Tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando. ¡Y eso que eran Católicos!
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Sobre Sexo. Ocurrencia
Todos somos homo sexuales.
Dios las crea y ellas se juntan
En pleno Siglo XXI, el “Festival de Cine Gay y Lésbico de Barcelona” se ha visto obligado por decencia, a retirar de su programación la película estadounidense “Without Men” de Gabriela Tagliavini, con la que se tenía intención de inaugurar esta XI edición.
Tan enérgica decisión se ha debido a «la decisión del distribuidor de eliminar todas las escenas lésbicas en un nuevo montaje» según el Director del Festival Xavier Daniel, quien apostilló que “con esta decisión, el espectador no comprenderá el filme”.
La historia dirigida por Tagliavini, es la de un pueblo que se queda sin hombres cuando estos son enrolados a la fuerza en la guerrilla, momento en el que surgen nuevas dinámicas entre las mujeres, a destacar la interpretada por la atractiva Kate del Castillo que seduce a la no menos encantadora Eva Longoria, quien apenas ofrece resistencia hasta terminar ambas en la cama, escena final que por lo que a mi respecta, me parece estupenda.
Bueno…yo no sé muy bien qué es lo que hay que comprender de esta película. A mí me bastaría que me pusiera cachondo. De modo que, aunque juzgue del todo acertada la decisión que ha tomado el Festival de retirar una obra censurada, el motivo aducido me resulta también fruto de la peor de las censuras, a saber: la censura propia, dado que lo suyo hubiera sido declarar que “ se retira la película porque sin las escenas lésbicas la trama es un tostón”.
Puestos a entender, yo entiendo que hay dos clases de lesbianismo: uno bueno, el que empareja a dos chicas feas y otro malo, el que une a dos chicas guapas que generalmente es del que más me percato y por consiguiente, el que más me hace sufrir. Sea entonces, que esta película es nociva para la salud pública, por el mal ejemplo que ofrece a nuestras bellas jóvenes, como ocurriera con aquella propaganda de los chocolates “Valor” que proponía a las colegialas probar “el placer adulto”. En cualquier caso, como quiera que para un hombre sano en plenas facultades, no hubiere placer más exquisito que ver acariciarse a dos doncellas en su lozanía, por ver duplicada en su fantasía los efluvios de contemplarse como coprotagonista por partida doble sin descanso, ni alternancia que valga, de una misma función que oferta el 2×1, pase por esta vez que en la ficción pueda reflejarse dicha tendencia aprendida o natural en su vertiente negativa como tributo al disfrute onanista, de igual manera que a una guerra poco importa que vayan los pobres desarrapados que con sus vidas pagan el lujo de pertenecer a su patria, siempre y cuando, Hollywood nos presente en primera línea de batalla delicados rostros conocidos de buena familia para hacernos más llevadera y reconfortante su muerte.
Ahora bien, sea positivo o negativo el lesbianismo practicado por las mujeres, el mero hecho de censurarlo en la pantalla y que ello no sea objeto de reproche por nuestras leyes, como así ocurre con hacer apología del terrorismo, dice poco bueno de nuestra sociedad real, pues si hasta en la ficción nos andamos con estas estupideces, qué no les sucederá a las lesbianas en la vida cotidiana. Al margen de las ocurrencias a las que nunca renuncio por incontinencia verbal, paso a solidarizarme con todas las personas homosexuales que de continuo han de padecer nuestra estrechez mental, cuando no nuestra hipocresía. Todos, quién más quién menos, es bisexual. La homofobia bien entendida, no es otra cosa que el miedo que muchos tienen a reconocer sus más oscuras tendencias reprimidas. Sentir atracción sexual exclusivamente hacia la mitad del género humano es una frustración constante, porque tan nocivo es ser sólo heterosexual como ser únicamente homosexual; No digamos el egoísmo y simplicidad que trasluce juzgarse sólo capaces de amar sexualmente a una única persona y para toda la vida. Ya lo dijo nuestro Señor Jesucristo Jn (15: 9-17) “Amaros los unos a los otros, como yo os he amado” Y donde pone los unos a los otros, también podemos entender las unas a las otras, los unos a las otras, las otras a los unos, etc que Dios además de bueno, es omnipotente y de lo más generoso, pues obsérvese que no dice “el uno al otro” de modo restrictivo.
