Diario de cuarentena. Día 32. Harina de este costal

Hay una nueva sociología del consumo. La pandemia y el confinamiento arbitrario al que estamos sometidos han cambiado algunas pautas de conducta de la gente en sus compras del supermercado. Esta mañana he estado en mi tienda y me he llevado una sorpresa al saber, por las cajeras, que no había existencias de harina, levadura (el famoso Royal) y lejía. Puedo entender que se haga acopio de hipoclorito de sodio, en razón de la obsesión por la limpieza; pero ¿la harina y la levadura? ¿Qué necesidad especial hay de acaparar estos artículos?

Me cuentan (soy todo oídos estos días en que la gente se ha vuelto muy rara, con un punto o dos de extravío) que a muchas personas les ha dado por elaborar pasteles, bizcochos, magdalenas (muffis), tartas e incluso pan, en su versión casera. Y dicen, esa es la teoría más plausible, que de esta manera se compensan comiendo más dulces y creando formas de fiesta familiar en la elaboración de postres en los que participan niños y jóvenes. Un dulce entretenimiento. Sería algo así como lo del chocolate como sustituto del sexo, otra teoría estúpida no demostrada.

La repostería familiar como terapia. Interesante materia de estudio para psiquiatras. Sin embargo, pese a lo divertido de la nueva tarea culinaria familiar, aumentará el drama del sobrepeso. A la carencia de ejercicio, con todos sus males, se le suma el incremento calórico de los postres. Las familias se endulzarán, ciertamente, pero va a ser una aventura que terminará con una obesidad generalizada. Todos gordos y menos saludables.

La harina tiene otros usos, el más popular, rebozar carnes y pescados. Puede servir también para que los niños jueguen, hagan batallas, se pringuen hasta quedar cubiertos de blanco y terminar entre risas en la ducha. Es divertido como opción lúdica.

¿Tiene posibilidades la harina como recurso erótico para parejas? No las conozco. Está la nata, el chocolate, la miel, la mantequilla. ¿Cómo olvidar la escena de “El último tango en París” en que Marlon Brando usa la mantequilla como lubricante para penetrar a María Schneider? Muy, muy fuerte. Pero no veo que la harina tenga una aplicación jugosa. Ni como elemento para masajes. Demasiado seco el polvo de trigo.

Quizás las familias añadan al álbum de los recuerdos de esta catástrofe que juntos hicieron pasteles y magdalenas, bizcochos y tartas. Y que hubo, pese a las dificultades y el miedo, momentos divertidos. La gente tiene necesidad de buenos recuerdos y eso explicaría sus dulces impulsos. Tiene su lado bonito.

Para mí aprender a hacer bizcochos fue una experiencia evocadora de una época que prefiero olvidar. Nada puede compensar el dolor. Solo el amarse mucho. No entiendo esa obsesión popular por la harina y la levadura. ¡No está el horno para bollos!

3 comentarios en «Diario de cuarentena. Día 32. Harina de este costal»

  1. Pues igual quieren representar en sus hogares, la torrida escena en una grasienta cocina, sobre la mesa enharinada, entre esos dos animales sexuales que siguen siendo Jack Nicholson y Jessica Lange en «El cartero siempre llama dos veces».
    El caso es intentar pasar el rato haciendo cosas o soñandolas.

  2. No sé porqué me da que, dentro de no demasiado tiempo recordaremos con añoranza este período de confinamiento. Cuando, al final, el problema se circunscribía a encontrar «royal» en el Super o que no disminuyese el stock de ppel higiénico en la alacena. Bueno, ojalá me equivoque, pero vienen curvas. Y muy fuertes.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *