Joseba gana la partida

 

El tercer mandamiento de ETB es televisarás las fiestas. Y lo ha cumplido en Iruña, Bayona, Gasteiz, Donostia y, finalmente, Bilbao. Con las celebraciones de nuestras capitales ocurre lo mismo que con algunos acontecimientos: son poco televisables. Los vives en la calle o te aburres en la pantalla. Nuestra televisión pública tenía dos opciones para proyectar el bullicio: entrar en la feria o llevársela al plató. Prefiere lo primero, al contrario de Telebilbao, capaz de trasladar a sus estudios la esencia de la Aste Nagusia. El resultado es que la cadena local lidera la información festiva, con Joseba Solozábal, tan transversal, en su salsa. Sucede que ETB tiene pánico al descontrol y a que los espontáneos, desinhibidos por el alcohol, la tomen con los reporteros y rompan el protocolo de la retransmisión, un caos surrealista que para Telebilbao es deseable.

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Es valioso el esfuerzo de ETB1, junto con algunos espacios de ETB2, por comunicarnos las fiestas; pero no han sabido crear un paradigma de emisión que retrate la peculiaridad de la diversión vasca. Visitan las fiestas, sí; pero no entran en ellas. Como con los fuegos artificiales, uno de sus mayores absurdos. Para aproximar la magia de la pirotecnia a quienes no puedan disfrutarla mirando al cielo de la noche sería necesario el acompañamiento de la música. No digo que pongan a Haendel y su Música para los reales fuegos de artificio, pero sí algo parecido para estimular la fantasía, la emoción y hasta la sensualidad del espectador. Cuando nadie habla o solo hay ruido, tiene que sonar una melodía, como en las películas mudas.

Para compensar, BeIn Sports se sumó en San Mamés al cachondeo de la Aste Nagusia en su emisión del Athletic-Panathinaikos. El locutor, Miguel Ángel Román, no cesó de llamar Lajodimos al guardameta griego, de apellido Vlachodimos, que se pronuncia con la hache aspirada. Fue intencionado, porque pudo evitar la palabra malsonante usando el nombre de pila, Odysseas. Se hizo el burlón, a falta de mejores recursos. Que le contraten para el circo.

 

¿Cómo se televisa un atentado?

CÓMO se televisa un atentado? No se imparte esta lección en las facultades de periodismo, así que es urgente que las cadenas de televisión definan un modelo conveniente. Con tres objetivos: que las noticias ayuden a la sociedad sin desinformarla, que por un mal entendido realismo no favorezcan a los criminales y que no dificulten la investigación policial, crucial en las primeras horas. Sí, es un viejo debate, pero el terrorismo de ahora es emocionalmente más complejo que la guerrilla clásica. Por lo que vimos el jueves y viernes pasados en los canales privados y públicos tras los ataques de Barcelona y Cambrils, las redacciones no tienen un protocolo actualizado. Solo saben que hay que interrumpir la programación como señal de relevancia social y navegar en el caos con más improvisación que criterio. El jueves fue peor que el viernes. Al desastre del primer día contribuyó que la tragedia fue en agosto, con las plantillas plagadas de becarios. ¿Por qué se difundieron imágenes explícitas de las víctimas? ¿No habíamos convenido, tras el 11-M de Madrid, que nunca más se expondría la sangre vertida por el terrorismo? Cuando París, Niza, Londres, Bruselas, Berlín y Estocolmo fueron masacrados por los yihadistas, sus televisiones, responsablemente, omitieron el espectáculo inútil y desolador de los cuerpos rotos. No les dieron esa baza a los canallas y la verdad brilló completa y digna.

Regresaron a toda prisa Piqueras, Ferreras, Griso, Ana Rosa, Ruiz y Casado, y el disparate se enderezó desde La Rambla. Muy teatral su luto textil. ETB estuvo bien con Klaudio Landa. Todos, en su afán de mostrar la angustia de la gente, provocaron un reparto masivo de miedo. Pero gestionar el pánico consiste en serenar los ánimos y hacerlos indesbordables. Menos mal que los catalanes optaron por un lema grandioso: “No tinc por” (No tengo miedo).

