Un donjuan de pacotilla y apellido albanokosovar me contactó un día por internet. «Soy un almirante de Macedonia del Norte bien parecido, si quieres enamorarte, envía 6.000 euros para iniciar relación a distancia».
También lo intentó un agente secreto. «Hola. Mi nombre es Bond. James Bond. ¿Me prestas 10.000€ para reparar el Aston Martin?» Esquivé el cebo.
Amelia y Ángeles quisieron creer que merecían ser amadas. “Me asombró la increíble belleza con la que Dios te creó”, llegó a decirle a una el pavo yanki, desprendiendo toneladas de naftalina rancia.
Hubo una granadina que se creyó a un Brad Pitt de mentira y fue estafada con 170.000 euros. Pensó que mantenía una relación cibernética con el ex de Angelina y que él le pedía dinero. ¡Quién iba a pensar que era un fraude aunque el asunto atufase a kilómetros!
Se insiste en proteger a los niños de los riesgos de las redes sociales, pero son los/las mayores los más vulnerables. El amor mueve montañas… de dinero. Hay que ser muy naif para caer en estos engaños románticos. En el caso de Morata de Tajuña, la ignorancia y la soledad han demostrado ser una pésima combinación. No deja de ser la versión virtual del viejo timo de la estampita, en el que, junto al ánimo delictivo del estafador, concurre la avaricia del engañado.
P.D. También me escribió el príncipe de Zamunda, pidiéndome matrimonio, pero le di puerta por el rey de Kaialasa.