Burdeos- Bourdeaux- Bordele está ya a un tiro de piedra, y siempre me gusta venir y dar un buen paseo por las orillas del Garona. Y más si es para encontrarme con viejos y buenos amigos, con los que alternamos el francés y , por lo general, ese labortano tan pegadizo que , a la vuelta, tanto sorprende a mis chicas.
La excusa ha sido, una vez más, una tesis doctoral de esas que aquí llaman de «tercer ciclo», que sirve para comenzar la vida univesitaria, pues la verdadera, la definitiva, la aportación casi testamentaria,sólo se consigue al final, con un Doctorat d´Etat ( una buena pista por cierto para repensar esas interpretaciones cicateras que, pasada la muga, se hacen de los «planes de Bolonia»).
El acto se celebró ayer por la tarde, y ahora estoy en la Plaza Gambetta esperando a que vengan Jean-Claude y Jokin. Probablemente luego bajaremos por la Rue de la Porte Dijeaux, verdaderas ramblas de Bx, por mucho que la fama se la lleve la Rue de Sainte Catherine.
Ayer me prometieron que me llevarían a comer un buen chateaubriand regado con un clairet que para mí supera y con mucho a todos los muy famosos tintos de la zona. Después, iremos dando una vuelta hasta el Musée du Vin et du Negoce, en el centro del barrio de Chartrons, y ,por fin , haremos nuestra visita ritual a la estatua de Montaigne – montaignistas que somos los tres- de la plaza de Quinconces, y me tocará volver.
Abro Le Monde y me doy cuenta de que la » crisis institucional de España» esta diluída en letra pequeña entre grandes titulares sobre la guerra de Siria, el referendum sobre el la paz en Colombia y el debate que mantuvieron Donald Trump y Hillary Clinton.
Lo cierto es que leo muy cómodamente en francés – dice Jean Claude que las lenguas de los vascos son el euskera, el castellano y el francés. No sé…En la época de mi padre la lengua de intercambio cultural era el alemán, para mí lo ha sido el francés, ahora parece que es el inglés…¿Cuál será dentro de unos años? ¿El chino-mandarín? ¿El árabe?¿Dónde se quedará el euskera?
Eso sólo lo sabrán nuestros hijos y nuestros nietos, cuando nosotros, como decía mi abuelo Vicente, estemos ya «criando malvas».