De lunes a sábado

San-Mames-iluminado-estrellas-Champions¿Qué extraño cálculo está detrás del regreso, del lunes al sábado, del partido de liga en abierto? ¿Ha sido una decisión autónoma de los gerifaltes de la LFP o se ha tomado bajo la influencia todopoderosa de alguna cadena de televisión? ¿O quizás es producto de un ataque de cordura? En cualquier caso, este cambio tendrá importantes efectos en las audiencias y serán favorables para Mediaset por el previsible desvío de espectadores de La Sexta y Antena 3 hacia Cuatro en la competitiva noche de los sábados, donde los canales de Atresmedia llevaban la delantera con sus debates y películas. Juegue quien juegue, entre dos y cuatro millones de televidentes desplazados darán la victoria a Telecinco por goleada. ¡Buena jugada, Vasile!

Puede que la competición deportiva sea cosa de tres equipos; pero el negocio audiovisual es coto exclusivo de una o dos empresas. Telefónica, con más del 80%, y Telecinco, con el resto, son propietarios del monopolio de la televisión de pago (consentido por Rajoy y por Almunia) y, además, poseen los derechos del partido de emisión abierta. A TVE le queda -y no por mucho tiempo- la baza de la Champions y a Antena 3 las migajas de la Copa del rey y la segunda división. Con una premeditada política de precios, junto con el fenómeno social del fútbol en los bares, conseguirán el objetivo soñado: que la cifra de clientes fijos suba a diez millones y que los quince euros mensuales que cuesta el abono a todos los partidos de liga se dupliquen o tripliquen a medida que los ciudadanos queden cautivos de la trampa de la suscripción y la compulsión del espectáculo. La futbolización popular ya la hizo Franco. Ahora, la democracia heredera aspira a la suscripcización de su consumo.

Si los sociólogos supieran algo de marketing, al que odian cordialmente, podrían explicar con criterio lo que está ocurriendo. Cada vez una mayor porción de nuestras compras están programadas por encima de la libertad de elección. No habrá opciones ni aficiones, solo necesidades. Y el fútbol televisado ya es una de ellas.

Cuatro estaciones de Euskadi

referendos--644x362Lo bueno del futuro es que no sabemos lo que nos deparará; y lo malo, que quizás no estemos allí para verlo. Aún así podemos anticiparlo, condicionarlo, incluso adivinarlo. Y a pesar de lo previsible de las cosas en un mundo rutinario, hay margen para la sorpresa y la novedad. La sorpresa es la diferencia entre lo esperable y lo ocurrido y no el suceso en sí; pero también es la ceguera ante lo que está cambiando y se rehúye mirar, el choque traumático con la realidad rechazada. De estas negaciones está Euskadi repleta y de ahí que vayamos de susto en susto y de desencanto en desencanto.

Hagamos un ejercicio de prospectiva sobre los próximos doce meses, no tanto como ejercicio de adivinación intuitiva, sino como proyección de lo que, con la menor carga de estimaciones personales, podría acontecer en la política vasca y sus afluentes con el Estado español. Un viaje de cuatro estaciones sin paradas.

Otoño caliente

Todos los otoños vascos amenazan con ser calientes; pero el clima de este año dependerá de si Rajoy se sacude su proverbial molicie y mueve ficha en el proceso de normalización política. Hay un peligroso estancamiento debido a que las dos partes (Gobierno y ETA o PP e izquierda abertzale) retroalimentan sus respectivas racanerías partidistas: como una parte no flexibiliza la política penitenciaria ni hace gesto alguno para terminar con la dispersión de los presos, la otra parte paraliza el impulso del desarme, ralentiza la solicitud de reinserción y evita gestos más explícitos del reconocimiento del daño causado por el terrorismo y la estrategia política que lo acompañó. Y así, entre estas dos obstinaciones estúpidas, la sociedad vasca otoñará en la incertidumbre y el desasosiego. Lo más probable es que nada de esto cambie por lo menos hasta las elecciones generales de 2015.

Recibirá Mariano Rajoy a Iñigo Urkullu en septiembre, claro; pero a una reunión de este calado se le piden resultados concretos, como el traspaso de la competencia de prisiones (artículo 10.14 del vigente Estatuto de Gernika) y el cumplimiento de la flexibilización penitenciaria, a la que el presidente español se había comprometido con el lehendakari, entre otros avances. Si después de las demoras el encuentro no fructifica en soluciones tangibles, me pregunto de qué sirve tener instituciones tan costosas.

