Rajoy y la risa

Rajoy

El humor es un refugio. La risa no requiere argumentos, ni está obligada a la coherencia. Así que si usted no tiene razón y quiere vencer sin convencer a sus rivales, haga un chiste con el asunto. Fue la opción de Rajoy en el turno de réplica a los grupos políticos en su fracasada investidura. El aún presidente era consciente de su debilidad y sabía que nada podía ampararle, por lo que subió a la tribuna como los cómicos en el venerable programa Club de la Comedia: a evadirse por vía jocosa. Y sus intervenciones fueron un sinfín de caprichosas ironías y fatuos chascarrillos que sus correligionarios aplaudieron como fervor y la prensa afín ponderó como mérito parlamentario. Aquello se convirtió en el plató de La Sexta, pero en versión depresiva. Fue una escenificación patética y sin honor, pues la honra hubiera estado, seriamente, en dimitir.

Cuando conocí a Rajoy, hace 35 años, era muy tímido, algo gangoso y bastante despistado. Corrigió después sus problemas de logopedia y adquirió descaro. Nunca imaginé que llegaría tan lejos con tan escaso bagaje. Tampoco que fuera a adoptar aires teatrales para escurrir el bulto de la historia de corrupción que le acompaña. Rajoy odia la estética, no cree en la belleza. No es ingenioso. Es disciplinadamente aburrido. Carece de ternura. Y así no puede ser más que mal gobernante y peor humorista. Su mayor equivocación en la sesión de investidura, pensando en los telespectadores-electores, fue creer que la risa detiene la indignación. Pues no, don Mariano, el humor es para alegrarnos la vida entre amargura y amargura. Y si lo utiliza para huir, asegúrese de que posee un corazón alegre.

Todos deberíamos hacer nuestros propios monólogos de risa. Si de mí dependiera, lo implantaría como asignatura en el ámbito del desarrollo de la creatividad. No contrataría en mi empresa a quien renunciara a actuar y divertir solo diez minutos, ni me casaría con la mujer que no se atreviese a subir al mágico escenario. El Club de la Comedia sería una fabulosa escuela de líderes y amantes.

 

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