
España está gravemente herida por el estado de alarma y el feroz confinamiento a los que se ha sometido por largo tiempo, mucho más del necesario y a un coste terrible. La factura a pagar es brutal en vidas y hacienda, en sufrimiento de hoy y sacrificio de mañana. El Estado español depende demasiado del turismo; pero es el modelo económico que arrastra desde el franquismo, cuando se optó por un modelo de sol y playa, de bajo valor añadido y a un precio medioambiental demoledor para su litoral. Y aún seguimos en eso, en lugar de haber elegido el talento, la educación, la industria y la investigación. Ningún gobierno posterior ha enderezado aquel desastre de la dictadura, maldita sea.
Con la necesidad imperiosa de recuperar el turismo, la llegada a Mallorca de un contingente de turistas alemanes, unos 400, ha tenido una estampa parecida a la de la película “Bienvenido, Mister Marshall”, la historia de un pueblo (en realidad cualquier pueblo español subdesarrollado) que engalana su pueblo para recibir a una misión diplomática norteamericana con la esperanza de conseguir una importante ayuda económica. Aquello fue en los años 50. Y lo de la misión alemana es, 70 años después, y en las islas baleares, en 2020.
Recibir a los teutones con aplausos en el aeropuerto tenía todas las trazas de la recepción de Pepe Isbert y Manolo Morán a la delegación yanqui. Falto ayer el discurso retórico más genial del cine: «Como alcalde vuestro que soy, os debo una explicación, y esa explicación que os debo, os la voy a pagar; porque yo, como alcalde vuestro que soy, os aseguro que para pagar esto ni un céntimo ha salido de las arcas públicas, porque en las arcas jamás ha habido un céntimo». No hubo alcalde ni discurso, pero sí unos ciudadanos batiendo palmas que daban, la verdad, bastante pena.
Dignidad, España. Honor, por favor. Un país turístico no es un país servil, de camareros que doblan la cerviz, se sienten inferiores y extienden la mano esperando una propina. Eso nunca. Hagan sus apuestas de marketing, presenten sus mejores ofertas, sean competitivos en precios y calidad, con el mayor valor añadido posible y ese esfuerzo les dará resultados. Atraigan también al turista local y hagan el favor de no bajarse los pantalones ante nadie.
Se dice que alguien en el Bundestag planteó la posibilidad de que Mallorca fuera incorporada como un Länder alemán más (no confundir con Lander, nombre vasco). En realidad, fue una campaña publicitaria de EayJet.
El turismo se parece al alquiler de una casa, una cesión temporal de una propiedad a cambio de un precio, con derechos y obligaciones. El buen turista respeta el lugar que le acoge y admira y disfruta sin necesidad de sentirse superior.
Ser turista es un ensayo de la ciudadanía del mundo, conocer y respetar otros países. Cuanto más grande es nuestra alma, mayor es el deseo de conocer los rincones del mundo y sentirse cómodos en ellos. Bienvenue, Monsieur Marshall. Ongi etorri, Marshall jauna.








