Comprar, amar, morir…

EL FOCO

Onda Vasca. 15 diciembre 2016

 

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Se ha declarado la furia de las compras y los regalos. Es el preámbulo de la Navidad. Es lo de siempre, pero un poco más. Porque siempre es un poco más. Más tiendas, más opciones, más gastos, más diversidad… Es la sociología de la Navidad que nos explica el modo en que vivimos y la idea de la vida que tenemos cada uno de nosotros/as. La Navidad puede arreglar muchas vidas vacías, pero también puede estropearlas. Uno de los tipo de vivencia es la de quienes escapan lejos en estas fiestas. Y te lo aseguro, son muchos.

Me interesa poner el foco en los barrios en esta época. Los barrios son los trozos de la ciudad, sus diversas partes. Está el barrio en el que vivimos. Y están los demás barrios, a los que vamos si procede. Y luego está el centro, que es el barrio de todos, donde confluimos y donde muchos trabajan. Y están los barrios y las compras de Navidad. Esta es una de nuestras contradicciones. No compramos en los barrios: vamos al centro y a los macrocentros comerciales, esos que se llenan de luces que nos alucinan y nos magnetizan.

Están los barrios y las tiendas. Las pobres y esforzadas tiendas de barrio. Que se mueren. O que sobreviven. Las tiendas de los barrios (y los pueblos pequeños) se organizan. Crean asociaciones. Hacen campañas conjuntas, de descuentos, de fidelización. Y hacen concursos y fiestas para lanzar un mensaje desesperado. Los ayuntamientos tratan de ayudar a que los barrios y los pueblos no se queden sin tiendas. Nos gusta que nuestros barrios tengan tiendas, para el día a día; pero vamos a comprar al centro o a las grandes tiendas de la periferia. Amamos a nuestras tiendas de barrio, pero nos echamos el/la amante de las tiendas gigantes. Engañamos a nuestras tiendas de barrio, las que viven con nosotros.

Esta contradicción e incoherencia está transformando nuestros lugares de vida. Los barrios terminarán por ser lugares con la única vida de los bares cercanos y algún comercio de pan, chucherías y… los chinos. Porque sí, están las tiendas chinas. Esas no mueren. Crecen y se multiplican. Las tiendas que nunca cierran. Todo el mundo cierra menos los chinos. Y sí, las despreciamos porque no parecen tener las mismas leyes que las demás. Eso dice la gente Eso es lo que se escucha en el bar y las charlas de la gente. Pero todos vamos a los bazares chinos. Porque siempre están abiertos. Porque tienen de todo. Porque venden barato. Malo pero barato. Es otra incoherencia: a calidad no importa.

También en eso somos muy incoherentes y contradictorios. En ser clientes de aquello que decimos rechazar. Somos infieles a las tiendas de barrio. O quizás es que los chinos son también nuestras tiendas de barrio. Las tiendas chinas son muy curiosas. Es un mundo desordenado, caótico: las bragas al lado de los palillos de dientes, los bolígrafos junto los adornos de navidad, las falsas medias de seda, los productos de imitación… Los chinos aprovechan desesperadamente sus metros cuadrados. Con muchas cosas puestas de mil maneras. Y allí vamos cuando necesitamos algo de última hora. Venden todo. Hay miles de tiendas de chinos. Y se cuentan leyendas extrañas sobre ellas. Que tienen apoyo del gobierno chino. Que constituyen una red. Que los chinos no son felices. Que nunca ríen. Que solo saben trabajar. Que forman un clan mafioso. En realidad, son leyendas. Algún día pondremos el foco sobre ellas y habrá que decir la verdad y desbaratar esas leyendas urbanas.

Porque seguimos con nuestros barrios. A la terrible atracción del centro y las supertiendas de la periferia, a la depauperación comercial de los barrios, por si fuera poco, se le añade el enemigo más feroz. El enemigo de todas las tiendas. Las compras on line. ¡Ah, internet y el comercio desde casa! Esto sí que es un cambio. Y un cambio rápido. Con esto no contábamos hasta hace poco. Y de repente, resulta que nos gusta comprar a distancia, con el ordenador, el móvil o la tablet. ¡Qué cómodo, qué barato, qué bien!

La compra on line puede ser la venganza de las tiendas de barrio. Porque la competencia de las compras on line hace más daño a los grandes que a los pequeños, a las del centro más que a las tiendas del barrio. Y se produce el último grito: probarse las cosas en la tienda del centro y comprarlas después por internet por un 30% menos de precio. O más. Las tiendas empiezan a pensar que probarse las cosas tiene un precio. O no te dan facilidades para devolverlas. Cosas así.

Los que dijeron que nunca comprarían por internet han caído. Están atrapados en las compras on line. Como cayeron antes con el móvil, leer los libros electrónicos y esas cosas del cambio digital. Más de la mitad de las compras las vamos a hacer on line. Eso dicen los expertos. Entonces ya no serán solo los barrios los que verán muertas sus calles, vacías de tiendas de siempre. También el centro se quedará vacío de tiendas tradicionales. Y quizás tengan que prescindir del personal. Y convertirse en terminales de compras on line.

Termino. Mientras el comercio tradicional se muere, porque ese es su destino, haced el favor de comprar en los barrios. Todo lo que podáis. No matéis vuestros barrios. Salvemos nuestro modo de vida, que es estupendo y feliz. Y que las tiendas espabilen. Que todo el mundo espabile o nuestros barrios y pueblos, y también las ciudades serán lugares sin vida.

Hasta el próximo jueves.

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