Tenemos un problema con las redes sociales y su corresponsalía ilimitada. Un imbécil con un móvil es un peligro. Lo ha dicho Évole bien claro: “No difundamos el odio de los que odian”. Pues eso.

¿Quién sabe escuchar?

Mi amigo Manu es uno de los dos millones de ciudadanos que no ven nunca la televisión, ni un minuto. Descontando a los bebés, indigentes, ciegos, monjas de clausura y moribundos, podría decirse que hay en el Estado español un millón de rebeldes contra el mando a distancia. Deberíamos escuchar las razones de su rechazo, muy proustianas en la valoración de su tiempo. En el otro extremo están los adictos a la pantalla, con un consumo de ocho horas diarias, equivalente a un tercio de su existencia. En verano las cosas cambian un poco y los telespectadores bajan un 16% respecto de la audiencia de invierno. En todo caso, es demasiada gente para el nivel de calidad de la programación. Pongamos dos ejemplos de rebajas.

Mad in Spain, en Telecinco, es la versión mostrenca de lo que en su día fueron Moros y cristianos y La Noria, ambos en el mismo canal, debates corales y de algarabía en los que intermediaba Jordi González. Este subproducto ha subido el volumen de la bronca, añadiendo más decibelios, que es la medida del argumento entre los españoles. ¿Qué haces, querida Lucía Etxebarria, en ese foro de locos? Es inadmisible que Vasile le haya robado la marca a la plataforma Mad in Spain, dedicada a la creación de artículos de diseño con imagen de España. Por debajo del millón de espectadores y en grabación diferida, el espacio morirá en septiembre como mueren, entre gritos, los que nunca debieron nacer.

A la hija mayor de Lola Flores TVE le ha regalado un abanico para recibir sin sofocos a sus invitados. No niegan en la cadena pública que Lolita tiene un plan es una imitación tardía de las charlas caseras de Bertín Osborne, su sección femenina. Pensaron que otra profesional de los escenarios y habitual de la prensa rosa les proporcionaría un buen registro, pero apenas ha llegado al 8,6% en su debut. En verano no resucitan las momias ni con Tom Cruise y la tele debería aprovecharse como escuela de hablar y escuchar, dos quehaceres cultos: hablar implica entender la síntesis, y escuchar es la perfecta decodificación.

España vertebrada por la tele

Ortega y Gasset no imaginaba en 1922, cuando publicó España invertebrada, que la uniformización del Estado la produciría una tecnología de masas llamada televisión. No lo lograron los militares, como preconizaba, ni tampoco las élites. El “proyecto sugestivo de vida en común” con el que soñaba el filósofo está en la programación audiovisual. En esta tentativa totalizadora fracasó TVE por lo grosero de sus métodos y su manifiesto falangismo. Ahora, con más tacto y por vía del entretenimiento y la ligereza, Telecinco y Antena 3, con sus canales filiales y lo que queda del ente público estatal, suman el 72,2% de la audiencia y moldean las conciencias a través de la información y el ocio, del idioma y el argumentario emocional. Además de un negocio rentable, la tele es un movimiento nacional que solo internet podría amenazar.

En Euskadi domina Telecinco y también en Catalunya. Más que el Tribunal Constitucional y el Supremo, el peor rival del referéndum del 1-O es la televisión. Los datos de julio ponen de manifiesto las preferencias de vascos y catalanes por la emisora de Berlusconi. ¿Cómo se entiende esto en naciones de mayoría nacionalista y lengua propia? Los sociólogos que, como los economistas, son expertos en predecir lo que ya ha ocurrido, dicen que la gente discrimina lo próximo seguro de lo lejano ocasional, de la misma manera que lo global refuerza lo local. No hay contradicción, es un privilegio de consumo de las sociedades avanzadas. Una especulación optimista, creo yo.

