Los buenos artículos no terminan en el punto final. Su vida se prolonga más allá del papel o la pantalla del ordenador en la cabeza de los lectores, donde a modo de peculiares bífidus, renuevan la flora neuronal y dan lugar a un animado debate con uno mismo. Me ha ocurrido con el que publicó en estas mismas páginas Txema Montero hace una semana. Sus palabras se han hecho polizones de mis pensamientos y me han acompañado en mis frecuentes viajes al centro de lo que de verdad opino de nuestro interminable conflicto. Sobre estas cuestiones nunca hay un pronunciamiento definitivo, porque cada pequeño hecho -una declaración, un silencio- o incluso el cuerpo con que se levante uno, hacen que cambie el marcador. Si la firma de la izquierda abertzale ilegalizada en el documento de Gernika me hizo creer en el empate, el texto de Montero ha conseguido que me parezca factible la remontada.
Aferrémonos al pronóstico que nos dejaba en su corolario: “La cosa tiene recorrido, pero será largo y difícil aunque indoloro”. Si es así, resultará una ganga. Acostumbrados a hacer interminables excursiones a la nada de las que hemos vuelto de vacío y heridos por el fuego cruzado, si esta vez se trata sólo de andar, andar y andar, habrá muchos voluntarios para embarcarse de nuevo. Y los más escépticos o los más medrosos se irán sumando cuando comprueben que lo que Txema llama “allanar el camino de paz” puede ser cansino, pero no doloroso. Anoto aquí de cosecha propia que, con todo, hay que estar preparado para algún que otro rasguño.
Hechos inéditos
Sí, creo que es el momento oportuno, no porque lo diga el Ecclesiastés -que supongo que el autor utilizaba como recurso estilístico y que, al fin y al cabo, sólo es una letanía consoladora- sino porque están ocurriendo hechos inéditos. De pronto, miles de personas parecen estar dispuestas a dar de golpe el paso que, como recordaba Montero, los demás hemos ido dando de a uno (servidor, a los quince años y gracias a Trotski) o, como mucho, de a poquitos (léase Aralar, por no irse más atrás en el tiempo).
Me resisto a llamar “emancipación” a ese proceso porque es inútilmente ofensivo para quienes lo acometen, como si fueran menores de edad ideológica, y porque abunda en uno de los peores errores de todo este sinsentido: conceder a ETA un poder que no tiene. Cuando veamos con claridad que los tan recurrentes “balones de oxígeno” a la banda han venido con más frecuencia del otro lado de la línea imaginaria que de este, habrá llegado el “momento oportuno”. Ahora mismo.