El amor mueve montañas… de dinero

Un donjuan de pacotilla y apellido albanokosovar me contactó un día por internet. «Soy un almirante de Macedonia del Norte bien parecido, si quieres enamorarte, envía 6.000 euros para iniciar relación a distancia».

También lo intentó un agente secreto. «Hola. Mi nombre es Bond. James Bond. ¿Me prestas 10.000€ para reparar el Aston Martin?» Esquivé el cebo.

Amelia y Ángeles quisieron creer que merecían ser amadas. “Me asombró la increíble belleza con la que Dios te creó”, llegó a decirle a una el pavo yanki, desprendiendo toneladas de naftalina rancia.

Hubo una granadina que se creyó a un Brad Pitt de mentira y fue estafada con 170.000 euros. Pensó que mantenía una relación cibernética con el ex de Angelina y que él le pedía dinero. ¡Quién iba a pensar que era un fraude aunque el asunto atufase a kilómetros!

Se insiste en proteger a los niños de los riesgos de las redes sociales, pero son los/las mayores los más vulnerables. El amor mueve montañas… de dinero. Hay que ser muy naif para caer en estos engaños románticos. En el caso de Morata de Tajuña, la ignorancia y la soledad han demostrado ser una pésima combinación. No deja de ser la versión virtual del viejo timo de la estampita, en el que, junto al ánimo delictivo del estafador, concurre la avaricia del engañado.

P.D. También me escribió el príncipe de Zamunda, pidiéndome matrimonio, pero le di puerta por el rey de Kaialasa.

Zurito de chapapote con tapita de plástico

Del baño de Fraga en Palomares, pasamos al Señor de los Hilillos y ahora al pote gallego con pellets. La historia del chapapote bis es de vergüenza. Alguien sabía ¡desde el 8 de diciembre!, que se habían caído al mar seis contenedores con sacos de polietileno y nadie ha hecho nada. ¿Para qué? Si el PP sacó mayoría absoluta con la nefasta gestión del Prestige, ¿van a cambiar ahora de procedimiento? Y los unos culpan a los otros porque debían estar todos en las cabalgatas de Reyes.

Dicen los peperos que la marea blanca no es peligrosa, pero al mismo tiempo piden evitar el contacto con la piel y recomiendan gafas y guantes. Solo porque hace frío, ¡eh! Si creían que Feijóo era un inútil, échenle un ojo a su ex-número dos. Rueda se preparó unos espaguetis carbonara con los plásticos “aptos para uso alimentario” y ahora tiene súper poderes por ingerir unas cosas blancas homeopáticas.

Es que no son hilillos de plastilina, son bolitas de anís.Y nos las vamos a terminar zampando con el pescado pero, tranquilos, que ya las reciclará nuestro colon. Marchando un zurito de chapapote con una tapita de plástico. Del cáncer del aparato digestivo, si eso, nos ocupamos más tarde. No pasa nada. Porque los tumores y trastornos endocrinos ya los solucionará la industria farmacéutica por un módico precio. Última hora; los pellets acaban de llegar a Madrid. Se han visto ya por el Congreso voluntarios con un colador.

El haba del roscón

Déjenlo. No hagan más propósitos de Año Nuevo. Es imposible cumplirlos. Solo el 8% de las personas lo consiguen. Por eso, yo llevo con los mismos desde que tenía 30 años. El principal problema es que hacemos demasiados. Así que toca rebajar las expectativas.

Desde luego, en mi lista está aprender inglés porque no me entero ni de los anuncios de las colonias. Por eso, me he matriculado en una academia, y punto. Igual dentro de unos años voy, y lo cumplo, como eso de la agenda 2030. Quería viajar más, pero quizá con el Street view me arregle. Voy a escuchar más música para que me suba el ánimo, pienso, y ya me he oído el villancico de Leticia Sabater.

El problema es que nos ponemos objetivos totalmente inalcanzables. Para no frustrarse, fíjense, por ejemplo, el subir una talla, comer una guarrería transgénica… Seguro que funciona. Te pones como meta no acostarte con más de uno en 2024. Y lo cumples, fijo. Porque si te propones no beber alcohol, ¿qué te queda para el año siguiente?

Necesariamente hay que conformarse con menos y retocar la lista. En vez de comprar una casa, puedes comprar una cosa. En lugar de perder 10 kilos, prueba a adelgazar uno. Hay que reinventarse, y dejar que los meses fluyan. Lo último que pretendo, de verdad lo juro, es comer sano. Así que hoy mismo me voy a pedir una pizza con piña, y de verdura, tomaré el haba del roscón. Ya está, un objetivo realista. Urte berri on!

Los ‘saraos’ de los Christmas planner

Una archiconocida firma sueca tiene un spot sobre lo difícil que es gestionar los compromisos de Navidad. La familia Vallejo vive sus cenas de empresa, las funciones infantiles, la compras, los regalos, y un sinfín de saraos como si fueran la Cumbre del Clima en Dubái.

La carga de ocupaciones se vuelve tan abrumadora que deciden contratar a un equipo de expertos internacionales para que planifiquen sus actividades como si las fuera a presidir un jeque árabe. Los Christmas planner preparan un calendario detallado de eventos, que ríete tú de la agenda del lehendakari. ¡Si es que tanto villancico no puede ser bueno!

Porque la magia y la ilusión de los niños se desvanece con la edad. Debe ser la venganza del Chiquirritín y la Campana sobre campana. Como hay que quedar todo el rato con todo el mundo, la alargamos mes y medio, y nos apuntamos a la pre-Navidad, la pos-Navidad

Convertimos las reuniones en obligaciones, los regalos en gastos extra y la felicidad de las comidas o cenas en preparaciones que generan ansiedad. Las hay que cocinan lo mismo desde hace veinte años y siempre dicen aquello “este año no me ha salido tan rico”. Los hay que dicen “yo con dos huevos fritos también hubiera cenado”. Y es que las celebraciones familiares provocan reencuentros que generan anticuerpos, y problemas estomacales. Está científicamente demostrado que tu suegra y tu cuñado alteran la flora intestinal.

¡Ojito con las cenas de empresa!

¡Cuidado con las cenas de empresa que las carga el diablo! Que después del primer gin tonic, y los txupitos de Jägermeister, tienen más peligro que un copiloto de rally tartamudo. Primero porque al evento hay que llegar superpuntual, más que al curro. Que aquello parece el juego de las sillas, a ver cuál se queda vacía junto al jefe.

Además una cena de empresa es como un análisis de sangre. Sale todo… Quién tontea, quién le tira la caña a quién, quién no da un palo al agua. El salseo es obligado. Y se dan besos, muchos. Se besa por encima de nuestras posibilidades. Asiste todo tipo de fauna, el gracioso, el que se queja por todo, el que no habla nunca pero se mete tres inyectables de kalimotxo y es el alma de la fiesta. No falta el becario oyendo anécdotas de gente que no conoce, y que está con la cabeza a derecha e izquierda como en un partido de tenis.

Normalmente se sirven los entrantes, y luego un segundo a elegir, a elegir entre quedarte con hambre o con mucha hambre, aunque cenar no sé, pero beber… Y si paga la empresa, es absurdo que la llamen barra libre porque no hay nada más ocupado.

Sobre todo, se recomienda ser prudente. El personal acostumbra a meter la gamba, y puedes pasar de la cola del canapé a la cola del paro en un santiamén. Yo voy a una con karaoke, pero no soltaré ni pío. Lo que pasa en la cena de empresa se queda en la cena de empresa.