A pocos días de la transcendental cita de Escocia, que decidirá no solo el futuro de aquel pueblo, sino el de toda Europa, Euskadi se siente concernida en ese referéndum con el deseo de poder ejercer algún día el mismo derecho democrático que los británicos no niegan a los escoceses. Pero sin ingenuidad. Hay tanta conspiración contra la independencia escocesa, por miedo al efecto contagio a escala continental, que es dudoso que la mayoría de sus ciudadanos puedan sustraerse al terror económico que se les está infundiendo desde la metrópoli. La previsible victoria del No cobarde derivará en una catarata de consignas destructivas -mediáticas e institucionales- contra los movimientos de liberación de Cataluña, Euskadi y otras naciones sin estado. Se necesitará mucha conciencia política y un criterio cabal para neutralizar la propaganda antinacionalista que nos viene.

Cataluña es la segunda estación de la libertad en Europa. Al contrario que Escocia, a los catalanes se les va a impedir, por la dudosa legalidad constitucional y la amenaza de la fuerza, el ejercicio de su derecho a decidir. No habrá referéndum, seguramente; pero de esa negación surgirá, por lo menos, una mayor voluntad de secesión, teñida de frustración e ira. Cabría soñar con que las instituciones de aquel país respondieran con el desacato e intentasen celebrar la consulta popular. Y que, en consecuencia, se decretara la suspensión de su autogobierno. O, mejor aún, que se produjese una intervención militar. ¡Ojalá! Cuando la privación de la libertad es tan manifiesta solo el conflicto democrático y su osadía pueden cambiar, con riesgos pero con sus oportunidades renovadoras, el rumbo de la historia.

Invierno ardiente

El invierno será netamente preelectoral. Los comicios municipales y forales (y autonómicos en España) mostrarán el retrato del sentir ciudadano, bajo la influencia de la crisis bipartidista y la irrupción de nuevas fuerzas políticas. El PP, con la nada creíble recuperación económica, busca salvarse del desastre ayudado con una reforma electoral en solitario que, si bien podría garantizarle el mantenimiento de su hegemonía, no evitaría que a la vuelta de unos meses una sucesión de mociones de censura le dejaran sin numerosas alcaldías y gobiernos autónomos. ¿O también se van a usurpar las desinfectantes mociones de censura?

Lo que tienen las precampañas de ahora es que, por ley, están vacías de propaganda, de inauguraciones de urgencia y enfáticas cuentas de resultados; pero nadie impedirá que, de una u otra manera, quien quiera pueda actuar anticipadamente con sus balances de gestión, candidaturas y programas. La prohibición de la publicidad institucional en precampaña solo ha perjudicado a las imprentas y agencias, porque por lo demás la imaginación comunicativa tiene muchas posibilidades en la calle y los medios digitales. Poner trabas a la política real en una sociedad movilizada es como intentar detener un río en su camino hacia el mar. Habrá precampaña, ya lo creo.

Primavera electoral

Las elecciones de mayo son un hito entre nosotros. Siempre lo han sido, dado que nuestra estructura institucional otorga a las corporaciones y las diputaciones forales un peso específico relevante. Se juegan mucho los partidos en mayo, frente a su propio desgaste y contra las siglas de nuevo cuño. En esto, entiendo que hay una cierta exageración sobre los cambios que provocará la irrupción de Podemos. En las elecciones municipales hay un fuerte componente local: en gran medida se opta por la gestión cercana y los nombres propios. Aún así, la izquierda, incluida la nacionalista, vivirá su convulsión con inevitables traspasos de votos. ¿Hay transversalidad en las adhesiones al partido de Pablo Iglesias? Tal vez, pero no lo suficiente como para que, en lo esencial, su caso no vaya más allá de una lucha fratricida en el espectro de la izquierda ideológica.

Mayo será un primer test para la izquierda abertzale después de su incorporación a la normalidad democrática. Su gestión, particularmente en Gipuzkoa, pasará por la reválida de las urnas y entones veremos, desprendida ya del victimismo de las ilegalizaciones, en qué queda su porción electoral. Sea cual sea el resultado, que nadie espere frentes anti Bildu, tan deseados por populares y socialistas, como tampoco se producirán alianzas estratégicas, con reparto de parcelas de poder al estilo de la década de los noventa. Aquello se acabó. El resultado estricto en cada lugar motivará acuerdos diversos y asimétricos, complejos en su operatividad, pero más democráticos que los basados en pactos generales. La política vasca tiene que ir aprendiendo que hoy la transversalidad construye mejor que las alianzas clásicas.