Cuanto mejor no le iría al mundo de la política española, si en vez de guardar las formas, nuestras mandatarias siguieran al pie de la letra este nuevo Mandamiento Cristiano que supera con creces a los de Moisés. Ya me imagino a Leire Pejín dando placer a Cospedal, quien a su vez hace lo propio con Trinidad Jiménez, la cual no pierde ocasión de demostrar sus habilidades con Sáez de Santamaría que muerta de gusto comparte su dicha con Carme Chacón…así sucesivamente en una deliciosa y lubricante cadena de favores para la que ni el mismísimo Durán i Lleida quisiera que hubiera cura.
La orientación sexual de los personajes infantiles
Se han tomado su tiempo en desmentirlo, pero finalmente, ante la solicitud formal de un colectivo homosexual pidiendo la boda de los conocidos personajes de Barrio Sésamo Epi y Blas, sus padres intelectuales, no han tenido más remedio que declarar que esta simpática pareja, “no son homosexuales; Tampoco heterosexuales: simplemente son marionetas asexuales, amigos en la ficción.” Declaración que a mi juicio, complica aún más el asunto, porque si bien es cierto que una marioneta es asexuada en cuanto marioneta, el personaje que encarna no lo es si representa una figura humana, como le ocurriera al propio Hijo de Dios y de igual modo que les declaran amigos en la ficción no existiendo la amistad entre las marionetas, así también podrían haberse atrevido a despejar la incógnita que durante décadas viene flotando en el ambiente, en vez de salirse por la tangente.
Mucho antes de que los cómics eróticos y los mangas para adultos inundaran los kioscos e Internet, las mentes más calenturientas del planeta ya andaban ojo avizor de los mensajes subliminales que atentaban contra la moral del momento en los inocentes tebeos; conocidos son los chismes que circularon en su día sobre la relación entre Batman y Robin o la mantenida por el Jabato con Taurus que daría para varias semanas de tertulia en “La Noria” reservando un monográfico para el caso del Botones Sacarino.
Con la irrupción de los dibujos animados en la gran pantalla, los ánimos se encendieron mucho más, pues se evidenciaba que los amaneramientos detectados en los personajes no eran meras especulaciones; personajes de Walt Disney como Mickey Mouse o Gufi fueron el blanco de sus primeras denuncias y prohibiciones. Pero las cosas cambiaron de castaño a oscuro, cuando los dibujos animados pasaron del cine a la televisión y de ir dirigidos para todos los públicos, adultos incluidos, a diseñarse preferentemente para el público infantil. Fue entonces, que los púlpitos ardieron contra aquellas series japonesas como “Mazinger Z” que no contentos con presentar a robots en ropa interior a imitación de los Superhéroes, tener un personaje llamada Afrodita Diosa del Amor, la Belleza y del Deseo que en cuanto podía anticipaba el topless con su famoso ¡Pechos fuera! sin ningún pudor introdujeron a un hermafrodita como el Barón Ashler, cosa que no gustó nada por mucho que situaran su figura en el bando del mal de Dr.Infierno, quien para mayor oprobio, éste otro, guardaba demasiada similitud con la imagen que de Dios tienen los niños de anciano de largos cabellos y barba blanca…contradicción simbólica que necesitó de varios años de “Érase una vez el Hombre” para reconducirse por medio de aquel sabio de igual apariencia que aparecía en todos los capítulos.
Aquello destapó la caja de los truenos. Si hasta entonces hubo cierta manga ancha con las series que transmitían valores cristianos de amistad, justicia, solidaridad o fraternidad, de ahora en adelante la censura revisaría de modo implacable cualquier vestigio de indecencia que los dibujos animados pudieran albergar: en su punto de mira aparecieron Tristón de la serie “Don Gato” “El Lagarto Juantxo” y hasta el pobre Bubú; Ninguno de ellos volvió a ser el mismo tras el estrecho marcaje Macarthiano al que fueron sometidos durante aquella otra caza de brujas de la que fueron objeto los libertinos modelos disfrazados de inocentes animalitos.
