Hacia una sociedad masturbatoria

EL FOCO

8 de septiembre 2016

En Onda Vasca, con Begoña Beristain

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El Foco es un espacio de radio para ver las cosas cotidianas, quizás no las más relevantes y reconocidas, con una mirada más penetrante. Quizás porque tienen un significado mayor que el aparente. Cosas que ocurren a nuestro lado, o a alguien en particular, pero que nos atañen a todos, de una u otra manera. Sobre estos hechos vamos a poner el foco y una atención especial. Para analizarlas y comentarlas en forma de diálogo. Sin más pretensiones.

Hoy, para empezar, podría haber elegido el comienzo del curso escolar, uno más, con 3.700 alumnos más en Euskadi que en el año anterior y con una serie de incógnitas derivadas de una ley educativa que seguramente será, como la anteriores, derogada y sustituida por otra, quién sabe si mejor o peor. Podríamos hablar también por qué miles de personas hacen cola en Bermeo para participar como extras en la serie “Juego de Tronos”. ¿Por qué hay personas que se afanan tanto en aparecer en una película, aunque sea como relleno? Podríamos hablar de la galerna o del calor extremo de estos días. O de los pisos más caros de Euskadi, a 6.000 euros el metro cuadrado. Pero no.

Vamos a poner el foco sobre Irune, una joven de Arrigorrriaga que el pasado lunes murió arrollada por el tren de mercancías en Areta, Llodio, cuando atravesaba las vías de la estación y que no vio ni oyó llegar el convoy. 19 años tenía Irune y toda la vida por delante. Aparentemente, puede tratarse de un hecho trágico como otros de carácter accidental que de cuando en cuando ocurren entre nosotros. Pero puesto el foco sobre este suceso, vemos que hay unos datos que lo singularizan. A falta de una investigación definitiva, según los testigos que han hablado con la Ertzaintza, Irune pudo despistarse con el móvil, y quizá fue esta la causa por la que no escuchó el pitido del tren que se acercaba a la estación. A este dato se le añade, el hecho –decimonónico- de que el paso entre los andenes de ambos lados de la estación solo está señalizado con el cartel de “Cuidado al cruzar. Trenes circulando en ambos sentidos”. El accidente fatal se podría haber evitado si Rente no fuera tan rácana en sus infraestructuras.

Lo de Irune, con sus auriculares puestos escuchando la música de su móvil, es una imagen habitual en nuestras ciudades. Es lo que vemos también cuando viajamos en metro o en autobús: la mayor parte de la gente atiende la pantalla de sus Smartphone, ajenas al resto de las personas o a lo que sucede a su alrededor. Somos una sociedad pegada a los pequeños artilugios electrónicos. El martes yo mismo cruzaba Zugazarte, en Getxo, con mi Ipod musical. Abstraído en lo que escuchaba, no me di cuenta de que una moto venía hacía mí y estuvo a punto de arrollarme. Como el tren a Irune.

¿Qué le ocurre a nuestra sociedad a la que los instrumentos de comunicación hace que se vuelva más aislada y ensimismada? Efectivamente, lo de Irune es un caso de mala suerte, una fatal distracción en una estación decimonónica. Quizás le podría haber ocurrido a cualquiera. Lo relevante es que es un tipo de distracción que ya forma parte de la cultura social de nuestro tiempo, en el que nuestro mundo es lo que hay en las pantallas. Y creo que nos debería mover a la reflexión para recuperar la sintonía con el mundo exterior, más allá de los aparatos electrónicos y las tecnologías de la comunicación. O más bien, de la incomunicación.

Irune simplemente iba a su bola con los auriculares en los oídos. Irune, residente en La Peña, en Arrigorrriaga, tenía 19 años y era hija única. A eso de las 17:30, bajó del tren para encontrarse con su novio, que la esperaba al otro lado del andén. Iban a pasar la tarde en Orozko, donde eran las fiestas de San Antolín. Irune cruzó las vías tras el paso del tren de cercanías de Renfe del que acababa de descender. En el momento de cruzar fue arrollada por un convoy de mercancías que venía en dirección contraria. No se percató. No escuchó el pitido del tren. Irune murió allí mismo. El maquinista del tren fue atendido de una crisis de ansiedad y trasladado a un hospital, un aspecto colateral al trágico accidente.

Después de que ocurriera este suceso, vecinos de Llodio expresaron su repulsa por la falta de medidas de seguridad en la estación, que carece de pasos alternativos al cruce las vías. Renfe, ahora, ha señalado a la prensa local que está redactando un proyecto para solucionar el problema. En un periódico se indicaba que “la línea tiene 150 años y algunas estaciones son de los años 30”, como si esto fuese una excusa para justificar la existencia de una estación impropia de un país desarrollado. Pero siempre es así: para que haya soluciones, tiene que haber, previamente, unas cuantas víctimas del proceder negligente de la administración o de las empresas. La estación tampoco dispone de personal que regule el paso de los viajeros entre los andenes.

Ningún vecino, que sepamos, ha apelado al hecho del uso indebido del móvil en determinada situaciones que exigen atención plena.

Pero más allá de las chapuzas que padecemos, de la que son responsables empresas públicas, en este caso Renfe, tenemos que poner el foco en el hábito de nuestros jóvenes de aislarse por medio del teléfono móvil u otros aparatos electrónicos. El mundo empieza y acaba en estos cacharros. Y esto está determinando una sociedad concreta que pierde, más que gana, con este uso –y abuso- de las tecnologías. El accidente de Irune es una consecuencia fatal; pero a mí me importa poner el foco en las consecuencias sociales de este fenómeno. Subes al metro o al autobús y más del 80% de los viajeros atienden su móvil, mensajeando, escuchando música o viendo vídeos. Cuando constato este hecho y me veo a mí haciendo lo mismo, dejo el móvil. No quiero ser partícipe de una sociedad aislada.

Me da miedo el resultado de este fenómeno de aislamiento en nuestros jóvenes. No tengo una visión negativa de la tecnología, todo lo contrario. Creo que es algo muy útil. Lo que observo, poniendo el foco en esta realidad, es que vamos hacia una comunidad más aislada e individual, y solitaria, que antes. En estos, tenemos un grave riesgo de pérdida de interrelación personal. No es solo que nos distraigamos cuando hay que estar atentos a lo que ocurre a nuestro alrededor. Es que no vemos a la gente que está a nuestro lado. La ignoramos. No existe. Cada uno, está en su burbuja musical y tecnológica. Y así vamos hacia una sociedad masturbatoria, donde el disfrute de las cosas es individual y solitario.

Irune es una víctima de una distracción fatal. Y quizás también el símbolo de lo mucho que nos estamos alejando unos de otros. Estamos creando un mundo incomunicado.

Un par de días después de que la joven Irune muriera distraída con su móvil, llega el Iphone 7, un gran acontecimiento mundial. Ya lo puedes reservar, porque sale a la venta mañana, aquí y en los cinco continentes. Mundo feliz y solitario. Mundo algo estúpido.

firmaHasta el próximo jueves.

 

 

 

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