Verano revuelto

Tras la constitución de los nuevos ayuntamientos y entidades forales, la mirada se volverá hacia el Estado, donde se han de celebrar elecciones generales a finales de 2015 y en las que Mariano Rajoy -el presidente de los recortes y los escándalos de corrupción- será examinado por el tribunal de la gente. Frente a él, un novato Pedro Sánchez, con nueva labia y vieja savia. Y ambos, atosigados por la quiebra del modelo bipartidista, porque en el menú electoral hay otros platos apetecibles.

A Rajoy le cabe la esperanza de que para entonces la economía y el paro le salven del desastre. Y como es su única y desesperada baza, su Gobierno se prodigará en la alquimia de los números para convencer a su hastiado electorado de que, pese a las evidencias, no son más pobres que hace cuatro años. El problema de España es que tiene mal cambio: necesita una catarsis total; pero le falta humildad y grandeza para emprenderla.

Nostalgia de Paloma: ultras en ETB

PalomaLa tertuliana más radical de la tele, Paloma Zorrilla, se ha quedado sin su último programa, «De buena ley», después de que Telecinco haya decidido clausurar en otoño esa pantomima de tribunal de justicia, donde nuestra belicosa picapleitos ejercía de jueza de pacotilla, con toga, mazo y todo, y dictaba sentencias virtuales. Antes de eso, ETB la había retirado de los debates de la tarde porque, a juicio de los estrategas del PP -que proponen las personas que le representan en los platós- el perfil de Paloma distorsionaba el mensaje centrado y liberal de la derecha en Euskadi. Ya ves, Paloma, qué cruel es el destino: no han sido los rojos de EH Bildu quienes te han impugnado en la televisión pública vasca, ni tampoco los ambiguos del PNV; sino los tuyos, por quienes diste la cara en los años más duros, cuando nadie se arriesgaba. Sencillamente, te han amortizado.

Y sin embargo, Zorrilla proporcionaba audiencia. La gente, además de líderes con los que identificarse, necesita fantoches sobre los que proyectar sus repulsiones. Y Paloma obraba con eficacia esta función benefactora. Ella lo sabía y subrayaba su personaje más allá de sus rancias ideas. Y como se la echa en falta, el debate «Por fin, viernes», ha rescatado a un sustituto que, sin tener las tablas de la rubia, puede dar el juego deseado. Casualmente, también es navarro, se llama Javier Garisoain, es secretario general de la Comunión Tradicionalista Carlista y fue segundo candidato de Impulso Social, un conglomerado de partidos de ultraderecha que obtuvo 17.774 votos en las recientes elecciones europeas. Garisoain es rudo, lenguaraz y descarado, no tiene complejo de facha y podría ser uno de esos iluminados que el diablo sitúa en los púlpitos para hacer odiosa la fe en Dios.

Con Zapatero en la Moncloa, Paloma encendía el firmamento de la derecha; pero con Rajoy en el Gobierno, Garisoain solo brilla en las tabernas donde cuelgan nostálgicas banderas del aguilucho y cruces de odio. Funcionará como esperpento en su choque con la realidad vasca, tan tolerante.

Y en esto llegó Pujol… y Oyarzabal

Oyarzabal-PP-Ertzaintza-quiere-actuar_EDIIMA20131130_0064_4Que no cuenten conmigo para el linchamiento público del ex presidente de la Generalitat de Cataluña, Jordi Pujol, por mucho que, como al resto de los ciudadanos, me repugne la historia de supuestos delitos fiscales, blanqueo de capitales y cadena de embustes que implican a su esposa e hijos, un escándalo ahora desvelado y, por qué no decirlo también, debidamente magnificado por los medios de comunicación del sistema. Y aunque la compasión no se hizo para confortar a los grandes culpables, siento pena por Pujol, que empezó por engañar a su propia hermana con la herencia recibida de su padre y mintió larga y groseramente a los catalanes. Es inimaginable una conducta más ruin y una situación peor para cuantos creyeron en él. ¿Pero cuál es la dimensión y la certeza real de este asunto?