Pronto se descubrió para horror de las familias y Naciones Occidentales que la sensual relajación moral de los asiáticos había sorteado nuestros valores éticos valiéndose de nuestra buena Fe: Aquella entrañable historia de una huerfanita enmarcada en los bellos parajes montañosos centroeuropeos, camuflaba una relación lésbica entre Heidi y Clara que bien podría entonar el “So Lucky Lucky” que con todo no era lo peor, pues aquellas escenitas de una niña viviendo solita con su abuelito, con seguridad hoy en día no se permitiría su difusión ¡ Si Niebla hablara! Con todo, al menos era entre humanos, porque lo de “Pipi Calzaslargas” con el caballo que para colmo se llamaba “Tio” y lo de “Marco” con su mono Amelio, rozaba la zoofilia de modo más descarado que el que fuera insinuado en el pecaminoso cuento de “Caperucita Roja”.
Visto lo visto, era necesario vigilar y controlar muy de cerca, tanto a los creadores como a los guionistas, gente del mundo del arte y la farándula que como se sabe desde antiguo siempre juegan a transgredir las formas y las tradiciones del buen gusto, con el justo fin de controlar la programación infantil. Era escandaloso que una Gallina como Caponata y un Caracol llamado Pérez Gil, siendo como son símbolos del puterio y el hermafroditismo, les hablaran diariamente a los niños; Pero casi fue peor el remedio que la enfermedad, porque sus sustitutos, un Espinete rosa y aquel Don Pimpon, no es que fueran menos sospechosos de pervertir las tiernas mentes de las futuras generaciones.
El Oscar al escándalo, sin embargo llegó de la mano de los “Teletabis”, pioneros en el entretenimiento de bebés que fueron abiertamente acusados de expandir el virus de la homosexualidad entre los más pequeños, mostrando aquellos extraños signos en la cabeza y los bolsos en mitad del vestido color pastel.
A caso por miedo al desprestigio que les pudiera granjear este tipo de campañas pseudomoralizantes, las cadenas han apostado por dibujos animados como “Los Simpson” donde pese a la infinidad de personajes todavía no ha aparecido uno gay declarado o donde la tendencia sexual se canaliza a través de la violencia física o verbal como sucede en “Pokemon”, que parece más instructiva de cara a formar espectadores que disfruten en el futuro de las destrezas interpretativas de cuerpos atléticos como los de Chuck Norris, Schwarzenegger o Van Damme, con cuyos músculos las niñas podrán soñar y los niños gozar no menos que con los famosos Geyperman.
La esclavitud femenina
Suele, por éstas fechas, según se acerca y se aleja el ocho de Marzo, el imperante machismo, advertirnos por distintos procedimientos mafiosos subliminales de que, somos más mujeres que nunca y que además de continuar siéndolo, hemos de exclamar que nos gusta.
El primero de éstos sutiles métodos de persuasión, procura hacernos presente los tiempos de Aristóteles, en los que el estagirita, nos tenía por poco más que la incubadora de la simiente masculina, con el insano propósito, como digo, de que su mera evocación cale hondo en nuestro amedrentado entendimiento e inserte, la del todo inadecuada y falaz comparación confusa, de aquella y ésta época, para que así, con su recuerdo, aparezca en nosotras el cómodo conformismo que disuelva y disipe nuestras histéricas, sofocadas y recurrentes reivindicaciones al objeto de que contemplemos complacientes, nuestra actual condición, como el producto último y más desarrollado de nuestras aspiraciones a la igualdad con el varón.
Tampoco por verdadera, resulta menos sibilina la segunda de éstas tretas, consistente en un sistemático bombardeo mediático en el que se nos muestra la penosa y flagrante situación que padecemos las mujeres en el resto del mundo, porque como les sucede a los obreros cuando les hablan de las condiciones laborales de los coreanos y filipinos, lejos de despertar en nosotras el valor ardiente y necesario que solidario en actitud altruista nos empuje juntas en socorro y auxilio de su emancipación… nos acoquina -por no decir acojona- de tal manera que prestas y dispuestas nos hallamos para aceptar por bueno cuanto aquí nos suceda, sin ver en ello agravio alguno.
