¡Ooooolé!

Éramos pocos. ¡Y parió la abuela! Lo acontecido el pasado Domingo en el municipio cacereño de Guijo de Galisteo a medio camino de ser una bravatada de reafirmación de la soberanía Nacional frente a la tiranía de los mercados, toda una demostración práctica de los límites reales de la democracia a la vez que una declaración de intenciones popular harta de recortes, exabrupto que viene a decir “de tirados al río” o mejor aún ¡que nos quiten lo bailao” es sintomático de la enorme distancia que separa la percepción de la realidad y el modo de afrontarla entre los gobernantes y los gobernados.

Ya me pareció preocupante para la imagen del país, que en plena crisis, con la banca al borde de la quiebra, el paro afianzado en el 25% de la población activa, el IVA con aspiraciones a subir de nuevo, la Prima de Riesgo con ganas de alcanzar los 600 puntos…hubiera un pueblo que se planteara en serio la cuestión de a qué dedicar sus impuestos siendo las opciones no entre gasto sanitario o educación, sino entre políticas de empleo o la fiesta de los toros. Además, como aduje en su día en contra de enjuiciar a Pinochet por miedo a que el veredicto fuera la absolución o ¡peor aún! que fuera declarado inocente, cuando se elije entre dos respuestas lógicas, suele salir elegida la buena, pero cuando se contrapone lo lógico a lo absurdo, por regla general, el juicio del colectivo abraza la segunda como acto reflejo de autodefensa. Ahora bien, así como el Kaos tiene sus Leyes, el Absurdo por paradójico que resulte, también tiene su lógica que es la que voy a intentar destripar en el caso que se nos ofrece:

A priori, contemplé como despropósito el mero hecho de anunciar un Referéndum para dilucidar a qué destinar los impuestos municipales, no tanto por preguntar a los vecinos cuanto por la disyuntiva que se les ofrece; Qué no opinaría entonces del resultado ampliamente favorable – 242 frente a 181 – a destinar 15.000 euros del presupuesto a tres fiestas taurinas en lugar de dedicarlos a políticas de empleo. Y sin embargo, tan pronto como terminé de leer la noticia, apareció en mi la simpatía para con la decisión, pues en ella advierto algo más que la ignorancia de un pueblo entregado al pan y circo autóctono, algo distinto a un cínico Carpe Diem del “pan para hoy y hambre para mañana” algo muy diferente al escapismo habitual de las masas dispuestas a manifestarse por que su equipo no baje a segunda mientras se quedan en sus casas ante el televisor cuando son despedidos y permanecen años en el desempleo. Cuando un Pueblo primero convoca una votación popular para dar a elegir a sus vecinos entre toros y empleo y después elije los toros, y lo hace de forma explícita, racional y democrática, cabe pensar que además de todo lo dicho, sea un modo sui generis de protestar contra tanto recorte.

Con la excusa de la crisis, han empeorado las condiciones laborales de los trabajadores, la educación pública de vuestros hijos, las pensiones de los mayores, la atención sanitaria de toda la población, el acceso a la vivienda, se han reducido los sueldos un 20% luz, gas, gasolina, electricidad e impuestos han aumentado, los servicios públicos y las prestaciones se han reducido…y según todo esto sucedía, la situación, lejos de amainar, va in crescendo como si lo que se anuncia como soluciones, fuera en verdad su causa. En este panorama, es posible que los vecinos de Guijo de Galisteo se hayan dividido entre quienes continúan confiando en la lógica del Telediario de recortar en todo en pos de una supuesta mejoría económica que no termina de llegar y quienes dándose cuenta de que se haga lo que se haga, el resultado parece no variar, hayan apostado hastiados de falsas promesas y esperanzas traicionadas, por la fiesta del toro antes que por el sacrificio del hombre, para simbólicamente cortarle las dos orejas y el rabo, a las injustas medidas que desde Europa y Madrid se le están imponiendo a los ciudadanos.

EpC: Costumbres identitarias

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En épocas anteriores, las gentes temerosas de Dios, poco acostumbradas a regirse por una conciencia autónoma en asuntos que conciernen a la moral, solían guiarse ante la incertidumbre de hallarse entre extraños en lejanas tierras por el sabio consejo de “ allá donde fueres, haz lo que vieres” sin caer en la cuenta de que, una no menos sabia advertencia avisa de, “todo se pega menos la hermosura”, conjunción esta de motivos que explicaría la enorme semejanza que los distintos pueblos de España han adquirido entre si según ha aumentado el vacacional trasiego del interior a la costa y el eje Norte-Sur.
Al tiempo que nuestros políticos buscan fórmulas para cohesionar el puzzle autonómico, la ciudadanía que no precisa de ningún mecanismo constitucional, ha optado por importar y exportar costumbres, imitar y dar ejemplo de tradiciones, ceder y tomar comportamientos unos de otros, indistintamente de las zonas a las que pertenezcan. Pioneros de este mestizaje práctico fueron los gastrónomos haciendo de paellas valencianas, butifarras catalanas, gazpachos andaluces, pulpo a la gallega, bacalao a la vizcaína y cocido madrileño, platos internacionales por el mero hecho de salirse dos pulgadas del mapa. Ello es nada, comparado con nuestra capacidad para llevar con nosotros y traernos de igual modo, lo peor de cada sitio, pues no hay rincón peninsular en el que jóvenes y no tan jóvenes caguen y meen junto a las catedrales, sorban y escupan sus verdes gargajos a plena luz del día sobre la acera pública, se nos desprendan de la mano con grácil ademán descuidado las latas de refrescos junto al azulado litoral de la playa y en cualquier bar que se precie podamos contemplar su ancho suelo nevado de colillas sobre blancas servilletas testigos del trajín que allí se comunican generaciones enteras entre bocado y bocado, que digo yo, tan arraigadas maneras como las citadas y muchas otras, es imposible que hayan sido irradiadas desde un único lugar. Cosa que me preocupa, desde que se ha extendido la moda de viajar por el mundo, unos para disfrutar de sus vacaciones saliendo al extranjero de turistas, otros viniendo aquí como emigrantes para trabajar a destajo, pues seguramente los primeros a su regreso nos traigan desarrollado el gusto pedófilo ampliamente practicado en los países asiáticos o la tentadora afición al suicidio de nipones, mientras quienes nos abandonen, dejarán aquí la enriquecedora cultura de lapidar a las mujeres y la sana costumbre capitalista de mantener bajos los salarios para aumentar la competitividad empresarial.
Sin embargo, lo ocurrido en Cataluña con la prohibición de las corridas de los Toreros, ha marcado un antes y un después en esta tendencia. Quien sabe, hasta es posible que se invierta tan nefasta tendencia y la gente vuelva más religiosa tras visitar los países musulmanes, más amante de las artes de vuelta por los países del Este, más educada de Alemania, y sin salir de la península…más simpáticos de Andalucía, más ahorradores de Cataluña, más nobles del Norte, incluso más guapos de Canarias.