Pujol, ya desposeído de títulos y prebendas, su familia y también su partido han iniciado un calvario, con final trágico, al que no me interesa asistir junto a un gentío de rufianes que si pudieran imitarían y aún superarían las grandes tropelías de los poderosos y que, por cortedad y cobardía, se conforman con sus pequeñas y cotidianas bajezas. Hay, sin embargo, un extremo político que conviene analizar, por los efectos que causará en la política local y sus demoledoras consecuencias sobre el modelo democrático. Si algún partido rival de CiU, excepto los emergentes, cree que conseguirá sacar provecho de esta situación se equivoca de parte a parte. Las proporciones del escándalo salpican al universo de la sociedad catalana y a la totalidad de su clase dirigente, por lo que transcurrirán años antes de que los ciudadanos obtengan alguna ilusión de cualquiera de sus mandatarios. Cuando se pierde la fe en el mayor, se deja de confiar en cuantos quedan por debajo. Además, ¿alguien puede asegurar que la difusión de las andanzas ilegales de los Pujol es ajena a los manejos del Estado y al uso y abuso de los instrumentos policiales y judiciales en el contexto del proceso soberanista catalán? La podredumbre del sistema tiene tanto que ver con la corrupción como con el pillaje institucional y las maniobras de control de la información.

De hecho, las primeras valoraciones sobre el caso Pujol se centraron en señalar, precipitadamente, que la consulta catalana del 9-N quedaba tocada de muerte. ¿Expresaban una realidad o un deseo? Pertenece a la peor especie carroñera de la política este impulso de descrédito de la opción soberanista, en la que están involucradas fuerzas muy diversas, al asociarlo con el escándalo -muy particular- de los Pujol. Con parecido argumento podría decirse que España debe desaparecer por el caso Gürtel-PP o cabría solicitar la disolución de Andalucía tras el fraude socialista de los EREs. En un país donde su democracia vale tan poco, todo vale, de la mentira a la vileza y del exabrupto al cainismo.

La verdad y la exageración

Un procedimiento infantilmente perverso en la malversación de la verdad es la exageración: una verdad inflada se percibe como el mayor de los embustes. En esta estrategia de desmesura andan enredados el Estado y la derecha mediática. En la información que se nos suministra, de fuentes difusas, supuestamente policiales, se cuantifica un día la fortuna de los Pujol en 1.800 millones de euros (El Mundo); y otro día, la cifra sube a 2.000 y hasta 3.000 millones por presunto blanqueo de capitales (La Sexta). Al margen de la veracidad de estos datos, el propósito de las noticias sin dueño es magnificar al extremo la riqueza acumulada y dotar al clan Pujol de una imagen mafiosa, con datos no contrastados y revelación de hechos y cantidades no acreditados, todo ello al calor del conflicto político que plantea Cataluña y con ánimo de perjudicar al nacionalismo y específicamente al proyecto independentista.

En este contexto, donde la confusión es intencional, es imposible distinguir la verdad de la fábula. Y a todo esto, se suma la leyenda de que la corrupción de Pujol y tal vez de CiU tiene 34 años de historia, que toda Cataluña lo sabía, el mito del 3% de comisión y el supuesto papel de Marta Ferrusola, sobre quien se cuenta ahora, solo de oídas y a base de chismes y murmuraciones, un siniestro cometido de matriarca todopoderosa y malhechora. ¡Qué baboso espectáculo el de las acusaciones inquisitoriales y a coro entre quienes propagan información contradictoria y quienes se lo creen todo como remedio de su vacío existencial! Por si fuera poco, el caso adquiere características de vodevil barato con la participación estelar de una mujer despechada, ex amante de un Pujol, dispuesta a la vendetta y que ya se pasea por los platós como en los mejores programas de habladurías y morbo popular.

Estar dispuesto a la verdad es incompatible con el enrarecimiento informativo y la desmesura. La confesión inicial del ex presidente señala un propósito táctico: antes de que se hagan públicas sus posibles corruptelas, ha optado por relatar la verdad de sus dineros opacos en el extranjero. Pujol se ha inmolado y queda para la historia como el líder que engañó a su pueblo y defraudó su confianza durante décadas. Con todo, tiene derecho a no ser más culpable que la medida de sus actos ilegales y demostrables y a no ser utilizado como arma arrojadiza contra aspiraciones nobles y legítimas. Que el proceso contra la familia Pujol se convierta en una causa general contra la Cataluña soberanista sería lo peor que podría suceder, lo más indeseable. Los poderes mediáticos y del Estado ya lo están planteando en estos términos.

