Cuando el curso escolar acaba mal

EL FOCO

Onda Vasca, 25 mayo 2017

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Estamos en ese momento del año en que terminan muchas cosas. Termina el fútbol, termina los contratos, termina el curso. Y naturalmente, empiezan otras cosas. Comienza el verano, comienzan las vacaciones, comienzan los viajes, muchas cosas… Cambio de tiempo y de vida. Pongamos el foco en las aulas. En estos momentos están culminando los cursos escolares y la Universidad arde en exámenes. Y a todo esto le acompañan los rituales, que son esas costumbres que hemos convertido en ceremonias tribales. Lo malo es cuando esas ceremonias están cargadas de excesos y faltas de significado. Probablemente es que nuestra cultura no sabe llenar de sustancia ritual aquellos huecos que han dejado las tradiciones de final y principio de ciclo.

Los chicos y las chicas que acaban curso, y más aún los que acaban ciclo (final del bachillerato y comienza de la enseñanza superior) acostumbran a celebrar fiestas plagadas de excesos. Se entiende la celebración, pero no su contenido. A los famosos viajes de estudios les ocurre eso: son fiestas, pero sin contenido. Y de ahí que ocurran las incontables borracheras, los comas etílicos o las juergas que acaban en destrozos y otros males. Peor todavía es que los centros escolares se involucren en fiestas de fin de curso que, siguiendo el mal actual de celebraciones sin sentido real, y organicen actos para niños y niñas que son una contradicción con la función educativa.  

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Algo de esto ha ocurrido en Donostia. Concretamente en el barrio de Intxaurrondo, donde un colegio concertado, de la orden de los Escolapios, el centro María Auxiliadora ha ofrecido a los chicos y chicas de primaria una fiesta de fin de curso con una sokamuturra. Es decir, una fiesta de vaquillas, donde al animal está ensogado y corre despavorido y estresado detrás de los críos, a los que tumba y voltea a veces. Más allá del debate antitaurino, incluso del animalista, se trata de un espectáculo completamente inapropiado para niños y contradictorio con la naturaleza de un centro educativo

Dos cosas me parecen mal de este suceso. Primero, que el departamento de Educación del Gobierno Vasco no haya sido lo suficientemente contundente en el rechazo de este evento grotesco. Se han limitado a decir que “no consta denuncia y que al tratarse de un centro concertado, su dirección es la única responsable del uso que dé a sus instalaciones en horarios no lectivos”. Por favor. Una sokamuturra es un disparate antieducativo y por tanto objeto de sanción por parte de la autoridad educativa. Y lo segundo, creo que la reacción del Colegio y también de la comunidad escolar ha sido muy tibia. Los rectores del centro han eludido hacer comentarios sobre la sokamuturra celebrada en su patio. Y otras fuentes del colegio han señalado que no volverán a organizar otra suelta de vaquillas. Son muy tibias y poco edificantes estas posturas.

Han tenido que ser dos asociaciones animalistas quienes hayan elevado a protesta pública este suceso de final de curso en Intxaurrondo. No han sido los padres y madre, ni el Colegio, ni el departamento de Educación. Los argumentos esgrimidos por los denunciantes son muy preciosos. Han dicho a través de las redes sociales: «¿Qué valores queremos que aprendan nuestros hijos?, ¿el abuso al más débil?, ¿la impunidad ante la violencia?, ¿la costumbre y la habituación ante el sufrimiento ajeno?». No son solo conceptos animalistas. Son valores éticos y que como tales deberían ser incuestionables y aceptados por todos.

La empresa a la que se encargó la organización de la suelta de vaquillas en el patio del colegio ha señalado algo que no sabíamos. Que la ley permite a los menores pueden participar en sokamuturras siempre que el becerro tenga más de tres meses y pese menos de 60 kilos, requisitos, que, dice la misma empresa, se cumplieron en la fiesta del colegio donostiarra. Habría que comprobarlo. No obstante, parece bastante absurdo y antisocial que la ley permita tal cosa. Recordemos que se trata de un colegio de primaria, es decir con niños y niñas desde los 6 a los 12 años. ¿Alguien se imagina soltar una vaquilla a menores tan pequeños? Es una barbaridad que me cuesta creer esté permitido, porque raya el delito de violencia infantil. En general, las sokamuturras, tan populares en las fiestas de los pueblos en los año 80, deberían estar prohibidas. La sociedad ha madurado lo suficiente como para saber que no s aceptable un festejo que, además de sus múltiples reiesgos, genera una violencia innecesaria y gratuita en los animales.

Volvemos a la tradición. Este es el problema. Que las tradiciones se convierten en leyes de repetición que, por ese peso de los años, son tenidas por indiscutibles. Las tradiciones son herencias, pero no todas las herencias son buenas. Nuestra sociedad debe optar por dejarlas a beneficio de inventario, porque salen más caras de lo que te portan. Pero debemos tener rituales, claro que sí. Pero con sentido. Con imaginación. Lo esencial para tener días felices es convertir la rutina en rituales: el café de cada día, los encuentros con amigos, las lecturas, la vivencia del deporte y la cultura, el sexo más intenso… esas cosas. No hay que tener miedo de derribar las viejas y bárbaras costumbres, las malas tradiciones. Los finales de curso deben tener contenido simbólico y hacerlos memorables. No con borracheras, juegas estúpidas y suelta de vaquillas para niños pequeños. No, con emociones que tengan significado. Con sentido. Con criterio. Con una alegre inteligencia.

            ¡Hasta el próximo jueves!

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