Beber sangre

El plural es un refugio compasivo, porque debería decir “no han aprendido”. ¿Quiénes? Los regidores de la tele que promueven subproductos nocivos y los espectadores que los consumen. Veamos. A los 27 años del suceso, Netflix nos ha obsequiado con la serie documental El caso Alcàsser, cinco horas que retratan las miserias mediáticas y la estupidez social de la época. ¿Han cambiado las cosas en el seguimiento de crímenes y violencia sexual? Nada, estamos donde estábamos y si entonces ejercieron de oficiantes del sufrimiento Nieves Herrero, Pepe Navarro y Paco Lobatón, ahora están Ana Rosa, Nacho Abad y Manuel Marlasca para propagar iguales aberraciones. Y, por supuesto, millones de personas beben con delectación, hoy como ayer, la inocente sangre derramada. ¡Ah, la gente, la buena gente! 

Después del aquelarre montado con Miriam, Desirée y Toñi vinieron alevosos relatos con Wanninkhof, Bretón, Marta del Castillo, Diana Quer, Sandra Palo y el niño Gabriel, uno tras otro, hasta el reciente de Julen, que cayó al pozo. La Quintana quiso ser la primera en agitar el cadáver del crío en la madrugada del 26 de enero. El documental sobre Alcàsser es tan exhaustivo que le sobran dos horas. Lo aclara todo, menos el misterio del monstruo Anglés y la probabilidad de culpables impunes. 

Podría haberse titulado Sexo, mentiras y cintas de vídeo, como el mítico film. Quien fuera padre coraje, Fernando García, y el periodista Juan Ignacio Blanco reciben su justo vilipendio. Y si al menos Lobatón ha tenido la decencia de disculparse, los demás de aquel bochorno -Pepe Navarro, Nieves Herrero, Campo Vidal y Olga Viza- se han escondido. TVE, Antena 3, Telecinco y Canal 9 nunca se retractaron. Baste el dato actual de que Telecinco, campeona de la telebasura, es la más vista en España. También en Euskadi: hecho diferencial vasco.

Un comentario en «Beber sangre»

  1. No hay que olvidar que el mencionado y reciente documental de Netflix, por el que 27 años después el caso vuelve a estar en boca de todos, peca de morbosidad por encima de sus intenciones de crítica hacia la telebasura. A pesar de mencionar aquellos programas que entonces sobrepasaron el límite de lo ético y criticar su posición ante el suceso, el nuevo documental reabre la heridas 27 años después, para que la sociedad que entonces no lo vivió, tenga la oportunidad de vivir aquel despropósito mediático utilizando la misma fórmula: el morbo. Los creadores del documental deberían de hacer auto crítica, sobre todo en las escenas en las que recrean los hechos, y comparten imágenes de los hallazgos y del sufrimiento de la familia. Hablo del segundo capítulo, el último que ví y el último que pienso ver del documental.

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