El PP enciende el ventilador

Tenía que ocurrir. El modelo comunicativo de Antonio Basagoiti ha dejado huella en el PP vasco. Aquella estrategia consistía, según su propio reconocimiento, en hacer declaraciones altisonantes para ganar alguna relevancia pública en el escenario político de Euskadi y combatir de modo tan resonante su marginalidad social. Primero, la joven e inexperta secretaria general de los conservadores regionales, Nerea Llanos, y, después, su antecesor, Iñaki Oyarzabal, han insistido en este grotesco método insinuando que el caso Pujol podría tener su versión en Euskadi de la mano del PNV. ¿Con qué argumentos y datos respaldan tan sibilina y rastrera acusación? No los han expuesto, pero su mejor explicación es que tantos años en el poder constituyen una prueba categórica de inevitable corrupción. ¿Lo dirán acaso por su propia experiencia?

Hay muchas diferencias entre el PP y el PNV, sobre todo históricas y programáticas. Una es que el nacionalismo vasco ha gobernado las instituciones casi siempre en coalición, mientras la derecha española lo ha hecho en solitario allí donde los ciudadanos le vienen otorgando su confianza desde hace décadas: Madrid, Valencia, Galicia, La Rioja, Baleares y otros territorios ofrecen testimonio de esta exclusividad. Y otra es que en el Partido Nacionalista Vasco tiene muy pocos episodios de los que avergonzarse, lo que no pueden acreditar los populares, hundidos hasta el cuello en la ciénaga del saqueo generalizado de las arcas públicas.

La sombra de sospecha que Oyarzabal ha dejado caer sobre la financiación de los batzokis muestra su ignorancia sobre la misma historia del PNV, cuyas sedes proceden de la devolución de los locales incautados por la dictadura, del sacrificio económico de miles de afiliados, de sus avales y de las hipotecas que aún pesan sobre la propiedad de estos locales y que se sostienen a duras penas con la explotación de las actividades de hostelería, clases de euskera, cuotas de afiliación y hasta de la última rifa de lotería. Si Iñaki Oyarzabal pretendía herir los sentimientos de la militancia nacionalista lo ha logrado, porque ha golpeado en el corazón de esta porción de vascos, los de ayer y los de hoy, que no merecen este doloroso y vil ultraje. Si creyesen en la eficacia del sistema judicial, las autoridades del PNV hubieran respondido con querellas reparadoras; pero como la justicia española es un pitorreo, quédense Llanos y Oyarzabal con el desprecio de las masas jeltzales.

 

Ikea, como una casa de grande

https://www.youtube.com/watch?v=lKgpjmyXjNg

Por mi agorafobia estoy incapacitado para comprar en las tiendas de Ikea, siempre ocupadas por muchedumbres y de donde que no hay manera salir. Son verdaderas ratoneras, pero estoy enamorado de esta marca sueca, emocional y creativa. La mesa sobre la que escribo es de allí y también algún armario y diversos cachivaches. ¿Qué tiene Ikea que no posean otras mueblerías? Un sentido divertido del mundo, un criterio de libertad de hogar y un espíritu iluminado hacia el diseño. ¡Ah, el diseño, el arte de embellecer las cosas de cada día! Y como ocurre con los negocios que saben equilibrar la calidad con la imagen, Ikea hace la mejor publicidad que vemos en la tele. Junto a Apple, exhibe un estilo narrativo que traspasa las fórmulas imperativas y sitúa a la marca en el ámbito de lo admirable por el hecho de hablarnos con inteligencia, vincularnos cordialmente y corresponder con productos resolutivos y razonablemente perecederos.

La nueva campaña de Ikea es un portento de mensajes y buen cine, hecha con muchísimo encanto y verosimilitud. Y aunque nadie superará jamás su supremo eslogan, “Bienvenido a la república independiente de tu casa”, el de ahora se queda muy cerca de aquel nivel estratosférico, al decirnos: “Nada como el hogar para amueblarnos la cabeza”. Es pura literatura y un tratado de transformación mental. Si contra el anterior pudieron conspirar las monarquías y la Audiencia Nacional (que por mucho menos ha empapelado a cientos de vascos), por su incitación al alegre desacato de lo clásico, contra el nuevo quizás se levanten los psicólogos, la Iglesia y los enemigos de la familia transversal. Nos habla del “amor del bueno” y de la ejemplaridad como factor pedagógico esencial. ¡Qué extraordinaria pieza publicitaria! Les invito a disfrutarla como un pequeño gran regalo de la excelencia comunicativa.

Así es la tele. Lo bueno y lo malo, lo corto y lo excesivo, todo en uno. Menos anuncios; pero mejores, por favor. Un mundo de marcas fabulosas y sensibles. Por cierto: tú también eres una marca. Véndete bien.