El éxito de la televertebración implica un cierto fracaso de ETB. En los registros del pasado mes se observa un descenso de ETB2 (7,2%) y una deportiva subida de ETB1 (2,4%). La tele de Vasile supera el 14%. Nuestro canal público nació para neutralizar la asimilación española, tanto en lo democrático como en lo cultural y sociopolítico. Es verdad, somos un país incoherente; pero no lo estamos haciendo bien y eso facilita las incongruencias. Nos falta autoestima, memoria y criterio. Y hasta estética: qué feo es el gusto por el estercolero.

 

La guerra (sucia) de España contra Catalunya

Catalunya siempre anduvo diez pasos por delante. El dinamismo de su economía, su apertura intelectual y las prioridades de su clase dirigente, junto con su masa crítica territorial, han conferido a aquella nación mediterránea una proyección superior a la que España le proponía, hoy igual que siempre, lastrándola y sometiéndola a una unidad ficticia y empobrecedora. Antes la obligaron por la fuerza y ahora también, al modo teatral como se hacen hoy las cosas en la política del Estado. Sí, hay una guerra contra Catalunya, con el objetivo de humillarla y mantener a toda costa el triste canon democrático que se fijó en la Transición, tributario del franquismo.

La decidida voluntad de una amplia mayoría de catalanes de iniciar un futuro por su cuenta y riesgo se enfrenta, en desigual batalla, a todos los poderes imaginables, desde una justicia a las fuerzas policiales (y también las militares, más sutilmente), el control y extorsión sobre su economía, pasando por el oprobioso poder de la propaganda que ejercen los medios públicos y privados, desde donde los siervos del Estado disparan sus insultos, mentiras y tergiversaciones para repudiar y desprestigiar las aspiraciones legítimas de un pueblo que solo tiene razones democráticas. El espectáculo de España cargando contra Catalunya su arsenal de amenazas y vejaciones es digno de ser analizado. Nos esperan muchas jornadas de deshonra y coerción que se prolongarán hasta el mismo día 1 de octubre y aún después. El otoño catalán será el preludio del invierno ético español con la plena exhibición de sus bajezas y sus ilegítimos orígenes, sea cual sea el resultado del heroico empeño del proyecto liderado por el President Puigdemont.

España está en campaña de humillación de Catalunya. Es tan débil su posición política que ni siquiera ha tenido el atrevimiento de usar la norma más canalla de su Constitución, el artículo 155, que faculta al Estado la ocupación institucional de una comunidad autónoma y la privación de sus derechos. La renuncia del uso de esta solución es táctica. Los estrategas han pensado en algo más cruel, desatando un procedimiento que tiene cinco áreas: la judicial, la económica, la policial y la opinión pública, además de la internacional. Cada una de ellas está actuando de forma autónoma, pero coordinada con las otras operaciones de sometimiento y extorsión en su formato más burdo. La vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, dirige el gabinete de la guerra de Catalunya -de momento incruenta- del que forman parte la cúpula de Interior, los tribunales Constitucional y Supremo, los servicios de inteligencia y algunos expertos en comunicación social, junto con los altos poderes económicos del Estado y asesores sobre asuntos catalanes. De nuevo España, se va a la guerra, la guerra sucia. Ya lo hizo en Euskadi. Ahora cae sobre Catalunya.

La ley del más fuerte

La humillación que se cierne sobre Catalunya pretende ganar la primera batalla, quizás la menos importante, pero más valorada por los dirigentes: la propaganda. El objetivo específico es que la derrota del proyecto independentista no salpique a la totalidad de la ciudadanía catalana y se concrete sobre la clase política nacionalista. El argumento de comunicación es el valor supremo de la ley sobre la voluntad del pueblo. Con esta cantinela nos vienen machacando desde hace meses: que lo legal es más que lo legítimo, que lo formal y lo limitado son más que el fondo y la libertad. No sé si están logrando ganar la batalla de la opinión pública más allá del amplio sector conservador de la sociedad española, heredero de la ignorancia y el vasallaje franquistas y que constituyen hoy el electorado del PP y Ciudadanos; pero nadie que conozca el sentido de la historia y el imparable poder de los cambios sociales puede aceptar una razón tan insuficiente y mezquina. De hecho, quienes reclaman el acatamiento de la legalidad son los que, amparando la corrupción, despreciando el autogobierno vasco durante 30 años y negando la separación de los poderes, menos cumplen su propia legalidad. La ley es solo su pretexto arbitrario.   