Y en tercer y último lugar, tenemos al más ruin y mezquino de estos procedimientos que con la excusa de nuestra noble causa, encuentran la vía abierta para, de modo encubierto pero eficaz, continuar perpetuando lo que hasta hace bien poco se impartía en la escuela, se legislaba en las cortes, se santificaba en la Iglesia, y te daban de mamar en casa: el debido y natural sometimiento de la mujer en todos los órdenes de la vida, sea en la esfera privada, sea en la pública. Me estoy refiriendo a la embriagadora imagen que alude al fenómeno occidental de las últimas décadas, bajo el eufemismo de la emancipación femenina.
Porque para nuestra desgracia, el machismo no es sólo cosa de hombres –como tampoco el feminismo debería serlo sólo de mujeres- nosotras también hemos contribuido de manera decidida entusiasta e inconsciente a la difusión y extensión de tan magno bulo como lo es la infeliz expresión “la liberación de la mujer”, pues convencida estoy de que a nada que una investigue y reflexione con seriedad y sin demagogia sobre lo que verdaderamente se ha logrado y el modo en cómo se ha conseguido, más pronto que tarde habrá de asentir con resignación que aún hoy seguiría vigente y con pleno sentido, el escrito que en defensa nuestra publicara a mediados del XIX, el ilustre John Stuart Mill, con el título “La esclavitud femenina”.
Perdonadme si me equivoco, queridas amigas, en mis apreciaciones, pero con toda sinceridad, os digo que la libertad de la que gozamos, es una libertad condicional con la vida como fianza en el mejor de los casos, cuando no se parece más a la de los presos en tercer grado que pueden entrar y salir de la cárcel para trabajar, mientras su comportamiento sea adecuado. Cierto es, que en la actualidad podemos llevar pantalones, se nos permite fumar, se nos deja conducir –incluso conducir y fumar al mismo tiempo-. Se nos da cabida en el ejército profesional, podemos abortar, y si lo deseamos y nos empeñamos, no es raro que lleguemos a estudiar una carrera o trabajar fuera de casa. ¡Pero decidme! ¡Por favor! ¿Es eso libertad? ¡Venga Segismundo y lo vea! Puede que me digáis retrógrada y reaccionaria, pero bajo mi personal perspectiva en todo ello, lejos de ver la liberación de la mujer, veo a la mujer más esclava que nunca, por haber sucumbido a los cantos del dragón del espíritu machista que rige a toda la sociedad. Me creería más dicha liberación, si el hombre pudiera llevar faldas en lugar de la mujer pantalones, si el hombre hiciese punto, en vez de que la mujer fume, si el macho aprendiera a cocinar, en lugar de la mujer conducir; si el hombre no tuviera ejército, ni la mujer se sumara a ellos, si él se pusiera el preservativo y yo no me tomara la píldora; si ellos asumieran su paternidad y nosotras no nos vieramos en la necesidad traumática y nada deseable de escoger abortar y si ellos trabajasen más dentro de casa, en vez de que nosotras trabajemos el doble, dentro y fuera de ella.
La ilusa liberación femenina es fenómeno y consecuencia única y exclusivamente de la casual conjunción de la trayectoria paralela del desarrollo de dos hechos, como lo son, la invención de los electrodomésticos y las dos guerras mundiales, que han tenido lugar a lo largo y ancho del siglo XX: la aparición de la lavadora liberó a la mujer el tiempo suficiente como para que pudiera dedicarse al estudio y a trabajar fuera de casa, cosa que no sucedería hasta que los varones dejaran los puestos de trabajo vacantes, debido a las dos conflagraciones citadas, momento en el que encontramos entonces el modo de hacernos un hueco en la sociedad civil, que hasta entonces nos estaba negado. En consecuencia, al no haber sido nuestra libertad de movimientos fruto de la lucha sino más bien de la paciente espera, no sería de extrañar que en el futuro próximo la misma desapareciera si nos andamos por las ramas y nos dormimos en los laureles.
Advertidas pues de la situación sin mirar el pasado con alivio, sin atender al presente circundante con miedo, y sin creernos nuestras propias mentiras elaboradas por un feminismo mal entendido, os invito a todas a liberarnos de todo ello y como primer paso para conquistar nuestra verdadera libertad, os animo a ser conscientes de que todavía hoy, somos esclavas.