Muy bonito, sí, el cuento de hadas twitter-televisado desde la heroica plaza de la Liberación de El Cairo. Quién nos iba a decir que casi doscientos años después, en estos días de preocuparnos por nuestro culo y nada más, se iba a repintar en tres dimensiones el cuadro de Eugène Delacroix “La libertad guiando al pueblo”. Emocionante, épico, ejemplar. Hay que tener el corazón de titanio para no derramar una lágrima ante la foto del soldado besando al niño o para no enardecerse al leer los titulares que resumen la gesta: “El pueblo egipcio vence a Mubarak”, “Mubarak se rinde”, “Egipto después del faraón”… ¿Nos atrevemos a soñar? En mi caso, sólo me lo puedo permitir durante cinco minutos. Al sexto, caigo en la cuenta de que el Pentágono y la Unión Europea celebran el triunfo como suyo y empiezo a despertar. Al séptimo, estoy definitivamente desvelado al recordar que desde 1917 acá todas las revoluciones se han ido por el desagüe de la historia.
Me temo que tardaremos muy poco en comprobar que de nuevo los ciudadanos y las ciudadanas sólo han servido de ariete, de carne de cañón. Una vez hecho su trabajo, dejando litros de sangre en el asfalto, el rebaño de figurantes es enviado a su miserable realidad cotidiana y salen de la sombra, donde han estado a salvo del menor rasguño, los profesionales. No se hicieron los gobiernos para los desharrapados y menos, para los idealistas. Mandar es una tarea que exige carecer de escrúpulos y sentimientos. Todo lo que nos queda es la frase de Natalie Wood en Esplendor en la hierba: No hay que afligirse, la belleza subsiste en el recuerdo.
Portugal, Nicaragua, Argelia…
Bellísima, efectivamente, la evocación de los claveles en la punta de los fusiles el 25 de abril de 1974 en Portugal. ¿A quién de esa generación no se le ponen los pelos como púas escuchando Grándola, vila morena? Mejor, claro, olvidar que las nueces del árbol movido por los capitanes las trincaron otros. Como las que cayeron junto a los cascotes del muro de Berlín o -cómo nos dolió esto- en la Nicaragua liberada del somocismo, que enseguida fue chamorrista y ahora, pseudosandinista. Y si buscamos ejemplos geográfica o culturalmente próximos al egipcio que hoy tanto nos conmueve, nos damos de bruces con Argelia. El FLN tan inspirador para algunos redentoristas con y sin metralleta de por aquí arriba tardó un suspiro en convertirse en una mafia que pisoteó a las masas que le condujeron a la victoria. De Irán, ni hablemos. El pueblo unido, qué triste, casi siempre es vencido. Por unos o por otros.