No es el valor de la ley lo que se invoca contra Catalunya: es la ley del más fuerte. Hay una escenificación de la fuerza que se transforma en judicialización de la política: España ha lanzado su arsenal judicial contra los que reclaman poder votar el 1 de octubre. Los tribunales, que en mayor o menor medida (como hemos visto en la bochornosa declaración de Rajoy en la Audiencia Nacional, protegido por el juez desde el estrado) están bajo control del Gobierno central y, además, disponen casi a su antojo del manejo de los tiempos y un indiscutible poder de intervención sobre los parlamentos y los gobiernos, como ya conocimos en Euskadi con la inhabilitación de Atutxa, Knorr y Bilbao, víctimas del asalto político de los jueces a sueldo del Estado. Ahora se ha reeditado en Catalunya, aumentado y no corregido.

Inhabilitar es humillar

La humillación consiste en amenazar a los cargos institucionales y los empleos de los funcionarios colaboradores del referéndum, a quienes se acusaría de sedición, como en los mejores tiempos de la purga franquista tras el golpe del 36. De momento, ya han depurado a Artur Mas, las exconsejeras Irene Rigau y a Joana Ortega, además del congresista Francesc Homs. Camino de igual muerte civil van el exsenador de ERC, Santiago Vidal; el director general de Comunicación de la Generalitat, Jaume Clotet; el ex coordinador del comité ejecutivo del Pacto Nacional por el Referéndum, Joan Ignasi Elena; el secretario general de Presidencia, Joaquim Nin, y el director general de Atención Ciudadana, Jordi Graells. Pueden ser decenas, cientos, miles los catalanes ajusticiados por inhabilitación antes y después del 1-O. Ejecutados, en definitiva, porque la inhabilitación por causas democráticas aniquila a los condenados. Catalunya no necesita mártires para tener razón, porque suya es toda la libertad. Se supone que los represaliados asumirán con honor su sacrificio.

La Guardia Civil tiene un papel relevante en este conflicto, aún sin sangre y fuego. Hace unos días, sin ninguna excusa judicial, varios agentes verdes penetraron en el Parlament y en dependencias de la Generalitat para requerir información documental sobre los casos de presunta corrupción de la antigua CiU. Esta abrupta irrupción es de una gravedad extrema y muestra hasta qué punto el Estado estaría dispuesto a usar cualquier pretexto para configurar una nueva versión de Tejero, otro 23-F, que derribara al suelo a los representantes de la sociedad catalana.

Catalunya también tiene contra sí su propia Quinta Columna. La patronal ha hecho causa con el Estado. También la división de las fuerzas partidarias del derecho a decidir debilita la razón del 1 de octubre. La cobardía ha provocado dimisiones tácticas. La mayoría de los medios de comunicación infunden miedo al futuro y denigran el proceso. Y mucha gente se quiebra, víctima de sus vacilaciones. España es una máquina de disparar amenazas y ofensas contra funcionarios, empresas, pensionistas, trabajadores, ciudadanos. Es otra forma de terror. El bombardeo es insistente con la sinrazón de una legalidad que es preciso superar y vencer. España hace trampas y violenta la democracia. No tiene legitimidad alguna para machacar a Catalunya.

La lección catalana es que la estructura del Estado y el entramado político y jurídico que la sostiene, ha caducado. Demuestra que España miente bellacamente cuando afirma que todo es posible en democracia. Y como España no quiere cambiar, hay que forzar su estrecha y dudosa legalidad. Con la fuerza de la política. La historia está llena de ejemplos de heroicas rupturas que cambiaron y mejoraron las naciones. Sea lo que sea que vaya a ocurrir, Catalunya ya ha ganado esta guerra. Nunca hubo más razón para la sedición, gran virtud liberadora.

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ

Consultor de comunicación