establecen las prioridades del momento y de su época, no siendo infrecuente que al igual que le sucede a los artistas, los científicos deban supeditar sus investigaciones a los distintos caprichos de los mecenas-patrocinadores y de igual manera que aquellos se han pasado la vida pintando retratos feos y bodegones absurdos, estos han debido dedicar su preciada existencia a construir armas, con la esperanza de poder desarrollar su auténtica vocación e íntimos ideales.

Quién está en una enorme confusión, es la nueva Secretaria de Estado. Es cierto que la Ciencia en su eliminación de trabajo antiguo, ha generado nuevas formas de trabajo, verbigracia, el tractor ha sacado del campo a miles de campesinas que de sol a sol azada en mano no levantaban cabeza, pero ha dado empleo en las fábricas donde se construyen los tractores. ¡Vale! Pero concluir de ello que •el objetivo de la ciencia es crear trabajo…es como si la Ministra de Salud saliera con que el objetivo de la medicina es formar a médicos y construir más y mejores hospitales. Porque no se puede tomar por objetivo de una Ciencia lo que meramente es el instrumento para su consecución.

Y ahora para limar asperezas, me dejaría nombrar su asesor personal, pues mi objetivo en esta vida es no trabajar.

Diccionario progresista

A falta de ideas, buenas son palabras, que si al hambre no hay pan duro, la izquierda desideologizada no tiene remilgos en perderse en cuestiones semánticas con tal de rellenar su ausencia. Que a estas alturas de “El final de la Historia” anunciado a bombo y platillo por Fukushima, la Progresía aparezca con un Diccionario para redefinir los términos, es poco menos que un insulto a cuantos antecedentes genuinos, indistintamente de las posiciones políticas que defendieron, buscaron el modo de arrojar algo de luz a sus contemporáneos y por extensión a la posteridad, que como los pensionistas, empieza a sospechar que las va a pasar canutas con estas lumbreras intelectuales que a mesa puesta del Neoliberalismo, tras leerles la cartilla, le escamotean el primer y segundo plato de sesuda argumentación y alternativa bien trabada, para traerle un postrecito en forma de definiciones, cual trabajo escolar del “Rincón del Vago”.
Esta semana, la “Fundación Ideas” del PSOE en colaboración con el “Center for American Progress”, ha presentado públicamente – prueba inequívoca de sin vergonzonería – “Work in progress” un Diccionario de ideas para el progreso que «debería ver la luz a lo largo de estos próximos años». Si me permiten darles una primicia imaginativa de por dónde van los tiros y esta cabecera me lo permite…
A, de Aborto: Es de lo más progresista. Ante un mundo en decadencia, lo mejor es no traer hijos al mundo.
B, de Bien Común: Entelequia de la que nos quieren convencer, pero que sabemos sólo llega para unos cuantos.
C, de corrupción: dícese de ese mal accidental que afecta a ese otro mal necesario que son los políticos para hacer posible ese otro mal menor que es la democracia al objeto de articular ese otro mal inevitable que es la sociedad, de esos males naturales que son los seres humanos con los que hemos de convivir.
D, de Democracia: Excusa con la que algunas personas pueden vivir del cuento.
E, de Elecciones: Timo cíclico generalizado que demuestra que es posible engañar a todo el mundo, a la vez y durante mucho tiempo, al menos cuatro años.
F, de Fundación: Procedimiento por el cuál las grandes fortunas no contribuyen a Hacienda Pública y los Partidos Políticos pueden canalizar las subvenciones institucionales y recibir cuantiosas comisiones en forma de donaciones para beneficiar a las primeras.
G, de Globalización: Término percha muy socorrido en el que colgar los males propios a terceros desconocidos e invisibles, aunque tremendamente activos contra los intereses de los ciudadanos.
H, de Hacienda: Hucha general para provecho particular.
I, de Impuesto: Realidad caída del cielo para mantener la corrupción y la democracia.
J, de Jurar: Acción insustancial tramitatoria previa a tomar el cargo que da vía libre para saquear a discreción. Los hay que lo hacen por imperativo legal, con lo que su saqueo es más ético que el de los demás, pues lo hacen obligados.
K, de Kilómetro: los de carreteras y autopistas hechas con dinero obrero para el Gran Capital. Sirve para justificar el gasto ante los tontos ciudadanos en alquitrán.
L, de Libertad: Voz peligrosa y subversiva en boca y oído de la ciudadanía. Se recomienda sustituirla por su sinónima de Seguridad.
M, de Marxismo: no se reconoce en la izquierda más marxismo que el de Groucho y con precauciones.
N, de Nada: Finalidad última que se persigue desde un cargo público, sea para hacer en provecho social, sea para dejar libre de gasto en cualquier presupuesto aunque no sea necesario. Como decía Heidegger “ La nada, lo nadifica todo”.
Contiene la Ñ: Lugar en el que pasar el rato leyendo el periódico e incluso durmiendo.
O, de oenegé: Reducto de inútiles incapaces de medrar en un partido. Viven a la sobra de los Gobiernos que los mantienen por medio de subvenciones.
P, de Partido Político: Empresa traficante de votos que da de comer a pocos con la ilusión de muchos. Vive de comisiones, subvenciones y sobornos.
Q, de Quién: Partícula interrogativa imposible de despejar en asuntos políticos donde los individuos están supeditados a los Partidos. Su incógnita sólo puede resolverse cuando no queda otro remedio.
R, de Realidad: la conocemos mejor que nadie aunque parezca lo contrario a alguien. Y no nos ha de importar demasiado.
S, de Subvención: especie de soborno para mantener tranquilas las Oenegés y poderse financiar ilegalmente a los amigotes.
T, de Trabajar: palabra negativa que nos ha de recordar constantemente para qué nos hemos metido en política.
U, de Urna: recipiente al que va a parar el deseo del pueblo. Se desconoce por qué su uso se ha diferenciado del retrete.
V, de voto: realidad que no le permite al ciudadano venderse, para acto seguido sacarle nosotros el máximo beneficio de habérnoslo entregado gratis. Es reciclable cada cuatro años.
W, de Washington: Capital del Imperio al que todos rendimos cuentas económicas e ideológicas.
X, de xenofobia: voz de uso transversal en coyunturas de ósmosis de la praxis en la entereza reciclada del guarismo inapetente. Algunos piensan en González.
Y, de Yo: origen de la Voluntad General, del Bien Común y de la Soberanía Popular. No hay por qué tener miedo a su inclinación hacia la tiranía en un marco institucional refrendado por la mayoría de yoes dispersos.
Z, de Zp: Referente mundial interplanetario de a dónde conducen las ideas de la Progresia elevadas a su máximo exponente.