La nueva ristra de detenciones de ayer, acompañadas de las cámaras televisivas de rigor que luego brillan por su ausencia en los interrogatorios, tienen algo de témporas del clima que nos aguarda en los próximos meses. Esta vez Rodríguez Zapatero no va decir que por delante hay un camino largo, duro y difícil, pero más nos vale que nos vayamos haciendo a la idea de que antes de que nos aproximemos siquiera a lo que soñamos, tendremos que sortear zancadillas, jarros de agua fría y obstáculos sin cuento. No serán pocas las veces que tendremos la desazonante impresión de haber vuelto a la casilla de salida… o más atrás.
Sigo, pese a todo, aferrado a mi teoría de los renglones torcidos con que se escriben los procesos. Si hay algo que me invita a albergar más esperanzas que hace cuatro años es, por paradójico que parezca, que en esta ocasión el escenario se antoja aun más complicado que entonces. Para empezar, aquel Gobierno español que echó las campanas al vuelo, pintándose con ello una diana para que los B-52 contrarios al fin de la violencia descargasen su munición, está incluso exagerando la nota de su cerrazón. De ahí, por ejemplo, que el lunes mandara a su comisionado del No, Francisco Caamaño. a ser bi-entrevistado en la radio televisión pública vasca -antes los ministros no venían ni con cien instancias- para que anunciara que aunque la izquierda abertzale cumpla la ley no será legal. ¿Que qué tiene eso de bueno? Que donde se dice “digo” se puede decir “Diego” cuando llegue el momento. Si tendrán experiencia en ello las huestes monclovitas…
¿Después de mayo?
La clave, y ahí sí que mi frustración es corriente y moliente, es cuándo va a llegar el tal momento. Dependerá de la calculadora de Ferraz, y no tenemos que descartar que haya que esperar a que pase mayo, que es lo que dejó caer Ramón Jáuregui, otra de las liebres gubernamentales a seguir en todo este entremés de enredos previo a la comida de verdad. “Después de las elecciones, habrá que ir viendo”, dijo el locuaz ministro donostiarra abogando por una especie de versión-express de la cuarentena democrática acuñada por Antonio Basagoiti.
Y eso es lo que toca en lo sucesivo, me temo: armarse de paciencia e ir viendo. En ocasiones procederá, incluso, hacer como que no se ve, por más doloroso y desesperanzador que resulte. Habrá nuevas declaraciones de palo y zanahoria, nuevas operaciones policiales y, en fin, nuevas pruebas que superar. No es el horizonte más halagüeño ni, desde luego, el más justo, pero es el que hay.